En Estados Unidos hay un dicho muy popular que se atribuye a Benjamin Franklin: “Cuidado con los pequeños gastos; un pequeño agujero puede hundir un barco grande”. Es una buena manera de explicar lo que puede ocurrir con esos gastos que realizamos sin darnos cuenta, pero que al cabo del tiempo suponen una cantidad considerable.
Normalmente, no damos importancia a los gastos hormiga. Esa es la razón principal por la que escapan de nuestro control y terminan por torpedear nuestro presupuesto. Por eso es tan importante aprender a reconocerlos y mantenerlos vigilados.
Al hablar de gastos hormiga, enseguida se nos viene a la mente el café que tomamos en la oficina a media mañana. Efectivamente, es el ejemplo más evidente: un gasto repetido que solemos pagar en efectivo y al que apenas damos importancia, porque nos solemos fijar más en los grandes desembolsos, como el alquiler o la factura del gas.
Pedir un café un día es, en realidad, un desembolso pequeño e inofensivo. El problema viene cuando sumamos todos los que nos tomamos en un año y nos damos cuenta de que nos hemos gastado más de ciento cincuenta euros en cafés. Y que esa era justo la cantidad que nos faltaba para comprarnos esa bicicleta que tanta falta nos hace.
Lo que ocurre es que el café es solo uno de los miembros del ejército de hormigas que trabajan en contra de nuestro presupuesto. Hay muchas otras que no son tan evidentes, pero que juntas pueden causar un problema mucho mayor.