La normativa del semáforo de riesgo para productos se publicó en el BOE el pasado mes de noviembre, pero daba tres meses de margen para su aplicación. Por eso, desde el pasado mes de febrero es ya obligatoria para todas las entidades que comercialicen productos financieros.
La Orden ECC/2316/2015, relativa a las obligaciones de información y clasificación de productos financieros, explica, en su exposición de motivos, las deficiencias a subsanar en este ámbito tales como “la falta de disponibilidad de información suficiente y comparable, así como la presentación confusa o incompleta”. Para hacerlo, se establece un código de colores o numérico con seis categorías distintas, en función del nivel de riesgo del producto financiero en cuestión.
El verde (o número 1) significa un riesgo bajo mientras que el rojo (o número 6) significa un riesgo alto. Un sistema muy similar a los indicadores de eficiencia energética de los electrodomésticos. La pertenencia a uno u otro grupo depende de criterios precisos: el nivel 1 para los depósitos bancarios y seguros con finalidad de ahorro y el nivel 5 para los instrumentos financieros con un compromiso de devolución del 100% en 10 años o del 90% en 3 años. El nivel más alto, el 6, se reserva para los que no están en ningún nivel inferior.
Tienen que llevar esta identificación obligatoria todos los valores negociables, los depósitos bancarios no estructurados y los seguros de vida con finalidad ahorro. Quedan fuera de esta normativa otros productos, como los fondos de inversión, cuyo semáforo, establecido por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) incluye siete categorías en lugar de seis.
La CNMV también contempla, en su política de protección del pequeño inversor, la obligatoriedad de que determinados productos financieros, especialmente complejos o arriesgados, incluyan una advertencia desaconsejando su contratación por parte de ciertos clientes. Esta alerta sobre complejidad adoptará la siguiente forma:
Aunque las regulaciones, las existentes y las que están por venir, puedan ser de ayuda para interpretar el riesgo de un determinado producto financiero, lo más importante es la relación entre cliente y entidad. Como ya hemos dicho en otras ocasiones en este blog, es importante preguntar y aclarar todas las dudas, revisar toda la documentación, pedir más información y sentirse realmente seguro de que la operación se ajusta a lo que uno desea. Y en caso contrario, descartarla hasta que no haya ningún punto oscuro. La mejor protección empieza por uno mismo.