Una mujer francesa perdió 830.000 euros al ser engañada por un falso Brad Pitt. ¿Cómo pudo suceder esto?
La respuesta está en las emociones. Las ciberestafas cada vez se sofistican más y no son pocas las que utilizan vínculos emocionales para engañar a la víctima. Amores digitales, hijos en apuros o personas que necesitan dinero urgente porque su vida depende de ello son ganchos habituales.
En esencia, una estafa es una acción delictiva en la que una persona intenta engañar a otra para obtener un beneficio económico o acceder a su información personal.
A día de hoy, las estafas digitales son cada vez más comunes. De hecho, cerca del 90 % de las denuncias de cibercriminalidad se deben a estafas y fraudes. También se vuelven más convincentes, a medida que los delincuentes diseñan estrategias más sofisticadas para engañarnos.
Estas estafas presentan múltiples variantes, pero la mayoría de ellas tiene la misma estructura:
- Contacto inicial: el estafador contacta con la víctima con argumentos que buscan despertar su interés o confianza. Puede utilizar diversos canales: correo electrónico, SMS, redes sociales, llamadas telefónicas o incluso cartas.
- Creación del vínculo: muchas veces el estafador establece una relación de confianza con la víctima para que acabe haciendo lo que él quiere. Es habitual el uso de argumentos que la distraigan y eviten que reflexione sobre si está siendo víctima de un fraude.
- Solicitud de dinero o datos: una vez que se ha generado la confianza necesaria —pueden llegar a pasar meses—, el estafador solicita dinero y/o información a la víctima, utilizando para ello cualquier pretexto.
- Desaparición: tras materializar el fraude (una o incluso varias veces) y/o si la víctima empieza a sospechar, el estafador desaparece.
Un ejemplo recurrente es la estafa del romance. Normalmente el delincuente entra en contacto con la víctima y establece una relación sentimental con ella.
Tras un tiempo que puede ser muy largo, incluso muchos meses, el estafador inventa una situación de emergencia —como una enfermedad o un problema financiero— y solicita dinero a la víctima, un patrón que puede repetirse en múltiples ocasiones.
El caso de la mujer francesa embaucada por un falso Brad Pitt ilustra la sofisticación de estas estafas, que llegan a solidificar la relación entre víctima y estafador. Tanto que las personas manipuladas pueden incluso endeudarse para ayudar al delincuente o negar la evidencia cuando alguien les advierte que la relación puede ser fraudulenta.
Otro ejemplo común es la «estafa del WhatsApp o del hijo en apuros»: el estafador se hace pasar por un familiar de la víctima que ha perdido su teléfono móvil y solicita dinero por una emergencia.
La urgencia y las emociones nublan el juicio de la víctima, que corre a ayudar a su supuesto hijo sin ni siquiera valorar si la redacción del texto corresponde a cómo suele escribir y sin llamar a su móvil habitual para intentar contactar con él.
En estos casos, la víctima no suele preguntarse por qué su hijo le pide dinero de manera urgente al haber perdido el móvil. Tampoco se cuestiona si tiene sentido lo que le solicita con tanta premura.
Si crees que has sido víctima de una estafa digital debes actuar rápidamente: denuncia ante la policía, informa a tu entidad bancaria y conserva todas las pruebas relacionadas con la estafa.
¿La mejor vacuna contra las estafas? El sentido común. No te dejes llevar por las prisas o emociones. Confirma siempre por otro canal la veracidad de lo que te están diciendo.
Los delincuentes, además, pueden imitar a empresas y personas reales para ganarse tu confianza. Esto puede empeorar con la inteligencia artificial, ya que podrás llegar a ver vídeos falsos generados con la imagen de personas conocidas.
Mantente alerta, sé proactivo y no des pasos sin verificar antes.