De hecho, la propia ONU ha incluido el aumento de las inversiones para mejorar la capacidad de la productividad agrícola en uno de sus Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS). Ese objetivo se denomina Hambre Cero y considera que el sector agrícola es vital para eliminar el hambre y la pobreza en el mundo.
En concreto, la ONU estima que, si el sector alimentario y el agrícola se gestionan de manera adecuada, la agricultura, la silvicultura y la acuicultura tendrán la capacidad de suministrar comida nutritiva a todo el planeta. También la de proteger el medio ambiente y apoyar el desarrollo de las personas del campo.
Los desafíos que estos sectores tienen por delante para cumplir esta misión no son pequeños. Al tiempo que la población aumenta, la superficie cultivable mundial disminuye: según un estudio de la Universidad de Sheffield, en los últimos 40 años la contaminación y la erosión se han llevado por delante un tercio de la tierra que destinamos a esta actividad. El desafío que representa el cambio climático tampoco ayuda.
Ante este panorama, el sector agrícola se ha puesto manos a la obra. Ha entendido que buena parte del futuro de la humanidad pasa por sus manos. Un objetivo que solo podrá cumplir si optimiza la relación entre recursos consumidos y productos obtenidos. Precisamente esa es la clave del smart farming, un concepto que emplea los últimos avances tecnológicos para aumentar la productividad de la tierra y cuidar de ella.
Concretamente, el smart farming consiste en administrar la agricultura utilizando tecnología moderna capaz de aumentar la calidad y la cantidad de los productos agrícolas. Herramientas basadas en GPS, escaneo del estado del suelo, análisis de datos e internet de las cosas ayudan hoy a agricultores de todo el mundo a obtener el máximo rendimiento de sus tierras y sus cultivos.
Mediante la medición precisa de las variaciones que se registran en una explotación, los agricultores reciben información que les permite ajustar sus estrategias. De esta forma, son capaces de aumentar de manera considerable la efectividad de productos como los fitosanitarios o los fertilizantes, al emplearlos de manera más selectiva. También pueden evaluar en tiempo real las necesidades hídricas que tiene cada zona monitorizada.
Del mismo modo, los invernaderos se pueden convertir en lugares totalmente controlados gracias a la tecnología de monitorización remota. Fluctuaciones de humedad o temperatura e incluso fallos en el equipamiento se pueden detectar inmediatamente para corregirlos en el menor tiempo posible.
En esta tendencia a utilizar tecnología punta para optimizar la agricultura, los drones se encuentran entre las primeras aplicaciones robóticas que los agricultores han adoptado. Las razones pasan por el evidente ahorro de tiempo y trabajo en las tareas de supervisión de las explotaciones, ya que estos dispositivos son capaces de tomar imágenes aéreas en tiempo real de los cultivos.
Sin embargo, en términos de agricultura de precisión, que forma parte esencial del smart farming, se está empezando a sacar partido ahora a estos aparatos. De hecho, los drones pueden resultar de gran ayuda gracias a sus aplicaciones relacionadas con el uso de agua, fertilizantes y fitosanitarios. Estos dispositivos permiten utilizar la cantidad precisa de estos productos en el lugar exacto, lo que significa un importante ahorro.
Un paso más allá lo encontramos en la aplicación de la inteligencia artificial en la agricultura. Esto quiere decir que existen máquinas capaces de analizar los datos obtenidos durante la monitorización y tomar decisiones de gestión sobre el terreno. El potencial de ahorro en tiempo y consumos que este avance puede suponer es enorme.
Dentro de esta categoría encontramos robots capaces de detectar y arrancar hierbas o aplicar los pesticidas únicamente sobre ellas, y evitar hacerlo sobre las plantas. Este avance puede suponer mucho más que un importante ahorro de tiempo y trabajo a los agricultores. Esto se debe al aumento constante de hierbas resistentes a los fitosanitarios, que a su vez incrementan el uso y el consumo medio mundial de estos productos. Si las plagas son arrancadas y ninguna sobrevive a un pesticida, no podrán crear una nueva generación resistente. Una buena noticia para el planeta y para los cultivos.
Las aplicaciones de inteligencia artificial en el sector avanzan de manera tan rápida, que ya existen incluso granjas autónomas en las que los robots se encargan de producir más cultivos en menos espacio.
Para implementar las herramientas de smart farming, tanto en lo referente a equipos de monitorización y aplicación como al software necesario para procesar los datos, son necesarios dos requisitos fundamentales: conocimiento y capital.
Los agricultores comprueban cada día cómo el futuro de sus explotaciones depende cada vez más de habilidades que no están directamente relacionadas con el trabajo sobre el terreno. Contabilidad, estrategia, toma de decisiones y capacidad de análisis ganan importancia cada día, por lo que la formación resulta fundamental.
La inversión en tecnología también requiere recursos económicos. En este sentido, CaixaBank pone a disposición de los empresarios del sector primario AgroBank, una línea de productos diseñada específicamente para ellos. En ella podrán encontrar financiación específica, seguros y planes de pensiones, entre otras posibilidades.