> inflación – El Blog de CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank El Blog de CaixaBank Fri, 21 Apr 2023 13:58:40 +0000 es-ES hourly 1 Estanflación, la pesadilla de las economías nacionales https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/estanflacion-la-pesadilla-de-las-economias-nacionales/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/estanflacion-la-pesadilla-de-las-economias-nacionales/#respond Thu, 25 Apr 2019 10:07:08 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=31246

El término, acuñado en los años sesenta del pasado siglo, reúne dos de los peores escenarios posibles para la economía de un país: una inflación desbocada y una recesión que lleva a elevadas tasas de paro

Existen ciertos conceptos económicos que son del dominio público porque suelen influir directamente en las vidas de millones de personas: inflación, recesión, estancamiento económico, desempleo… Por muy graves que estos problemas puedan llegar a ser, las economías nacionales cuentan con diferentes estrategias y herramientas que pueden ayudar a paliar o superar esas situaciones. Pero hay un escenario que se escapa de esta norma porque, en teoría, no se puede dar. Es la estanflación, un auténtico quebradero de cabeza para los desafortunados países que la han padecido y un desconocido para la mayoría de las sociedades. Y que así siga.

Los dos grandes fantasmas de las economías

Que la estanflación sea un término marginal al que apenas se hace referencia en medios de comunicación tiene un poderoso motivo: su aparición es muy poco frecuente y solo se da cuando se conjugan dos factores muy concretos: inflación y recesión. Pero repasemos brevemente estos dos términos para entender mejor por qué es tan temida la estanflación.

La inflación es uno de los conceptos que más suena en la calle, pero tal vez no termine de comprenderse del todo. Acudimos al Banco Central Europeo para que nos ofrezca su definición: “se habla de inflación cuando se produce un aumento generalizado de los precios que no se limita a determinados artículos. Como resultado, pueden adquirirse menos bienes y servicios por cada euro, es decir, cada euro vale menos que antes”. O lo que es lo mismo, la ciudadanía pierde poder adquisitivo.

Sin embargo, la inflación moderada de los precios es aconsejable para mantener en funcionamiento a las economías. Así lo reconoce el propio BCE, que sitúa la inflación deseable muy cerca —aunque por debajo— del 2% anual.

Todo lo que supere esa cifra puede hacer que los precios suban demasiado rápido y que la economía de un país se acerque peligrosamente a la terrible hiperinflación, un término completamente actual que sufren países como Venezuela —la nación latinoamericana comenzó este año con una inflación del 191% en enero—. Es un caso extremo, pero muy real, de cómo unos precios desbocados pueden llegar a afectar a la economía de un país.

Al otro lado se encuentra la recesión, otro mal de las economías que desde el año 2008 ha estado muy presente en la zona euro. Se dice que un país entra en recesión cuando su PIB sufre un crecimiento negativo durante dos trimestres consecutivos. Este escenario se traduce en elevadas tasas de desempleo, disminución del consumo interno, escalada de impagos… problemas todos ellos muy recientes que todavía hoy colean en muchas de las economías europeas.

Inflación y recesión son dos graves problemas económicos que, en teoría, no se podían dar a la vez, ya que tienen causas muy distintas. Hasta que en 1965 el ministro de Finanzas del Reino Unido, Ian McLeod, tuvo que hacer frente a un duro hecho: el escenario imposible se había dado en su país. En una histórica intervención en el Parlamento británico, el perplejo ministro puso nombre a uno de los peores temores de cualquier economista: estanflación.

Lo peor de ambos mundos

En la estanflación se produce un fenómeno devastador para cualquier economía: mientras que los precios no dejan de subir de manera descontrolada, la sociedad cada vez tiene menor capacidad de asumirlos debido a la reducción de la actividad económica y el elevado paro que eso conlleva. Por lo tanto, cada vez hay menor consumo interno, se genera más desempleo, más impagos… un círculo vicioso. Lo más grave es que ninguna de las medidas económicas conocidas para atajar la recesión o la inflación funcionan, precisamente porque lo que es bueno para un aspecto es malo para el otro.

Las economías que se enfrentan a un periodo de recesión suelen bajar el tipo de interés para estimular que fluya el crédito bancario y reactivar así su economía, lo cual trae aparejado un aumento de la inflación. Hacer lo contrario —subir los tipos de interés— controla la inflación, pero estanca la actividad económica. Así que no hay una respuesta sencilla a este complejo problema.

En la actualidad, países como Argentina están sumidos en escenarios de estanflación. El gigante latinoamericano lleva tres trimestres consecutivos con crecimiento negativo de su PIB y al cierre de 2018 su inflación se situaba por encima del 47%. Y no es un mal exclusivamente propio de economías poco desarrolladas. Algunos analistas apuntan ya que el Reino Unido podría internarse en la estanflación si el acuerdo sobre el brexit no termina de llegar.

Entonces, ¿cuál es el remedio para salir de esa espiral de precios elevados y pérdida de actividad económica? No hay consenso, pero hay quienes defienden un paquete de medidas que contenga flexibilidad laboral, una fiscalidad empresarial que facilite la inversión, menor burocracia, liberalización del suelo edificable y un largo etcétera, que va mucho más allá de decisiones económicas puntuales.

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El término, acuñado en los años sesenta del pasado siglo, reúne dos de los peores escenarios posibles para la economía de un país: una inflación desbocada y una recesión que lleva a elevadas tasas de paro

Existen ciertos conceptos económicos que son del dominio público porque suelen influir directamente en las vidas de millones de personas: inflación, recesión, estancamiento económico, desempleo… Por muy graves que estos problemas puedan llegar a ser, las economías nacionales cuentan con diferentes estrategias y herramientas que pueden ayudar a paliar o superar esas situaciones. Pero hay un escenario que se escapa de esta norma porque, en teoría, no se puede dar. Es la estanflación, un auténtico quebradero de cabeza para los desafortunados países que la han padecido y un desconocido para la mayoría de las sociedades. Y que así siga.

Los dos grandes fantasmas de las economías

Que la estanflación sea un término marginal al que apenas se hace referencia en medios de comunicación tiene un poderoso motivo: su aparición es muy poco frecuente y solo se da cuando se conjugan dos factores muy concretos: inflación y recesión. Pero repasemos brevemente estos dos términos para entender mejor por qué es tan temida la estanflación.

La inflación es uno de los conceptos que más suena en la calle, pero tal vez no termine de comprenderse del todo. Acudimos al Banco Central Europeo para que nos ofrezca su definición: “se habla de inflación cuando se produce un aumento generalizado de los precios que no se limita a determinados artículos. Como resultado, pueden adquirirse menos bienes y servicios por cada euro, es decir, cada euro vale menos que antes”. O lo que es lo mismo, la ciudadanía pierde poder adquisitivo.

