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1920-2020: así ha cambiado la vida de las niñas

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1920-2020: así ha cambiado la vida de las niñas
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CaixaBank

09 Octubre, 2020


En cien años pueden ocurrir muchas cosas, pero hay siglos que son especialmente efervescentes. Ese ha sido el caso del siglo XX, cuando el mundo experimentó innumerables avances que transformaron la vida de las personas, especialmente la de las mujeres. No hay más que comparar la situación de una recién nacida en España en 1920 con la de otra en 2020 para darse cuenta.

En el Día Internacional de la Niña, merece la pena echar la vista atrás y comprobar cómo han cambiado las vidas de las niñas en el último siglo. Aunque se trata de cambios que afectan a innumerables facetas, hay tres aspectos que resultan especialmente útiles para calibrar hasta qué punto han evolucionado: esperanza de vida, educación y ocupación. Tres áreas clave en las que, pese a su indudable mejoría, todavía queda trabajo por hacer.

Esperanza de vida de las niñas en España

En 1920, la esperanza de vida de una niña recién nacida en España rondaba los 40 años. Para las bebés nacidas un siglo después, ese horizonte se expande hasta los 85,44 años. Esto quiere decir que se ha duplicado ampliamente.

¿Significa esto que la niña que nacía en 1920 podría aspirar únicamente a vivir durante 40 años? No exactamente. La cuestión consistía en que consiguiera superar los primeros años de vida. De hecho, el control de la mortalidad en niños menores de cuatro años es responsable de aproximadamente la mitad del incremento alcanzado, ya que la tasa aumenta mucho más si se corrigen los fallecimientos en bebés que en los adultos.

Así, los avances en la atención al parto, junto con los alcanzados en la lucha contra las principales enfermedades infecciosas, son en buena parte responsables de esta mejora. De hecho, el avance que se registró en la esperanza de vida en un siglo ha sido mayor en el caso de las mujeres que en el de los hombres. En parte, esto se debe precisamente a una mejora en la salud reproductiva femenina, que beneficia tanto a las recién nacidas como a las mujeres adultas.

Los datos sobre mortalidad materna apuntan, de hecho, a una notable mejoría: en 1941, la tasa de fallecimientos relacionados con el embarazo o el parto era de 258,5 casos por cada 100.000 nacidos vivos. En la actualidad, se sitúa en tan solo cinco casos.

La importancia de la alfabetización

Aprender a leer y escribir es básico para el desarrollo de cualquier persona. Es el pilar sobre el que se construye el desarrollo profesional y personal. En este sentido, las niñas en España también han experimentado un avance espectacular en el último siglo.

Los datos del censo apuntan que, en 1920, la tasa de alfabetización de mujeres de 16 a 20 años en España rondaba el 58%, algo más de ocho puntos por debajo de la de los hombres.

Esto suponía que prácticamente dos de cada cinco mujeres jóvenes no sabían ni leer ni escribir, una circunstancia que limitaba profundamente sus perspectivas de futuro. No solo eso: también dejaba con referentes limitados a las niñas que nacían en ese año y que poco después se mirarían en el espejo de las de mayor edad. Aunque fue precisamente en los años 20 cuando se produjeron avances que redujeron notablemente el número de niños y niñas que no sabían leer y escribir, España contaba en 1930 prácticamente con la misma cantidad de analfabetos que en 1887.

Se trata de una evolución que no tiene nada que ver con la que se daría a lo largo de las décadas siguientes. De hecho, el analfabetismo es un problema que, en pleno siglo XXI, parece muy lejano. Según datos del Banco Mundial, la tasa de alfabetización de mujeres jóvenes en España (15-24 años) es prácticamente total (99,74%). Esto se debe, en parte, a la instauración de la educación obligatoria en todo el territorio hasta los 16 años, entre otros muchos avances que ocurrieron en el último siglo.

