En 1901, siguiendo las instrucciones póstumas de Alfred Nobel, se empezaron a entregar estos galardones, que distinguen las contribuciones en el campo de la Química, Física, Literatura, Paz, Fisiología o Medicina y Economía. Desde entonces, 901 hombres han recibido estos premios frente a 64 mujeres.
Detrás de esta apabullante diferencia existen diversos motivos, entre ellos, el borrado o eclipse que han experimentado mujeres, a pesar de sus logros. Este fenómeno tiene un nombre, el efecto Matilda. Con motivo del Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia, que se celebra el 11 de febrero, hablaremos de tres científicas que debieron recibir el Nobel:
Cuando pensamos en el ADN, se nos viene a la cabeza su aspecto helicoidal. Su descripción en los libros de texto suele acompañarse de una ilustración simplificada, que reproduce esta icónica forma.
Gracias a la investigación de Rosalind Franklin (1929-1958) conocemos su estructura, descubrimiento que ha abierto las puertas a nuevas investigaciones que nos ayudan a entender la vida y mejorar la salud.
Franklin nació en Londres y desde un primer momento supo que quería dedicarse a la ciencia. Realizó sus estudios de química en la Universidad de Cambridge. De ahí pasó a investigar en un laboratorio en París y, posteriormente, regresó a Londres.
Allí culminó su trabajo como cristalógrafa de rayos X en el King’s College. Su disciplina analizaba la difracción o dispersión de la luz sobre platos fotográficos, discerniendo estructuras moleculares que hasta entonces no eran perceptibles.
En 1952, Franklin y su alumno Raymond Gosling tomaron la Fotografía 51, que pasará a la historia como la primera imagen que desvela la estructura del ADN. Además, la investigadora realizó cálculos de disposición de elementos, así como precisas descripciones que acompañaban al hallazgo.
Franklin terminó abandonando el King’s College. Ser mujer le supuso limitaciones en su día a día como no tener derecho a usar la sala común de café y descanso de su departamento, además de ser excluida del debate científico y su trabajo despreciado, como este artículo sostiene.
Dos de sus compañeros en el King’s College, James Watson y Francis Crick, llevaban a cabo investigaciones independientes. A través de un colega común, Wilkins, consiguieron la Fotografía 51 y las investigaciones de Franklin, que fueron base de su publicación en Nature de 1953 «Una estructura para el ácido desoxirribonucleico», firmado por James Watson y Francis Crick, que supuso una revolución en el ámbito científico.
Watson, Crick y Wilkins vieron su trabajo recompensado con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1962, algo que Franklin no llegaría a presenciar, ya que un cáncer se la llevo en 1958. Por supuesto, ni Watson, ni Crick, ni Wilkins reconocieron la aportación de Franklin ni valoraron su descubrimiento.
Photograph 51 es el título de una obra de teatro de 2015 que cuenta la historia de Franklin, que se estrenó en Londres con Nicole Kidman como protagonista. Esta pieza ha ayudado a rehabilitar de cara al público la figura de una mujer brillante a la que se le negó el reconocimiento en vida.
Aunque parezca aventurado referirse a Lise Meitner (1878-1968) como «la Marie Curie austriaca», solo citamos textualmente a Albert Einstein, a quien es complicado enmendar. Meitner es responsable, junto a Hahn y Fritch (su sobrino), del descubrimiento de la fisión nuclear en 1938, un hallazgo fundamental en el siglo XX.
Meitner nació en Viena. Mostró gran determinación en sus estudios a pesar de las dificultades que suponía ser mujer en la época, ya que tenían el acceso vetado a los institutos de secundaria. Siguiendo clases particulares consiguió acceder a la universidad. En 1906 fue la primera mujer en doctorarse en la Universidad de Viena y la segunda en el mundo en obtener un doctorado en Física.
Durante sus años en Berlín, se le permitió asistir a clases, pero como investigadora no podía acceder a la universidad, así que lo hacía a través de un local adyacente. Tampoco podía usar los baños, por lo que debía frecuentar un local de hostelería cercano. En muchas de sus investigaciones no recibió salario, a diferencia de sus colegas hombres. Durante 30 años, Meitner investigó junto a su amigo Hahn los efectos del bombardeo de átomos.
A finales de los años 30, consiguieron provocar la fisión, aunque solo posteriormente Meitner identificó el proceso, entendiendo la trascendencia del hallazgo y abriendo el camino a la reacción en cadena.
En 1939 Hahn publicó en Nature los resultados de la investigación, omitiendo a Meitner en la autoría. En 1944, fue Hahn el receptor del Nobel de Química por este artículo, escatimando a Meitner la distinción.
Hahn siempre alegó que en la Alemania nazi no le hubieran permitido publicar un artículo coescrito con una mujer judía. Meitner nunca quiso participar en el diseño de la bomba atómica y siempre lamentó su invención, aunque con el desarrollo de la energía nuclear su contribución comenzó a ser reconocida por el público general.
Otra damnificada del efecto Matilda es la responsable de uno de los mayores avances en la biología molecular del siglo XX, en concreto sobre mecanismos que rigen la biosíntesis de las proteínas. Gracias a su legado cualquier laboratorio puede disponer de ADN o ARN a día de hoy.
Hablamos de Marianne Grunberg-Manago (1921-2013), nacida en San Petersburgo, criada en Francia y alumna posdoctoral de Severo Ochoa. Grunberg-Manago formaba parte del equipo que identificó la polinucleótido fosforilasa.
Fue ella la que observó y describió cómo la nueva enzima catalizaba las unidades básicas que componen los ácidos nucleicos.
Este hallazgo fue recibido con sorpresa por sus colaboradores, incluido Severo Ochoa, que desarrolló nuevos experimentos con Grunberg-Manago para confirmar este decisivo descubrimiento, la sintetización de ARN in vitro gracias a una enzima, que otro miembro del equipo, Arthur Kornberg, consiguió refinar.
En 1955, Grunberg-Manago y Severo Ochoa presentaron ante el público científico su logro en varios congresos y publicaron cada uno un artículo en Journal of the American Chemical Society y Science con sus resultados.
Sin embargo, en 1959, la Academia sueca otorgó a Severo Ochoa y Kornberg el Premio Nobel de Fisiología o Medicina, dejando fuera del reconocimiento a Grunberg-Manago.
La lista de damnificadas por el efecto Matilda es extensa, pero la concienciación en diversidad de las instituciones va en aumento. Solo hay que echar un vistazo a las receptoras de los últimos premios Nobel, como por ejemplo Katalin Kirikó en Medicina o Anne L’Hullier en Física en 2023, científicas con carreras ampliamente reconocidas cuyos logros han sido clave en avances que mejoran nuestras vidas, como la vacuna de la COVID o entender el funcionamiento de los electrones.