En los últimos días ha crecido la incertidumbre sobre cómo afrontará Rusia su deuda externa, aunque de momento parece que ha esquivado el default o suspensión de pagos.
El default se produce cuando el deudor deja de realizar los pagos correspondientes a su acreedor, no porque esté en quiebra, sino porque en ese momento no cuenta con dinero líquido suficiente para afrontarlos.
Si, por ejemplo, tenemos la deuda de un préstamo, abonaremos una cantidad mensual para ir saldándola. Ahora bien, es posible que un mes en concreto no dispongamos de liquidez porque hayamos invertido todo nuestro capital.
En ese caso, entraríamos en suspensión de pagos y empezaríamos una negociación con nuestro acreedor (supervisada por órganos judiciales) para retrasar el pago o rebajar la cantidad adeudada.
A diferencia de la quiebra, en este caso la imposibilidad de saldar la deuda es temporal y solo implica que no contamos con dinero, no que carezcamos de otro tipo de bienes, como inmuebles.
¿Por qué estamos hablando entonces de default en lugar de suspensión de pagos? Porque este término se emplea habitualmente en economía internacional para hacer referencia al impago de deuda soberana (sovereign default), es decir, cuando un gobierno es el deudor que decide no hacer frente a los pagos de su deuda externa.