Después de la escuela

¿Y qué ocurría con la educación secundaria y superior? Pues que ver a una niña nacida en 1920 sentada a la edad de doce años en el aula de un instituto sería una rareza en comparación con sus compañeros varones. Por no hablar de una hermana mayor que entrara en una facultad.

En 1932, según recoge un estudio de la Universidad Complutense de Madrid, se matricularon 30.705 mujeres en la enseñanza secundaria (26,8% de la matrícula total) y 2.058 cursaron estudios universitarios (6,1% del total). De hecho, hasta 1910 no se permitió en España el acceso oficial de las mujeres a la Educación Superior. Hoy, alumnos y alumnas se reparten prácticamente por igual en las aulas de los institutos y ellas son mayoría en las universitarias (55%, según datos del INE).

Además, la presencia de mujeres en las distintas facultades no estaba muy equilibrada. En los años 20, la mayoría optaba por Farmacia y Filosofía y Letras. El Derecho, una especialidad en la que actualmente las alumnas son mayoría, era la última en las preferencias de las mujeres hace 100 años. La razón: estos estudios capacitaban para algunas profesiones que estaban prohibidas para la mujer, como la de juez, notario, registrador de la propiedad o abogado del Estado.

En cuanto a la presencia de la mujer en el ámbito laboral, una niña nacida en 1920 tampoco tendría muchos referentes en los que fijarse al cumplir los diez e imaginarse su futura carrera. En 1930, solo el 14% de las mujeres en edad de trabajar –el 12% respecto a la población activa total– contaba con una profesión. De hecho, la mayoría de las españolas trabajaban en sus propios hogares y, aunque colaboraban en muchos casos con la pequeña empresa familiar o labores agrícolas, no se consideraban trabajadoras en activo.

Hoy, la tasa de empleo de las mujeres, según los datos de la última Encuesta de la Población Activa, ronda el 42%. Eso sí, se sitúa más de diez puntos por debajo de la de los hombres. Un claro indicador de que todavía queda mucho por hacer.

Más referentes para allanar el camino

Aunque en menor medida que hace un siglo, las niñas en España hoy todavía se encuentran con problemas en su desarrollo académico y profesional que tienen mucho que ver con los prejuicios de género. De hecho, los sesgos y la falta de referentes influyen a menudo en su elección de carrera universitaria, así como en el transcurso de la profesional. Una vez levantadas las barreras básicas de acceso a la educación, a la sanidad y al mercado laboral, toca dar un paso más para que una niña nacida en 2020 disfrute de una verdadera igualdad de oportunidades en el futuro. Para ello, hay que lograr que expresiones como «techo de cristal» o «estereotipos de género» queden obsoletas para siempre.

Para que ese escenario se convierta en realidad, es necesario trabajar en distintos frentes. Así, que la presencia de mujeres en puestos directivos se normalice es uno de los factores que pueden ayudar a romper con esa falta de referentes que aún hoy condiciona el futuro de las niñas.

Ese es uno de los motivos por los que CaixaBank se ha adherido a la iniciativa Target Gender Equality, que anima a las empresas participantes a fijar objetivos ambiciosos y realistas en cuanto a igualdad de género. En el caso de CaixaBank, su meta consiste en alcanzar en 2021 el 43% de mujeres directivas en su organigrama, desde el 41,3% de la actualidad. Por su parte, el programa de diversidad Wengage que promueve la entidad impulsa la igualdad de oportunidades a través de distintas iniciativas, tanto dentro como fuera de la entidad.

Además, CaixaBank organiza los premios WONNOW, destinados a alumnas universitarias de carreras de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) con menor presencia femenina que masculina. El objetivo consiste en estimular la excelencia y visibilizar el esfuerzo y capacidad de estas alumnas.

Lograr la igualdad entre los géneros es una de las claves que nos llevarán a una sociedad más justa y próspera, tal y como recoge el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 5 de la ONU. Por eso, ofrecer a las niñas de hoy el futuro que merecen es una labor en la que debemos implicarnos todos.

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