Cómo entender el balance de un banco central: el caso del BCE
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Juan Antonio Cabrera Reverté
Análisis y Asesoramiento de Mercados Financieros Bankia
01 Julio, 2020
Sin embargo, sí hay diferencias importantes si entramos al detalle y son consecuencia de las funciones especiales que, de manera bastante común, tienen atribuidas los bancos centrales.
Sin ánimo de ser exhaustivos y evitando entrar en detalles, vamos a ver algunas de las funciones de un banco central y cómo se reflejan en su balance. En este enlace puedes ver el balance consolidado del Banco Central Europeo o BCE.
En primer lugar, posee y gestiona las reservas de oro y divisas, así como puede realizar operaciones en el mercado de divisas. Por este motivo, en su activo, podemos encontrar cuentas como, en el caso del Banco Central Europeo (BCE), “Oro y derechos en oro”, “Activos en moneda extranjera frente a no residentes de la zona del euro” o “Activos en moneda extranjera frente a residentes en la zona del euro”.
Otra de sus funciones, popularmente definida como “banco de bancos”, se traduce en su capacidad para prestar dinero a los bancos comerciales y recibir depósitos de éstos. En realidad, esta función está íntimamente ligada a otra, que es la de definir y ejecutar la política monetaria.
En el caso del BCE, cuando presta dinero a los bancos, está incrementando su activo y se refleja en la cuenta “Préstamos en euros concedidos a entidades de crédito de la zona del euro en relación con operaciones de política monetaria”. Del mismo modo, cuando los bancos comerciales depositan dinero en la cuenta que tienen abierta en su banco central, aumenta el pasivo de éste, que queda reflejado en la cuenta “Depósitos en euros mantenidos por entidades de crédito de la zona del euro en relación con operaciones de política monetaria”.
Los bancos centrales no realizan operaciones bancarias con particulares, pero sí lo hacen con los Estados, aunque con ciertos límites. Esta es otra de sus funciones, conocida también en términos populares como “banquero del Estado”, lo cual no implica, al menos en las economías modernas, que pueda financiar las necesidades de los estados mediante el simple proceso de “imprimir dinero”. Básicamente, lo que hace es recibir depósitos de las administraciones públicas que quedan reflejados en su pasivo en la cuenta “Depósitos en euros con otros residentes en la zona del euro”.
Es cierto que en el activo de un banco central podemos encontrar títulos de deuda de un Estado, pero solo han podido ser adquiridos en un mercado secundario y obedeciendo a dos tipos de operaciones; en primer lugar, porque en ellos estén materializadas parte de las reservas de divisas a las que antes nos hemos referido (por ejemplo, podríamos encontrar bonos del Tesoro de EEUU en dólares) o, en segundo lugar, porque hayan sido adquiridos como herramienta (entre otras) para gestionar la cantidad total de liquidez en manos de los bancos.
Esta operativa consiste en comprar o vender diferentes instrumentos de deuda a los bancos para inyectar liquidez (cuando compra) o retirar liquidez (cuando vende) en el sistema. Estos saldos quedarían reflejados en el activo y mayoritariamente en la cuenta “Valores emitidos en euros por residentes en la zona del euro”.
Otra función importante de los bancos centrales es el monopolio respecto a la emisión de monedas y billetes de curso legal. Como es fácil suponer, esas monedas y billetes constituyen un pasivo para el banco central y, en el BCE, se recoge en la cuenta “Billetes en circulación”.
Antes de pasar a hacer una revisión de la evolución del balance del BCE desde 2008 con un enfoque algo más técnico, es reseñable el alto grado de apalancamiento con el que realizan su labor los bancos centrales. Si nos volvemos a fijar en el BCE, el tamaño de su balance, en relación a su cuenta de “Capital y reservas”, es de 52 veces. Por cierto, ese capital ha sido aportado por los países que integran la UE según el tamaño de su población y de su economía.
La transformación del balance del BCE en la última década
Centrándonos ahora en el BCE, la evolución de su balance ha estado condicionada por la necesidad de hacer frente en los últimos 12 años a dos crisis con un fuerte componente financiero (crisis financiera y de la deuda periférica europea) y otra provocada por una pandemia sin precedentes desde la Gripe Española de 1918. Ello ha obligado al banco central a entrar en una dinámica innovadora, provocada, también, por el agotamiento de la capacidad de respuesta de las herramientas de política monetaria consideradas tradicionales.
