Para comprenderlo, debemos remontarnos a uno de los capítulos más estudiados de la historia: la Segunda Guerra Mundial. Cuando esta finalizó, el 7 de mayo de 1945, el escenario que se le presentó a Europa fue desolador: el continente quedó devastado por una guerra que se cobró 40 millones de vidas y en él el beneficio económico y social se presentaban inalcanzables.
En medio de este contexto desesperanzador, Estados Unidos decidió tomar cartas en el asunto y ayudar a los países europeos. ¿Cómo? Aprobando, en 1947, la ejecución del Plan Marshall, un programa que invertiría 13.300 millones de dólares en la reconstrucción económica de Europa. Del total, se estima que 3.400 se invirtieron en materias primas y productos semi facturados, 3.200 en comida, fertilizantes y lienzo, 1.900 en maquinaria y vehículos y 1.600 en combustible.
A pesar de la negativa de los partidos comunistas plan Marshall, el plan fue acogido con los brazos abiertos por 16 países europeos, los cuales crearon la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE) con el fin de gestionar eficientemente las ayudas. El país más beneficiado fue el Reino Unido (26 %), seguido de Francia (18 %) y Alemania Occidental (11 %).
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