Revoluciones económicas, científicas, tecnológicas y, por supuesto, culturales. Así es la huella que deja la imprenta, ese invento que permitía reproducir textos rápidamente y que abrió una nueva era en la historia de la humanidad gracias a su inmensa capacidad para transmitir información.
La imprenta, la innovación que impulsó la revolución del conocimiento
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03 Marzo, 2025
La revolución que nació en un taller de orfebre
La primera gran revolución en la transmisión de información y conocimiento la trajo un orfebre alemán en el siglo XV. Johannes Gutenberg supo aprovechar distintas invenciones previas —como el papel, los tipos móviles o la prensa— y aportar otras nuevas para inventar una máquina capaz de realizar varias copias de un libro al mismo tiempo.
Aunque no está del todo claro que su imprenta fuera la primera de la historia, sí fue la que detonó esa revolución del conocimiento.
La imprenta de Gutenberg fue un invento que transformó para siempre conceptos como la educación o la ciencia. Hasta entonces, la difusión del conocimiento se veía limitada porque los libros se reproducían manualmente. Eran objetos de lujo, cuyo acceso estaba reservado prácticamente a la nobleza y el clero en Europa.
La imprenta abarató y aceleró considerablemente esa labor. Además, facilitó la producción de libros en distintos idiomas. Esto supuso que nuevas capas de población tuvieran acceso a los libros y, con ellos, a la alfabetización.
Surgió también una economía ligada a la propia imprenta e incluso se modificó la manera de hacer negocios con otros: se cambió una economía feudal basada en la palabra por otra en la que la confianza se plasmaba en papel.
Efectos de la lectura en la mente
La imprenta no solo facilitó la expansión del conocimiento a nuevas capas de población que, sin ella, jamás podrían dejar atrás el analfabetismo. Además, este invento contribuyó a modificar nuestra manera de pensar, porque aprender a leer y escribir cambia estructuralmente el cerebro. Las personas que leen razonan y forman recuerdos de manera distinta.
Un ejemplo: se ha estudiado ya la relación entre leer ficción literaria y la mejora tanto de nuestra empatía como de nuestra habilidad cognitiva para interpretar el estado mental de los demás (teoría de la mente). Al parecer, nuestro cerebro no diferencia tan claramente entre leer la experiencia de un personaje de ficción y llevarla a cabo en la vida real. Las regiones que se activan son las mismas.
Lo que hizo la imprenta fue extender este tipo de cambios a gran escala. La transmisión eminentemente oral de la cultura dio paso a la escrita y, con ella, surgieron nuevas maneras de recordar, plantearse preguntas y conectar con los demás.
Recuperar y transmitir información relevante ya no dependía en exclusiva de la memoria y la imaginación de las personas que la contaban. Era mucho más sencillo y exacto consultarla en un libro de los muchos que había disponibles gracias a la imprenta.
La explosión del conocimiento
No es casualidad que el Renacimiento o la Revolución Científica, que cambiaron drásticamente la manera de interpretar la realidad, comenzaran en los años posteriores a la aparición de la imprenta de Gutenberg. El propio Leonardo da Vinci aportó innovaciones a este invento para optimizar su rendimiento y mejorar su fiabilidad.
Se estima que durante la primera década de 1500 se imprimieron dos millones de libros en Europa, hasta 20 millones hacia 1550 y cerca de 150 millones hacia 1600. Esta explosión del conocimiento facilitó que la cultura y las ideas se trasladaran de los conventos a la calle. Gracias a esto se puso al ser humano en el centro y se dejó atrás la visión medieval del mundo, basada en el teocentrismo.
Este paso fue determinante en el desarrollo de la ciencia y la tecnología modernas, que sentarían a su vez las bases de la economía moderna, ya que fueron imprescindibles para el desarrollo de maquinaria movida por agua, viento o calor que sustituiría la fuerza humana y animal en la agricultura, la producción manufacturera o el transporte. Esto, a su vez, estimuló la expansión comercial y la transición de una economía feudal a otra mercantilista.
Los mayores flujos de mercancías entre distintos territorios favorecieron el desarrollo de industrias locales, como la textil o la metalúrgica. Eran los albores de la Revolución Industrial, que acabaría por traer el modelo económico actual.
El poder de la palabra impresa
Cuesta imaginarse que los medios de comunicación que hoy utilizamos para informarnos llegaran a existir sin la ayuda de la imprenta. Este artefacto fue el que hizo posible las grandes tiradas de ejemplares necesarias para llegar a un gran número de personas.
De hecho, la influyente prensa económica tuvo sus orígenes a finales del siglo XVI en unas hojas informativas impresas que se conocían como price currents. Estas hojas recogían los precios de las mercancías que se comerciaban, sobre todo, en puertos británicos y holandeses.
Esos primitivos medios permitían tomar decisiones mercantiles sobre la base de una información veraz y actualizada, con lo que se evitaban especulaciones. Incluso llegaron a informar sobre la primera crisis financiera, la de los tulipanes holandeses del siglo XVII.
Su evolución hacia la prensa especializada formó parte de la construcción del conocido como «cuarto poder». Así bautizó el diputado británico Thomas Macaulay a la prensa en el siglo XVIII.
Se refería a unos medios de comunicación, eminentemente impresos, que eran capaces de influir sobre la opinión pública y, con ello, de orientar muchas de las decisiones políticas y económicas que se tomaban. Este fue un papel que mantuvieron durante siglos.
En plena era digital, la prensa impresa sigue aportando más de la mitad de los ingresos (57 %) de las empresas editoras a través de publicidad y circulación, tal y como recoge el último estudio World Press Trends Outlook de WAN-IFRA.
Según algunos expertos, internet nos está conduciendo al final de una era conocida como el Paréntesis Gutenberg, durante el cual la palabra impresa dominó la producción cultural, así como la transmisión de conocimiento y valores.
Un pequeño lapsus de 500 años en el que mandaban los libros y que cambiaría para siempre la historia de la humanidad desde la invención de una imprenta en el taller de un orfebre alemán.