Sin embargo, la inflación moderada de los precios es aconsejable para mantener en funcionamiento a las economías. Así lo reconoce el propio BCE, que sitúa la inflación deseable muy cerca —aunque por debajo— del 2% anual.

Todo lo que supere esa cifra puede hacer que los precios suban demasiado rápido y que la economía de un país se acerque peligrosamente a la terrible hiperinflación, un término completamente actual que sufren países como Venezuela —la nación latinoamericana comenzó este año con una inflación del 191% en enero—. Es un caso extremo, pero muy real, de cómo unos precios desbocados pueden llegar a afectar a la economía de un país.

Al otro lado se encuentra la recesión, otro mal de las economías que desde el año 2008 ha estado muy presente en la zona euro. Se dice que un país entra en recesión cuando su PIB sufre un crecimiento negativo durante dos trimestres consecutivos. Este escenario se traduce en elevadas tasas de desempleo, disminución del consumo interno, escalada de impagos… problemas todos ellos muy recientes que todavía hoy colean en muchas de las economías europeas.

Inflación y recesión son dos graves problemas económicos que, en teoría, no se podían dar a la vez, ya que tienen causas muy distintas. Hasta que en 1965 el ministro de Finanzas del Reino Unido, Ian McLeod, tuvo que hacer frente a un duro hecho: el escenario imposible se había dado en su país. En una histórica intervención en el Parlamento británico, el perplejo ministro puso nombre a uno de los peores temores de cualquier economista: estanflación.

Lo peor de ambos mundos

En la estanflación se produce un fenómeno devastador para cualquier economía: mientras que los precios no dejan de subir de manera descontrolada, la sociedad cada vez tiene menor capacidad de asumirlos debido a la reducción de la actividad económica y el elevado paro que eso conlleva. Por lo tanto, cada vez hay menor consumo interno, se genera más desempleo, más impagos… un círculo vicioso. Lo más grave es que ninguna de las medidas económicas conocidas para atajar la recesión o la inflación funcionan, precisamente porque lo que es bueno para un aspecto es malo para el otro.

Las economías que se enfrentan a un periodo de recesión suelen bajar el tipo de interés para estimular que fluya el crédito bancario y reactivar así su economía, lo cual trae aparejado un aumento de la inflación. Hacer lo contrario —subir los tipos de interés— controla la inflación, pero estanca la actividad económica. Así que no hay una respuesta sencilla a este complejo problema.

En la actualidad, países como Argentina están sumidos en escenarios de estanflación. El gigante latinoamericano lleva tres trimestres consecutivos con crecimiento negativo de su PIB y al cierre de 2018 su inflación se situaba por encima del 47%. Y no es un mal exclusivamente propio de economías poco desarrolladas. Algunos analistas apuntan ya que el Reino Unido podría internarse en la estanflación si el acuerdo sobre el brexit no termina de llegar.

Entonces, ¿cuál es el remedio para salir de esa espiral de precios elevados y pérdida de actividad económica? No hay consenso, pero hay quienes defienden un paquete de medidas que contenga flexibilidad laboral, una fiscalidad empresarial que facilite la inversión, menor burocracia, liberalización del suelo edificable y un largo etcétera, que va mucho más allá de decisiones económicas puntuales.

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El efecto mariposa y la economía tras la I Guerra Mundial https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/el-efecto-mariposa-y-la-economia-tras-la-guerra-mundial/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/el-efecto-mariposa-y-la-economia-tras-la-guerra-mundial/#respond Fri, 14 Dec 2018 14:01:36 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=28316

El efecto mariposa, vinculado a la teoría del caos, asegura que el aleteo de un insecto en Hong Kong puede causar una tempestad en Estados Unidos. Ambos conceptos se utilizan para explicar algo tan complejo como el universo, que es un sistema caótico, flexible e impredecible. Tal vez sea la única manera de aclarar por qué una serie de hechos aparentemente inconexos entre ellos, sobre los cuales los historiadores todavía no han llegado a ponerse de acuerdo, desembocó en la I Guerra Mundial. Y por qué algunos de sus efectos económicos todavía se dejan notar hoy en día.

La Gran Guerra finalizó hace un siglo con el armisticio de Compiègne, después de cobrarse más de 17 millones de vidas humanas. El conflicto cambió la economía global y lo hizo para siempre. Nadie esperaba una guerra tan larga y los países tuvieron que intervenir para sostener el esfuerzo bélico. Un ejemplo: cada disparo con el mortero alemán «Dicke Bertha» —que sembró el pánico entre las tropas francesas— costaba 1.500 marcos de la época. Estas circunstancias supusieron que las economías liberales dieran paso a un proteccionismo cuyos efectos durarían aún muchos años.

Adiós, imperios. Hola, proteccionismo

Tal y como explica Steve Forbes, el mercado mundial, como proporción de la economía global, no recuperaría los niveles alcanzados en 1913 hasta 80 años más tarde. Por su parte, los flujos internacionales de capital no volverían a ser los mismos hasta 1996. Las causas hay que buscarlas en la Gran Guerra y en la transición que provocó desde una economía liberal a otra proteccionista. En 1914, el año en el que comenzó el conflicto, las restricciones a los movimientos de capital eran prácticamente inexistentes, algo que cambió radicalmente tras la guerra y durante la Gran Depresión.

Todo esto se explica, en parte, por la ruptura de los grandes imperios (alemán, austro-húngaro y otomano) que provocó la I Guerra Mundial. Los países surgidos a partir de este fenómeno de fragmentación empezaron a proteger sus economías aplicando restricciones al comercio que no existían en el anterior periodo imperial. Aunque después de la II Guerra Mundial muchas de estas barreras desaparecieron, todavía hoy se utilizan algunas de esas medidas. Un ejemplo es la devaluación de las monedas para equilibrar el mercado exterior.

La guerra también reveló el potencial de los impuestos sobre la renta a la hora de generar ingresos para el Estado. Cuando en 1913 este impuesto se promulgó en Estados Unidos, el tipo máximo era del 7%; antes de terminar el conflicto, había alcanzado el 77%. Por su parte, Francia lo impuso por primera vez en 1914 por la necesidad recaudatoria que provocó la guerra, mientras que en Gran Bretaña, el número de contribuyentes pasó de poco más de un millón al inicio de la guerra a los tres millones de 1920. Hoy, la mayoría de los países desarrollados utilizan esta medida para financiar su gasto público.

El nuevo orden mundial

El Tratado de Versalles supuso un cambio en el equilibrio de los distintos países a escala mundial. No solo las potencias vencidas verían afectada su economía a causa de las reparaciones de guerra —cuyos intereses Alemania acabó de pagar en 2010—, sino que los ganadores tuvieron también que enfrentarse a la reconstrucción de sus economías y a un nuevo estatus a nivel global.

