La rueda permitió mucho más que recorrer grandes distancias en tiempos que, antes de su invención, eran inimaginables. Fue la impulsora de muchos otros desarrollos claves en la historia de la humanidad.
Pensemos en un carro con ruedas que transportaba excedentes de grano en vasijas para su venta en Mesopotamia, hace unos 5.000 años. Este artilugio resume en gran medida la enorme influencia de la rueda en el avance de la economía y la civilización.
Los excedentes de grano que lleva ese vehículo están ahí en buena parte porque la rueda ha simplificado enormemente el trabajo del agricultor. Ahora se apoya en carros tirados por animales para transportar semillas y cosechas. Esto optimiza las labores agrícolas y, con ello, la producción aumenta.
Además, gracias a la rueda esos excedentes de grano llegaban a los habitantes de lugares lejanos, que podían alimentar con ellos a sus familias y multiplicar así la población. Incluso se utilizaban para realizar préstamos, en lo que se considera como las primeras transacciones bancarias de la historia.
Por otra parte, el trasiego de carros como ese contribuyó al desarrollo del comercio de larga distancia y, con él, a la invención de la escritura cuneiforme para que los comerciantes pudieran comunicarse con sus clientes de otras ciudades.
Por supuesto, ese tipo de comercio estimuló también el desarrollo y conservación de vías adecuadas para que circularan por ellas carros con ruedas. Esas vías facilitarían aún más el intercambio económico y cultural que favorece la innovación, además del transporte de tropas y la expansión de los imperios.
No hay más que pensar en las calzadas romanas: un estudio de la Universidad de Copenhague muestra que, 2.000 años después, continúan generando prosperidad económica en las zonas por las que pasaban.
Los investigadores se encontraron con que esta relación entre vías antiguas y prosperidad actual no se da en Oriente Próximo y el norte de África. La razón es muy sencilla: allí preferían utilizar caravanas de camellos a carros con ruedas para el transporte. Así que no necesitaban construir calzadas ni, sobre todo, mantenerlas a lo largo de los siglos.