El objetivo del BCE, como es de sobra conocido, es mantener la estabilidad de precios en la UEM pero, dada la naturaleza de las últimas crisis, su consecución ha hecho necesario ampliar dicho concepto y considerar como un objetivo adicional la estabilidad financiera. Cuando se habla de estabilidad financiera normalmente suele referirse a la necesidad de garantizar una posición solvente de los intermediarios financieros y un comportamiento eficiente de los mercados que permitan asignar de forma adecuada los recursos a las mejores opciones de inversión.
Entonces, ¿por qué ha aumentado el interés por el balance del BCE?
En un contexto como el de la última década, junto a la función del balance del BCE de dar confianza al dinero en circulación en euros (ya se ha comentado que es su emisor), cobra especial interés su análisis por la abundante información que proporciona sobre el alcance de las distintas medidas de política monetaria adoptadas para afrontar una situación tan delicada.
Lo primero que hay que saber es que las operaciones de política monetaria son llevadas a cabo, habitualmente, por los bancos centrales de los países miembros de la UEM, bajo la batuta del BCE, por lo que cuando se habla del balance del BCE, normalmente, suele referirse al balance consolidado de éste y de todos los bancos centrales nacionales; lo que se conoce como Eurosistema.
¿Qué es lo que realmente ha cambiado?
En primer lugar, se ha producido un aumento sin precedentes del tamaño de su balance, afectado por la intensidad de las medidas cuantitativas adoptadas, siendo éstas todas aquellas que se utilizan para aumentar la oferta de dinero.
El BCE inició su andadura con un balance inferior a los 700.000 millones de euros, es decir, un 10% del PIB. En la actualidad, su volumen asciende a 5,6 billones de euros (54% del PIB) y estimamos que a final de año se aproximará a los 7,5 billones.
Sin embargo, esta variación en el tamaño, pese a su gran relevancia, no es el único aspecto interesante, pues los importantes cambios registrados en su composición ofrecen una idea clara los objetivos de su política y del compromiso para alcanzarlos.
¿Cuáles son los principales cambios en la composición de su balance?
La partida más relevante en el activo del balance del BCE es la que corresponde a “Valores emitidos en euros por residentes en la zona del euro”. Este concepto incorpora, como ya se ha comentado, la compra o venta de instrumentos de deuda a los bancos para inyectar liquidez y, por tanto, todos aquellos títulos que está adquiriendo el banco central bajo sus programas de compra (conocidos también como QE por las siglas en inglés de quantitative easing).
La finalidad de estos programas es relajar las condiciones financieras de la UEM, evitar la fragmentación del mercado y resolver distorsiones en la negociación de los activos financieros. Dentro de ellos, el BCE está comprando, sobre todo, deuda pública, pero también bonos corporativos, titulizaciones, cédulas y, desde hace tres meses, pagarés de empresa.
En segundo lugar, se encuentran los préstamos que realiza el banco central a las instituciones financieras (“préstamos en euros concedidos a entidades de crédito de la zona del euro”), para ejecutar su estrategia de política monetaria. En este caso, nos encontramos tanto las operaciones de financiación tradicionales con las que aporta liquidez a las entidades a una semana y tres meses, como aquellas otras diseñadas para promover la concesión de crédito a empresas y particulares.
Solo estas dos partidas suponen ya casi el 80% del balance del BCE, cuando a principios de 2008 representaban solo el 40%.
Por el lado del pasivo, hay tres epígrafes que explican el 80% de la financiación del activo del balance del BCE, que son los siguientes, por orden de importancia: los depósitos en euros mantenidos por entidades de crédito de la zona del euro, el dinero en circulación (billetes y monedas) y los depósitos de las administraciones públicas, aunque estos últimos están sometidos a una fuerte variabilidad, pues su volumen depende de cómo los Estados desarrollen su estrategia de financiación en el año y de si deciden mantener un colchón de liquidez para situaciones imprevistas.