Existen pocas cosas que hagan volar más nuestra imaginación que los robots. Cuando pensamos en ellos, soñamos con un futuro en el que las máquinas harán todo el trabajo y los humanos podremos dedicarnos a vivir la vida. Sin embargo, los robots no son cosa del futuro. Ya están aquí, entre nosotros. Los coches ya conducen solos e incluso tenemos asistentes virtuales que responden a casi todas nuestras preguntas. La inteligencia artificial (IA) está en plena ebullición y hay una cuestión que cada vez preocupa más a expertos de todo el mundo: su ética.
Pensemos por un momento en un coche autónomo. Sus algoritmos han sido diseñados para salvaguardar las vidas humanas. Sin embargo, en una situación en la que estén en riesgo varias vidas y no pueda salvarlas a todas, ¿cuál elegirá? ¿Y en qué se basará para tomar esa decisión?
Prestemos ahora atención a los asistentes virtuales, cada vez más habituales en nuestros hogares. Más allá de grabar y procesar conversaciones privadas que pueden contener material sensible, son capaces incluso de detectar nuestro estado de ánimo o de salud simplemente con oírnos hablar. ¿Qué consecuencias podría tener para los sistemas democráticos que una serie de empresas acumule semejante cantidad de información?
Estas y otras cuestiones son las que se plantean en la era de la inteligencia artificial. Por ese motivo, la Cátedra CaixaBank RSC del IESE ha editado un cuaderno sobre Ética e inteligencia artificial. Un campo que, como tantos otros, parece ir por detrás del vertiginoso desarrollo tecnológico.