¿Y qué ocurría con la educación secundaria y superior? Pues que ver a una niña nacida en 1920 sentada a la edad de doce años en el aula de un instituto sería una rareza en comparación con sus compañeros varones. Por no hablar de una hermana mayor que entrara en una facultad.
En 1932, según recoge un estudio de la Universidad Complutense de Madrid, se matricularon 30.705 mujeres en la enseñanza secundaria (26,8% de la matrícula total) y 2.058 cursaron estudios universitarios (6,1% del total). De hecho, hasta 1910 no se permitió en España el acceso oficial de las mujeres a la Educación Superior. Hoy, alumnos y alumnas se reparten prácticamente por igual en las aulas de los institutos y ellas son mayoría en las universitarias (55%, según datos del INE).
Además, la presencia de mujeres en las distintas facultades no estaba muy equilibrada. En los años 20, la mayoría optaba por Farmacia y Filosofía y Letras. El Derecho, una especialidad en la que actualmente las alumnas son mayoría, era la última en las preferencias de las mujeres hace 100 años. La razón: estos estudios capacitaban para algunas profesiones que estaban prohibidas para la mujer, como la de juez, notario, registrador de la propiedad o abogado del Estado.
En cuanto a la presencia de la mujer en el ámbito laboral, una niña nacida en 1920 tampoco tendría muchos referentes en los que fijarse al cumplir los diez e imaginarse su futura carrera. En 1930, solo el 14% de las mujeres en edad de trabajar –el 12% respecto a la población activa total– contaba con una profesión. De hecho, la mayoría de las españolas trabajaban en sus propios hogares y, aunque colaboraban en muchos casos con la pequeña empresa familiar o labores agrícolas, no se consideraban trabajadoras en activo.
Hoy, la tasa de empleo de las mujeres, según los datos de la última Encuesta de la Población Activa, ronda el 42%. Eso sí, se sitúa más de diez puntos por debajo de la de los hombres. Un claro indicador de que todavía queda mucho por hacer.