> IESE – El Blog de CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank El Blog de CaixaBank Fri, 21 Apr 2023 13:58:40 +0000 es-ES hourly 1 La inversión sostenible y responsable, la mejor decisión posible https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/la-inversion-sostenible-y-responsable-la-mejor-decision-posible/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/la-inversion-sostenible-y-responsable-la-mejor-decision-posible/#respond Wed, 22 Jan 2020 11:56:29 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=36190

La inversión responsable ha recibido diversas terminologías a lo largo de los años: inversión responsable (IR), inversión socialmente responsable (ISR) o inversión de impacto (II). En el Cuaderno “La inversión sostenible y responsable. Una introducción y guía para inversores particulares”, que ha publicado la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE, se ha optado por la expresión inversión sostenible y responsable (ISR), que engloba todas las alternativas anteriores, para explicar el concepto y ofrecer, a la vez, algunos consejos de inversión.

El Cuaderno, que han elaborado Joan Fontrodona, Philip Muller y Sergio Marín, indica en el preámbulo que los llamados criterios ASG (ambientales, sociales y de buen gobierno) desempeñan, en la actualidad, un papel determinante en las decisiones de inversión de buena parte del mercado financiero. Denomina a continuación el tipo de inversión que se guía por criterios ASG, como la inversión sostenible y responsable (ISR), que se diferencia de otros estilos de inversión porque incorpora estos criterios en el proceso de estudio, análisis y selección de valores de una cartera de inversión.

Este aumento del interés de los inversores, tanto institucionales como individuales, en la ISR coincide con la explosión de iniciativas que ha fomentado la comunidad internacional que buscan impulsar políticas sociales y medioambientales que favorezcan la transición hacia una economía sostenible. Entre otras, el Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático, que respaldaron recientemente 195 países signatarios, y la publicación de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, que reúnen 17 objetivos para alcanzar un crecimiento económico sostenible.

El mercado de la ISR se adentra ahora en una fase de maduración, prosigue el Cuaderno, y la integración de criterios ASG se traduce cada vez más en políticas inversoras concretas. Las tasas de crecimiento del volumen de activos parecen consolidarse, las diversas estrategias generales de inversión sostenible han adquirido una mayor sofisticación, y las principales entidades y gestoras ya ofrecen algún tipo de vehículo de inversión basado en criterios ASG.

Las principales líneas de mejora se sitúan actualmente en el ámbito de la transparencia y la materialidad, una exigencia que plantea grandes retos al mercado, y a la práctica habitual de las empresas, en particular, a la relación con los inversores. En concreto, se hace preciso que las empresas se sumen a la tendencia de incluir en sus informes los resultados de su actividad no financiera, o que desarrollen un informe a parte para informar de forma veraz y transparente sobre la actividad de la empresa en este punto, para que, de esta forma, los inversores puedan tener en cuenta estos aspectos en sus decisiones de inversión.

La ISR propone, por tanto, tener en cuenta el ámbito medioambiental, social y de gobierno a la hora de analizar y seleccionar los activos en los que se invierte. Algunos de los aspectos más frecuentes que se contemplan en cada uno de ellos suelen ser los siguientes:

1. Criterios ambientales: edificación ecológica, cambio climático, reducción de la huella de carbono, energías renovables, emisiones, deforestación, gestión del agua, etc.

2. Criterios sociales: respeto de los derechos humanos, erradicación de la explotación infantil, mejora de las condiciones laborales, inclusión y diversidad, seguridad laboral, etc.

3. Criterios de gobierno: diversidad en los consejos de administración, políticas anticorrupción, códigos de conducta, políticas de remuneración, etc.

El Cuaderno concluye citando el Cambridge Institute for Sustainability Leadership, que resume en tres las razones para decidirse por la inversión sostenible y responsable: supone un servicio a la sociedad, en la medida en que combate los grandes riesgos ambientales y sociales a los que se enfrenta el mundo; puede convertirse en una forma de mejorar el rendimiento económico de la inversión, al incorporar criterios más amplios que los estrictamente financieros en la toma de decisiones, y responde a un mandato económico, porque la economía mundial en bloque se debilitará si no se revierte el cambio climático a tiempo.

Sea cual sea la motivación final de cada inversor, lo que pretende el Cuaderno de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE es, en definitiva, demostrar que decidirse por la ISR no solo es una buena decisión, sino, tal vez, la mejor decisión posible.

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La inversión responsable ha recibido diversas terminologías a lo largo de los años: inversión responsable (IR), inversión socialmente responsable (ISR) o inversión de impacto (II). En el Cuaderno “La inversión sostenible y responsable. Una introducción y guía para inversores particulares”, que ha publicado la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE, se ha optado por la expresión inversión sostenible y responsable (ISR), que engloba todas las alternativas anteriores, para explicar el concepto y ofrecer, a la vez, algunos consejos de inversión.

El Cuaderno, que han elaborado Joan Fontrodona, Philip Muller y Sergio Marín, indica en el preámbulo que los llamados criterios ASG (ambientales, sociales y de buen gobierno) desempeñan, en la actualidad, un papel determinante en las decisiones de inversión de buena parte del mercado financiero. Denomina a continuación el tipo de inversión que se guía por criterios ASG, como la inversión sostenible y responsable (ISR), que se diferencia de otros estilos de inversión porque incorpora estos criterios en el proceso de estudio, análisis y selección de valores de una cartera de inversión.

Este aumento del interés de los inversores, tanto institucionales como individuales, en la ISR coincide con la explosión de iniciativas que ha fomentado la comunidad internacional que buscan impulsar políticas sociales y medioambientales que favorezcan la transición hacia una economía sostenible. Entre otras, el Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático, que respaldaron recientemente 195 países signatarios, y la publicación de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, que reúnen 17 objetivos para alcanzar un crecimiento económico sostenible.

El mercado de la ISR se adentra ahora en una fase de maduración, prosigue el Cuaderno, y la integración de criterios ASG se traduce cada vez más en políticas inversoras concretas. Las tasas de crecimiento del volumen de activos parecen consolidarse, las diversas estrategias generales de inversión sostenible han adquirido una mayor sofisticación, y las principales entidades y gestoras ya ofrecen algún tipo de vehículo de inversión basado en criterios ASG.

Las principales líneas de mejora se sitúan actualmente en el ámbito de la transparencia y la materialidad, una exigencia que plantea grandes retos al mercado, y a la práctica habitual de las empresas, en particular, a la relación con los inversores. En concreto, se hace preciso que las empresas se sumen a la tendencia de incluir en sus informes los resultados de su actividad no financiera, o que desarrollen un informe a parte para informar de forma veraz y transparente sobre la actividad de la empresa en este punto, para que, de esta forma, los inversores puedan tener en cuenta estos aspectos en sus decisiones de inversión.

La ISR propone, por tanto, tener en cuenta el ámbito medioambiental, social y de gobierno a la hora de analizar y seleccionar los activos en los que se invierte. Algunos de los aspectos más frecuentes que se contemplan en cada uno de ellos suelen ser los siguientes:

1. Criterios ambientales: edificación ecológica, cambio climático, reducción de la huella de carbono, energías renovables, emisiones, deforestación, gestión del agua, etc.

2. Criterios sociales: respeto de los derechos humanos, erradicación de la explotación infantil, mejora de las condiciones laborales, inclusión y diversidad, seguridad laboral, etc.

3. Criterios de gobierno: diversidad en los consejos de administración, políticas anticorrupción, códigos de conducta, políticas de remuneración, etc.

El Cuaderno concluye citando el Cambridge Institute for Sustainability Leadership, que resume en tres las razones para decidirse por la inversión sostenible y responsable: supone un servicio a la sociedad, en la medida en que combate los grandes riesgos ambientales y sociales a los que se enfrenta el mundo; puede convertirse en una forma de mejorar el rendimiento económico de la inversión, al incorporar criterios más amplios que los estrictamente financieros en la toma de decisiones, y responde a un mandato económico, porque la economía mundial en bloque se debilitará si no se revierte el cambio climático a tiempo.

Sea cual sea la motivación final de cada inversor, lo que pretende el Cuaderno de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE es, en definitiva, demostrar que decidirse por la ISR no solo es una buena decisión, sino, tal vez, la mejor decisión posible.

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Ética: el gran reto de la inteligencia artificial https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/etica-el-gran-reto-de-la-inteligencia-artificial/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/etica-el-gran-reto-de-la-inteligencia-artificial/#respond Fri, 04 Oct 2019 09:04:37 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=34650

Existen pocas cosas que hagan volar más nuestra imaginación que los robots. Cuando pensamos en ellos, soñamos con un futuro en el que las máquinas harán todo el trabajo y los humanos podremos dedicarnos a vivir la vida. Sin embargo, los robots no son cosa del futuro. Ya están aquí, entre nosotros. Los coches ya conducen solos e incluso tenemos asistentes virtuales que responden a casi todas nuestras preguntas. La inteligencia artificial (IA) está en plena ebullición y hay una cuestión que cada vez preocupa más a expertos de todo el mundo: su ética.

Pensemos por un momento en un coche autónomo. Sus algoritmos han sido diseñados para salvaguardar las vidas humanas. Sin embargo, en una situación en la que estén en riesgo varias vidas y no pueda salvarlas a todas, ¿cuál elegirá? ¿Y en qué se basará para tomar esa decisión?

Prestemos ahora atención a los asistentes virtuales, cada vez más habituales en nuestros hogares. Más allá de grabar y procesar conversaciones privadas que pueden contener material sensible, son capaces incluso de detectar nuestro estado de ánimo o de salud simplemente con oírnos hablar. ¿Qué consecuencias podría tener para los sistemas democráticos que una serie de empresas acumule semejante cantidad de información?

Estas y otras cuestiones son las que se plantean en la era de la inteligencia artificial. Por ese motivo, la Cátedra CaixaBank RSC del IESE ha editado un cuaderno sobre Ética e inteligencia artificial. Un campo que, como tantos otros, parece ir por detrás del vertiginoso desarrollo tecnológico.

Qué es la inteligencia artificial

Antes de tratar temas tan abstractos como el de la ética, conviene saber a qué nos referimos cuando hablamos de inteligencia artificial. El término, que ha ido evolucionando con los años, surgió en el verano de 1956 como campo de investigación. Entonces, John McCarthy, formado en las universidades de Princeton y de Stanford, decidió reunir en la Universidad de Dartmouth a los principales investigadores estadounidenses de los campos de la informática y de la psicología cognitiva. El objetivo era trabajar durante los meses de verano en lo que McCarthy acuñó como artificial intelligence.

La premisa fundamental de este seminario era la creencia de que «cualquier aspecto del aprendizaje y cualquier otro rasgo de la inteligencia puede, en principio, ser descrito de forma tan precisa que puede lograrse que una máquina que lo simule» (McCarthy et al., 1955). Es decir, se trataba de crear máquinas capaces de replicar la capacidad humana de emplear el lenguaje, de aprender y razonar creativamente.

