> economía mundial – El Blog de CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank El Blog de CaixaBank Fri, 21 Apr 2023 13:58:40 +0000 es-ES hourly 1 Cambio climático y pandemia: la conciencia verde se abre paso https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/cambio-climatico-y-pandemia-la-conciencia-verde-se-abre-paso/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/cambio-climatico-y-pandemia-la-conciencia-verde-se-abre-paso/#respond Tue, 26 Jan 2021 07:19:46 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=39898

El último año ha estado dominado por una palabra: pandemia. La crisis sanitaria y económica causada por la irrupción de la COVID-19 ha acaparado la atención de todo el planeta y se ha convertido en el gran enemigo a batir. Personas de todo el mundo siguen preocupadas a diario por la evolución de este problema, que parece no dejar espacio a nada más.

Sin duda, la pandemia se ha convertido en el problema más urgente que debe afrontar la humanidad. Esa es la razón por la que gobiernos, empresas y organismos de todo tipo dedican sus esfuerzos a plantarle cara. Sin embargo, no es el único desafío que necesitamos superar. Hay otros que no solo suponen una grave amenaza para la economía de todo el planeta, sino también para la vida de miles de personas.

Este es el caso del cambio climático, una amenaza silenciosa que no podemos permitirnos perder de vista. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula en 250.000 las muertes adicionales que provocará cada año este problema en todo el mundo, entre 2030 y 2050.

Que el cambio climático es una de las grandes dificultades a las que debemos hacer frente es algo que está fuera de toda duda. Sin embargo, en medio de una crisis global que acapara la atención y preocupación de los ciudadanos, ¿queda espacio para pensar en el futuro del planeta? ¿Qué ocurre con nuestra concienciación medioambiental en plena pandemia? Los datos indican que no solo no se ha debilitado, sino que ha salido reforzada. Y la educación ambiental puede ayudarnos a aprovechar este impulso para avanzar hacia un futuro sostenible.

El cambio climático, en el punto de mira

Según el dossier “La gran oportunidad verde tras la COVID-19” recogido por CaixaBank Research en su último informe mensual, la preocupación por el cambio climático ha aumentado en los últimos años, una tendencia que no se ha paralizado por la irrupción de la pandemia. En concreto, el dossier menciona una encuesta global de Ipsos realizada la pasada primavera, en la que el 70% de los participantes consideraba el cambio climático como una crisis de similar envergadura a la causada por el coronavirus.

El análisis también alude a una encuesta de Pew Research que indica que el cambio climático es la mayor preocupación en el conjunto de países encuestados por segundo año consecutivo, incluso por delante de la evolución de la pandemia o la situación de la economía mundial.

Tal y como se explica en el dossier, los efectos de la COVID-19 sobre la concienciación medioambiental han consistido en un aumento de esta, así como una mayor percepción de los beneficios que supone vivir en un mundo menos contaminante. La clave ha sido la reducción de la polución durante las primeras semanas de confinamiento estricto, que ha permitido a muchos ciudadanos observar por sí mismos cómo les beneficiaba vivir en un entorno más limpio.

Una chispa para provocar el cambio

La mayor conciencia ecológica que ha traído la pandemia se puede traducir en cambios reales en el día a día de los ciudadanos hacia un consumo más responsable, capaz de impactar en el cambio climático. El dossier de CaixaBank Research apunta, de hecho, a una ventana de oportunidad que se produce ahora para consolidar hábitos como la apuesta por los productos locales, que puede ayudar a reducir las emisiones contaminantes.

También las empresas han vuelto su mirada hacia cuestiones medioambientales, tanto por la presión de sus clientes como por la propia concienciación de gestores, accionistas o trabajadores. Incluso el plan de recuperación europeo Next Generation EU (NGEU) destaca por el elevado peso que tendrán los proyectos que contribuirán a la lucha contra el cambio climático y, al mismo tiempo, a reconstruir la economía de la zona en clave sostenible.

