El último año ha estado dominado por una palabra: pandemia. La crisis sanitaria y económica causada por la irrupción de la COVID-19 ha acaparado la atención de todo el planeta y se ha convertido en el gran enemigo a batir. Personas de todo el mundo siguen preocupadas a diario por la evolución de este problema, que parece no dejar espacio a nada más.
Sin duda, la pandemia se ha convertido en el problema más urgente que debe afrontar la humanidad. Esa es la razón por la que gobiernos, empresas y organismos de todo tipo dedican sus esfuerzos a plantarle cara. Sin embargo, no es el único desafío que necesitamos superar. Hay otros que no solo suponen una grave amenaza para la economía de todo el planeta, sino también para la vida de miles de personas.
Este es el caso del cambio climático, una amenaza silenciosa que no podemos permitirnos perder de vista. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula en 250.000 las muertes adicionales que provocará cada año este problema en todo el mundo, entre 2030 y 2050.
Que el cambio climático es una de las grandes dificultades a las que debemos hacer frente es algo que está fuera de toda duda. Sin embargo, en medio de una crisis global que acapara la atención y preocupación de los ciudadanos, ¿queda espacio para pensar en el futuro del planeta? ¿Qué ocurre con nuestra concienciación medioambiental en plena pandemia? Los datos indican que no solo no se ha debilitado, sino que ha salido reforzada. Y la educación ambiental puede ayudarnos a aprovechar este impulso para avanzar hacia un futuro sostenible.