Este fue el origen de décadas de optimismo en torno a lo que podría llegar a conseguir la inteligencia artificial. De hecho, alguno de los asistentes a la conferencia de Dartmouth, que se celebraba periódicamente, llegó a afirmar en 1965 que «en veinte años las máquinas serán capaces de llevar a cabo cualquier tipo de trabajo que un hombre pueda hacer», con un evidente exceso de entusiasmo.

Aunque el vaticinio no se cumplió, en los años 80, el desarrollo de la inteligencia artificial trajo consigo la aparición de sistemas capaces de ahorrar una gran cantidad de dinero a las empresas. A partir de los años 90 y principios del siglo xxi, sus aplicaciones se ampliaron a otros campos como la medicina y la logística. Su trayectoria era prometedora.

Bajo una visión más realista de su evolución, y en vista de lo difícil que resulta definir un término tan amplio como el de «inteligencia», en los últimos años se tiende a definir la IA como un complemento de la inteligencia humana. Esto quiere decir que, más que sustituirnos, los sistemas de IA deben enfocarse en complementar nuestras deficiencias y centrarse en aquello que una máquina pueda hacer mejor que una persona.

Cómo responder a los retos éticos

El desarrollo de sistemas de inteligencia artificial plantea una serie de retos, tales como el dilema del coche autónomo o la gestión de la privacidad de los asistentes virtuales mencionados al principio. Incluso los prejuicios pueden llegar a ser un desafío para las máquinas: existen estudios que muestran cómo la asignación de una hipoteca mediante programas informáticos inteligentes puede variar su precio según la raza o el color de piel del cliente.

La mayor parte de estos problemas procede del propio diseño de la tecnología y el conjunto de datos analizados por los algoritmos. Por eso, el uso y la implementación de la inteligencia artificial debe hacerse bajo ciertas consideraciones éticas.

La cuestión es cómo introducir los principios éticos necesarios dentro de una máquina para que sea capaz de responder a estos retos. Lo primero que hay que tener claro es cuándo hacerlo. En este caso, el cuaderno de la Cátedra CaixaBank RSC apunta dos momentos cruciales: las fases de diseño y de desarrollo del sistema.

Durante el proceso de diseño, hay que concretar de la forma más exhaustiva posible cuáles son los posibles usos y riesgos que una nueva aplicación provista de inteligencia artificial puede desarrollar.

Como se trata de sistemas muy complejos, se corre el riesgo de perder el hilo al tratar de determinar por qué han tomado una u otra decisión. Se pueden volver impredecibles. Por eso hay que delimitar esa impredecibilidad: determinar qué tareas realizan, qué información procesan y qué tipo de resultados cabe esperar de ellas. Igual que una empresa no contrataría a un directivo incapaz de explicar por qué ha tomado una decisión, tampoco debería incorporar sistemas autónomos que actúen de manera incomprensible.

En la fase de desarrollo, se trata de aportar medios concretos que permitan a los ingenieros, programadores, directivos y reguladores incorporar principios y normas al funcionamiento de las nuevas aplicaciones. Esto puede hacerse de diferentes formas. Por ejemplo, poner a la máquina a observar a humanos para replicar sus patrones éticos, introducir una serie de principios éticos universales en el sistema o bien hacer que, en ciertas situaciones, prevalezcan los principios de carácter universal, mientras que en otras lo hagan otros criterios según las circunstancias específicas.

Siete directrices para desarrollar una IA fiable

Como parece difícil que la programación y el diseño informáticos puedan incorporar exactamente todos los principios y normas necesarios para que un sistema inteligente opere siempre de manera adecuada y segura, hacen falta normas que ayuden a establecer un entorno de actuación claro y definido.

Así, la Comisión Europea ya ha emitido un documento elaborado por un grupo independiente de expertos sobre inteligencia artificial. Presenta siete requisitos indispensables para alcanzar una inteligencia artificial fiable:

1. Intervención y supervisión humana: la IA debe siempre fomentar la autonomía humana y los derechos fundamentales de las personas.

2. Robustez y seguridad: la fiabilidad de la inteligencia artificial exige que los algoritmos sean suficientemente seguros, fiables y sólidos para resolver errores o incoherencias durante todas las fases del ciclo de vida útil de los sistemas de IA.

3. Privacidad y gestión de datos: los ciudadanos deben tener pleno control sobre sus propios datos, al tiempo que los datos que les conciernen no deben utilizarse para perjudicarles o discriminarles.

4. Transparencia: debe garantizarse la trazabilidad de los sistemas de inteligencia artificial.

5. Diversidad, no discriminación y equidad: los sistemas de inteligencia artificial deben tener en cuenta el conjunto de capacidades, competencias y necesidades humanas, y garantizar la accesibilidad.

6. Bienestar social y medioambiental: los sistemas de inteligencia artificial deben utilizarse para mejorar el cambio social positivo y aumentar la sostenibilidad y la responsabilidad ecológicas.

7. Rendición de cuentas: deben implantarse mecanismos que garanticen la responsabilidad y la rendición de cuentas de los sistemas de inteligencia artificial y de sus resultados.

Se trata de pilares fundamentales que pueden ser capaces de hacer que la inteligencia artificial se convierta en el gran apoyo para la humanidad que todos esperamos que sea.

 

 

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Existen pocas cosas que hagan volar más nuestra imaginación que los robots. Cuando pensamos en ellos, soñamos con un futuro en el que las máquinas harán todo el trabajo y los humanos podremos dedicarnos a vivir la vida. Sin embargo, los robots no son cosa del futuro. Ya están aquí, entre nosotros. Los coches ya conducen solos e incluso tenemos asistentes virtuales que responden a casi todas nuestras preguntas. La inteligencia artificial (IA) está en plena ebullición y hay una cuestión que cada vez preocupa más a expertos de todo el mundo: su ética.

Pensemos por un momento en un coche autónomo. Sus algoritmos han sido diseñados para salvaguardar las vidas humanas. Sin embargo, en una situación en la que estén en riesgo varias vidas y no pueda salvarlas a todas, ¿cuál elegirá? ¿Y en qué se basará para tomar esa decisión?

Prestemos ahora atención a los asistentes virtuales, cada vez más habituales en nuestros hogares. Más allá de grabar y procesar conversaciones privadas que pueden contener material sensible, son capaces incluso de detectar nuestro estado de ánimo o de salud simplemente con oírnos hablar. ¿Qué consecuencias podría tener para los sistemas democráticos que una serie de empresas acumule semejante cantidad de información?

Estas y otras cuestiones son las que se plantean en la era de la inteligencia artificial. Por ese motivo, la Cátedra CaixaBank RSC del IESE ha editado un cuaderno sobre Ética e inteligencia artificial. Un campo que, como tantos otros, parece ir por detrás del vertiginoso desarrollo tecnológico.

Qué es la inteligencia artificial

Antes de tratar temas tan abstractos como el de la ética, conviene saber a qué nos referimos cuando hablamos de inteligencia artificial. El término, que ha ido evolucionando con los años, surgió en el verano de 1956 como campo de investigación. Entonces, John McCarthy, formado en las universidades de Princeton y de Stanford, decidió reunir en la Universidad de Dartmouth a los principales investigadores estadounidenses de los campos de la informática y de la psicología cognitiva. El objetivo era trabajar durante los meses de verano en lo que McCarthy acuñó como artificial intelligence.

La premisa fundamental de este seminario era la creencia de que «cualquier aspecto del aprendizaje y cualquier otro rasgo de la inteligencia puede, en principio, ser descrito de forma tan precisa que puede lograrse que una máquina que lo simule» (McCarthy et al., 1955). Es decir, se trataba de crear máquinas capaces de replicar la capacidad humana de emplear el lenguaje, de aprender y razonar creativamente.

Este fue el origen de décadas de optimismo en torno a lo que podría llegar a conseguir la inteligencia artificial. De hecho, alguno de los asistentes a la conferencia de Dartmouth, que se celebraba periódicamente, llegó a afirmar en 1965 que «en veinte años las máquinas serán capaces de llevar a cabo cualquier tipo de trabajo que un hombre pueda hacer», con un evidente exceso de entusiasmo.

Aunque el vaticinio no se cumplió, en los años 80, el desarrollo de la inteligencia artificial trajo consigo la aparición de sistemas capaces de ahorrar una gran cantidad de dinero a las empresas. A partir de los años 90 y principios del siglo xxi, sus aplicaciones se ampliaron a otros campos como la medicina y la logística. Su trayectoria era prometedora.

Bajo una visión más realista de su evolución, y en vista de lo difícil que resulta definir un término tan amplio como el de «inteligencia», en los últimos años se tiende a definir la IA como un complemento de la inteligencia humana. Esto quiere decir que, más que sustituirnos, los sistemas de IA deben enfocarse en complementar nuestras deficiencias y centrarse en aquello que una máquina pueda hacer mejor que una persona.

Cómo responder a los retos éticos

El desarrollo de sistemas de inteligencia artificial plantea una serie de retos, tales como el dilema del coche autónomo o la gestión de la privacidad de los asistentes virtuales mencionados al principio. Incluso los prejuicios pueden llegar a ser un desafío para las máquinas: existen estudios que muestran cómo la asignación de una hipoteca mediante programas informáticos inteligentes puede variar su precio según la raza o el color de piel del cliente.

La mayor parte de estos problemas procede del propio diseño de la tecnología y el conjunto de datos analizados por los algoritmos. Por eso, el uso y la implementación de la inteligencia artificial debe hacerse bajo ciertas consideraciones éticas.

La cuestión es cómo introducir los principios éticos necesarios dentro de una máquina para que sea capaz de responder a estos retos. Lo primero que hay que tener claro es cuándo hacerlo. En este caso, el cuaderno de la Cátedra CaixaBank RSC apunta dos momentos cruciales: las fases de diseño y de desarrollo del sistema.

Durante el proceso de diseño, hay que concretar de la forma más exhaustiva posible cuáles son los posibles usos y riesgos que una nueva aplicación provista de inteligencia artificial puede desarrollar.

Como se trata de sistemas muy complejos, se corre el riesgo de perder el hilo al tratar de determinar por qué han tomado una u otra decisión. Se pueden volver impredecibles. Por eso hay que delimitar esa impredecibilidad: determinar qué tareas realizan, qué información procesan y qué tipo de resultados cabe esperar de ellas. Igual que una empresa no contrataría a un directivo incapaz de explicar por qué ha tomado una decisión, tampoco debería incorporar sistemas autónomos que actúen de manera incomprensible.

En la fase de desarrollo, se trata de aportar medios concretos que permitan a los ingenieros, programadores, directivos y reguladores incorporar principios y normas al funcionamiento de las nuevas aplicaciones. Esto puede hacerse de diferentes formas. Por ejemplo, poner a la máquina a observar a humanos para replicar sus patrones éticos, introducir una serie de principios éticos universales en el sistema o bien hacer que, en ciertas situaciones, prevalezcan los principios de carácter universal, mientras que en otras lo hagan otros criterios según las circunstancias específicas.

