Hace años que Europa trabaja por conseguir un futuro sostenible dentro y fuera de sus fronteras. La llegada de Ursula von der Leyen a la presidencia de la Comisión Europea le dio un nuevo impulso a este objetivo, especialmente tras la aprobación del Pacto Verde Europeo (PVE), en el que se detallaban las tres grandes transiciones que debía llevar a cabo la eurozona para alcanzar su meta: la climática, la energética y la digital.
Antes de que el PVE viera la luz, Europa ya había dado vía libre al Plan de Acción: Financiar el Desarrollo Sostenible, un programa centrado en las reformas financieras que sería necesario acometer para afrontar esta gran transición.
El programa consta de tres objetivos, que se concretan en 10 acciones, entre las que destaca la elaboración de un sistema de clasificación de la UE para las actividades sostenibles. Y es aquí donde entra la taxonomía medioambiental, que no es otra cosa que una clasificación de las actividades económicas según su grado de sostenibilidad ambiental con el fin de evitar que empresas, gobiernos o inversores otorguen a sus operaciones un carácter sostenible que en realidad no tienen.