> historia de la economía – El Blog de CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank El Blog de CaixaBank Fri, 21 Apr 2023 13:58:40 +0000 es-ES hourly 1 ¿Es hora de despedirse del dinero en efectivo? https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/es-hora-de-despedirse-del-dinero-en-efectivo/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/es-hora-de-despedirse-del-dinero-en-efectivo/#respond Mon, 28 Sep 2020 06:26:45 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=38928 ]]> ]]> https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/es-hora-de-despedirse-del-dinero-en-efectivo/feed/ 0 Economistas con Nobel: R. H. Thaler y las finanzas conductuales https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/economistas-con-nobel-r-h-thaler-y-las-finanzas-conductuales/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/economistas-con-nobel-r-h-thaler-y-las-finanzas-conductuales/#respond Mon, 27 Jan 2020 08:38:22 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=36250

«Pánico en la bolsa», «euforia en los mercados» o «aversión al riesgo del capital» son expresiones que se utilizan mucho y que escuchamos a menudo, no sin cierto asombro. ¿Cómo van a sentir pánico, euforia o aversión entes como los mercados o el capital? Algo así debió preguntarse en su día Richard H. Thaler y la búsqueda de una respuesta es precisamente lo que le permitió ganar el Premio Nobel de Economía en 2017.
El gran psicólogo de la economía se atrevió a sentar en el diván algo tan racional, a simple vista, como una transacción económica. Como resultado, descubrió que las emociones tienen mucho que ver a la hora de tomar decisiones relacionadas con el dinero.

También Xavier Puig, doctor en Administración y Dirección de Empresas y profesor de la UPF, nos habla de economía conductual y del papel clave de las emociones en la toma de decisiones de los inversores en un nuevo capítulo de Aula Talks, un programa de formación financiera para accionistas de CaixaBank.

CaixaBank Accionistas presenta este AulaTalk con Xavier Puig: «El comportamiento del inversor. Pánicos y euforias».

Por qué decidimos lo que decidimos

Richard H. Thaler nació en el estado de Nueva Jersey (Estados Unidos) en 1945. Tras doctorarse en Ciencias Económicas en la Universidad de Rochester, comenzó a trabajar en esta entidad. Su actividad docente e investigadora continuó en la Universidad Cornell de Ítaca y en la Universidad de Chicago, donde todavía continúa ejerciendo hoy en día.
Fue en los años 80 cuando Thaler se planteó un reto: descubrir cómo influyen los rasgos humanos sobre las decisiones económicas de cada individuo y qué efecto tienen sobre el mercado en su totalidad (por ejemplo, sobre los beneficios, los precios o la asignación de recursos). Para lograr su objetivo, se lanzó a analizar el proceso de toma de decisiones en economía y lo hizo utilizando diferentes perspectivas de la psicología.
Gracias a esta colaboración entre disciplinas, Thaler descubrió que existen tres factores principales que influyen en las decisiones económicas de las personas: nuestra tendencia a no actuar de manera totalmente racional, nuestro sentido de la justicia y una cierta falta de autocontrol.
Ello explicaría, por ejemplo, porqué no siempre compramos lo que más nos beneficia. También porqué estamos dispuestos a boicotear negocios cuando consideramos que han desarrollado políticas injustas con los consumidores, tales como subidas de precios durante picos de demanda.
Este hallazgo contrasta con una asunción típica en economía: las personas manejan buena información y la procesan para tomar decisiones racionales que les ayuden a obtener una ganancia personal. Una teoría que suele aceptarse como válida para realizar predicciones, aunque no siempre coincide con lo que ocurre en la realidad.

La teoría de la contabilidad mental

Uno de los grandes méritos de Thaler ha sido conseguir dar forma a algo que economistas de todo el mundo ya tenían claro: que acciones basadas en la intuición se confunden muchas veces con actos racionales y que pueden acabar por inspirar políticas inadecuadas o ineficientes.
Junto a otros grandes expertos, Thaler ayudó a configurar la denominada «economía del comportamiento» o «finanzas conductuales», un campo en torno al cual se formulan varias teorías que tratan de explicar la toma de decisiones en este ámbito, tanto a nivel individual como social.
Una de esas teorías es la de la contabilidad mental. Elaborada por Thaler, es un ejemplo de nuestra tendencia a actuar de un modo irracional. Según la misma, los individuos tendemos a dividir nuestros gastos en distintas categorías como, por ejemplo, hipoteca o alquiler, manutención, transporte o ropa, entre otras. Esto nos puede llevar a tomar decisiones que tienen en cuenta solo sus efectos sobre una categoría determinada, en lugar de hacerlo sobre el total de los gastos.
Como resultado, nos podemos encontrar con que somos capaces de ahorrar en un apartado y, al mismo tiempo, aumentar el gasto en otros. Por ejemplo, al financiar facturas inesperadas mediante un crédito al consumo en lugar de hacerlo con dinero procedente de una cuenta de ahorro.

