Según el informático Javier Pastor, “los millones de dispositivos de esa Internet de las Cosas que nos rodea tienen un problema: recolectan información, pero no hacen nada con ella. La envían a la nube, donde grandes centros de datos la procesan para obtener ciertas conclusiones o activar ciertos eventos. Ese funcionamiento pasivo de todos esos dispositivos es lo que quiere cambiar el llamado edge computing, un tipo de filosofía aplicable especialmente en escenarios empresariales e industriales que aporta mucha más autonomía a todos esos dispositivos, ya que hace que sean algo más «listos»”.
Esencialmente, el edge computing permite que los datos producidos por los dispositivos de la Internet de las Cosas se procesen más cerca de donde se crearon en lugar de enviarlos a través de largos recorridos para que lleguen a centros de datos y nubes de computación. Se trata de una red de malla de microcentros de datos, explica la empresa IDC, que procesa o almacena la información valiosa de forma local para después enviar los datos recibidos a un centro de datos central o a un repositorio de almacenamiento en la nube, pero en un área inferior a los 100 pies cuadrados —unos 9,3 metros cuadrados—.
Así pues, es lo que ya hace por ejemplo Netflix para distribuir sus contenidos. Los archivos digitales que son las películas o series que vemos en nuestros dispositivos conectados a Internet no se encuentran alojados en Estados Unidos, sino en servidores que están situados lo más cerca posible del usuario final, lo que proporciona una mejor experiencia de streaming.
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