ECONOMÍA

Alegría, miedo o confianza: así influyen las emociones en nuestras decisiones económicas

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Alegría, miedo o confianza: así influyen las emociones en nuestras decisiones económicas
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CaixaBank

26 Junio, 2024


En junio de 2015 el mundo entero conoció a Riley Andersen, una niña de 11 años cuya vida estaba a punto de cambiar a la par que sus emociones. Riley siempre había sido muy alegre, hasta que su familia se muda a San Francisco y la tristeza empieza a apoderarse de ella.

Si te suena esta historia, seguro que ya sabes que estamos hablando del argumento de Del revés, la película de Pixar que muestra cómo las emociones afectan al desarrollo de una persona.

Casi 10 años después llega Del revés 2, película en la que una Riley ya adolescente empieza a experimentar nuevas emociones, entre ellas la vergüenza o la ansiedad, que condicionarán sus decisiones.

Emociones y finanzas

¿Es posible que las mismas emociones que experimenta Riley en su día a día puedan marcar la evolución de nuestra economía? La respuesta es sí.

Esto ya lo demostraron los premios Nobel Daniel Kahneman y Richard Thaler con sus teorías sobre las finanzas conductuales. Y es que, aunque lo ideal sería tomar decisiones analizando de manera aséptica las posibles compensaciones y alternativas, es complicado que se dé este escenario.

En esta toma de decisiones no solo cuentan las emociones, sino que entran en juego una serie de variables entre las que destacan las creencias, experiencias, educación recibida y conocimientos.

¿Qué emociones pueden condicionar la toma de decisiones económicas?

La guía Psicología económica para inversores de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) identifica algunos sesgos cognitivos que podrían vincularse a emociones:

Alegría

Para esta emoción no hay problemas en el horizonte: siempre ve el lado positivo de la vida. Pero dejarse llevar por la alegría nos puede llevar a experimentar predisposición al optimismo, tendencia que implica sobrevalorar la posibilidad de vivir experiencias positivas frente a la posibilidad de experimentar experiencias negativas.

También podemos ser víctimas del descuento hiperbólico, un sesgo cognitivo que supone preferir pequeñas recompensas con frecuencia a grandes recompensas distanciadas en el tiempo. Por este motivo, la satisfacción que nos genera la inmediatez supone una distorsión a la hora de tomar decisiones financieras.

Miedo

Preocupado por el bienestar y la seguridad, el miedo también viene acompañado de sesgos en la toma de decisiones:

  • Autoridad: las valoraciones de instituciones o personas que tenemos por expertos nos condicionan. Ya sea por respeto o por miedo, tendemos a tener más en cuenta estas ideas que las nuestras.
  • Efecto halo: las valoraciones sobre un producto o servicio serán correctas o incorrectas según quien las emita. No nos paramos a pensar en cada caso y en la posibilidad de que un análisis sea correcto si viene de una persona o institución que no goza de nuestro favor.
  • Prueba social: actuar en contra de las tendencias mayoritarias nos genera miedo e inseguridad. Por ello, solemos pensar que, si los demás han tomado una decisión, es la correcta, por lo que debemos sumarnos a ella.
  • Statu quo: es la tendencia a tomar la actualidad como referencia, avivando el miedo a la pérdida respecto a la situación actual.

Ansiedad

Al igual que el miedo y la alegría, esta emoción trae consigo sus sesgos:

  • Falacia del coste hundido: es la tendencia a mantener una inversión que esté sufriendo pérdidas ante el miedo a perder lo que se ha invertido ya.
  • Aversión a las pérdidas: es probable que, para no incurrir en pérdidas, mantengamos inversiones que no tienen previsión de recuperación y acabemos perdiendo lo invertido. Nuestro cerebro considera que las pérdidas pesan más que las ganancias.

Confianza

La confianza alberga algunos de los sesgos más destacados en la toma de decisiones:

  • Exceso de confianza: tendemos a creer que tenemos conocimiento suficiente, ya sea formación o datos, para tomar la decisión correcta. En estos casos, sobrevaloramos nuestra experiencia personal.
  • Ilusión de control: este sesgo consolida la creencia de que tenemos control sobre algo que, en realidad, no controlamos. Provoca que asumamos más riesgos de los que estaríamos dispuestos a correr.
  • Confirmación: esta tendencia nos hace creer información que refuerza nuestras ideas y desechar aquella que no las respalda. Nos priva de contar con el 100 % de la información para tomar una decisión racional.
  • Anclaje: en este caso, tendemos a darle mayor credibilidad a la información obtenida en primera instancia. Estas ideas preconcebidas nos condicionan.
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