La teoría del empujón

Otra de las teorías formuladas por Thaler que le valieron el premio Nobel está también relacionada con ciertos sesgos en la toma de decisiones financieras. El economista aplicó en este caso el punto de vista de diversos psicólogos y sociólogos que explican cómo acostumbramos a dar más importancia a las experiencias que percibimos como cercanas en el tiempo. Ello provoca que experimentemos cierta tensión entre lo que deberíamos hacer —ahorrar para la jubilación— y lo que deseamos hacer —comprarnos un coche nuevo ahora.
Con su teoría del empujón, Thaler anima a las autoridades a ayudar a nuestro lado planificador sin incomodar a nuestro yo del presente. Y lo harían empujando a los ciudadanos a tomar decisiones que les beneficien a largo plazo, siempre respetando su libertad individual.
El truco consiste en que individuos y organizaciones tendemos a inclinarnos por procesos de decisión sencillos en situaciones con limitaciones de tiempo, información o cálculo de esfuerzos. Así, si nos facilitan los procesos de ahorro para la jubilación —por ejemplo, mediante planes de pensiones que ya van incluidos en la nómina por defecto— nos resultará más sencillo ejercer nuestro autocontrol y ahorraremos más de cara al futuro.
Los hallazgos de Thaler no solo se han aplicado en el campo de la economía, sino también en otros como la protección de los consumidores, el marketing, la educación, los servicios de empleo público o la seguridad nacional. Incluso algunos países como Reino Unido han llegado a crear «unidades del empujón» para encontrar fórmulas innovadoras capaces de ayudar a los ciudadanos en diversos ámbitos.
Por cierto, después de tantos años de investigación, Richard H. Thaler llegó a una conclusión muy clara sobre el destino que esperaba al dinero que recibió como parte del Premio Nobel. «Me lo gastaré en ocio», dijo. «Y tan irracionalmente como sea posible».

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«Pánico en la bolsa», «euforia en los mercados» o «aversión al riesgo del capital» son expresiones que se utilizan mucho y que escuchamos a menudo, no sin cierto asombro. ¿Cómo van a sentir pánico, euforia o aversión entes como los mercados o el capital? Algo así debió preguntarse en su día Richard H. Thaler y la búsqueda de una respuesta es precisamente lo que le permitió ganar el Premio Nobel de Economía en 2017.
El gran psicólogo de la economía se atrevió a sentar en el diván algo tan racional, a simple vista, como una transacción económica. Como resultado, descubrió que las emociones tienen mucho que ver a la hora de tomar decisiones relacionadas con el dinero.

También Xavier Puig, doctor en Administración y Dirección de Empresas y profesor de la UPF, nos habla de economía conductual y del papel clave de las emociones en la toma de decisiones de los inversores en un nuevo capítulo de Aula Talks, un programa de formación financiera para accionistas de CaixaBank.

CaixaBank Accionistas presenta este AulaTalk con Xavier Puig: «El comportamiento del inversor. Pánicos y euforias».

Por qué decidimos lo que decidimos

Richard H. Thaler nació en el estado de Nueva Jersey (Estados Unidos) en 1945. Tras doctorarse en Ciencias Económicas en la Universidad de Rochester, comenzó a trabajar en esta entidad. Su actividad docente e investigadora continuó en la Universidad Cornell de Ítaca y en la Universidad de Chicago, donde todavía continúa ejerciendo hoy en día.
Fue en los años 80 cuando Thaler se planteó un reto: descubrir cómo influyen los rasgos humanos sobre las decisiones económicas de cada individuo y qué efecto tienen sobre el mercado en su totalidad (por ejemplo, sobre los beneficios, los precios o la asignación de recursos). Para lograr su objetivo, se lanzó a analizar el proceso de toma de decisiones en economía y lo hizo utilizando diferentes perspectivas de la psicología.
Gracias a esta colaboración entre disciplinas, Thaler descubrió que existen tres factores principales que influyen en las decisiones económicas de las personas: nuestra tendencia a no actuar de manera totalmente racional, nuestro sentido de la justicia y una cierta falta de autocontrol.
Ello explicaría, por ejemplo, porqué no siempre compramos lo que más nos beneficia. También porqué estamos dispuestos a boicotear negocios cuando consideramos que han desarrollado políticas injustas con los consumidores, tales como subidas de precios durante picos de demanda.
Este hallazgo contrasta con una asunción típica en economía: las personas manejan buena información y la procesan para tomar decisiones racionales que les ayuden a obtener una ganancia personal. Una teoría que suele aceptarse como válida para realizar predicciones, aunque no siempre coincide con lo que ocurre en la realidad.

