No habría inconformistas del deporte sin el apoyo incondicional de aquellos que les rodean, sus familiares. Ellos suponen esa fuerza invisible que ayuda a nuestros atletas a afrontar sus retos y son —junto a nuestros deportistas— quienes rompen barreras y prejuicios en cuanto a discapacidad. En CaixaBank queremos darles un espacio para que puedan expresarse y contarnos la historia de superación de un deportista de élite desde otro punto de vista: el de su casa. Y no se nos ocurre un ejemplo mejor para ello que el de Eva Moral y su familia.
Eva Moral es paratriatleta desde que, hace cinco años, un accidente en bici la dejara en silla de ruedas. Su historia es una historia de «segundas oportunidades», como a ella le gusta decir. Y es que el hecho de perder la movilidad en las piernas no ha supuesto ningún impedimento para ella, sino más bien lo contrario, ya que se ha convertido en un revulsivo para romper barreras, marcarse retos y superar cualquier límite que se presente: «es imposible que yo camine, pero no es imposible que yo llegue donde quiera de cualquier otra manera», cuenta Eva. Sin embargo, para esta campeona de Europa y dos veces bronce Mundial de paratriatlón, el éxito y la fuerza no son fortuitos, sino que son el resultado de su actitud optimista y de algo clave para ella: el apoyo de su familia.
José y Rosario son los padres de Eva. Ellos nos cuentan en primera persona cómo han sido sus últimos cinco años al lado de esta campeona en la pista y en la vida.
«Normalmente iba con su hermano a las competiciones, pero ese fin de semana no tenían ningún triatlón. Por la noche del sábado me dijo que estaba en casa de una amiga cenando y que al día siguiente iban a hacer una cicloturista. Cuando se lo conté a mi marido, dijo que iba a llover y añadió: “Pues no me gusta ni un pelo”. Pero jamás pensamos que algo así podría pasar», afirma Rosario, la madre de Eva, recordando el día previo al accidente, hace ya cinco años. «Al día siguiente, estábamos camino de nuestra casa en la sierra de Madrid y recibí una llamada de mi hijo diciendo que Eva había tenido un accidente. Dimos la vuelta y fuimos derechos hacia el hospital. Fueron los kilómetros más largos de mi vida, no llegábamos nunca. Cuando entramos en la sala, dos médicos nos dijeron que nos sentáramos, que nuestra hija estaba bien, pero que no iba a volver a andar. Le dije: «No conoces a mi hija, no sabes la fuerza que tiene». Sin embargo, la lesión de Eva era más severa de lo que pensaban y la situación era irreversible: «Nosotros estábamos destrozados. Pero ella fue valiente por todos. Su frase era: “he vivido 31 años de una manera y ahora me toca vivir de otra”. Su carácter y determinación han sido claves. A cualquiera nos hubiera hundido». La fuerza de Eva fue tan contagiosa que sus padres explican como ellos mismos se armaron de valor y siguieron adelante, apoyándola en cada paso de esta nueva vida: «Ella decía que tenía que hacerse la fuerte por nosotros y nosotros por ella. Yo lo que quería era verla feliz. Por eso, cuando al principio dijo que quería volver a montar en bici, le dijimos que sí, pensé que así estaría entretenida. Nunca imaginé que iba a dedicarse cien por cien a esto. Estamos súper orgullosos de ella».