Los problemas monetarios y financieros de los países industriales que participaron en la guerra retrasaron la recuperación de su producción. Como consecuencia, las monedas europeas se depreciaron y abandonaron su valor fijo respecto al patrón oro. Mientras, el dólar pasó a ser la única divisa segura.

Con el fin de relanzar su economía, los países europeos necesitaban recursos financieros. Así fue cómo Estados Unidos se convirtió en el principal inversor mundial, una condición que ayudó a apuntalar su posición como gran potencia económica.

De esta manera, Gran Bretaña y Francia contrajeron deuda respecto a Estados Unidos. Ambos países pretendían pagar su amortización e intereses con los recursos obtenidos de las reparaciones de guerra que tenía que pagar Alemania, estipuladas en el Tratado de Versalles. El problema era que la zona más productiva de Alemania estaba ocupada por tropas francesas y solo podía hacer frente a las indemnizaciones si obtenía créditos de Estados Unidos.

Esta situación provocó un círculo vicioso inflacionista que terminó por endeudar a prácticamente toda Europa y la economía europea se hizo dependiente del capital norteamericano.

Otro efecto de la Gran Guerra fue la aceleración del desarrollo tecnológico en la industria, clave para sostener el esfuerzo bélico. Esto se tradujo, por ejemplo, en la mecanización del trabajo en el campo, que provocó un abaratamiento de los alimentos durante los años 20. Gracias a ello, grandes masas de población accedieron a niveles elevados de consumo, mientras las fortunas de inversores y empresarios estadounidenses se multiplicaron hasta que llegó el crack de 1929.

Una deuda inmensa

Tal vez la consecuencia más dramática de la I Guerra Mundial fue la II Guerra Mundial. Detrás de su gestación también hubo motivos económicos. Las indemnizaciones impuestas por los vencedores a Alemania tuvieron mucho que ver con la declaración del segundo gran conflicto bélico del siglo xx.

El Tratado de Versalles imponía a Alemania unas reparaciones de guerra que incluían la entrega de todos los grandes barcos mercantes alemanes, el pago anual de 44 millones de toneladas de carbón o la mitad de la producción química y farmacéutica del país, entre otras obligaciones. Además, exigía el pago de 132.000 millones de marcos, que Alemania debía pagar a plazos.

El endeudamiento derivado de estas obligaciones, que los alemanes consideraban humillantes, desembocó en serias dificultades para su economía, agravadas por el crack de 1929 de Estados Unidos y la hiperinflación: una barra de pan llegó a superar el billón de euros actuales en el mercado de Berlín. El caos económico y el desempleo formaron el caldo de cultivo perfecto para el ascenso del nazismo y la posterior declaración de una guerra que se cobró 40 millones de víctimas mortales.

El efecto mariposa que provocó la gestación de la Gran Guerra transformó para siempre el mundo tal y como se conocía. Los asuntos económicos fueron determinantes en esta cadena de consecuencias, cuyo eco todavía perdura.

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El efecto mariposa, vinculado a la teoría del caos, asegura que el aleteo de un insecto en Hong Kong puede causar una tempestad en Estados Unidos. Ambos conceptos se utilizan para explicar algo tan complejo como el universo, que es un sistema caótico, flexible e impredecible. Tal vez sea la única manera de aclarar por qué una serie de hechos aparentemente inconexos entre ellos, sobre los cuales los historiadores todavía no han llegado a ponerse de acuerdo, desembocó en la I Guerra Mundial. Y por qué algunos de sus efectos económicos todavía se dejan notar hoy en día.

La Gran Guerra finalizó hace un siglo con el armisticio de Compiègne, después de cobrarse más de 17 millones de vidas humanas. El conflicto cambió la economía global y lo hizo para siempre. Nadie esperaba una guerra tan larga y los países tuvieron que intervenir para sostener el esfuerzo bélico. Un ejemplo: cada disparo con el mortero alemán «Dicke Bertha» —que sembró el pánico entre las tropas francesas— costaba 1.500 marcos de la época. Estas circunstancias supusieron que las economías liberales dieran paso a un proteccionismo cuyos efectos durarían aún muchos años.

Adiós, imperios. Hola, proteccionismo

Tal y como explica Steve Forbes, el mercado mundial, como proporción de la economía global, no recuperaría los niveles alcanzados en 1913 hasta 80 años más tarde. Por su parte, los flujos internacionales de capital no volverían a ser los mismos hasta 1996. Las causas hay que buscarlas en la Gran Guerra y en la transición que provocó desde una economía liberal a otra proteccionista. En 1914, el año en el que comenzó el conflicto, las restricciones a los movimientos de capital eran prácticamente inexistentes, algo que cambió radicalmente tras la guerra y durante la Gran Depresión.

Todo esto se explica, en parte, por la ruptura de los grandes imperios (alemán, austro-húngaro y otomano) que provocó la I Guerra Mundial. Los países surgidos a partir de este fenómeno de fragmentación empezaron a proteger sus economías aplicando restricciones al comercio que no existían en el anterior periodo imperial. Aunque después de la II Guerra Mundial muchas de estas barreras desaparecieron, todavía hoy se utilizan algunas de esas medidas. Un ejemplo es la devaluación de las monedas para equilibrar el mercado exterior.

La guerra también reveló el potencial de los impuestos sobre la renta a la hora de generar ingresos para el Estado. Cuando en 1913 este impuesto se promulgó en Estados Unidos, el tipo máximo era del 7%; antes de terminar el conflicto, había alcanzado el 77%. Por su parte, Francia lo impuso por primera vez en 1914 por la necesidad recaudatoria que provocó la guerra, mientras que en Gran Bretaña, el número de contribuyentes pasó de poco más de un millón al inicio de la guerra a los tres millones de 1920. Hoy, la mayoría de los países desarrollados utilizan esta medida para financiar su gasto público.

El nuevo orden mundial

El Tratado de Versalles supuso un cambio en el equilibrio de los distintos países a escala mundial. No solo las potencias vencidas verían afectada su economía a causa de las reparaciones de guerra —cuyos intereses Alemania acabó de pagar en 2010—, sino que los ganadores tuvieron también que enfrentarse a la reconstrucción de sus economías y a un nuevo estatus a nivel global.

Los problemas monetarios y financieros de los países industriales que participaron en la guerra retrasaron la recuperación de su producción. Como consecuencia, las monedas europeas se depreciaron y abandonaron su valor fijo respecto al patrón oro. Mientras, el dólar pasó a ser la única divisa segura.

Con el fin de relanzar su economía, los países europeos necesitaban recursos financieros. Así fue cómo Estados Unidos se convirtió en el principal inversor mundial, una condición que ayudó a apuntalar su posición como gran potencia económica.

De esta manera, Gran Bretaña y Francia contrajeron deuda respecto a Estados Unidos. Ambos países pretendían pagar su amortización e intereses con los recursos obtenidos de las reparaciones de guerra que tenía que pagar Alemania, estipuladas en el Tratado de Versalles. El problema era que la zona más productiva de Alemania estaba ocupada por tropas francesas y solo podía hacer frente a las indemnizaciones si obtenía créditos de Estados Unidos.

