El calendario señalaba el 14 de septiembre de 1974. Un profesor de Economía de Stanford, que se había empapado de la Escuela de Chicago, Arthur Laffer, cenaba en el lujoso restaurante Two Continents de Washington junto a un grupo de hombres. Dos de ellos estaban en el gabinete del presidente Gerald Ford y un tercero era un periodista del Wall Street Journal.
Durante esa velada, Laffer explicaba a sus compañeros de mesa su teoría: cómo bajando los impuestos se puede recaudar más.
Para ello, tomó como lienzo aquello que en ese momento tenía más a mano: una servilleta. Sacó su pluma y empezó a esbozar una curva.
En esta curva, había dos puntos en los que la recaudación fiscal era cero: cuando la tasa impositiva era del 0 % y cuando era del 100 %.
En algún punto intermedio, había una tasa impositiva óptima que maximizaba los ingresos fiscales. La curva mostraba que, a partir de cierto punto, aumentar las tasas impositivas puede desincentivar el trabajo y la inversión, lo que reduce los ingresos totales.
En 1981, los dos funcionarios de la mesa, Dick Cheney y Donald Rumsfeld, pasan al equipo del siguiente presidente de EE. UU., Ronald Reagan. Promueven esta teoría y la política económica de Reagan aplica este recorte de impuestos. Unas décadas después, Rumsfeld asume la Secretaría de Defensa y Cheney la vicepresidencia.
La curva de Laffer es la demostración empírica de que la reducción de impuestos, en algunos casos, con tasas impositivas más bajas, puede estimular la actividad económica y aumentar la recaudación fiscal total.
La servilleta donde se estampó esta primera curva de Laffer se expone en el Museo Smithsonian de Historia Americana de Washington.
En ella se lee: «Si gravas un producto, menos resultados. Si subvencionas un producto, más resultados. Hemos estado gravando el trabajo, la producción y la renta y subvencionando el no trabajo, el ocio y el desempleo. ¡Las consecuencias son obvias!».