1. La educación debe adaptarse a la edad del pequeño: la ecuación idónea consiste en tener un mayor control del uso de Internet por parte del menor cuanto más pequeño es, para ir avanzando en la relajación de las normas pero ir creciendo en la información que se le facilita conforme va creciendo y su “vida digital” se va pareciendo cada vez más a la de un adulto
2. Establecer unas normas de uso: al igual que al pequeño se le dictan normas para cualquier otro aspecto de su vida —horarios de llegada a casa, tiempo dedicado a los estudios, etcétera—, el uso de la tecnología y la conexión a Internet también deben tener reglas perfectamente delimitadas: sitios web que se pueden visitar, aplicaciones permitidas, tiempo de conexión…
3. Tener muy claro para qué se usa Internet: juegos, redes sociales, aplicaciones educativas, ocio… Internet ofrece todo tipo de experiencias y por eso es importante que los más jóvenes aprendan cuanto antes las posibilidades que ofrece y, desde luego, que el adulto sepa a qué se dedica el menor cuando se conecta a la red.
4. Comunicación constante: es fundamental que el menor sienta que puede expresar sus deseos y dudas con respecto a Internet, sobre todo cuando se acerca a la adolescencia y su uso comienza a ser más intensivo. Este punto es fundamental una vez que acceden a las redes sociales o adquieren su primer dispositivo conectado. Una comunicación fluida puede ayudar a detectar casos de ciberbullyng, malos usos de Internet y otros problemas que se pueden derivar de un uso incorrecto de la red.
5. Buscar asesoramiento y ayuda online: como hemos visto en este artículo, Internet ofrece multitud de herramientas y plataformas a las que padres y educadores pueden recurrir para informarse sobre seguridad en Internet y controlar la actividad de los menores. De hecho, el INCIBE tiene una web de ayuda online a la que se puede acudir en los casos más complejos —es un servicio gratuito y confidencial.