Esta situación provocó un círculo vicioso inflacionista que terminó por endeudar a prácticamente toda Europa y la economía europea se hizo dependiente del capital norteamericano.

Otro efecto de la Gran Guerra fue la aceleración del desarrollo tecnológico en la industria, clave para sostener el esfuerzo bélico. Esto se tradujo, por ejemplo, en la mecanización del trabajo en el campo, que provocó un abaratamiento de los alimentos durante los años 20. Gracias a ello, grandes masas de población accedieron a niveles elevados de consumo, mientras las fortunas de inversores y empresarios estadounidenses se multiplicaron hasta que llegó el crack de 1929.

Una deuda inmensa

Tal vez la consecuencia más dramática de la I Guerra Mundial fue la II Guerra Mundial. Detrás de su gestación también hubo motivos económicos. Las indemnizaciones impuestas por los vencedores a Alemania tuvieron mucho que ver con la declaración del segundo gran conflicto bélico del siglo xx.

El Tratado de Versalles imponía a Alemania unas reparaciones de guerra que incluían la entrega de todos los grandes barcos mercantes alemanes, el pago anual de 44 millones de toneladas de carbón o la mitad de la producción química y farmacéutica del país, entre otras obligaciones. Además, exigía el pago de 132.000 millones de marcos, que Alemania debía pagar a plazos.

El endeudamiento derivado de estas obligaciones, que los alemanes consideraban humillantes, desembocó en serias dificultades para su economía, agravadas por el crack de 1929 de Estados Unidos y la hiperinflación: una barra de pan llegó a superar el billón de euros actuales en el mercado de Berlín. El caos económico y el desempleo formaron el caldo de cultivo perfecto para el ascenso del nazismo y la posterior declaración de una guerra que se cobró 40 millones de víctimas mortales.

El efecto mariposa que provocó la gestación de la Gran Guerra transformó para siempre el mundo tal y como se conocía. Los asuntos económicos fueron determinantes en esta cadena de consecuencias, cuyo eco todavía perdura.

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Qué es la inflación https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/que-es-la-inflacion/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/que-es-la-inflacion/#respond Mon, 05 Dec 2016 07:44:30 +0000 CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=22558

Dentro de los conceptos sobre educación financiera, hoy abordamos uno del que se habla constantemente en economía: la inflación. Este término hace referencia al aumento sostenido en el tiempo del precio de bienes y servicios. Concretamente, los economistas definen la tasa de inflación como el porcentaje de variación del nivel general de precios entre dos periodos consecutivos. Cuando esta tasa es negativa y los precios se reducen de forma sostenida, hablamos de deflación.

Como buena variable económica, la inflación se determina por el equilibrio entre la demanda y la oferta de dinero. La oferta de dinero la fija el Banco Central, mientras que la demanda depende de la cantidad de bienes y servicios que se intercambian en la economía (en tanto que, para intercambiarlos, es necesario el dinero). Cuando la oferta de dinero crece más rápidamente que su demanda, cae el precio del dinero y tenemos inflación: la misma moneda de euro puede adquirir menos bienes y servicios. Por esta razón, los economistas afirman que la inflación es un fenómeno monetario.

 

La importancia de medir bien la inflación

La evolución de la inflación resulta de gran importancia en un país, ya que refleja la evolución del coste de la vida. Por ello, los salarios, las pensiones de jubilación públicas, las tasas e impuestos específicos o los contratos de alquiler, entre otros, se suelen modificar, en parte, en función de la inflación. Además, también resulta de gran importancia a nivel macroeconómico, ya que la evolución de los precios es fundamental para la formulación de la política monetaria de un país. Viendo la relevancia que tiene, es fundamental medir la inflación de forma precisa y puntual.

Para medir la inflación, se necesita un indicador del nivel de precios, como el Índice de Precios de Consumo (IPC), que mide de forma genérica los precios de los elementos que conforman una “cesta de la compra”. El IPC se calcula a partir de dos inputs básicos: una cesta de la compra, que contiene la cantidad de bienes y servicios que consume un hogar representativo, y los precios de estos bienes y servicios. Con estos datos se calcula el gasto necesario para adquirir la cesta con una frecuencia determinada, generalmente cada mes. La inflación, por tanto, mide la evolución del gasto necesario para adquirir esta cesta de bienes predeterminada.

Lo ideal: una inflación estable y moderada

Es difícil determinar cuál es el nivel óptimo al que debe evolucionar la inflación: ¿es mejor que haya inflación o deflación?

Por un lado, una inflación elevada tiene costes importantes porque obliga a empresas, trabajadores y consumidores a reajustar precios y salarios continuamente, además de generar incertidumbre sobre cuál será el precio de un bien o servicio en el día de mañana (basta con que imaginemos una trabajadora que cada día renegocia su sueldo, una librería que cada día modifica el precio de todos sus libros o un ahorrador que no puede precisar el retorno real de sus inversiones).

Por otro lado, la deflación tampoco es buena para una economía, ya que se puede caer en la espiral peligrosa de pensar que, como los bienes bajan de precio, lo lógico es retrasar las compras y las inversiones porque mañana será más barato y esto provoca que las empresas no reciban ingresos y, en casos extremos, desaparezcan, generando de esta forma desempleo.

Aunque, en teoría, podríamos concluir que lo más deseable sería que los precios se mantuvieran estables (es decir, que no hubiera ni inflación ni deflación), en la práctica existen problemas para medir correctamente la variación de los precios que nos llevan a sobrestimar la inflación. A causa de estos problemas de medida, si persiguiéramos una “inflación 0”, muy probablemente en realidad se estaría produciendo deflación, con sus consiguientes problemas.

Así pues, podemos concluir que lo óptimo es una inflación moderada y estable.

Puedes conocer otros conceptos económicos en el apartado de educación financiera de este blog.

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Dentro de los conceptos sobre educación financiera, hoy abordamos uno del que se habla constantemente en economía: la inflación. Este término hace referencia al aumento sostenido en el tiempo del precio de bienes y servicios. Concretamente, los economistas definen la tasa de inflación como el porcentaje de variación del nivel general de precios entre dos periodos consecutivos. Cuando esta tasa es negativa y los precios se reducen de forma sostenida, hablamos de deflación.

Como buena variable económica, la inflación se determina por el equilibrio entre la demanda y la oferta de dinero. La oferta de dinero la fija el Banco Central, mientras que la demanda depende de la cantidad de bienes y servicios que se intercambian en la economía (en tanto que, para intercambiarlos, es necesario el dinero). Cuando la oferta de dinero crece más rápidamente que su demanda, cae el precio del dinero y tenemos inflación: la misma moneda de euro puede adquirir menos bienes y servicios. Por esta razón, los economistas afirman que la inflación es un fenómeno monetario.