Siete directrices para desarrollar una IA fiable

Como parece difícil que la programación y el diseño informáticos puedan incorporar exactamente todos los principios y normas necesarios para que un sistema inteligente opere siempre de manera adecuada y segura, hacen falta normas que ayuden a establecer un entorno de actuación claro y definido.

Así, la Comisión Europea ya ha emitido un documento elaborado por un grupo independiente de expertos sobre inteligencia artificial. Presenta siete requisitos indispensables para alcanzar una inteligencia artificial fiable:

1. Intervención y supervisión humana: la IA debe siempre fomentar la autonomía humana y los derechos fundamentales de las personas.

2. Robustez y seguridad: la fiabilidad de la inteligencia artificial exige que los algoritmos sean suficientemente seguros, fiables y sólidos para resolver errores o incoherencias durante todas las fases del ciclo de vida útil de los sistemas de IA.

3. Privacidad y gestión de datos: los ciudadanos deben tener pleno control sobre sus propios datos, al tiempo que los datos que les conciernen no deben utilizarse para perjudicarles o discriminarles.

4. Transparencia: debe garantizarse la trazabilidad de los sistemas de inteligencia artificial.

5. Diversidad, no discriminación y equidad: los sistemas de inteligencia artificial deben tener en cuenta el conjunto de capacidades, competencias y necesidades humanas, y garantizar la accesibilidad.

6. Bienestar social y medioambiental: los sistemas de inteligencia artificial deben utilizarse para mejorar el cambio social positivo y aumentar la sostenibilidad y la responsabilidad ecológicas.

7. Rendición de cuentas: deben implantarse mecanismos que garanticen la responsabilidad y la rendición de cuentas de los sistemas de inteligencia artificial y de sus resultados.

Se trata de pilares fundamentales que pueden ser capaces de hacer que la inteligencia artificial se convierta en el gran apoyo para la humanidad que todos esperamos que sea.

 

 

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La sostenibilidad añade una visión a largo plazo en el ejercicio de la RSC https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/la-sostenibilidad-anade-una-vision-largo-plazo-en-el-ejercicio-de-la-rsc/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/la-sostenibilidad-anade-una-vision-largo-plazo-en-el-ejercicio-de-la-rsc/#respond Tue, 04 Jun 2019 10:13:24 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=32390

Hace ya bastantes años que la sostenibilidad se ha convertido en una de las principales preocupaciones a nivel global, y como tal, aparece mencionada con frecuencia en multitud de informes, directrices y planes estratégicos en sectores e industrias de todo tipo. Por ejemplo, en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU.

 

En el ámbito empresarial, organizaciones y directivos también están cada día más convencidos de que la creación sostenible de valor no puede lograrse únicamente mediante la maximización de los beneficios a corto plazo, sino que exige una cultura corporativa responsable y orientada al largo plazo.

 

El concepto de sostenibilidad procede del ámbito medioambiental, y nace de la necesidad de dar con una nueva manera de relacionarnos con nuestro hábitat natural. Pero el concepto plantea también un reto más amplio que es específico del ámbito empresarial. En muchos casos, la cuestión de la sostenibilidad no aparece ligada directamente al uso intensivo de unos recursos naturales —bosques, reservas de petróleo o de gas, etc.—, sino más bien al deterioro de determinadas condiciones o ecosistemas, sin los cuales buena parte de nuestra actual forma de vida sería impracticable.

 

Es en este contexto donde aparecen esbozadas las primeras definiciones de sostenibilidad, que, a grandes rasgos, podría definirse como la capacidad de hacer uso de los recursos disponibles para satisfacer las necesidades presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades.

 

Poco a poco, esta noción de sostenibilidad ha ido extrapolándose a otros entornos, como es el caso de la empresa. Es obvio que toda industria y toda compañía produce un impacto sobre su entorno más cercano. Pero no únicamente sobre el medioambiental, sino sobre todos aquellos entornos en los que opera.

 

Asimismo, toda organización utiliza una serie de recursos, no ya únicamente de tipo natural, sino recursos económicos, humanos, sociales, etc. Tanto por el impacto que pueda tener sobre su entorno más inmediato, como por el uso que haga de los recursos necesarios para desarrollar su actividad, es posible hablar de una sostenibilidad de la actividad empresarial.

 

Y tal y como sucede con el medioambiente, ni los recursos que utiliza la empresa son ilimitados, ni el entorno en el que opera puede absorber todo el impacto de su actividad. De ahí que la sostenibilidad empresarial forme parte de la responsabilidad social de una organización, y deba ser traducida en una visión directiva y en un plan estratégico específicos.

 

El concepto de sostenibilidad guarda, por tanto, una estrecha relación con el de responsabilidad social corporativa. Ambos subrayan la importancia de valorar el impacto que la propia actividad posee sobre los distintos grupos de interés, pero la sostenibilidad añade algunos matices importantes a la definición de RSC: agrega una visión a largo plazo en el ejercicio de dicha responsabilidad, y señala una serie de ámbitos especialmente relevantes de cara a lograr dicha sostenibilidad a lo largo del tiempo.

El último Cuaderno de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE, titulado precisamente «Sostenibilidad y RSC», trata de esclarecer con detalle la relación entre la sostenibilidad y la RSC, y examina qué ámbitos específicos de la actividad empresarial revisten una relevancia especial para lograr una gestión y dirección sostenibles en cualquier organización.

 

Para ello, el Cuaderno se divide en cuatro apartados. El primero aborda el origen y desarrollo histórico del concepto de sostenibilidad, así como su posterior relación con la RSC. En el segundo apartado se analiza con más detalle la sostenibilidad relativa al ámbito empresarial, y se identifican los ámbitos en los que esta tiene una especial pertinencia.

El tercero examina cómo puede plasmarse en el seno de una empresa una forma de dirección y gobierno sostenibles. Finalmente, en el último apartado del Cuaderno se ha querido añadir un elenco de recursos disponibles para evaluar las políticas de sostenibilidad de una organización, distintos documentos y medidores que tienen como objetivo ayudar a las empresas a medir con más eficacia y dar a conocer sus esfuerzos en la materia.

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Hace ya bastantes años que la sostenibilidad se ha convertido en una de las principales preocupaciones a nivel global, y como tal, aparece mencionada con frecuencia en multitud de informes, directrices y planes estratégicos en sectores e industrias de todo tipo. Por ejemplo, en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU.

 

En el ámbito empresarial, organizaciones y directivos también están cada día más convencidos de que la creación sostenible de valor no puede lograrse únicamente mediante la maximización de los beneficios a corto plazo, sino que exige una cultura corporativa responsable y orientada al largo plazo.

 

El concepto de sostenibilidad procede del ámbito medioambiental, y nace de la necesidad de dar con una nueva manera de relacionarnos con nuestro hábitat natural. Pero el concepto plantea también un reto más amplio que es específico del ámbito empresarial. En muchos casos, la cuestión de la sostenibilidad no aparece ligada directamente al uso intensivo de unos recursos naturales —bosques, reservas de petróleo o de gas, etc.—, sino más bien al deterioro de determinadas condiciones o ecosistemas, sin los cuales buena parte de nuestra actual forma de vida sería impracticable.

 

Es en este contexto donde aparecen esbozadas las primeras definiciones de sostenibilidad, que, a grandes rasgos, podría definirse como la capacidad de hacer uso de los recursos disponibles para satisfacer las necesidades presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades.

 

Poco a poco, esta noción de sostenibilidad ha ido extrapolándose a otros entornos, como es el caso de la empresa. Es obvio que toda industria y toda compañía produce un impacto sobre su entorno más cercano. Pero no únicamente sobre el medioambiental, sino sobre todos aquellos entornos en los que opera.

 

Asimismo, toda organización utiliza una serie de recursos, no ya únicamente de tipo natural, sino recursos económicos, humanos, sociales, etc. Tanto por el impacto que pueda tener sobre su entorno más inmediato, como por el uso que haga de los recursos necesarios para desarrollar su actividad, es posible hablar de una sostenibilidad de la actividad empresarial.

 

Y tal y como sucede con el medioambiente, ni los recursos que utiliza la empresa son ilimitados, ni el entorno en el que opera puede absorber todo el impacto de su actividad. De ahí que la sostenibilidad empresarial forme parte de la responsabilidad social de una organización, y deba ser traducida en una visión directiva y en un plan estratégico específicos.

 

El concepto de sostenibilidad guarda, por tanto, una estrecha relación con el de responsabilidad social corporativa. Ambos subrayan la importancia de valorar el impacto que la propia actividad posee sobre los distintos grupos de interés, pero la sostenibilidad añade algunos matices importantes a la definición de RSC: agrega una visión a largo plazo en el ejercicio de dicha responsabilidad, y señala una serie de ámbitos especialmente relevantes de cara a lograr dicha sostenibilidad a lo largo del tiempo.

El último Cuaderno de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE, titulado precisamente «Sostenibilidad y RSC», trata de esclarecer con detalle la relación entre la sostenibilidad y la RSC, y examina qué ámbitos específicos de la actividad empresarial revisten una relevancia especial para lograr una gestión y dirección sostenibles en cualquier organización.

 

Para ello, el Cuaderno se divide en cuatro apartados. El primero aborda el origen y desarrollo histórico del concepto de sostenibilidad, así como su posterior relación con la RSC. En el segundo apartado se analiza con más detalle la sostenibilidad relativa al ámbito empresarial, y se identifican los ámbitos en los que esta tiene una especial pertinencia.

El tercero examina cómo puede plasmarse en el seno de una empresa una forma de dirección y gobierno sostenibles. Finalmente, en el último apartado del Cuaderno se ha querido añadir un elenco de recursos disponibles para evaluar las políticas de sostenibilidad de una organización, distintos documentos y medidores que tienen como objetivo ayudar a las empresas a medir con más eficacia y dar a conocer sus esfuerzos en la materia.

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Francesc Moragas y CaixaBank, un ejercicio centenario de RSC https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/francesc-moragas-y-caixabank-un-ejercicio-centenario-de-rsc/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/francesc-moragas-y-caixabank-un-ejercicio-centenario-de-rsc/#respond Thu, 07 Feb 2019 11:13:57 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=28998

La responsabilidad social corporativa no es un añadido a la marca, forma parte del propio ADN de la identidad desde su nacimiento

Un enviado especial a la Exposición Universal de París de 1889, un contexto histórico convulso y una visión fuera de lo común. Tras estos elementos hay una historia que ayudó a moldear el desarrollo social de España. Es la historia de CaixaBank, una entidad centenaria que ya nació con fuertes rasgos distintivos. La responsabilidad social corporativa era uno de ellos y lo sigue siendo. La personalidad de su fundador, Francesc Moragas i Barret, y el momento en el que surgió su proyecto, tuvieron mucho que ver con ello.

Para poner esta historia en perspectiva, la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE ha editado un cuaderno titulado “Francesc Moragas y la fundación de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros: un ejercicio de responsabilidad social corporativa”.