Cómo aprovechar la oportunidad

Con la conciencia medioambiental en un nivel y con un alcance nunca vistos hasta ahora, el momento no puede ser más propicio para afrontar definitivamente la amenaza del cambio climático. En este contexto, la educación ambiental es la mejor herramienta que tenemos a nuestro alcance para apuntalarla.

Se trata, básicamente, de ayudar a los ciudadanos a aumentar su comprensión sobre los desafíos ambientales que afrontamos y, con ella, facilitar la toma de decisiones informadas y responsables al respecto.

Tal y como enumera el Consejo Europeo, la educación medioambiental persigue cinco objetivos principales: concienciar a las personas sobre los problemas que sufre el medio ambiente; aportar los conocimientos necesarios en temas medioambientales; generar un mayor interés hacia la conservación del planeta; compartir aptitudes útiles para resolver los problemas medioambientales; crear sentido de responsabilidad en las acciones que realizamos todos cada día y reflexionar sobre ellas.

Se trata de un proceso continuo que nos permite saber qué gestos pueden ayudar a enfrentar problemas como el cambio climático, así como las consecuencias e impactos que tienen nuestras propias acciones.

En este sentido, existen muchos recursos que podemos aprovechar, como test para poner a prueba nuestros conocimientos sobre el cambio climático o listados de acciones en nuestra vida cotidiana que nos permitirán ayudar a construir ciudades más ecológicas.

Los beneficios que una adecuada conciencia medioambiental suponen para el planeta son ilimitados, especialmente si la inculcamos en los más jóvenes, que son quienes recogerán nuestro testigo en el cuidado del planeta. No habrá un mejor momento que el presente para comenzar a cultivarla.

]]>

El último año ha estado dominado por una palabra: pandemia. La crisis sanitaria y económica causada por la irrupción de la COVID-19 ha acaparado la atención de todo el planeta y se ha convertido en el gran enemigo a batir. Personas de todo el mundo siguen preocupadas a diario por la evolución de este problema, que parece no dejar espacio a nada más.

Sin duda, la pandemia se ha convertido en el problema más urgente que debe afrontar la humanidad. Esa es la razón por la que gobiernos, empresas y organismos de todo tipo dedican sus esfuerzos a plantarle cara. Sin embargo, no es el único desafío que necesitamos superar. Hay otros que no solo suponen una grave amenaza para la economía de todo el planeta, sino también para la vida de miles de personas.

Este es el caso del cambio climático, una amenaza silenciosa que no podemos permitirnos perder de vista. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula en 250.000 las muertes adicionales que provocará cada año este problema en todo el mundo, entre 2030 y 2050.

Que el cambio climático es una de las grandes dificultades a las que debemos hacer frente es algo que está fuera de toda duda. Sin embargo, en medio de una crisis global que acapara la atención y preocupación de los ciudadanos, ¿queda espacio para pensar en el futuro del planeta? ¿Qué ocurre con nuestra concienciación medioambiental en plena pandemia? Los datos indican que no solo no se ha debilitado, sino que ha salido reforzada. Y la educación ambiental puede ayudarnos a aprovechar este impulso para avanzar hacia un futuro sostenible.

El cambio climático, en el punto de mira

Según el dossier “La gran oportunidad verde tras la COVID-19” recogido por CaixaBank Research en su último informe mensual, la preocupación por el cambio climático ha aumentado en los últimos años, una tendencia que no se ha paralizado por la irrupción de la pandemia. En concreto, el dossier menciona una encuesta global de Ipsos realizada la pasada primavera, en la que el 70% de los participantes consideraba el cambio climático como una crisis de similar envergadura a la causada por el coronavirus.

El análisis también alude a una encuesta de Pew Research que indica que el cambio climático es la mayor preocupación en el conjunto de países encuestados por segundo año consecutivo, incluso por delante de la evolución de la pandemia o la situación de la economía mundial.