 

La importancia de medir bien la inflación

La evolución de la inflación resulta de gran importancia en un país, ya que refleja la evolución del coste de la vida. Por ello, los salarios, las pensiones de jubilación públicas, las tasas e impuestos específicos o los contratos de alquiler, entre otros, se suelen modificar, en parte, en función de la inflación. Además, también resulta de gran importancia a nivel macroeconómico, ya que la evolución de los precios es fundamental para la formulación de la política monetaria de un país. Viendo la relevancia que tiene, es fundamental medir la inflación de forma precisa y puntual.

Para medir la inflación, se necesita un indicador del nivel de precios, como el Índice de Precios de Consumo (IPC), que mide de forma genérica los precios de los elementos que conforman una “cesta de la compra”. El IPC se calcula a partir de dos inputs básicos: una cesta de la compra, que contiene la cantidad de bienes y servicios que consume un hogar representativo, y los precios de estos bienes y servicios. Con estos datos se calcula el gasto necesario para adquirir la cesta con una frecuencia determinada, generalmente cada mes. La inflación, por tanto, mide la evolución del gasto necesario para adquirir esta cesta de bienes predeterminada.

Lo ideal: una inflación estable y moderada

Es difícil determinar cuál es el nivel óptimo al que debe evolucionar la inflación: ¿es mejor que haya inflación o deflación?

Por un lado, una inflación elevada tiene costes importantes porque obliga a empresas, trabajadores y consumidores a reajustar precios y salarios continuamente, además de generar incertidumbre sobre cuál será el precio de un bien o servicio en el día de mañana (basta con que imaginemos una trabajadora que cada día renegocia su sueldo, una librería que cada día modifica el precio de todos sus libros o un ahorrador que no puede precisar el retorno real de sus inversiones).

Por otro lado, la deflación tampoco es buena para una economía, ya que se puede caer en la espiral peligrosa de pensar que, como los bienes bajan de precio, lo lógico es retrasar las compras y las inversiones porque mañana será más barato y esto provoca que las empresas no reciban ingresos y, en casos extremos, desaparezcan, generando de esta forma desempleo.

Aunque, en teoría, podríamos concluir que lo más deseable sería que los precios se mantuvieran estables (es decir, que no hubiera ni inflación ni deflación), en la práctica existen problemas para medir correctamente la variación de los precios que nos llevan a sobrestimar la inflación. A causa de estos problemas de medida, si persiguiéramos una “inflación 0”, muy probablemente en realidad se estaría produciendo deflación, con sus consiguientes problemas.

Así pues, podemos concluir que lo óptimo es una inflación moderada y estable.

Puedes conocer otros conceptos económicos en el apartado de educación financiera de este blog.

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¿Por qué la inflación crece a un ritmo más lento? https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/por-que-la-inflacion-crece-a-un-ritmo-mas-lento/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/por-que-la-inflacion-crece-a-un-ritmo-mas-lento/#respond Fri, 03 Jun 2016 08:38:34 +0000 CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=20059

“La inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario en el sentido de que solo es y puede ser producida por un incremento más rápido de la cantidad de dinero que de la producción”. Esta mítica frase del economista Milton Friedman, que ha regido siempre el funcionamiento y evolución de la inflación, se está poniendo en duda tras el modesto crecimiento que ha tenido el índice de precios después de que los bancos centrales hayan intentado impulsarlo con fuertes políticas monetarias. Parece que la causa de este “crecimiento lento” no se debe a un motivo concreto, sino más bien a un conjunto de diversos factores. Pero antes de entrar a valorar dichos factores, conviene acercar brevemente el concepto.

Evolución de la inflación: ¿por qué crece a un ritmo lento?

Qué es la inflación y por qué está creciendo a ritmo lento

La inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios de los bienes y servicios existentes en el mercado durante un periodo de tiempo, normalmente un año. Dicho de otra manera, es la subida continuada de los precios a lo largo del tiempo.

Para medir la inflación, se tiene en cuenta la evolución del índice de precios de consumo (IPC), que, a su vez, mide la evolución de los precios de la “cesta de la compra” (esta incluye 489 productos del consumo básico de las personas).

Para entender por qué la evolución de la inflación no está siendo la esperada, debemos atender a diversos factores que están motivando este hecho. Entre ellos destacan:

  • La caída drástica del precio de materias primas: descensos tan fuertes como el del petróleo (un 76% entre mediados de 2014 e inicios de 2016) están teniendo un gran impacto incluso en la inflación subyacente. Esta, aunque está libre de la volatilidad del componente energético y de los alimentos, se ve afectada de forma indirecta por el descenso del crudo, que rebaja a su vez los costes de producción y transporte y, por tanto, afecta también a otros productos. Este punto aparece detalladamente explicado en el artículo “En busca de la inflación perdida” del Informe Mensual de mayo de CaixaBank Research.
  • El exceso de capacidad productiva: esta alcanzó niveles muy altos durante la gran crisis y ahora la lenta recuperación de la actividad económica está dificultando que se elimine el exceso.
  • La debilidad del crédito: una de las razones por las que la recuperación de la demanda está siendo lenta es la debilidad del crédito, que frena la demanda. De esta manera, el papel del crédito es fundamental, porque actúa de mecanismo de transmisión entre la emisión del dinero y la circulación del mismo (que es lo que realmente incide en la inflación).
  • El cambio en la política monetaria: ha habido una ruptura del mecanismo de transmisión de la política monetaria, a consecuencia de la naturaleza de la crisis.

Estos son algunos de los factores que explican la marcha actual del índice de inflación. Con ellos, debemos entender que el hecho de que la inflación sea baja atiende a múltiples factores, no solo a uno. Por otro lado, teniendo en cuenta el panorama actual, se puede ver que se trata de un proceso a medio-largo plazo en el que los resultados no se verán de forma inmediata, sino paulatinamente.

Para entender con más detalle el concepto de la inflación y por qué está teniendo un crecimiento inesperadamente lento, puedes consultar el Informe Mensual de mayo de CaixaBank Research.

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“La inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario en el sentido de que solo es y puede ser producida por un incremento más rápido de la cantidad de dinero que de la producción”. Esta mítica frase del economista Milton Friedman, que ha regido siempre el funcionamiento y evolución de la inflación, se está poniendo en duda tras el modesto crecimiento que ha tenido el índice de precios después de que los bancos centrales hayan intentado impulsarlo con fuertes políticas monetarias. Parece que la causa de este “crecimiento lento” no se debe a un motivo concreto, sino más bien a un conjunto de diversos factores. Pero antes de entrar a valorar dichos factores, conviene acercar brevemente el concepto.

Evolución de la inflación: ¿por qué crece a un ritmo lento?