Esta obra lleva a cabo un recorrido por la historia de la entidad, la de su fundador y la de la sociedad que los rodeaba. Un retrato preciso sobre cómo las ideas de una persona y su entorno pueden plasmarse en una organización con un gran impacto social y económico. Un proyecto que podía ponerse como ejemplo de responsabilidad social corporativa (RSC), cuando ese concepto ni siquiera había sido inventado.

Una personalidad y un momento únicos

El fundador de CaixaBank, entonces Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros, nació en 1868 en el seno de una familia acomodada de la burguesía de Barcelona, en un ambiente cristiano y liberal. Tras el fallecimiento de su padre, un prestigioso abogado, su madre contrajo segundas nupcias con el también abogado Juan Antonio Sorribas i Zaydín, un firme defensor de que el ahorro y el seguro eran beneficiosos para la sociedad, especialmente para las clases más populares.

¿Por qué este entusiasmo por las figuras del ahorro y el seguro? El ahorro permitiría guardar y, sobre todo, incrementar la riqueza del trabajador para afrontar la pérdida de ingresos que suponía la jubilación. El seguro, por su parte, ayudaría a hacer frente a contingencias que redujesen los ingresos de la familia,mediante la aplicación de las leyes de la estadística y la matemática.

Juan Antonio Sorribas fundó la revista Los Seguros, en la que colaboró su hijastro Francesc Moragas cuando todavía estudiaba Derecho. Precisamente a él le encargó que acudiera a la Exposición Universal de París de 1889. Moragas conocería allí el papel de entidades como la Caisse d’épargne et de prévoyance des Bouches-du-Rhône et de la Corse, fundada en 1821, y en cuyo modelo se inspiraría para la creación de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros. Moragas fue perfilandoasí su pensamiento social, que desembocó en la creación de “la Caixa” en 1904. En ese año se puso al frente de su dirección general.

En aquella época, el contexto social era muy distinto del actual. España era un país en busca de su desarrollo industrial, que apenas había llegado a Cataluña y País Vasco. La pérdida de Filipinas, Cuba y Puerto Rico a finales del siglo XIX dejó al país sumido en una recesión económica que aumentó la tasa de desempleo, redujo los salarios y acentuó la inestabilidad financiera. Además, las familias trabajadoras corrían un riesgo real de verse abocadas a la miseria si su capacidad de trabajo se veía comprometida por una enfermedad o por la vejez del cabeza de familia. En este ambiente convulso tuvo lugar la huelga general de febrero de 1902 en Barcelona, que dejó 13 muertos. La agitación obrera se multiplicó en los años siguientes.

Este fue el caldo de cultivo en el que algunos intelectuales, políticos y empresarios se conjuraron para acometer la regeneración del país. La fundación de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros, germen de CaixaBank, fue una de las respuestas de esas personalidades, entre las cuales se encontraba Moragas, ante los problemas que acuciaban a la clase obrera. Una entidad que se abrió a todo tipo de público y que pretendía que los obreros, con el fruto de su trabajo, contaran con la capacidad de ahorro necesaria para prever su futuro y el de su familia, así como protegerse ante cualquier contingencia.

Innovación responsable

El director general de “la Caixa” la concibió como una entidad benéfica que ofrece sus servicios a los trabajadores gratuitamente, pero no como una institución caritativa. “Esta institución será en su esencia moral, entidad humanitaria, pero, por los medios de que se valdrá para lograr sus fines, será organismo eminentemente económico”, afirmaba.

Moragas imprimió a “la Caixa” un fuerte ritmo en los años de su despegue. “la Caixa”, que surgió con ínfimos recursos, fue un modelo extraordinario de cómo unos profesionales y directivos motivados y capaces, la cultura que desarrollaron y la tecnología que emplearon fueron más determinantes que su músculo financiero.

Entre las innovaciones que desarrolló Moragas destaca  un conjunto de operaciones de pasivo que rompían con la tradicional y única libreta de ahorro que poseían todas las cajas de la época. Desde 1905 se crearon pensiones de vejez e invalidez con aportaciones individuales o conjuntas de patronos y obreros. En los años siguientes, se presentaron nuevos productos, como las libretas sociales de ahorro, las libretas de ahorro al portador o las imposiciones de ahorro a dos años fecha.

En 1917 se lanzó su operación estrella: las cuentas de ahorro, que no eran otra cosa que las archiconocidas cuentas corrientes, con las que la entidad entró en plena competencia con los bancos. Así llegaba a personas con recursos relativamente elevados. Además de una acelerada captación de clientes, “la Caixa” logró diversificarlos: el obrero industrial de las ciudades, pero también el pequeño propietario, el aparcero, el comerciante modesto o el artesano de las comarcas no industrializadas.

En cuanto a las operaciones activas, a partir de 1912 entró en el crédito personal y, en 1916, en el crédito hipotecario social (para casas baratas, escuelas, obras públicas, cooperación agrícola y actividades culturales). Su objetivo era utilizar el crédito para potenciar la actividad económica y el bienestar de sus clientes que, en general, pertenecían a los estratos inferiores de la sociedad.

Incluso la apertura de nuevas oficinas, parte esencial de la expansión de la entidad, se concibió como un servicio a la sociedad. Moragas estableció que “estas oficinas no solo sirven a la Caja de Pensiones para la realización de sus operaciones, sino que también constituyen para ella un medio eficacísimo de actuación pública, y le permite prestar auxilio a personas, entidades y corporaciones”. Hoy, la entidad mantiene intacto este principio. Una muestra de ello es la apuesta por potenciar su red de oficinas rurales, que le permiten promover la inclusión financiera y extender su Acción Social a poblaciones dispersas.

Moragas también consideraba que las cajas de ahorro debían tener una función educadora. Para él, impulsar la concienciación de los obreros en la previsión, el ahorro y los seguros era el modo de hacer una sociedad más justa, una sociedad mejor. Una filosofía que todavía hoy perdura en la entidad y que ha evolucionado en un Plan de Cultura Financiera específico con diversas iniciativas de difusión entre la población.

La apuesta por la responsabilidad social de CaixaBank desde sus orígenes es una de las principales razones por las que la entidad ha perdurado en el tiempo. La visión a largo plazo que tenían sus valores fundacionales, moldeados por Moragas, lo hizo posible.

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La responsabilidad social corporativa no es un añadido a la marca, forma parte del propio ADN de la identidad desde su nacimiento

Un enviado especial a la Exposición Universal de París de 1889, un contexto histórico convulso y una visión fuera de lo común. Tras estos elementos hay una historia que ayudó a moldear el desarrollo social de España. Es la historia de CaixaBank, una entidad centenaria que ya nació con fuertes rasgos distintivos. La responsabilidad social corporativa era uno de ellos y lo sigue siendo. La personalidad de su fundador, Francesc Moragas i Barret, y el momento en el que surgió su proyecto, tuvieron mucho que ver con ello.

Para poner esta historia en perspectiva, la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE ha editado un cuaderno titulado “Francesc Moragas y la fundación de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros: un ejercicio de responsabilidad social corporativa”.

Esta obra lleva a cabo un recorrido por la historia de la entidad, la de su fundador y la de la sociedad que los rodeaba. Un retrato preciso sobre cómo las ideas de una persona y su entorno pueden plasmarse en una organización con un gran impacto social y económico. Un proyecto que podía ponerse como ejemplo de responsabilidad social corporativa (RSC), cuando ese concepto ni siquiera había sido inventado.

Una personalidad y un momento únicos

El fundador de CaixaBank, entonces Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros, nació en 1868 en el seno de una familia acomodada de la burguesía de Barcelona, en un ambiente cristiano y liberal. Tras el fallecimiento de su padre, un prestigioso abogado, su madre contrajo segundas nupcias con el también abogado Juan Antonio Sorribas i Zaydín, un firme defensor de que el ahorro y el seguro eran beneficiosos para la sociedad, especialmente para las clases más populares.

¿Por qué este entusiasmo por las figuras del ahorro y el seguro? El ahorro permitiría guardar y, sobre todo, incrementar la riqueza del trabajador para afrontar la pérdida de ingresos que suponía la jubilación. El seguro, por su parte, ayudaría a hacer frente a contingencias que redujesen los ingresos de la familia,mediante la aplicación de las leyes de la estadística y la matemática.

Juan Antonio Sorribas fundó la revista Los Seguros, en la que colaboró su hijastro Francesc Moragas cuando todavía estudiaba Derecho. Precisamente a él le encargó que acudiera a la Exposición Universal de París de 1889. Moragas conocería allí el papel de entidades como la Caisse d’épargne et de prévoyance des Bouches-du-Rhône et de la Corse, fundada en 1821, y en cuyo modelo se inspiraría para la creación de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros. Moragas fue perfilandoasí su pensamiento social, que desembocó en la creación de “la Caixa” en 1904. En ese año se puso al frente de su dirección general.

En aquella época, el contexto social era muy distinto del actual. España era un país en busca de su desarrollo industrial, que apenas había llegado a Cataluña y País Vasco. La pérdida de Filipinas, Cuba y Puerto Rico a finales del siglo XIX dejó al país sumido en una recesión económica que aumentó la tasa de desempleo, redujo los salarios y acentuó la inestabilidad financiera. Además, las familias trabajadoras corrían un riesgo real de verse abocadas a la miseria si su capacidad de trabajo se veía comprometida por una enfermedad o por la vejez del cabeza de familia. En este ambiente convulso tuvo lugar la huelga general de febrero de 1902 en Barcelona, que dejó 13 muertos. La agitación obrera se multiplicó en los años siguientes.

Este fue el caldo de cultivo en el que algunos intelectuales, políticos y empresarios se conjuraron para acometer la regeneración del país. La fundación de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros, germen de CaixaBank, fue una de las respuestas de esas personalidades, entre las cuales se encontraba Moragas, ante los problemas que acuciaban a la clase obrera. Una entidad que se abrió a todo tipo de público y que pretendía que los obreros, con el fruto de su trabajo, contaran con la capacidad de ahorro necesaria para prever su futuro y el de su familia, así como protegerse ante cualquier contingencia.

Innovación responsable

El director general de “la Caixa” la concibió como una entidad benéfica que ofrece sus servicios a los trabajadores gratuitamente, pero no como una institución caritativa. “Esta institución será en su esencia moral, entidad humanitaria, pero, por los medios de que se valdrá para lograr sus fines, será organismo eminentemente económico”, afirmaba.

Moragas imprimió a “la Caixa” un fuerte ritmo en los años de su despegue. “la Caixa”, que surgió con ínfimos recursos, fue un modelo extraordinario de cómo unos profesionales y directivos motivados y capaces, la cultura que desarrollaron y la tecnología que emplearon fueron más determinantes que su músculo financiero.

Entre las innovaciones que desarrolló Moragas destaca  un conjunto de operaciones de pasivo que rompían con la tradicional y única libreta de ahorro que poseían todas las cajas de la época. Desde 1905 se crearon pensiones de vejez e invalidez con aportaciones individuales o conjuntas de patronos y obreros. En los años siguientes, se presentaron nuevos productos, como las libretas sociales de ahorro, las libretas de ahorro al portador o las imposiciones de ahorro a dos años fecha.