Tal y como se explica en el dossier, los efectos de la COVID-19 sobre la concienciación medioambiental han consistido en un aumento de esta, así como una mayor percepción de los beneficios que supone vivir en un mundo menos contaminante. La clave ha sido la reducción de la polución durante las primeras semanas de confinamiento estricto, que ha permitido a muchos ciudadanos observar por sí mismos cómo les beneficiaba vivir en un entorno más limpio.

Una chispa para provocar el cambio

La mayor conciencia ecológica que ha traído la pandemia se puede traducir en cambios reales en el día a día de los ciudadanos hacia un consumo más responsable, capaz de impactar en el cambio climático. El dossier de CaixaBank Research apunta, de hecho, a una ventana de oportunidad que se produce ahora para consolidar hábitos como la apuesta por los productos locales, que puede ayudar a reducir las emisiones contaminantes.

También las empresas han vuelto su mirada hacia cuestiones medioambientales, tanto por la presión de sus clientes como por la propia concienciación de gestores, accionistas o trabajadores. Incluso el plan de recuperación europeo Next Generation EU (NGEU) destaca por el elevado peso que tendrán los proyectos que contribuirán a la lucha contra el cambio climático y, al mismo tiempo, a reconstruir la economía de la zona en clave sostenible.

Cómo aprovechar la oportunidad

Con la conciencia medioambiental en un nivel y con un alcance nunca vistos hasta ahora, el momento no puede ser más propicio para afrontar definitivamente la amenaza del cambio climático. En este contexto, la educación ambiental es la mejor herramienta que tenemos a nuestro alcance para apuntalarla.

Se trata, básicamente, de ayudar a los ciudadanos a aumentar su comprensión sobre los desafíos ambientales que afrontamos y, con ella, facilitar la toma de decisiones informadas y responsables al respecto.

Tal y como enumera el Consejo Europeo, la educación medioambiental persigue cinco objetivos principales: concienciar a las personas sobre los problemas que sufre el medio ambiente; aportar los conocimientos necesarios en temas medioambientales; generar un mayor interés hacia la conservación del planeta; compartir aptitudes útiles para resolver los problemas medioambientales; crear sentido de responsabilidad en las acciones que realizamos todos cada día y reflexionar sobre ellas.

Se trata de un proceso continuo que nos permite saber qué gestos pueden ayudar a enfrentar problemas como el cambio climático, así como las consecuencias e impactos que tienen nuestras propias acciones.

En este sentido, existen muchos recursos que podemos aprovechar, como test para poner a prueba nuestros conocimientos sobre el cambio climático o listados de acciones en nuestra vida cotidiana que nos permitirán ayudar a construir ciudades más ecológicas.

Los beneficios que una adecuada conciencia medioambiental suponen para el planeta son ilimitados, especialmente si la inculcamos en los más jóvenes, que son quienes recogerán nuestro testigo en el cuidado del planeta. No habrá un mejor momento que el presente para comenzar a cultivarla.

]]>
https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/cambio-climatico-y-pandemia-la-conciencia-verde-se-abre-paso/feed/ 0
El efecto mariposa y la economía tras la I Guerra Mundial https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/el-efecto-mariposa-y-la-economia-tras-la-guerra-mundial/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/el-efecto-mariposa-y-la-economia-tras-la-guerra-mundial/#respond Fri, 14 Dec 2018 14:01:36 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=28316

El efecto mariposa, vinculado a la teoría del caos, asegura que el aleteo de un insecto en Hong Kong puede causar una tempestad en Estados Unidos. Ambos conceptos se utilizan para explicar algo tan complejo como el universo, que es un sistema caótico, flexible e impredecible. Tal vez sea la única manera de aclarar por qué una serie de hechos aparentemente inconexos entre ellos, sobre los cuales los historiadores todavía no han llegado a ponerse de acuerdo, desembocó en la I Guerra Mundial. Y por qué algunos de sus efectos económicos todavía se dejan notar hoy en día.