Qué es la inflación y por qué está creciendo a ritmo lento

La inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios de los bienes y servicios existentes en el mercado durante un periodo de tiempo, normalmente un año. Dicho de otra manera, es la subida continuada de los precios a lo largo del tiempo.

Para medir la inflación, se tiene en cuenta la evolución del índice de precios de consumo (IPC), que, a su vez, mide la evolución de los precios de la “cesta de la compra” (esta incluye 489 productos del consumo básico de las personas).

Para entender por qué la evolución de la inflación no está siendo la esperada, debemos atender a diversos factores que están motivando este hecho. Entre ellos destacan:

  • La caída drástica del precio de materias primas: descensos tan fuertes como el del petróleo (un 76% entre mediados de 2014 e inicios de 2016) están teniendo un gran impacto incluso en la inflación subyacente. Esta, aunque está libre de la volatilidad del componente energético y de los alimentos, se ve afectada de forma indirecta por el descenso del crudo, que rebaja a su vez los costes de producción y transporte y, por tanto, afecta también a otros productos. Este punto aparece detalladamente explicado en el artículo “En busca de la inflación perdida” del Informe Mensual de mayo de CaixaBank Research.
  • El exceso de capacidad productiva: esta alcanzó niveles muy altos durante la gran crisis y ahora la lenta recuperación de la actividad económica está dificultando que se elimine el exceso.
  • La debilidad del crédito: una de las razones por las que la recuperación de la demanda está siendo lenta es la debilidad del crédito, que frena la demanda. De esta manera, el papel del crédito es fundamental, porque actúa de mecanismo de transmisión entre la emisión del dinero y la circulación del mismo (que es lo que realmente incide en la inflación).
  • El cambio en la política monetaria: ha habido una ruptura del mecanismo de transmisión de la política monetaria, a consecuencia de la naturaleza de la crisis.

Estos son algunos de los factores que explican la marcha actual del índice de inflación. Con ellos, debemos entender que el hecho de que la inflación sea baja atiende a múltiples factores, no solo a uno. Por otro lado, teniendo en cuenta el panorama actual, se puede ver que se trata de un proceso a medio-largo plazo en el que los resultados no se verán de forma inmediata, sino paulatinamente.

Para entender con más detalle el concepto de la inflación y por qué está teniendo un crecimiento inesperadamente lento, puedes consultar el Informe Mensual de mayo de CaixaBank Research.

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Salarios y ciclo económico: una aproximación con la curva de Phillips https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/salarios-y-ciclo-economico-una-aproximacion-con-la-curva-de-phillips/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/salarios-y-ciclo-economico-una-aproximacion-con-la-curva-de-phillips/#respond Wed, 23 Sep 2015 07:59:20 +0000 CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=18401

Ahora que la recuperación económica está ganando intensidad, la evolución de los salarios en España ha vuelto al centro del debate económico. La pregunta que muchos ciudadanos se hacen es: ¿cuánto tiene que durar la recuperación para que los salarios vuelvan a subir?  En este post intentamos responder a esta pregunta analizando la relación histórica que existe entre salarios y desempleo (conocida como la curva de Phillips), que se recoge en el Focus de “la Caixa” Research “Salarios y ciclo económico: una aproximación mediante la Curva de Phillips”.

Una mirada a la crisis de 1992-1993

La curva de Phillips, publicada en 1958 por el economista neozelandés William Phillips, establecía una relación negativa entre el crecimiento de los salarios y la tasa de paro en Reino Unido. Para entenderlo mejor, apliquemos este análisis al caso español. Un análisis de la crisis económica de 1992-1993 evidencia  que los salarios suelen crecer menos durante una época de recesión. De hecho, por cada punto porcentual que aumentó la tasa de paro durante esos dos años, el crecimiento salarial se redujo en 0,65 p. p., en términos nominales.

Salarios y ciclo económico: curva de Phillips

En general, los salarios empiezan a repuntar cuando la tasa de paro se sitúa por debajo de su nivel estructural. En la recuperación de los años noventa los salarios brutos crecían alrededor de un 3% anual mientras que la inflación lo hacía un 3,2% de media. No fue hasta el año 2000, cuando la tasa de paro se situó por debajo del 12%, que el ritmo de crecimiento de los salarios no se incrementó.

Los salarios en la recuperación actual

Si trasladamos este escenario a la actualidad, se estima que va a hacer falta que el desempleo siga descendiendo un tiempo para que los salarios vuelvan a crecer. ¿Cuánto podría ser? Es algo difícil de predecir. Actualmente la tasa de paro sigue siendo muy elevada, por lo que en este contexto se espera que los incrementos salariales sean limitados, como predice la curva de Phillips.

Salarios y ciclo económico: curva de Phillips

Lo que sí parece claro es que la sensibilidad salarial será diferente por sectores. En aquellos con un margen más ajustado para aumentar la producción con los recursos disponibles, se prevé que el incremento de la remuneración se produzca antes. Al menos, eso es lo que el FMI recomienda a España en su informe anual sobre la economía española para no poner en peligro las ganancias de competitividad laboral generadas en los últimos años.

Si te ha gustado este post y te interesan este tipo de análisis sobre la economía nacional e internacional, te invitamos a leer el informe de septiembre de “la Caixa” Research. Si lo que quieres es estar al día de la actualidad económica y financiera, puedes seguir a @lacaixaresearch en Twitter.

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Ahora que la recuperación económica está ganando intensidad, la evolución de los salarios en España ha vuelto al centro del debate económico. La pregunta que muchos ciudadanos se hacen es: ¿cuánto tiene que durar la recuperación para que los salarios vuelvan a subir?  En este post intentamos responder a esta pregunta analizando la relación histórica que existe entre salarios y desempleo (conocida como la curva de Phillips), que se recoge en el Focus de “la Caixa” Research “Salarios y ciclo económico: una aproximación mediante la Curva de Phillips”.

Una mirada a la crisis de 1992-1993

La curva de Phillips, publicada en 1958 por el economista neozelandés William Phillips, establecía una relación negativa entre el crecimiento de los salarios y la tasa de paro en Reino Unido. Para entenderlo mejor, apliquemos este análisis al caso español. Un análisis de la crisis económica de 1992-1993 evidencia  que los salarios suelen crecer menos durante una época de recesión. De hecho, por cada punto porcentual que aumentó la tasa de paro durante esos dos años, el crecimiento salarial se redujo en 0,65 p. p., en términos nominales.

Salarios y ciclo económico: curva de Phillips

En general, los salarios empiezan a repuntar cuando la tasa de paro se sitúa por debajo de su nivel estructural. En la recuperación de los años noventa los salarios brutos crecían alrededor de un 3% anual mientras que la inflación lo hacía un 3,2% de media. No fue hasta el año 2000, cuando la tasa de paro se situó por debajo del 12%, que el ritmo de crecimiento de los salarios no se incrementó.

