Divulgación económica: una necesidad en la sociedad del conocimiento
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Santiago Carbó Valverde
Catedrático de Economía de CUNEF y director de Estudios Financieros de FUNCAS
02 Julio, 2018
La economía inunda gran parte de las relaciones entre individuos e instituciones y, por lo tanto, difundir los avances científicos o los mecanismos que determinan la interacción económica resulta fundamental. No obstante, una de las grandes dificultades que enfrenta esta tarea es la comunicación de ideas contrastadas y que pasen uno de los filtros más críticos en el mundo científico: un correcto proceso de identificación.
No se trata de una árida cuestión metodológica. La idea de ofrecer una buena identificación de cómo se producen las relaciones económicas es evitar los riesgos de una información profusa pero afectada por grandes dosis de posverdad.
Se trata de evitar la manipulación de las ideas y modelos para intereses o interpretaciones particulares de cada momento. En su forma más simple, es corriente leer artículos y opiniones con supuesto afán divulgativo donde se confunde correlación con causalidad.
Por ejemplo, cuando se afirma que parte de la culpa de la crisis es la adopción del euro como moneda única. O que los salarios serían hoy mayores si no se hubiera dado dinero a los bancos. O cuando se asegura que un territorio más próspero que otros dentro de un determinado país sería aún más rico si se escindiera del resto.
Que pueda lograrse una difusión de la economía adecuada depende también de los sistemas que nos damos como ciudadanos para crear referencias. Es habitual confundir la habilidad divulgativa (capacidad de entretener o de contar las cosas) con la verosimilitud del contenido. Y, en ocasiones, no nos duelen prendas en creer teorías sobre un suceso económico contadas por relatores cuyo prestigio en la profesión científica o práctica es un misterio.
Evitar las consecuencias de una crisis
Sin embargo, los economistas que desarrollan una carrera académica o profesional con rigor y mérito no deben cejar en el empeño. La educación económica y financiera es una labor de todos. Muchas de las tristes consecuencias que acarrea una crisis financiera podrían evitarse, en buena medida, si existiese una formación financiera acorde con las exigencias de la realidad económica actual.
Las lógicas económicas más simples deberían insertarse, en mucha mayor medida de lo que se hace en la actualidad, en los procesos formativos en las escuelas. Las dinámicas de ahorro e inversión, de deuda y gasto, están en decisiones diarias en la vida adulta y, a menudo, se llega a ellas con excesiva inercia y falta de preparación.
Una adecuada regulación puede prevenir algunos errores, pero una educación suficiente puede conducir, en mayor medida, a unas instituciones económicas más justas.
Como casi todo en la vida, los procesos económicos no son simples. Lo que tiene que ser simple es la explicación. Limpia y sin intereses. Y siempre abierta a la crítica científica y a posibles cambios de paradigmas.
Precisamente se vive un momento en el que muchos de los supuestos más básicos de los fundamentos económicos del siglo anterior están en cuestión. En parte, porque se está produciendo un cambio en las formas de obtención de información y en las relaciones laborales con la digitalización.
Contamos con las mejores herramientas de difusión de la historia de la humanidad y el reto es lograr que las más rigurosas prevalezcan. Que existan referencias que puedan ilustrar las decisiones económicas en un momento de transición tan delicado tecnológica y socialmente. Cuanto antes se emprenda esa labor, preferentemente en edades tempranas y con los principios más básicos, más se habrá avanzando y más beneficios sociales habrá a largo plazo.