La Gran Guerra finalizó hace un siglo con el armisticio de Compiègne, después de cobrarse más de 17 millones de vidas humanas. El conflicto cambió la economía global y lo hizo para siempre. Nadie esperaba una guerra tan larga y los países tuvieron que intervenir para sostener el esfuerzo bélico. Un ejemplo: cada disparo con el mortero alemán «Dicke Bertha» —que sembró el pánico entre las tropas francesas— costaba 1.500 marcos de la época. Estas circunstancias supusieron que las economías liberales dieran paso a un proteccionismo cuyos efectos durarían aún muchos años.

Adiós, imperios. Hola, proteccionismo

Tal y como explica Steve Forbes, el mercado mundial, como proporción de la economía global, no recuperaría los niveles alcanzados en 1913 hasta 80 años más tarde. Por su parte, los flujos internacionales de capital no volverían a ser los mismos hasta 1996. Las causas hay que buscarlas en la Gran Guerra y en la transición que provocó desde una economía liberal a otra proteccionista. En 1914, el año en el que comenzó el conflicto, las restricciones a los movimientos de capital eran prácticamente inexistentes, algo que cambió radicalmente tras la guerra y durante la Gran Depresión.

Todo esto se explica, en parte, por la ruptura de los grandes imperios (alemán, austro-húngaro y otomano) que provocó la I Guerra Mundial. Los países surgidos a partir de este fenómeno de fragmentación empezaron a proteger sus economías aplicando restricciones al comercio que no existían en el anterior periodo imperial. Aunque después de la II Guerra Mundial muchas de estas barreras desaparecieron, todavía hoy se utilizan algunas de esas medidas. Un ejemplo es la devaluación de las monedas para equilibrar el mercado exterior.

La guerra también reveló el potencial de los impuestos sobre la renta a la hora de generar ingresos para el Estado. Cuando en 1913 este impuesto se promulgó en Estados Unidos, el tipo máximo era del 7%; antes de terminar el conflicto, había alcanzado el 77%. Por su parte, Francia lo impuso por primera vez en 1914 por la necesidad recaudatoria que provocó la guerra, mientras que en Gran Bretaña, el número de contribuyentes pasó de poco más de un millón al inicio de la guerra a los tres millones de 1920. Hoy, la mayoría de los países desarrollados utilizan esta medida para financiar su gasto público.

El nuevo orden mundial

El Tratado de Versalles supuso un cambio en el equilibrio de los distintos países a escala mundial. No solo las potencias vencidas verían afectada su economía a causa de las reparaciones de guerra —cuyos intereses Alemania acabó de pagar en 2010—, sino que los ganadores tuvieron también que enfrentarse a la reconstrucción de sus economías y a un nuevo estatus a nivel global.

Los problemas monetarios y financieros de los países industriales que participaron en la guerra retrasaron la recuperación de su producción. Como consecuencia, las monedas europeas se depreciaron y abandonaron su valor fijo respecto al patrón oro. Mientras, el dólar pasó a ser la única divisa segura.

Con el fin de relanzar su economía, los países europeos necesitaban recursos financieros. Así fue cómo Estados Unidos se convirtió en el principal inversor mundial, una condición que ayudó a apuntalar su posición como gran potencia económica.

De esta manera, Gran Bretaña y Francia contrajeron deuda respecto a Estados Unidos. Ambos países pretendían pagar su amortización e intereses con los recursos obtenidos de las reparaciones de guerra que tenía que pagar Alemania, estipuladas en el Tratado de Versalles. El problema era que la zona más productiva de Alemania estaba ocupada por tropas francesas y solo podía hacer frente a las indemnizaciones si obtenía créditos de Estados Unidos.

Esta situación provocó un círculo vicioso inflacionista que terminó por endeudar a prácticamente toda Europa y la economía europea se hizo dependiente del capital norteamericano.

Otro efecto de la Gran Guerra fue la aceleración del desarrollo tecnológico en la industria, clave para sostener el esfuerzo bélico. Esto se tradujo, por ejemplo, en la mecanización del trabajo en el campo, que provocó un abaratamiento de los alimentos durante los años 20. Gracias a ello, grandes masas de población accedieron a niveles elevados de consumo, mientras las fortunas de inversores y empresarios estadounidenses se multiplicaron hasta que llegó el crack de 1929.