En 1917 se lanzó su operación estrella: las cuentas de ahorro, que no eran otra cosa que las archiconocidas cuentas corrientes, con las que la entidad entró en plena competencia con los bancos. Así llegaba a personas con recursos relativamente elevados. Además de una acelerada captación de clientes, “la Caixa” logró diversificarlos: el obrero industrial de las ciudades, pero también el pequeño propietario, el aparcero, el comerciante modesto o el artesano de las comarcas no industrializadas.

En cuanto a las operaciones activas, a partir de 1912 entró en el crédito personal y, en 1916, en el crédito hipotecario social (para casas baratas, escuelas, obras públicas, cooperación agrícola y actividades culturales). Su objetivo era utilizar el crédito para potenciar la actividad económica y el bienestar de sus clientes que, en general, pertenecían a los estratos inferiores de la sociedad.

Incluso la apertura de nuevas oficinas, parte esencial de la expansión de la entidad, se concibió como un servicio a la sociedad. Moragas estableció que “estas oficinas no solo sirven a la Caja de Pensiones para la realización de sus operaciones, sino que también constituyen para ella un medio eficacísimo de actuación pública, y le permite prestar auxilio a personas, entidades y corporaciones”. Hoy, la entidad mantiene intacto este principio. Una muestra de ello es la apuesta por potenciar su red de oficinas rurales, que le permiten promover la inclusión financiera y extender su Acción Social a poblaciones dispersas.

Moragas también consideraba que las cajas de ahorro debían tener una función educadora. Para él, impulsar la concienciación de los obreros en la previsión, el ahorro y los seguros era el modo de hacer una sociedad más justa, una sociedad mejor. Una filosofía que todavía hoy perdura en la entidad y que ha evolucionado en un Plan de Cultura Financiera específico con diversas iniciativas de difusión entre la población.

La apuesta por la responsabilidad social de CaixaBank desde sus orígenes es una de las principales razones por las que la entidad ha perdurado en el tiempo. La visión a largo plazo que tenían sus valores fundacionales, moldeados por Moragas, lo hizo posible.

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Significado y evolución de la filantropía en la empresa https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/significado-y-evolucion-de-la-filantropia-en-la-empresa/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/significado-y-evolucion-de-la-filantropia-en-la-empresa/#respond Tue, 06 Nov 2018 10:00:30 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=27908

En sus orígenes, la responsabilidad social corporativa (RSC) se entendía principalmente como filantropía, es decir, una contribución económica a alguna causa benéfica, cultural o artística. No obstante, el posterior desarrollo de la RSC como disciplina académica contribuyó a enmarcar mejor la filantropía dentro de la actividad empresarial.

El último Cuaderno de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE (pdf), elaborado por Sergio Marín García y titulado precisamente “Filantropía y RSC”, se adentra en el fenómeno de la filantropía, tanto en su significado etimológico como en la evolución que ha vivido con el paso del tiempo en las distintas regiones del mundo.

Así pues, muestra el desarrollo de la filantropía en Europa y en América y destaca las ideas que más han influido en la configuración de la filantropía moderna. El estudio analiza la aparición de la filantropía en el ámbito empresarial y alude al modelo de Carroll por su utilidad a la hora de situar la filantropía en la cumbre de las actividades de RSC de una empresa.

Desarrollo de la filantropía estratégica

Del mismo modo que en el ámbito de la RSC se comenzó a debatir la relación entre el desempeño social y el desempeño económico de una empresa, el cuarto apartado del Cuaderno explica cómo ese mismo debate se tradujo, en el ámbito de la filantropía, en la aparición y el desarrollo de la llamada filantropía estratégica. Esta forma de filantropía hace hincapié en la búsqueda de oportunidades para crear valor compartido entre la empresa y la sociedad y establece un protocolo destinado a hacer de la filantropía una disciplina más eficiente y con resultados más tangibles.

A este respecto, Víctor Allende, director ejecutivo de Banca Privada y Premier de CaixaBank, precisa que la filantropía estratégica consiste en “someter la actividad filantrópica a los mismos procesos y estándares que se exigen en la empresa. Por ejemplo, los proyectos para los que se solicitan donaciones deben enmarcarse en un plan estratégico de filantropía del donante. Es un punto de partida mucho más sencillo para todas las partes. Además, el proyecto debe tener un objetivo cuantificable y rendir cuentas”.

Finalmente, el último apartado del Cuaderno “Filantropía y RSC” repasa algunos de los retos que la filantropía moderna tiene ante sí e incide especialmente en el peligro de hacer de la filantropía algo plenamente compatible con una lógica estratégica y económica.

“Existe, sin duda, un campo inmenso de crecimiento para que se convierta en una disciplina más profesional y mejor organizada, pero al mismo tiempo perviven en nuestra sociedad causas que no ofrecen ningún atractivo empresarial y que, de concebir la filantropía solo en clave estratégica, quedarían completamente desatendidas. No cabe duda de que la filantropía, sobre todo en Europa, posee un vasto espacio de crecimiento y que su papel es susceptible de adquirir una relevancia mucho mayor en las próximas décadas”, concluye el Cuaderno.

El “Proyecto de Valor Social” de CaixaBank

En este sentido, CaixaBank lanzó en 2016 un servicio de asesoramiento en filantropía a clientes de Banca Privada llamado “Proyecto de Valor Social”.

Víctor Allende explica que “durante el pasado año, CaixaBank Banca Privada organizó más de 110 eventos para formar e informar a clientes y empleados en este ámbito. El ‘Proyecto de Valor Social’ se ha diseñado con una metodología que permite aplicar a la filantropía los mismos criterios y principios con los que se rigen el resto de las inversiones patrimoniales. Es un ejemplo, el nuestro, de cómo entendemos el término filantropía estratégica”.

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En sus orígenes, la responsabilidad social corporativa (RSC) se entendía principalmente como filantropía, es decir, una contribución económica a alguna causa benéfica, cultural o artística. No obstante, el posterior desarrollo de la RSC como disciplina académica contribuyó a enmarcar mejor la filantropía dentro de la actividad empresarial.

El último Cuaderno de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE (pdf), elaborado por Sergio Marín García y titulado precisamente “Filantropía y RSC”, se adentra en el fenómeno de la filantropía, tanto en su significado etimológico como en la evolución que ha vivido con el paso del tiempo en las distintas regiones del mundo.

Así pues, muestra el desarrollo de la filantropía en Europa y en América y destaca las ideas que más han influido en la configuración de la filantropía moderna. El estudio analiza la aparición de la filantropía en el ámbito empresarial y alude al modelo de Carroll por su utilidad a la hora de situar la filantropía en la cumbre de las actividades de RSC de una empresa.

Desarrollo de la filantropía estratégica

Del mismo modo que en el ámbito de la RSC se comenzó a debatir la relación entre el desempeño social y el desempeño económico de una empresa, el cuarto apartado del Cuaderno explica cómo ese mismo debate se tradujo, en el ámbito de la filantropía, en la aparición y el desarrollo de la llamada filantropía estratégica. Esta forma de filantropía hace hincapié en la búsqueda de oportunidades para crear valor compartido entre la empresa y la sociedad y establece un protocolo destinado a hacer de la filantropía una disciplina más eficiente y con resultados más tangibles.

A este respecto, Víctor Allende, director ejecutivo de Banca Privada y Premier de CaixaBank, precisa que la filantropía estratégica consiste en “someter la actividad filantrópica a los mismos procesos y estándares que se exigen en la empresa. Por ejemplo, los proyectos para los que se solicitan donaciones deben enmarcarse en un plan estratégico de filantropía del donante. Es un punto de partida mucho más sencillo para todas las partes. Además, el proyecto debe tener un objetivo cuantificable y rendir cuentas”.

Finalmente, el último apartado del Cuaderno “Filantropía y RSC” repasa algunos de los retos que la filantropía moderna tiene ante sí e incide especialmente en el peligro de hacer de la filantropía algo plenamente compatible con una lógica estratégica y económica.

“Existe, sin duda, un campo inmenso de crecimiento para que se convierta en una disciplina más profesional y mejor organizada, pero al mismo tiempo perviven en nuestra sociedad causas que no ofrecen ningún atractivo empresarial y que, de concebir la filantropía solo en clave estratégica, quedarían completamente desatendidas. No cabe duda de que la filantropía, sobre todo en Europa, posee un vasto espacio de crecimiento y que su papel es susceptible de adquirir una relevancia mucho mayor en las próximas décadas”, concluye el Cuaderno.

El “Proyecto de Valor Social” de CaixaBank

En este sentido, CaixaBank lanzó en 2016 un servicio de asesoramiento en filantropía a clientes de Banca Privada llamado “Proyecto de Valor Social”.

Víctor Allende explica que “durante el pasado año, CaixaBank Banca Privada organizó más de 110 eventos para formar e informar a clientes y empleados en este ámbito. El ‘Proyecto de Valor Social’ se ha diseñado con una metodología que permite aplicar a la filantropía los mismos criterios y principios con los que se rigen el resto de las inversiones patrimoniales. Es un ejemplo, el nuestro, de cómo entendemos el término filantropía estratégica”.

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Internalizar la RSC en la cultura corporativa, ¿la clave del éxito? https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/internalizar-la-rsc-en-la-cultura-corporativa-la-clave-del-exito/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/internalizar-la-rsc-en-la-cultura-corporativa-la-clave-del-exito/#respond Tue, 12 Jun 2018 07:06:09 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=27061

“Para prosperar a lo largo del tiempo, cada compañía no debe únicamente generar resultados financieros, sino también mostrar cómo contribuye positivamente a la sociedad”, opina Larry Fink, el CEO del mayor inversor del mundo, BlackRock. Pero Fink no se refiere exactamente a ser más filantrópicos, sino que su propuesta consiste más bien en revisar el modelo de negocio mismo: en despertar al hecho de que “cada empresa debe tener su negocio bien fundado en algo más que los beneficios”, tal y como aclara el profesor del IESE Antonio Argandoña, en el que ese “algo más” es la contribución específica que cada empresa se propone realizar a la sociedad a la que pertenece.

Con este planteamiento empieza el último Cuaderno, RSC y cultura corporativa, de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa de IESE, en el cual se aborda la necesidad de internalizar la responsabilidad social corporativa (RSC) a través de la cultura corporativa y se examina qué elementos de esta última deben tener en cuenta los directivos para lograr una asimilación eficaz de la RSC como modelo de negocio.

Para ello, el Cuaderno repasa en su primer apartado la evolución histórica del concepto de RSC. A continuación, examina por qué dicho proceso de internalización encuentra en la cultura corporativa la dimensión idónea para llevarse a cabo. Y por último, analiza qué elementos de la cultura corporativa cobran especial relevancia a la hora de ejecutar esta transformación en todos los niveles de la empresa.

