Existen muchos motivos por los cuales alguien no está interesado en dejar una huella digital o en que esta no sea visible.
Buscarle un regalo a tu pareja sin dejar rastro para que sea una sorpresa o evitar que una sesión quede registrada en un ordenador público son razones suficientes para buscar privacidad.
Cada vez que se usa internet se deja una huella digital. Usar la red genera una serie de datos que permanecen ahí. Otra cosa es que sean legibles o puedan apuntar a una persona concreta. Algunas de estas huellas son:
– Las cookies. Son fragmentos de texto que se depositan en el navegador que utilizamos y que tienen diferentes objetivos. Básicamente, saber quiénes somos o cómo somos. Están muy relacionadas con la publicidad digital y, aunque parecen estar a un paso de desaparecer en este contexto, todavía se resisten a decir adiós. Hay fórmulas para que se borren tras cerrar la pestaña, como ocurre en la navegación oculta.
– La dirección IP. Es el conjunto de números que identifica a tu red y tu dispositivo. Con esta dirección sería posible llegar a saber quién se ha conectado a un sistema y desde dónde.
– Los inicios de sesión son otro elemento que deja huella. Por ejemplo, cuando se accede a Twitter, Gmail o la web de la Agencia Tributaria, se genera una huella digital en sus respectivos servidores. Esto es inevitable, se use el sistema que se use.
La navegación oculta es una forma de navegar casi idéntica a la navegación normal, pero que cuenta con la particularidad de que las cookies, los datos del sitio web (historial) y la información introducida en formularios no se almacenan. Sí se almacenan en el dispositivo los datos descargados, marcadores web incluidos.
La navegación oculta es perfecta para acceder a lugares sin dejar rastro en local, es decir, en el navegador que estamos usando. No obstante, si iniciamos sesión en Twitter desde una pestaña en modo de incógnito, Twitter sabrá que lo hemos hecho, pero no constará en el historial de navegación.
Es importante destacar que la navegación de incógnito no es anónima. Los servidores visitados seguirán conociendo tu IP. Deja huella digital, aunque no sea en el navegador.
Las redes privadas virtuales, en inglés VPN, son una extensión de la red local a través de una red pública. Es decir, son una forma de construir una red dentro de otra para que la información que se transmite sea menos visible.
Esto último es muy frecuente en el mundo empresarial. Las empresas configuran una VPN con control de accesos, de forma que solo sus empleados pueden acceder por la “puerta” virtual al negocio. Las VPN también se suelen utilizar para aumentar la privacidad durante la navegación. Eso sí, aunque estas redes suelen añadir una capa de cifrado, no son invulnerables.
Conviene señalar tres factores importantes: las VPN no te hacen invisible, no son un antivirus y no protegen totalmente la información. Son una forma de pasar más desapercibido o poder conectarse a un servidor específico. Sigue siendo necesario adoptar las precauciones habituales al utilizar internet. Por ejemplo, no descargar archivos sospechosos, cuidar la información que compartimos para preservar nuestra privacidad y mantener actualizados el sistema operativo y las aplicaciones.