Una deuda inmensa

Tal vez la consecuencia más dramática de la I Guerra Mundial fue la II Guerra Mundial. Detrás de su gestación también hubo motivos económicos. Las indemnizaciones impuestas por los vencedores a Alemania tuvieron mucho que ver con la declaración del segundo gran conflicto bélico del siglo xx.

El Tratado de Versalles imponía a Alemania unas reparaciones de guerra que incluían la entrega de todos los grandes barcos mercantes alemanes, el pago anual de 44 millones de toneladas de carbón o la mitad de la producción química y farmacéutica del país, entre otras obligaciones. Además, exigía el pago de 132.000 millones de marcos, que Alemania debía pagar a plazos.

El endeudamiento derivado de estas obligaciones, que los alemanes consideraban humillantes, desembocó en serias dificultades para su economía, agravadas por el crack de 1929 de Estados Unidos y la hiperinflación: una barra de pan llegó a superar el billón de euros actuales en el mercado de Berlín. El caos económico y el desempleo formaron el caldo de cultivo perfecto para el ascenso del nazismo y la posterior declaración de una guerra que se cobró 40 millones de víctimas mortales.

El efecto mariposa que provocó la gestación de la Gran Guerra transformó para siempre el mundo tal y como se conocía. Los asuntos económicos fueron determinantes en esta cadena de consecuencias, cuyo eco todavía perdura.

]]>

El efecto mariposa, vinculado a la teoría del caos, asegura que el aleteo de un insecto en Hong Kong puede causar una tempestad en Estados Unidos. Ambos conceptos se utilizan para explicar algo tan complejo como el universo, que es un sistema caótico, flexible e impredecible. Tal vez sea la única manera de aclarar por qué una serie de hechos aparentemente inconexos entre ellos, sobre los cuales los historiadores todavía no han llegado a ponerse de acuerdo, desembocó en la I Guerra Mundial. Y por qué algunos de sus efectos económicos todavía se dejan notar hoy en día.

La Gran Guerra finalizó hace un siglo con el armisticio de Compiègne, después de cobrarse más de 17 millones de vidas humanas. El conflicto cambió la economía global y lo hizo para siempre. Nadie esperaba una guerra tan larga y los países tuvieron que intervenir para sostener el esfuerzo bélico. Un ejemplo: cada disparo con el mortero alemán «Dicke Bertha» —que sembró el pánico entre las tropas francesas— costaba 1.500 marcos de la época. Estas circunstancias supusieron que las economías liberales dieran paso a un proteccionismo cuyos efectos durarían aún muchos años.

Adiós, imperios. Hola, proteccionismo

Tal y como explica Steve Forbes, el mercado mundial, como proporción de la economía global, no recuperaría los niveles alcanzados en 1913 hasta 80 años más tarde. Por su parte, los flujos internacionales de capital no volverían a ser los mismos hasta 1996. Las causas hay que buscarlas en la Gran Guerra y en la transición que provocó desde una economía liberal a otra proteccionista. En 1914, el año en el que comenzó el conflicto, las restricciones a los movimientos de capital eran prácticamente inexistentes, algo que cambió radicalmente tras la guerra y durante la Gran Depresión.

Todo esto se explica, en parte, por la ruptura de los grandes imperios (alemán, austro-húngaro y otomano) que provocó la I Guerra Mundial. Los países surgidos a partir de este fenómeno de fragmentación empezaron a proteger sus economías aplicando restricciones al comercio que no existían en el anterior periodo imperial. Aunque después de la II Guerra Mundial muchas de estas barreras desaparecieron, todavía hoy se utilizan algunas de esas medidas. Un ejemplo es la devaluación de las monedas para equilibrar el mercado exterior.