El interés compartido por profesionales y académicos por materializar la RSC dentro de cada organización pone de relieve que la única manera de asumir una verdadera responsabilidad social es otorgando a ésta una competencia directiva dentro de la empresa. Así, la cultura corporativa se presenta como la herramienta idónea para hacer que, en el seno de cada organización, la RSC pase a formar parte de su ADN corporativo, con lo cual se logra que esta responsabilidad se ejerza de manera transversal en toda la organización y no únicamente como una labor de marketing, de filantropía o de compliance. En definitiva, la RSC constituye un desafío concreto y transversal en la cultura de cada organización.

Ahora bien, prosigue el Cuaderno, “la adopción de una responsabilidad social por parte de una empresa no exige necesariamente que ésta haga o se preocupe por asuntos diametralmente opuestos a los que le ocupan directamente en su labor empresarial”. La RSC de las empresas no consiste en atribuir estas nuevas responsabilidades, sino en que las empresas se preocupen por el impacto que su actividad tiene sobre los grupos con los que directamente opera.

Finalmente, la adopción de la RSC por parte de las organizaciones representa un desafío más desde el que apelar a la cultura corporativa, ya que la adopción de dicha responsabilidad exige que ésta adquiera una competencia directiva y que su presencia sea transversal en la organización.

Otros posibles puntos de reflexión que plantea el Cuaderno “RSC y cultura corporativa” de la Cátedra CaixaBank son la relación existente entre el entorno económico y el ámbito social; la cuestión de la sostenibilidad, uno de los grandes temas a los que se está prestando atención en ámbitos de investigación, de desarrollo y empresariales, y, por último, queda pendiente también abordar de forma más detallada cómo gestionar y orientar un cambio en la cultura corporativa de una organización.

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“Para prosperar a lo largo del tiempo, cada compañía no debe únicamente generar resultados financieros, sino también mostrar cómo contribuye positivamente a la sociedad”, opina Larry Fink, el CEO del mayor inversor del mundo, BlackRock. Pero Fink no se refiere exactamente a ser más filantrópicos, sino que su propuesta consiste más bien en revisar el modelo de negocio mismo: en despertar al hecho de que “cada empresa debe tener su negocio bien fundado en algo más que los beneficios”, tal y como aclara el profesor del IESE Antonio Argandoña, en el que ese “algo más” es la contribución específica que cada empresa se propone realizar a la sociedad a la que pertenece.

Con este planteamiento empieza el último Cuaderno, RSC y cultura corporativa, de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa de IESE, en el cual se aborda la necesidad de internalizar la responsabilidad social corporativa (RSC) a través de la cultura corporativa y se examina qué elementos de esta última deben tener en cuenta los directivos para lograr una asimilación eficaz de la RSC como modelo de negocio.

Para ello, el Cuaderno repasa en su primer apartado la evolución histórica del concepto de RSC. A continuación, examina por qué dicho proceso de internalización encuentra en la cultura corporativa la dimensión idónea para llevarse a cabo. Y por último, analiza qué elementos de la cultura corporativa cobran especial relevancia a la hora de ejecutar esta transformación en todos los niveles de la empresa.

El interés compartido por profesionales y académicos por materializar la RSC dentro de cada organización pone de relieve que la única manera de asumir una verdadera responsabilidad social es otorgando a ésta una competencia directiva dentro de la empresa. Así, la cultura corporativa se presenta como la herramienta idónea para hacer que, en el seno de cada organización, la RSC pase a formar parte de su ADN corporativo, con lo cual se logra que esta responsabilidad se ejerza de manera transversal en toda la organización y no únicamente como una labor de marketing, de filantropía o de compliance. En definitiva, la RSC constituye un desafío concreto y transversal en la cultura de cada organización.

Ahora bien, prosigue el Cuaderno, “la adopción de una responsabilidad social por parte de una empresa no exige necesariamente que ésta haga o se preocupe por asuntos diametralmente opuestos a los que le ocupan directamente en su labor empresarial”. La RSC de las empresas no consiste en atribuir estas nuevas responsabilidades, sino en que las empresas se preocupen por el impacto que su actividad tiene sobre los grupos con los que directamente opera.

Finalmente, la adopción de la RSC por parte de las organizaciones representa un desafío más desde el que apelar a la cultura corporativa, ya que la adopción de dicha responsabilidad exige que ésta adquiera una competencia directiva y que su presencia sea transversal en la organización.

Otros posibles puntos de reflexión que plantea el Cuaderno “RSC y cultura corporativa” de la Cátedra CaixaBank son la relación existente entre el entorno económico y el ámbito social; la cuestión de la sostenibilidad, uno de los grandes temas a los que se está prestando atención en ámbitos de investigación, de desarrollo y empresariales, y, por último, queda pendiente también abordar de forma más detallada cómo gestionar y orientar un cambio en la cultura corporativa de una organización.

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Nueva iniciativa del IESE y CaixaBank para formar líderes de microempresas https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/nueva-iniciativa-del-iese-y-caixabank-para-formar-lideres-de-microempresas/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/nueva-iniciativa-del-iese-y-caixabank-para-formar-lideres-de-microempresas/#respond Thu, 03 May 2018 14:33:11 +0000 CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=26842

El IESE y CaixaBank son los dos protagonistas de una nueva acción conjunta para promover la formación académica dentro del mundo empresarial. Lo hacen mediante el Programa de Formación para Empresarios de Microempresas (FEM), pensado para empresarios de empresas de entre 3 y 10 trabajadores que buscan impulsar el crecimiento de sus negocios.

El programa tendrá lugar tanto en Barcelona como en Madrid durante los meses de mayo y junio de este 2018. En las sesiones los participantes desarrollarán las herramientas y habilidades necesarias para obtener los resultados deseados a la hora de gestionar el negocio. Para ello, se explorará un total de seis bloques de contenido académico entre los que se encuentran temas como el liderazgo y la gestión de personas de manera eficaz, el análisis económico-financiero para la toma de decisiones o la iniciativa emprendedora.

Otro objetivo del programa es crear sinergias entre los directivos y empresarios participantes, favoreciendo así el desarrollo de una red de contactos con la que compartir desafíos comunes y nuevos aprendizajes. También se fomentará el vínculo con los profesores encargados de impartir las diversas sesiones que compondrán el FEM; todos ellos pertenecen al Claustro del IESE.

Entre el equipo de docentes se encuentra Alberto Fernández Terricabras, profesor de los departamentos de Contabilidad y Control y de Iniciativa Emprendedora, quien ejercerá de director académico de FEM. Asimismo, cada participante contará con el asesoramiento de un mentor que ayudará a evaluar el proyecto. En concreto, se trata de dos sesiones individuales de mentoring que impartirán exalumnos del IESE.

De acuerdo con el convenio, el IESE y CaixaBank asumen parte del coste del programa para hacerlo accesible a los alumnos.

Compromiso con la educación financiera

La iniciativa se enmarca dentro del plan director de Banca Socialmente Responsable de CaixaBank, uno de cuyos pilares es la educación financiera y el apoyo a la divulgación sobre la gestión de la compañía. Un ejemplo de ello, más allá del Programa FEM, es el «Programa Funcas de Estímulo de Educación Financiera», un convenio firmado a principios de este año con la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas). El objetivo es impulsar actividades y proyectos de educación financiera para toda la sociedad, especialmente para jóvenes, emprendedores, colectivos vulnerables y personas con discapacidad.

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El IESE y CaixaBank son los dos protagonistas de una nueva acción conjunta para promover la formación académica dentro del mundo empresarial. Lo hacen mediante el Programa de Formación para Empresarios de Microempresas (FEM), pensado para empresarios de empresas de entre 3 y 10 trabajadores que buscan impulsar el crecimiento de sus negocios.

El programa tendrá lugar tanto en Barcelona como en Madrid durante los meses de mayo y junio de este 2018. En las sesiones los participantes desarrollarán las herramientas y habilidades necesarias para obtener los resultados deseados a la hora de gestionar el negocio. Para ello, se explorará un total de seis bloques de contenido académico entre los que se encuentran temas como el liderazgo y la gestión de personas de manera eficaz, el análisis económico-financiero para la toma de decisiones o la iniciativa emprendedora.

Otro objetivo del programa es crear sinergias entre los directivos y empresarios participantes, favoreciendo así el desarrollo de una red de contactos con la que compartir desafíos comunes y nuevos aprendizajes. También se fomentará el vínculo con los profesores encargados de impartir las diversas sesiones que compondrán el FEM; todos ellos pertenecen al Claustro del IESE.

Entre el equipo de docentes se encuentra Alberto Fernández Terricabras, profesor de los departamentos de Contabilidad y Control y de Iniciativa Emprendedora, quien ejercerá de director académico de FEM. Asimismo, cada participante contará con el asesoramiento de un mentor que ayudará a evaluar el proyecto. En concreto, se trata de dos sesiones individuales de mentoring que impartirán exalumnos del IESE.

De acuerdo con el convenio, el IESE y CaixaBank asumen parte del coste del programa para hacerlo accesible a los alumnos.

Compromiso con la educación financiera

La iniciativa se enmarca dentro del plan director de Banca Socialmente Responsable de CaixaBank, uno de cuyos pilares es la educación financiera y el apoyo a la divulgación sobre la gestión de la compañía. Un ejemplo de ello, más allá del Programa FEM, es el «Programa Funcas de Estímulo de Educación Financiera», un convenio firmado a principios de este año con la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas). El objetivo es impulsar actividades y proyectos de educación financiera para toda la sociedad, especialmente para jóvenes, emprendedores, colectivos vulnerables y personas con discapacidad.

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Educación financiera, clave en las acciones de RSC https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/educacion-financiera-clave-en-las-acciones-de-rsc/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/educacion-financiera-clave-en-las-acciones-de-rsc/#respond Mon, 12 Mar 2018 10:50:02 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=26587

La crisis financiera de 2008, al haber sido considerado generalmente como «una crisis de confianza», despertó la conciencia de que la ética y la responsabilidad social corporativa (RSC) deben ser criterios reguladores básicos de las instituciones. Este y otros factores han conducido al hecho que, en la última década, las iniciativas de educación financiera se hayan multiplicado.

Dichas iniciativas tienen un objetivo común: facilitar el acceso y la comprensión de las nociones económicas y financieras relevantes para poder gestionar de forma responsable los recursos económicos y tomar mejores decisiones. En otras palabras, para que los consumidores estén más informados y puedan tomar decisiones más sopesadas y prudentes a la hora, por ejemplo, de solicitar una hipoteca, pedir un préstamo o realizar una inversión.

Y es que, tal y como señala el profesor emérito del IESE Antonio Argandoña, «la responsabilidad social de un banco, un fondo o un asesor financiero debe empezar por sus impactos sobre lo que tiene más cerca de su negocio, es decir, sus clientes y sus empleados» y también por los impactos que tengan «sus acciones —y también sus omisiones— sobre sus clientes».

En este sentido, el Cuaderno «Educación financiera y responsabilidad de las empresas», preparado por Sergio Marín García y publicado por la Cátedra Caixabank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE, aborda la educación financiera tratándola como un aspecto más de la RSC de las empresas; en concreto, de las del sector bancario y financiero.

