El director general de “la Caixa” la concibió como una entidad benéfica que ofrece sus servicios a los trabajadores gratuitamente, pero no como una institución caritativa. “Esta institución será en su esencia moral, entidad humanitaria, pero, por los medios de que se valdrá para lograr sus fines, será organismo eminentemente económico”, afirmaba.
Moragas imprimió a “la Caixa” un fuerte ritmo en los años de su despegue. “la Caixa”, que surgió con ínfimos recursos, fue un modelo extraordinario de cómo unos profesionales y directivos motivados y capaces, la cultura que desarrollaron y la tecnología que emplearon fueron más determinantes que su músculo financiero.
Entre las innovaciones que desarrolló Moragas destaca un conjunto de operaciones de pasivo que rompían con la tradicional y única libreta de ahorro que poseían todas las cajas de la época. Desde 1905 se crearon pensiones de vejez e invalidez con aportaciones individuales o conjuntas de patronos y obreros. En los años siguientes, se presentaron nuevos productos, como las libretas sociales de ahorro, las libretas de ahorro al portador o las imposiciones de ahorro a dos años fecha.
En 1917 se lanzó su operación estrella: las cuentas de ahorro, que no eran otra cosa que las archiconocidas cuentas corrientes, con las que la entidad entró en plena competencia con los bancos. Así llegaba a personas con recursos relativamente elevados. Además de una acelerada captación de clientes, “la Caixa” logró diversificarlos: el obrero industrial de las ciudades, pero también el pequeño propietario, el aparcero, el comerciante modesto o el artesano de las comarcas no industrializadas.
En cuanto a las operaciones activas, a partir de 1912 entró en el crédito personal y, en 1916, en el crédito hipotecario social (para casas baratas, escuelas, obras públicas, cooperación agrícola y actividades culturales). Su objetivo era utilizar el crédito para potenciar la actividad económica y el bienestar de sus clientes que, en general, pertenecían a los estratos inferiores de la sociedad.
Incluso la apertura de nuevas oficinas, parte esencial de la expansión de la entidad, se concibió como un servicio a la sociedad. Moragas estableció que “estas oficinas no solo sirven a la Caja de Pensiones para la realización de sus operaciones, sino que también constituyen para ella un medio eficacísimo de actuación pública, y le permite prestar auxilio a personas, entidades y corporaciones”. Hoy, la entidad mantiene intacto este principio. Una muestra de ello es la apuesta por potenciar su red de oficinas rurales, que le permiten promover la inclusión financiera y extender su Acción Social a poblaciones dispersas.
Moragas también consideraba que las cajas de ahorro debían tener una función educadora. Para él, impulsar la concienciación de los obreros en la previsión, el ahorro y los seguros era el modo de hacer una sociedad más justa, una sociedad mejor. Una filosofía que todavía hoy perdura en la entidad y que ha evolucionado en un Plan de Cultura Financiera específico con diversas iniciativas de difusión entre la población.
La apuesta por la responsabilidad social de CaixaBank desde sus orígenes es una de las principales razones por las que la entidad ha perdurado en el tiempo. La visión a largo plazo que tenían sus valores fundacionales, moldeados por Moragas, lo hizo posible.