Piénsalo: el tabú de no hablar de la herencia sale muy caro
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Bankia
05 Noviembre, 2015
Pasa muchas veces, demasiadas: el dolor de la pérdida de un familiar se agudiza aún más con las tensiones derivadas de una herencia mal planificada.
Las organizaciones de consumidores españolas barajan encuestas según las cuales, el 86% de los hijos no tiene ni idea de cuánto tendría que pagar si tuviera que heredar de sus padres. No faltan ejemplos de familias famosas enzarzadas en luchas de poder por los problemas derivados de una herencia, como tampoco (aunque sean mucho más desconocidos) los de familias que han tenido que renunciar a la herencia por no poder hacer frente a los gastos que implicaba aceptarla.
Y eso cuando por herencia nos referimos a ese “regalo” que nos ceden nuestros ancestros. Pero no está de más recordar que el “regalo” puede incluir responsabilidades de pagos. Porque sí, las deudas también se heredan.
Estamos, por lo tanto, ante un sufrimiento tan innecesario como necesaria es una correcta planificación de la transmisión de bienes a los herederos, a través de un buen testamento. Lo deseable sería que las herencias se acordasen de forma consensuada entre todos los interesados, pero a la hora de la herencia, hasta los hermanos de Sonrisas y Lágrimas podrían tener su aquel…
Así que, partiendo de que es muy difícil contentar a todos, lo más razonable es que el propietario de los bienes tome las riendas y deje todo organizado cuanto antes. “Al heredero hay que dárselo todo hecho y mascado; él no debe repartir la herencia. Si no es así, los problemas entre herederos acaban en pleitos interminables y estos problemas son peores que los impuestos que se tienen que pagar”, advertía el abogado Alejandro Ebrat en un artículo publicado en La Vanguardía.
El desconocimiento de la materia también juega en contra. Entre los pocos que tienen un testamento previo a un momento luctuoso, una excesiva mayoría lo tienen mal diseñado. Por ejemplo, el marido que le cede a su esposa los bienes y luego a sus hijos. De entrada, esto significaría pagar dos veces por lo mismo. Puesto que luego la madre se lo iba a transmitir también a sus hijos.
Pero es que además tiene poco sentido, puesto que en España las leyes de transmisión de herencias están lejos de la idea que nos han narrado las películas americanas, en las que el interesado decide a quién le deja cada una de sus posesiones y a quién deshereda por malo.
En España, el margen de actuación es escaso, puesto que la herencia se divide obligatoriamente en tres partes. La denominada “legítima” es la que obligatoriamente debe estar destinada a los hijos. Otro tercio sería el de “mejora”, también para los herederos más cercanos y solo el tercio restante podría destinarse libremente a quien desee el propietario de los bienes. El cónyuge tiene derecho al usufructo de los bienes que finalmente acabarán en manos del resto de herederos.
¿Desheredar a un hijo? Es una misión harto compleja. Hay algunos supuestos muy extremos (si estás interesado puedes consultar este enlace) y en muchos casos se requiere un proceso judicial. Pero incluso si un hijo o hija cumple esos requisitos, la herencia pasaría obligatoriamente a sus hijos y no a otros beneficiaros.
Luego está la cuestión fiscal. El coste de asumir una herencia puede llegar a ser tan gravoso como para que llegue a ser más rentable renunciar a ella. Por otro lado, el Impuesto de Sucesiones y Donaciones es una de las pocas herramientas de las Comunidades Autónomas para obtener ingresos directos. Así que, mientras que antes de la crisis la tendencia generalizada era bonificar este gravamen y que los herederos más directos apenas tuvieran que pagar, ahora la amalgama de opciones en las 17 comunidades autónomas es inmensa.
Entre esa maraña de leyes, es en la que bucean los fiscalistas para aconsejar a sus clientes las estrategias más eficientes de cara a transmitir bienes. Desde donar en vida y dejar para la herencia solo aquellas posesiones que tienen un mejor tratamiento fiscal, como puede ser la vivienda habitual, hasta la recomendación de utilizar empresas familiares (que cumplan determinados requisitos fiscales) como medida para rebajar la factura fiscal, pasando por la contratación de productos financieros más amigables con este proceso como pueden ser los seguros de vida.
Cada caso y cada situación familiar tiene sus peculiaridades y su perfil, que debe ser analizado por un experto, pero lo que está claro es que esperar la muerte sin planificarlo es abonar sin necesidad el terreno del conflicto familiar.