El Cuaderno analiza, en primer lugar, la responsabilidad que tienen las compañías en la formación de los consumidores, y estudia el caso particular de las entidades financieras. Concretamente, se detectan cinco áreas específicas necesarias para conseguir una educación práctica y responsable: conducta, comunicación, consumo privado, política de consumo e influencia.

Seguidamente, se realiza un repaso de las principales iniciativas de educación financiera que se han llevado a cabo tanto en España como en otros países europeos. Dos estudios financiados por la Comisión Europea atestiguan, por ejemplo, que existen más de 180 programas de educación financiera en los Estados miembros de la UE, aunque no están homogéneamente distribuidos. En España, tras las figuras pioneras del Banco de España y la CNMV, que en 2008 lanzaron el primer plan de educación financiera generalista, hemos contado con varias iniciativas por parte del Ministerio de Economía, Unicaja, la Confederación Española de Cajas de Ahorros, el Institut d’Estudis Financers de Catalunya o CaixaBank, entre otras entidades.

Por último, el apartado final aborda el impacto que obtiene la educación financiera. Aquí es importante señalar que sus beneficios no repercuten únicamente en las personas o en las empresas, sino que también lo hacen en la economía (menor tasa de morosidad, menos situaciones de riesgo como las vividas en el mercado hipotecario, etc.) y en la sociedad en general (reducción del riesgo de exclusión social, mayor desarrollo material de la sociedad, etc.).

El Cuaderno concluye que esta preocupación por la educación financiera es relativamente reciente, ya que su historia no llega ni a las dos décadas de vida, y que todas las iniciativas y proyectos que existen en la actualidad se encuentran en un estado embrionario. Por eso mismo, «el momento actual es el momento idóneo para que las empresas relacionadas con este ámbito tomen la iniciativa» y lideren los planes destinados a promover la cultura financiera de la población a todos los niveles.

De hecho, la RSC no consiste en hacer algo distinto de lo que uno es o diferente de la identidad particular con la que cuenta cada empresa. Y es que, tal y como recogen tanto este como otros cuadernos de la Cátedra Caixabank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE, «se trata, más bien, de intentar conseguir alinear los intereses de cada organización con aquellos otros más amplios que se persiguen de forma común en sociedad». Si se invierte con este fin, se estará demostrando que, de hecho, se es una entidad socialmente responsable.

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La crisis financiera de 2008, al haber sido considerado generalmente como «una crisis de confianza», despertó la conciencia de que la ética y la responsabilidad social corporativa (RSC) deben ser criterios reguladores básicos de las instituciones. Este y otros factores han conducido al hecho que, en la última década, las iniciativas de educación financiera se hayan multiplicado.

Dichas iniciativas tienen un objetivo común: facilitar el acceso y la comprensión de las nociones económicas y financieras relevantes para poder gestionar de forma responsable los recursos económicos y tomar mejores decisiones. En otras palabras, para que los consumidores estén más informados y puedan tomar decisiones más sopesadas y prudentes a la hora, por ejemplo, de solicitar una hipoteca, pedir un préstamo o realizar una inversión.

Y es que, tal y como señala el profesor emérito del IESE Antonio Argandoña, «la responsabilidad social de un banco, un fondo o un asesor financiero debe empezar por sus impactos sobre lo que tiene más cerca de su negocio, es decir, sus clientes y sus empleados» y también por los impactos que tengan «sus acciones —y también sus omisiones— sobre sus clientes».

En este sentido, el Cuaderno «Educación financiera y responsabilidad de las empresas», preparado por Sergio Marín García y publicado por la Cátedra Caixabank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE, aborda la educación financiera tratándola como un aspecto más de la RSC de las empresas; en concreto, de las del sector bancario y financiero.

El Cuaderno analiza, en primer lugar, la responsabilidad que tienen las compañías en la formación de los consumidores, y estudia el caso particular de las entidades financieras. Concretamente, se detectan cinco áreas específicas necesarias para conseguir una educación práctica y responsable: conducta, comunicación, consumo privado, política de consumo e influencia.

Seguidamente, se realiza un repaso de las principales iniciativas de educación financiera que se han llevado a cabo tanto en España como en otros países europeos. Dos estudios financiados por la Comisión Europea atestiguan, por ejemplo, que existen más de 180 programas de educación financiera en los Estados miembros de la UE, aunque no están homogéneamente distribuidos. En España, tras las figuras pioneras del Banco de España y la CNMV, que en 2008 lanzaron el primer plan de educación financiera generalista, hemos contado con varias iniciativas por parte del Ministerio de Economía, Unicaja, la Confederación Española de Cajas de Ahorros, el Institut d’Estudis Financers de Catalunya o CaixaBank, entre otras entidades.

Por último, el apartado final aborda el impacto que obtiene la educación financiera. Aquí es importante señalar que sus beneficios no repercuten únicamente en las personas o en las empresas, sino que también lo hacen en la economía (menor tasa de morosidad, menos situaciones de riesgo como las vividas en el mercado hipotecario, etc.) y en la sociedad en general (reducción del riesgo de exclusión social, mayor desarrollo material de la sociedad, etc.).

El Cuaderno concluye que esta preocupación por la educación financiera es relativamente reciente, ya que su historia no llega ni a las dos décadas de vida, y que todas las iniciativas y proyectos que existen en la actualidad se encuentran en un estado embrionario. Por eso mismo, «el momento actual es el momento idóneo para que las empresas relacionadas con este ámbito tomen la iniciativa» y lideren los planes destinados a promover la cultura financiera de la población a todos los niveles.

De hecho, la RSC no consiste en hacer algo distinto de lo que uno es o diferente de la identidad particular con la que cuenta cada empresa. Y es que, tal y como recogen tanto este como otros cuadernos de la Cátedra Caixabank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE, «se trata, más bien, de intentar conseguir alinear los intereses de cada organización con aquellos otros más amplios que se persiguen de forma común en sociedad». Si se invierte con este fin, se estará demostrando que, de hecho, se es una entidad socialmente responsable.

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Compliance y RSC, dos conceptos que deberían ir de la mano https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/compliance-y-rsc-dos-conceptos-que-deberian-ir-de-la-mano/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/compliance-y-rsc-dos-conceptos-que-deberian-ir-de-la-mano/#respond Thu, 11 Jan 2018 07:00:46 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=26053

Cumplir la ley parece algo obvio, pero a veces no es tan sencillo como parece. Si se suman las directivas, reglamentos, decisiones, acuerdos y estándares de la Unión Europea, de las leyes estatales y de las normativas publicadas en el Boletín Oficial del Estado (BOE) y en los boletines oficiales autonómicos, se podría imprimir 850 veces el Quijote. El entorno jurídico, por tanto, es bastante enrevesado, teniendo en cuenta el entramado legal y fiscal en el que deben operar las empresas.

Es para dar respuesta a este contexto que, en los últimos tiempos, las empresas se han ido dotando de un nuevo departamento corporativo: el compliance, una expresión que se traduce como cumplimiento normativo. Se trata de un concepto sencillo creado para lidiar con algo realmente complejo. ¿En qué consiste exactamente el compliance? ¿Cuál es su finalidad? ¿Qué funciones comparte con la responsabilidad social corporativa (RSC)? En el Cuaderno Compliance, ética y RSC de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa de IESE, la autora Marta Remacha intenta dar respuesta a estas y otras cuestiones.

El principal objetivo del compliance es, según el Cuaderno, “alinear los objetivos de la empresa con el cumplimiento de los requerimientos jurídicos, a nivel nacional e internacional. También se ocupa de regular las operaciones internas para su adecuación a los estándares y códigos diseñados con el fin de garantizar este cumplimiento”. Es decir, es una función que exige cambios constantes, que debe adaptar a la empresa a un marco regulatorio cada vez más extenso y complejo y que también ha de educar a los empleados sobre este marco cambiante. Los tres pilares de los sistemas de compliance son prevención, detección y reporte y resolución.

En la fase de prevención, se dota a la organización de herramientas que eviten la comisión de delitos, desde idear los procedimientos que permitan la observancia de la ley hasta materializar dichos procedimientos en el comportamiento de los empleados. En la etapa de detección y reporte, se localizan posibles focos de incumplimiento y se informa a los órganos responsables para que puedan tomar las medidas necesarias. Por último, si se produce un incumplimiento, la fase de resolución se encarga de impedir, minimizar o compensar el impacto de las actuaciones indebidas, a través de recomendaciones y medidas, adoptando sanciones y, si procede, modificando el modelo de compliance.

No obstante, con estos tres pilares no basta. En el Cuaderno, Marta Remacha añade que “no es suficiente con que el programa se adecúe formalmente a los requisitos que establece el Código Penal, sino que debe crear también en la organización el convencimiento de que hay que respetar y cumplir la ley”. Dicho en otras palabras, cuando uno habla de compliance, además de cumplimiento, también está hablando de integridad. La capacidad del ser humano de discernir lo que es “bueno” o correcto frente a lo que no lo es y de actuar conforme a ello, es decir, la ética, se constituye por tanto como el complemento que necesita el compliance para ser efectivo. De esta forma, las prácticas empresariales no se limitarán a cumplir la normativa, sino que tratarán de alcanzar siempre la máxima calidad.

Compliance y RSC

¿En qué se diferencia el compliance de la RSC? Principalmente, en que el primer concepto es obligatorio, mientras que el segundo es deseable, pero voluntario. El compliance “no es suficiente para la RSC, que va más allá del seguimiento de las leyes y da por supuesto el respeto y estricto cumplimiento de las mismas. Por ello, el compliance debe entenderse como un instrumento de la RSC, pero no como su esencia propia”, según recoge el Cuaderno de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa. Esto quiere decir que puede haber compliance sin RSC, pero nunca RSC sin compliance. Una vez garantizado el compliance, la RSC “se encargaría de diseñar y coordinar las políticas y directrices por las que la organización asegura su sostenibilidad y contribuye al progreso de la sociedad”.

En conclusión, compliance y RSC comparten el hecho de ser elementos legitimadores sociales de las empresas y el cometido de garantizar el cumplimiento de las responsabilidades empresariales, normativas en el primer caso y sociales en el segundo. La cuestión es cómo se puede lograr que las personas se comporten conforme a los principios de una sociedad. Para ello, el instrumento imprescindible es la ética, o más bien la creación de una cultura ética en la empresa, con el objetivo de cumplir la ley e impulsar comportamientos excelentes, propios de la responsabilidad, a todos los niveles.

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Cumplir la ley parece algo obvio, pero a veces no es tan sencillo como parece. Si se suman las directivas, reglamentos, decisiones, acuerdos y estándares de la Unión Europea, de las leyes estatales y de las normativas publicadas en el Boletín Oficial del Estado (BOE) y en los boletines oficiales autonómicos, se podría imprimir 850 veces el Quijote. El entorno jurídico, por tanto, es bastante enrevesado, teniendo en cuenta el entramado legal y fiscal en el que deben operar las empresas.