La guerra también reveló el potencial de los impuestos sobre la renta a la hora de generar ingresos para el Estado. Cuando en 1913 este impuesto se promulgó en Estados Unidos, el tipo máximo era del 7%; antes de terminar el conflicto, había alcanzado el 77%. Por su parte, Francia lo impuso por primera vez en 1914 por la necesidad recaudatoria que provocó la guerra, mientras que en Gran Bretaña, el número de contribuyentes pasó de poco más de un millón al inicio de la guerra a los tres millones de 1920. Hoy, la mayoría de los países desarrollados utilizan esta medida para financiar su gasto público.

El nuevo orden mundial

El Tratado de Versalles supuso un cambio en el equilibrio de los distintos países a escala mundial. No solo las potencias vencidas verían afectada su economía a causa de las reparaciones de guerra —cuyos intereses Alemania acabó de pagar en 2010—, sino que los ganadores tuvieron también que enfrentarse a la reconstrucción de sus economías y a un nuevo estatus a nivel global.

Los problemas monetarios y financieros de los países industriales que participaron en la guerra retrasaron la recuperación de su producción. Como consecuencia, las monedas europeas se depreciaron y abandonaron su valor fijo respecto al patrón oro. Mientras, el dólar pasó a ser la única divisa segura.

Con el fin de relanzar su economía, los países europeos necesitaban recursos financieros. Así fue cómo Estados Unidos se convirtió en el principal inversor mundial, una condición que ayudó a apuntalar su posición como gran potencia económica.

De esta manera, Gran Bretaña y Francia contrajeron deuda respecto a Estados Unidos. Ambos países pretendían pagar su amortización e intereses con los recursos obtenidos de las reparaciones de guerra que tenía que pagar Alemania, estipuladas en el Tratado de Versalles. El problema era que la zona más productiva de Alemania estaba ocupada por tropas francesas y solo podía hacer frente a las indemnizaciones si obtenía créditos de Estados Unidos.

Esta situación provocó un círculo vicioso inflacionista que terminó por endeudar a prácticamente toda Europa y la economía europea se hizo dependiente del capital norteamericano.

Otro efecto de la Gran Guerra fue la aceleración del desarrollo tecnológico en la industria, clave para sostener el esfuerzo bélico. Esto se tradujo, por ejemplo, en la mecanización del trabajo en el campo, que provocó un abaratamiento de los alimentos durante los años 20. Gracias a ello, grandes masas de población accedieron a niveles elevados de consumo, mientras las fortunas de inversores y empresarios estadounidenses se multiplicaron hasta que llegó el crack de 1929.

Una deuda inmensa

Tal vez la consecuencia más dramática de la I Guerra Mundial fue la II Guerra Mundial. Detrás de su gestación también hubo motivos económicos. Las indemnizaciones impuestas por los vencedores a Alemania tuvieron mucho que ver con la declaración del segundo gran conflicto bélico del siglo xx.

El Tratado de Versalles imponía a Alemania unas reparaciones de guerra que incluían la entrega de todos los grandes barcos mercantes alemanes, el pago anual de 44 millones de toneladas de carbón o la mitad de la producción química y farmacéutica del país, entre otras obligaciones. Además, exigía el pago de 132.000 millones de marcos, que Alemania debía pagar a plazos.

El endeudamiento derivado de estas obligaciones, que los alemanes consideraban humillantes, desembocó en serias dificultades para su economía, agravadas por el crack de 1929 de Estados Unidos y la hiperinflación: una barra de pan llegó a superar el billón de euros actuales en el mercado de Berlín. El caos económico y el desempleo formaron el caldo de cultivo perfecto para el ascenso del nazismo y la posterior declaración de una guerra que se cobró 40 millones de víctimas mortales.

El efecto mariposa que provocó la gestación de la Gran Guerra transformó para siempre el mundo tal y como se conocía. Los asuntos económicos fueron determinantes en esta cadena de consecuencias, cuyo eco todavía perdura.

]]>
https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/el-efecto-mariposa-y-la-economia-tras-la-guerra-mundial/feed/ 0