INNOVACIÓN

El ‘smartphone’ del futuro serás tú

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El ‘smartphone’ del futuro serás tú
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CaixaBank

20 Enero, 2020


Todo comenzó con un aparato que nos permitía hablar con cualquiera en cualquier parte. Los teléfonos móviles, populares a partir de los años 90, multiplicaron nuestra capacidad de comunicación. Poco a poco, esos terminales fueron aumentando sus funciones hasta convertirse en ‘smartphones’. Gracias a su conexión a internet, pasamos a tener el mundo entero en la palma de la mano. Compras, operaciones bancarias, consultas, entretenimiento… los ‘smartphones’ están tan integrados en nuestro día a día que, a estas alturas, prescindir de ellos nos resultaría complicado.

El ‘smartphone’ es el ejemplo perfecto de cómo, poco a poco, la tecnología se ha ido acercando cada vez más a nuestro cuerpo para aumentar nuestras capacidades. Nos hemos convertido en seres hiperconectados gracias a estos dispositivos que llevamos siempre encima y a sus aplicaciones. Hoy somos capaces de averiguar, en cuestión de segundos, qué canción está sonando o cuándo llegará el próximo autobús, algo impensable no hace tanto tiempo.

Sin embargo, la capacidad que tiene la tecnología para ampliar nuestras habilidades no se va a quedar en un dispositivo con un montón de apps instaladas. La idea es que el ‘smartphone del futuro esté tan integrado con nosotros que ni siquiera lo tengamos que sostener en la mano. De hecho, la idea es que el ‘smartphone’ del futuro seamos nosotros mismos.

Vestir un 'smartphone', el primer paso

Todavía queda un buen trecho que recorrer antes de llegar a ese punto. Sin embargo, la tecnología ya se va acercando cada vez más a nuestro cuerpo. Empezando por nuestro ‘smartphone’, al que ya han comenzado a salir periféricos que vestimos.

Este es el caso de los ‘wearables’ o tecnología ponible. Cuando oímos ese término, normalmente pensamos en los relojes inteligentes o en las pulseras capaces de monitorizar nuestra actividad y enviar los datos a nuestro ‘smartphone’. Sin embargo, el concepto de ‘wearable’ alcanza cada día una nueva cota. Esto es algo que se aprecia fácilmente en el CES de Las Vegas, la mayor feria tecnológica del mundo, donde estos dispositivos ganan cada año más protagonismo.

En el CES 2020 se ha presentado un ‘wearable’ que promete ayudarnos a entrenar nuestro cerebro para dormir mejor. Se trata de una diadema con electrodos capaz de medir la actividad cerebral mediante tecnología de encefalograma. Para ello, basta con utilizarla 20 minutos tres días a la semana, a cualquier hora del día. Una aplicación recibe la información y busca cómo mejorar las ondas cerebrales relacionadas con el sueño. A partir de ahí, el ‘smartphone’ propone una serie de ejercicios personalizados para activar esas mismas ondas de manera natural y mejorar la calidad del sueño. Nada que ver con el viejo método de contar ovejas.

También se han presentado auriculares que nos permiten mantener conversaciones en varios idiomas porque ellos mismos se encargan de escuchar y traducir en tiempo real. Y ya se preparan ‘wearables’ capaces de conseguir que una persona de 70 años tenga una memoria similar a la de un joven de 20.

Más allá de un uso personal, ‘smartphones’ y ‘wearables’ tienen la capacidad de transformar incluso nuestro papel en la sociedad. Así, ya se utilizan los datos que recoge nuestro teléfono mientras conducimos para alertar a otros conductores sobre la presencia de atascos.

Es un primer paso hacia lo que será la próxima ciudad conectada, en la que peatones, ciclistas, vehículos e incluso infraestructuras intercambiarán datos para optimizar la movilidad. Esto quiere decir que nos convertiremos en nodos de información gracias a nuestros ‘smartphones’ y nuestros ‘wearables’, y lo haremos sin darnos cuenta.

El camino hacia la piel

El objetivo que persiguen todos estos avances tecnológicos es el de conseguir mejorar nuestras vidas. Una misión que cumplirán mejor cuanto más cerca de nosotros se encuentren: a mayor integración, más transparente nos resultará su uso. De hecho, todo apunta a que, en el futuro, se borrarán cada vez más las barreras que separan la tecnología del cuerpo humano para que ambos acaben por fundirse.

Esta tendencia se puede observar fácilmente en la evolución de los dispositivos que se utilizan para medir y analizar nuestras constantes biológicas, y cómo se acercan cada vez más a nosotros. Pasaremos de vestirlos a integrarlos directamente en nuestra piel.

El desarrollo de dispositivos como las pulseras de actividad o los pulsómetros ha dado paso al de la ropa inteligente, capaz de monitorizar la frecuencia cardíaca, la respiración, los pasos o la intensidad de la actividad. Un papel que asumirán en breve los tatuajes electrónicos: ya se han desarrollado dispositivos con tintas biosensibles que cambian de color en función de nuestro nivel de glucosa, sodio o pH.

'Biohacking', el futuro ya está aquí

El siguiente paso en este sentido consiste en traspasar la barrera de la piel para que la tecnología pase a formar parte de nuestro organismo. Ya no necesitaremos gafas especiales y pantallas para ver la realidad aumentada o un ‘smartphone’ para abrir el coche.

Esta es la filosofía que se encuentra detrás del ‘biohacking’, un movimiento que apuesta por integrar dispositivos en el cuerpo humano para potenciar sus capacidades físicas y mentales. Ya existen algunos ejemplos de lo que se puede lograr: el implante de un microchip en la retina logró devolver la vista a tres personas ciegas hace una década. Además, un artista británico es capaz de oír los colores gracias a una antena conectada a su cerebro, y su país ya lo ha reconocido legalmente como cíborg.

De cara al futuro, el ‘biohacking’ ya busca cómo lograr que haya humanos capaces de ver en la oscuridad o de almacenar cantidades de información inimaginables gracias al uso de chips, sensores y antenas. Sin embargo, el camino para que todos nos convirtamos en superhumanos gracias a la tecnología todavía deberá superar algunas etapas importantes, como las relacionadas con la ética y la regulación que afectan el ‘biohacking’.

Hasta que llegue ese día, los dispositivos que nos facilitan la vida se van aproximando poco a poco a nosotros para aumentar nuestras capacidades. ¿Quién sabe? Tal vez las llamadas del futuro no serán telefónicas, sino telepáticas, simplemente porque nos habremos convertido en nuestro propio teléfono.

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