Los salarios en la recuperación actual

Si trasladamos este escenario a la actualidad, se estima que va a hacer falta que el desempleo siga descendiendo un tiempo para que los salarios vuelvan a crecer. ¿Cuánto podría ser? Es algo difícil de predecir. Actualmente la tasa de paro sigue siendo muy elevada, por lo que en este contexto se espera que los incrementos salariales sean limitados, como predice la curva de Phillips.

Salarios y ciclo económico: curva de Phillips

Lo que sí parece claro es que la sensibilidad salarial será diferente por sectores. En aquellos con un margen más ajustado para aumentar la producción con los recursos disponibles, se prevé que el incremento de la remuneración se produzca antes. Al menos, eso es lo que el FMI recomienda a España en su informe anual sobre la economía española para no poner en peligro las ganancias de competitividad laboral generadas en los últimos años.

Si te ha gustado este post y te interesan este tipo de análisis sobre la economía nacional e internacional, te invitamos a leer el informe de septiembre de “la Caixa” Research. Si lo que quieres es estar al día de la actualidad económica y financiera, puedes seguir a @lacaixaresearch en Twitter.

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¿Es efectiva la compra de deuda pública por parte del BCE? https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/la-compra-de-deuda-publica-por-parte-del-bce-es-efectivo-el-qe/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/la-compra-de-deuda-publica-por-parte-del-bce-es-efectivo-el-qe/#respond Wed, 18 Mar 2015 07:42:10 +0000 CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=17253

Los mercados europeos han abierto este mes un capítulo histórico con el llamado QE (Quantitative Easing). Un plan masivo de compra de deuda pública por parte del Banco Central Europeo (BCE) que inyectará liquidez en el sistema durante un año y medio. ¿Los objetivos de esta transfusión? Aumentar la inflación y revitalizar la eurozona. ¿Qué ha motivado el BCE a lanzar este programa y hasta qué punto será efectivo? El artículo “Sobre la necesidad y la eficacia del QE del BCE” publicado en el último informe de ”la Caixa” Research aborda estas dos cuestiones.

La necesidad del QE del BCE

¿Por qué ahora?

El BCE ya había utilizado un amplio arsenal de instrumentos no ortodoxos para combatir la crisis de deuda soberana y la recesión económica, pero, hasta ahora, se había resistido a comprar deuda pública. La institución ya había reducido los tipos de interés a un nivel cercano a cero y, llegados a este punto, el BCE ha optado por una expansión cuantitativa.

Ambas medidas persiguen el mismo objetivo: incentivar el consumo y la inversión de familias y empresas. La diferencia entre una y otra radica en los canales de transmisión a la economía real. Reducir los tipos de interés a corto plazo buscaba modificar los de largo indirectamente. El QE, en cambio, se centra directamente en estos últimos. Comprando un activo a gran escala, el banco central baja su rentabilidad y abre la puerta a los inversores a recomponer su cartera con otros activos con rentabilidades más atractivas.

En cierto modo, el BCE se ha visto forzado a adoptar el QE por el impacto que tuvieron sobre el tipo de cambio del euro las políticas monetarias ultraexpansivas del resto de economías desarrolladas. Entre agosto de 2012 y marzo de 2014, el euro se apreció un 9,9% en términos nominales efectivos. Puesto que la inflación en la eurozona se encuentra en niveles muy bajos, al BCE no le ha quedado más remedio que lanzar su propio QE en aras de promover la estabilidad de precios.

¿Será efectivo?

Aunque es prematuro llegar a conclusiones sobre la efectividad de un programa que apenas ha empezado, estudios en el ámbito estadounidense consideran en general que las sucesivas rondas de QE en ese país evitaron una recesión más profunda en los Estados Unidos. Por ahora, las bolsas ya han notado el efecto del anuncio del plan este inicio de año y la depreciación del euro se ha visto reforzada. Este cambio será el principal canal impulsor de la economía de la eurozona, relanzando el sector exterior de algunos países y presionando al alza los precios de las importaciones. Todo ello debería ayudar a conseguir el objetivo de estabilidad de precios que persigue el BCE.

Si quieres conocer más información sobre las perspectivas ante el QE, te invitamos a leer el último informe de ”la Caixa” Research.

Recuerda que también puedes seguir @laCaixaResearch para estar al día de la actualidad económica y financiera.

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Los mercados europeos han abierto este mes un capítulo histórico con el llamado QE (Quantitative Easing). Un plan masivo de compra de deuda pública por parte del Banco Central Europeo (BCE) que inyectará liquidez en el sistema durante un año y medio. ¿Los objetivos de esta transfusión? Aumentar la inflación y revitalizar la eurozona. ¿Qué ha motivado el BCE a lanzar este programa y hasta qué punto será efectivo? El artículo “Sobre la necesidad y la eficacia del QE del BCE” publicado en el último informe de ”la Caixa” Research aborda estas dos cuestiones.

La necesidad del QE del BCE

¿Por qué ahora?

El BCE ya había utilizado un amplio arsenal de instrumentos no ortodoxos para combatir la crisis de deuda soberana y la recesión económica, pero, hasta ahora, se había resistido a comprar deuda pública. La institución ya había reducido los tipos de interés a un nivel cercano a cero y, llegados a este punto, el BCE ha optado por una expansión cuantitativa.

Ambas medidas persiguen el mismo objetivo: incentivar el consumo y la inversión de familias y empresas. La diferencia entre una y otra radica en los canales de transmisión a la economía real. Reducir los tipos de interés a corto plazo buscaba modificar los de largo indirectamente. El QE, en cambio, se centra directamente en estos últimos. Comprando un activo a gran escala, el banco central baja su rentabilidad y abre la puerta a los inversores a recomponer su cartera con otros activos con rentabilidades más atractivas.

En cierto modo, el BCE se ha visto forzado a adoptar el QE por el impacto que tuvieron sobre el tipo de cambio del euro las políticas monetarias ultraexpansivas del resto de economías desarrolladas. Entre agosto de 2012 y marzo de 2014, el euro se apreció un 9,9% en términos nominales efectivos. Puesto que la inflación en la eurozona se encuentra en niveles muy bajos, al BCE no le ha quedado más remedio que lanzar su propio QE en aras de promover la estabilidad de precios.

¿Será efectivo?

Aunque es prematuro llegar a conclusiones sobre la efectividad de un programa que apenas ha empezado, estudios en el ámbito estadounidense consideran en general que las sucesivas rondas de QE en ese país evitaron una recesión más profunda en los Estados Unidos. Por ahora, las bolsas ya han notado el efecto del anuncio del plan este inicio de año y la depreciación del euro se ha visto reforzada. Este cambio será el principal canal impulsor de la economía de la eurozona, relanzando el sector exterior de algunos países y presionando al alza los precios de las importaciones. Todo ello debería ayudar a conseguir el objetivo de estabilidad de precios que persigue el BCE.

