El sueño del turismo espacial como algo normalizado ya lleva un tiempo creciendo y la industria aeroespacial lo ve como una interesante fuente de ingresos, mientras que otras explotaciones comerciales terminan de arrancar, como la ansiada minería espacial —material de ciencia-ficción por el momento— o los viajes regulares a la Luna o Marte.
Intentos por dar a luz a este negocio ya los ha habido. El primero de ellos fue en 2001, cuando el multimillonario Dennis Tito se convirtió en el primer turista espacial de la historia al viajar hasta la Estación Espacial Internacional en una cápsula Soyuz. El ticket le costó 20 millones de euros y, lejos de desincentivar este tipo de turismo, seis aventureros más desembolsaron cantidades similares en años posteriores. Pero lo que parecía el principio de un área de negocio soñada se estancó en 2009, año del último vuelo espacial “por placer”.
El problema es que, hasta ahora, poner en órbita cualquier clase de transporte ha demostrado ser tremendamente costoso. Por ejemplo, cada lanzamiento de un antiguo transbordador espacial de la NASA costaba alrededor de 450 millones de dólares. Repetimos. Cada lanzamiento.
Iniciativas privadas como SpaceX y su Falcon Heavy han conseguido reducir el vuelo espacial a unos más asequibles 62 millones de dólares por lanzamiento. Es el camino a seguir y cada vez son más las compañías privadas que realizan sus propios diseños de propulsores y aviones espaciales.
De hecho, uno de los prototipos que más han llamado la atención en los últimos años ha sido el Skylon. Este avión con nombre de malvada inteligencia artificial está siendo desarrollado por Reaction Engines, una empresa británica que espera comenzar a enviar turistas al espacio en el año 2025. Su tecnología puntera, en la que han intervenido firmas como Rolls Royce y Boeing, promete viajes a la órbita baja en apenas 15 minutos. Lo hará gracias al motor SABRE, una maravilla de la ingeniería que podría hacer experimentar a los turistas velocidades superiores a Mach 25, o 30.000 m/h.
Aquí entramos en el terreno de lo puramente especulativo, porque hasta ahora el récord de velocidad se sitúa en Mach 6, o 7.350 km/h. Así que al Skylon todavía le queda un buen recorrido si quiere pulverizar ese récord.
Otra de las empresas que se toman muy en serio los viajes espaciales es Virgin Galactic, una de las marcas del conocido multimillonario Sir Richard Branson. Él será el primero de una nueva oleada de turistas espaciales que pagarán entre 200.000 y 250.000 dólares por un ticket para viajar a la órbita baja de la Tierra. Una cantidad muy alejada de esos primeros 20 millones que pagó el señor Tito por ser el primero en viajar al espacio por turismo.