INNOVACIÓN

La bombilla, el pequeño objeto que cambió nuestra forma de ver el mundo

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La bombilla, el pequeño objeto que cambió nuestra forma de ver el mundo
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Es un invento tan genial que se ha convertido en el símbolo universal de las grandes ideas. «Se le encendió la bombilla» es sinónimo de «ha tenido una idea brillante».

No es para menos: la enorme influencia que ha tenido la luz artificial sobre la humanidad se condensa en este pequeño objeto que revolucionó nuestra manera de ver el mundo.

Una sucesión de genialidades

Hace 145 años que Thomas Alva Edison patentó una bombilla incandescente que era capaz de iluminar durante 40 horas sin fundirse. Fue exactamente el día 27 de enero de 1880 cuando le concedieron la patente para esta lámpara revolucionaria.

Aunque se le suele atribuir la invención de la bombilla, la suya no fue la primera. En realidad, fue fruto de anteriores desarrollos tecnológicos que el avispado Edison y su equipo de Menlo Park mejoraron hasta convertirlos en un objeto eficiente, asequible y duradero. Es decir, en un objeto comercial.

Ochenta años antes, Alessandro Volta había presentado la primera batería capaz de producir corriente eléctrica de manera sostenida. Poco después, en 1809, el científico británico Humphry Davy colocó una tira de carbón entre sus dos polos. Su objetivo: que la corriente eléctrica calentara la tira hasta ponerla incandescente para generar luz.

Davy fue el primero en iluminar una lámpara eléctrica. Más tarde otros contribuirían a mejorar el invento, añadiendo componentes como filamentos de platino y tubos de vacío para evitar que se consumieran al volverse incandescentes.

El británico Joseph Wilson Swan fue el primero en presentar una bombilla. Lo hizo en febrero de 1879, meses antes de que Edison hiciera lo propio con la suya en una espectacular exhibición en su propio taller a la que acudieron cientos de personas.

Estas bombillas consumían mucha menos electricidad que las lámparas de arco eléctrico como la de Humphry Davy, por lo que eran ideales para su introducción en el uso doméstico.

Aunque Swan y Edison tuvieron sus más y sus menos acerca de la paternidad de la bombilla, ambos acabarían asociados para fabricar y comercializar lámparas en el Reino Unido.

Luz en todas partes (y a todas horas)

Resulta complejo resumir las repercusiones que la pequeña bombilla incandescente tuvo para la economía mundial.

En primer lugar, estimuló una industria de la iluminación que se expandió rápidamente por las ciudades de distintos países, así como el desarrollo de grandes infraestructuras eléctricas que facilitaran la energía necesaria para iluminarlas.

El propio Edison promovió la instalación de la primera central eléctrica del mundo en Nueva York un par de años después de patentar su bombilla.

Más allá de la propia industria eléctrica, el resto de la economía también se vio fuertemente influenciada por la expansión comercial de la bombilla.

Por primera vez, la humanidad contaba con una fuente de luz de calidad, estable, accesible y segura para iluminar calles, empresas y hogares. Las lámparas de gas y carburo o las velas que se utilizaban hasta entonces se convirtieron poco a poco en actores secundarios, es decir, en recursos a los que acudir en caso de apagón. Ahora solo había que accionar un interruptor para obtener una iluminación lo suficientemente potente como para suplir la luz del día.

La iluminación artificial ya había transformado desde el siglo XVIII los horarios de trabajo y de ocio al hacerlos menos dependientes de la luz solar. Las fábricas podían operar en turnos las 24 horas del día. En las ciudades florecieron nuevos negocios porque los ciudadanos se sentían más seguros gracias a la iluminación nocturna en sus calles.

Las lámparas eléctricas tomaron el testigo a finales del siglo XIX y acabaron por imponerse. Aportaban una luz mucho más potente y estable que, poco a poco, se volvió más económica.

A medida que más personas utilizaban la iluminación eléctrica, los precios de las bombillas y de la propia energía descendían. Esto propulsó aún más la expansión de las redes eléctricas y, con ellas, la aparición de nuevos bienes de consumo como los electrodomésticos.

Una nueva revolución industrial

Todo ese estímulo empujó también la Segunda Revolución Industrial. Los métodos de producción en masa se volvieron más eficientes gracias a la expansión de la electricidad que propició la bombilla. Las condiciones de trabajo también mejoraron, así como la seguridad de las fábricas y las viviendas.

Estos avances dieron paso a una economía basada en la electricidad que llega hasta nuestros días. Tanto es así que el acceso a un suministro eléctrico seguro y de calidad es indispensable para que se produzca crecimiento económico.

Efectivamente, existe una relación positiva entre consumo de electricidad y PIB. En España, el sector eléctrico aporta directamente 16.495 millones de euros, el 1,13 % del PIB nacional.

Cuesta imaginarse cómo sería hoy el mundo sin la bombilla. Aunque las incandescentes han dado paso a otras tecnologías más eficientes, como las lámparas led, estos pequeños objetos luminosos siguen formando parte fundamental de nuestro día a día.

Sin iluminación eléctrica en oficinas, escuelas, hospitales u hogares, nuestras vidas cambiarían radicalmente. Menos mal que a algunas mentes brillantes se les encendió una bombilla allá por el siglo XIX.

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