Si quieres conocer más información sobre las perspectivas ante el QE, te invitamos a leer el último informe de ”la Caixa” Research.

Recuerda que también puedes seguir @laCaixaResearch para estar al día de la actualidad económica y financiera.

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La inflación y sus efectos sobre la economía https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/la-inflacion-y-sus-efectos-sobre-la-economia/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/la-inflacion-y-sus-efectos-sobre-la-economia/#respond Wed, 25 Feb 2015 10:38:47 +0000 CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=17076

Durante las últimas semanas, la agenda financiera ha estado marcada por el anuncio de una de las medidas más importantes que ha tomado el Banco Central Europeo (BCE) en los últimos meses: el llamado QE (quantitative easing). Esta medida, que consiste en comprar deuda pública a gran escala, tiene como objetivo final reactivar la economía y aumentar los niveles de inflación inaceptablemente bajos que llevan demasiado tiempo acechando la eurozona.

Los efectos de la inflación sobre la economía

Precisamente, sobre la evolución de los precios trata el artículo “Inflación a la baja y riesgo de deflación”, publicado en el último informe de ”la Caixa” Research. Pero, ¿qué es exactamente la inflación? Es la subida generalizada de precios de bienes y servicios en un periodo determinado. Para cuantificarla, se utiliza el Índice de Precios al Consumo (IPC), un indicador que mide la variación de los precios de un conjunto de productos en relación con el periodo anterior. Si los precios caen respecto al año anterior, la inflación se sitúa en terreno negativo. Una tasa de inflación negativa de forma persistente, un fenómeno también llamado deflación, tiene un efecto nocivo para la economía, haciendo mella en las expectativas de los hogares y las empresas sobre la evolución futura de los precios, que pueden acabar posponiendo sus decisiones de consumo e inversión. Asimismo, una tasa de inflación muy alta de forma sostenida, lo que se conoce como hiperinflación, también es perjudicial para la economía. Por ello, el principal mandato de la autoridad monetaria es mantener la estabilidad de los precios (con un objetivo del 2%).

Objetivo del QE: reactivar la economía

Antes del QE, el BCE ya había usado un amplio arsenal de políticas monetarias expansivas para inyectar liquidez a las economías de la eurozona. Para ello, había “abierto el grifo” del crédito a los bancos con la pretensión de incrementar el dinero en circulación. En teoría, ello debería propiciar un mayor consumo e inversión, lo que repercute en la reactivación de la economía y, a su vez, presiona al alza los precios.

Sin embargo, toda esta liquidez no ha acabado llegando a la economía real. ¿Por qué? A grandes rasgos, las causas obedecen a dos grandes factores. Por un lado, la concesión de crédito se ha mantenido débil. Ello se debe a que la demanda de financiación ha sido prácticamente nula dado el proceso de desapalancamiento en el que se encuentra el sector privado. A su vez, la nueva normativa de regulación bancaria tampoco ha contribuido a propiciar un escenario favorable para una mayor concesión de crédito. Por otro lado, el escenario económico de incertidumbre tampoco ha incentivado a empresas y a hogares ni a invertir ni a consumir.

Por ello, con esta nueva medida, el BCE inyectará liquidez (y, en última instancia, aumentará la inflación) comprando títulos de deuda pública de forma que esa liquidez sí llegue a la economía real gracias a una reducción de los costes de financiación de las empresas.

Si quieres profundizar más en un concepto tan de actualidad como el que exponemos, te invitamos a leer el dossier “Expectativas de inflación” en último número del Informe Mensual de ”la Caixa” Research de febrero de 2015.

También puedes seguir @laCaixaResearch para estar al día de la actualidad económica y financiera.

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Durante las últimas semanas, la agenda financiera ha estado marcada por el anuncio de una de las medidas más importantes que ha tomado el Banco Central Europeo (BCE) en los últimos meses: el llamado QE (quantitative easing). Esta medida, que consiste en comprar deuda pública a gran escala, tiene como objetivo final reactivar la economía y aumentar los niveles de inflación inaceptablemente bajos que llevan demasiado tiempo acechando la eurozona.

Los efectos de la inflación sobre la economía

Precisamente, sobre la evolución de los precios trata el artículo “Inflación a la baja y riesgo de deflación”, publicado en el último informe de ”la Caixa” Research. Pero, ¿qué es exactamente la inflación? Es la subida generalizada de precios de bienes y servicios en un periodo determinado. Para cuantificarla, se utiliza el Índice de Precios al Consumo (IPC), un indicador que mide la variación de los precios de un conjunto de productos en relación con el periodo anterior. Si los precios caen respecto al año anterior, la inflación se sitúa en terreno negativo. Una tasa de inflación negativa de forma persistente, un fenómeno también llamado deflación, tiene un efecto nocivo para la economía, haciendo mella en las expectativas de los hogares y las empresas sobre la evolución futura de los precios, que pueden acabar posponiendo sus decisiones de consumo e inversión. Asimismo, una tasa de inflación muy alta de forma sostenida, lo que se conoce como hiperinflación, también es perjudicial para la economía. Por ello, el principal mandato de la autoridad monetaria es mantener la estabilidad de los precios (con un objetivo del 2%).

Objetivo del QE: reactivar la economía

Antes del QE, el BCE ya había usado un amplio arsenal de políticas monetarias expansivas para inyectar liquidez a las economías de la eurozona. Para ello, había “abierto el grifo” del crédito a los bancos con la pretensión de incrementar el dinero en circulación. En teoría, ello debería propiciar un mayor consumo e inversión, lo que repercute en la reactivación de la economía y, a su vez, presiona al alza los precios.

Sin embargo, toda esta liquidez no ha acabado llegando a la economía real. ¿Por qué? A grandes rasgos, las causas obedecen a dos grandes factores. Por un lado, la concesión de crédito se ha mantenido débil. Ello se debe a que la demanda de financiación ha sido prácticamente nula dado el proceso de desapalancamiento en el que se encuentra el sector privado. A su vez, la nueva normativa de regulación bancaria tampoco ha contribuido a propiciar un escenario favorable para una mayor concesión de crédito. Por otro lado, el escenario económico de incertidumbre tampoco ha incentivado a empresas y a hogares ni a invertir ni a consumir.

Por ello, con esta nueva medida, el BCE inyectará liquidez (y, en última instancia, aumentará la inflación) comprando títulos de deuda pública de forma que esa liquidez sí llegue a la economía real gracias a una reducción de los costes de financiación de las empresas.

Si quieres profundizar más en un concepto tan de actualidad como el que exponemos, te invitamos a leer el dossier “Expectativas de inflación” en último número del Informe Mensual de ”la Caixa” Research de febrero de 2015.

También puedes seguir @laCaixaResearch para estar al día de la actualidad económica y financiera.

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