Es para dar respuesta a este contexto que, en los últimos tiempos, las empresas se han ido dotando de un nuevo departamento corporativo: el compliance, una expresión que se traduce como cumplimiento normativo. Se trata de un concepto sencillo creado para lidiar con algo realmente complejo. ¿En qué consiste exactamente el compliance? ¿Cuál es su finalidad? ¿Qué funciones comparte con la responsabilidad social corporativa (RSC)? En el Cuaderno Compliance, ética y RSC de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa de IESE, la autora Marta Remacha intenta dar respuesta a estas y otras cuestiones.

El principal objetivo del compliance es, según el Cuaderno, “alinear los objetivos de la empresa con el cumplimiento de los requerimientos jurídicos, a nivel nacional e internacional. También se ocupa de regular las operaciones internas para su adecuación a los estándares y códigos diseñados con el fin de garantizar este cumplimiento”. Es decir, es una función que exige cambios constantes, que debe adaptar a la empresa a un marco regulatorio cada vez más extenso y complejo y que también ha de educar a los empleados sobre este marco cambiante. Los tres pilares de los sistemas de compliance son prevención, detección y reporte y resolución.

En la fase de prevención, se dota a la organización de herramientas que eviten la comisión de delitos, desde idear los procedimientos que permitan la observancia de la ley hasta materializar dichos procedimientos en el comportamiento de los empleados. En la etapa de detección y reporte, se localizan posibles focos de incumplimiento y se informa a los órganos responsables para que puedan tomar las medidas necesarias. Por último, si se produce un incumplimiento, la fase de resolución se encarga de impedir, minimizar o compensar el impacto de las actuaciones indebidas, a través de recomendaciones y medidas, adoptando sanciones y, si procede, modificando el modelo de compliance.

No obstante, con estos tres pilares no basta. En el Cuaderno, Marta Remacha añade que “no es suficiente con que el programa se adecúe formalmente a los requisitos que establece el Código Penal, sino que debe crear también en la organización el convencimiento de que hay que respetar y cumplir la ley”. Dicho en otras palabras, cuando uno habla de compliance, además de cumplimiento, también está hablando de integridad. La capacidad del ser humano de discernir lo que es “bueno” o correcto frente a lo que no lo es y de actuar conforme a ello, es decir, la ética, se constituye por tanto como el complemento que necesita el compliance para ser efectivo. De esta forma, las prácticas empresariales no se limitarán a cumplir la normativa, sino que tratarán de alcanzar siempre la máxima calidad.

Compliance y RSC

¿En qué se diferencia el compliance de la RSC? Principalmente, en que el primer concepto es obligatorio, mientras que el segundo es deseable, pero voluntario. El compliance “no es suficiente para la RSC, que va más allá del seguimiento de las leyes y da por supuesto el respeto y estricto cumplimiento de las mismas. Por ello, el compliance debe entenderse como un instrumento de la RSC, pero no como su esencia propia”, según recoge el Cuaderno de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa. Esto quiere decir que puede haber compliance sin RSC, pero nunca RSC sin compliance. Una vez garantizado el compliance, la RSC “se encargaría de diseñar y coordinar las políticas y directrices por las que la organización asegura su sostenibilidad y contribuye al progreso de la sociedad”.

En conclusión, compliance y RSC comparten el hecho de ser elementos legitimadores sociales de las empresas y el cometido de garantizar el cumplimiento de las responsabilidades empresariales, normativas en el primer caso y sociales en el segundo. La cuestión es cómo se puede lograr que las personas se comporten conforme a los principios de una sociedad. Para ello, el instrumento imprescindible es la ética, o más bien la creación de una cultura ética en la empresa, con el objetivo de cumplir la ley e impulsar comportamientos excelentes, propios de la responsabilidad, a todos los niveles.

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Los seis factores clave para incorporar la responsabilidad medioambiental en las empresas https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/los-seis-factores-clave-para-incorporar-la-responsabilidad-medioambiental-en-las-empresas/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/los-seis-factores-clave-para-incorporar-la-responsabilidad-medioambiental-en-las-empresas/#respond Thu, 29 Jun 2017 06:54:36 +0000 CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=24754

El agotamiento del agua dulce, la lluvia ácida, el aumento de la acidez de los suelos, la contaminación atmosférica… son solo algunos de los problemas que acechan actualmente a nuestro planeta. Sobre esta problemática, y sobre la urgente necesidad de paliar estos fenómenos, trataba la campaña de las Naciones Unidas de este pasado 5 de junio en el Día Mundial del Medio Ambiente, una jornada dedicada a sensibilizar a la población mundial en materia de sostenibilidad y medio ambiente.

Más allá de la acción individual, un actor clave y decisivo son las empresas y su impacto en la naturaleza. Así queda de manifiesto en el cuaderno “Medioambiente: desafíos y oportunidades para las empresas, elaborado en el marco de la Cátedra de CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa.

En él se expone la importancia de incorporar en las compañías la responsabilidad medioambiental y los beneficios que esta conlleva: “La responsabilidad medioambiental, además de ser un deber legal y moral para las empresas, redunda en el beneficio de la entidad, pues conlleva la introducción de una estrategia y una filosofía de gestión que multiplica la eficiencia y promueve la implicación de todas las partes interesadas”.

Pero ¿de qué manera pueden las empresas incluir esta filosofía en su día a día? El Cuaderno 33 nos acerca seis claves para integrar las preocupaciones ambientales en la gestión empresarial:

Responsabilidad medioambiental en las empresas
  1. Compromiso de la dirección: para incorporar medidas que eviten o mengüen el impacto de la actividad en el medio ambiente, es muy importante la presencia y el compromiso de la dirección, pues esta aportará criterios económicos, ambientales, sociales y éticos de manera sistemática y continuada.
  2. Diagnóstico medioambiental: conocer e interpretar el impacto de la empresa en el medio ambiente es decisivo para saber si las actuaciones son aceptables o no desde un punto de vista ambiental.
  3. Diálogo con los grupos de interés: es importante conocer sus expectativas e integrarlas en la estrategia de la compañía. El uso de canales de comunicación debe estar dirigido a identificar los riesgos de la actividad de la empresa en el entorno, a definir los asuntos materiales, a evaluar el desempeño, a comunicar los objetivos, actuaciones y logros corporativos, y a recibir las peticiones y reclamaciones de los colectivos afectados.
  4. Plan de gestión ambiental: se trata de fijar los objetivos que quiere alcanzar la empresa en materia ambiental e idear la manera de conseguirlos. Es el caso del Plan ambiental 2016-2018 de CaixaBank.
  5. Programa de acción: engloba las acciones que la empresa llevará a cabo para garantizar la protección del medio ambiente.
  6. Evaluación y rendición de cuentas: se debe medir y valorar si las acciones llevadas a cabo están teniendo o han tenido algún tipo de repercusión. Un ejemplo es la Declaración ambiental de las actividades en los Servicios Centrales de Barcelona y desarrollo de productos y servicios financieros de CaixaBank. En este documento, la entidad expone el procedimiento de evaluación y seguimiento de aspectos ambientales, así como los principales indicadores del impacto ambiental de los servicios centrales de CaixaBank.

Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa

La Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa, que el pasado noviembre celebró su décimo aniversario, es un proyecto de colaboración de CaixaBank con el IESE que tiene como objetivo principal fomentar, promocionar y divulgar conocimientos sobre la RSE (responsabilidad social empresarial) tanto a nivel académico como profesional. Desde entonces ha desarrollado un intenso trabajo académico, con publicaciones en revistas internacionales y obras científicas colectivas.

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El agotamiento del agua dulce, la lluvia ácida, el aumento de la acidez de los suelos, la contaminación atmosférica… son solo algunos de los problemas que acechan actualmente a nuestro planeta. Sobre esta problemática, y sobre la urgente necesidad de paliar estos fenómenos, trataba la campaña de las Naciones Unidas de este pasado 5 de junio en el Día Mundial del Medio Ambiente, una jornada dedicada a sensibilizar a la población mundial en materia de sostenibilidad y medio ambiente.

Más allá de la acción individual, un actor clave y decisivo son las empresas y su impacto en la naturaleza. Así queda de manifiesto en el cuaderno “Medioambiente: desafíos y oportunidades para las empresas, elaborado en el marco de la Cátedra de CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa.

En él se expone la importancia de incorporar en las compañías la responsabilidad medioambiental y los beneficios que esta conlleva: “La responsabilidad medioambiental, además de ser un deber legal y moral para las empresas, redunda en el beneficio de la entidad, pues conlleva la introducción de una estrategia y una filosofía de gestión que multiplica la eficiencia y promueve la implicación de todas las partes interesadas”.

Pero ¿de qué manera pueden las empresas incluir esta filosofía en su día a día? El Cuaderno 33 nos acerca seis claves para integrar las preocupaciones ambientales en la gestión empresarial:

Responsabilidad medioambiental en las empresas
  1. Compromiso de la dirección: para incorporar medidas que eviten o mengüen el impacto de la actividad en el medio ambiente, es muy importante la presencia y el compromiso de la dirección, pues esta aportará criterios económicos, ambientales, sociales y éticos de manera sistemática y continuada.
  2. Diagnóstico medioambiental: conocer e interpretar el impacto de la empresa en el medio ambiente es decisivo para saber si las actuaciones son aceptables o no desde un punto de vista ambiental.
  3. Diálogo con los grupos de interés: es importante conocer sus expectativas e integrarlas en la estrategia de la compañía. El uso de canales de comunicación debe estar dirigido a identificar los riesgos de la actividad de la empresa en el entorno, a definir los asuntos materiales, a evaluar el desempeño, a comunicar los objetivos, actuaciones y logros corporativos, y a recibir las peticiones y reclamaciones de los colectivos afectados.
  4. Plan de gestión ambiental: se trata de fijar los objetivos que quiere alcanzar la empresa en materia ambiental e idear la manera de conseguirlos. Es el caso del Plan ambiental 2016-2018 de CaixaBank.
  5. Programa de acción: engloba las acciones que la empresa llevará a cabo para garantizar la protección del medio ambiente.
  6. Evaluación y rendición de cuentas: se debe medir y valorar si las acciones llevadas a cabo están teniendo o han tenido algún tipo de repercusión. Un ejemplo es la Declaración ambiental de las actividades en los Servicios Centrales de Barcelona y desarrollo de productos y servicios financieros de CaixaBank. En este documento, la entidad expone el procedimiento de evaluación y seguimiento de aspectos ambientales, así como los principales indicadores del impacto ambiental de los servicios centrales de CaixaBank.

Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa

La Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa, que el pasado noviembre celebró su décimo aniversario, es un proyecto de colaboración de CaixaBank con el IESE que tiene como objetivo principal fomentar, promocionar y divulgar conocimientos sobre la RSE (responsabilidad social empresarial) tanto a nivel académico como profesional. Desde entonces ha desarrollado un intenso trabajo académico, con publicaciones en revistas internacionales y obras científicas colectivas.

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