La teoría de la contabilidad mental

Uno de los grandes méritos de Thaler ha sido conseguir dar forma a algo que economistas de todo el mundo ya tenían claro: que acciones basadas en la intuición se confunden muchas veces con actos racionales y que pueden acabar por inspirar políticas inadecuadas o ineficientes.
Junto a otros grandes expertos, Thaler ayudó a configurar la denominada «economía del comportamiento» o «finanzas conductuales», un campo en torno al cual se formulan varias teorías que tratan de explicar la toma de decisiones en este ámbito, tanto a nivel individual como social.
Una de esas teorías es la de la contabilidad mental. Elaborada por Thaler, es un ejemplo de nuestra tendencia a actuar de un modo irracional. Según la misma, los individuos tendemos a dividir nuestros gastos en distintas categorías como, por ejemplo, hipoteca o alquiler, manutención, transporte o ropa, entre otras. Esto nos puede llevar a tomar decisiones que tienen en cuenta solo sus efectos sobre una categoría determinada, en lugar de hacerlo sobre el total de los gastos.
Como resultado, nos podemos encontrar con que somos capaces de ahorrar en un apartado y, al mismo tiempo, aumentar el gasto en otros. Por ejemplo, al financiar facturas inesperadas mediante un crédito al consumo en lugar de hacerlo con dinero procedente de una cuenta de ahorro.

La teoría del empujón

Otra de las teorías formuladas por Thaler que le valieron el premio Nobel está también relacionada con ciertos sesgos en la toma de decisiones financieras. El economista aplicó en este caso el punto de vista de diversos psicólogos y sociólogos que explican cómo acostumbramos a dar más importancia a las experiencias que percibimos como cercanas en el tiempo. Ello provoca que experimentemos cierta tensión entre lo que deberíamos hacer —ahorrar para la jubilación— y lo que deseamos hacer —comprarnos un coche nuevo ahora.
Con su teoría del empujón, Thaler anima a las autoridades a ayudar a nuestro lado planificador sin incomodar a nuestro yo del presente. Y lo harían empujando a los ciudadanos a tomar decisiones que les beneficien a largo plazo, siempre respetando su libertad individual.
El truco consiste en que individuos y organizaciones tendemos a inclinarnos por procesos de decisión sencillos en situaciones con limitaciones de tiempo, información o cálculo de esfuerzos. Así, si nos facilitan los procesos de ahorro para la jubilación —por ejemplo, mediante planes de pensiones que ya van incluidos en la nómina por defecto— nos resultará más sencillo ejercer nuestro autocontrol y ahorraremos más de cara al futuro.
Los hallazgos de Thaler no solo se han aplicado en el campo de la economía, sino también en otros como la protección de los consumidores, el marketing, la educación, los servicios de empleo público o la seguridad nacional. Incluso algunos países como Reino Unido han llegado a crear «unidades del empujón» para encontrar fórmulas innovadoras capaces de ayudar a los ciudadanos en diversos ámbitos.
Por cierto, después de tantos años de investigación, Richard H. Thaler llegó a una conclusión muy clara sobre el destino que esperaba al dinero que recibió como parte del Premio Nobel. «Me lo gastaré en ocio», dijo. «Y tan irracionalmente como sea posible».

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Cooperativas: en qué consisten y cuáles son sus ventajas fiscales https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/cooperativas-en-que-consisten-y-cuales-son-sus-ventajas-fiscales/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/cooperativas-en-que-consisten-y-cuales-son-sus-ventajas-fiscales/#respond Mon, 28 Oct 2019 10:52:58 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=35376

Este tipo de empresa tiene diferentes ventajas fiscales y cada socio tiene el mismo derecho a voto y a la repartición de beneficios

Para desarrollar una actividad laboral, para construir un edificio de viviendas, para poner en marcha una escuela, para ahorrar… Detrás de todos estos propósitos, y muchos otros, puede haber una cooperativa. Este tipo de asociaciones es muy común, aunque no demasiado conocido. Cuenta con un régimen fiscal especial y su historia se remonta siglos atrás.

Así empezaron las cooperativas

Las cooperativas siempre aparecen envueltas en un aura solidaria debido a su régimen de propiedad y gestión democráticas. Puede que esta característica lleve a pensar que se trata de un movimiento reciente. No es así: sus orígenes se remontan, al menos, al siglo XVII e involucran a un grupo de hilanderas escocesas con ganas de diversificar su actividad.

Los primeros registros que existen sobre una cooperativa proceden de Fenwick (Escocia), donde las hilanderas empezaron a vender con descuento el contenido de un saco de avena en la habitación delantera de una casa. Fue el 14 de marzo de 1761 cuando se constituyó la Sociedad de las Hilanderas de Fenwick, que evolucionaría desde un propósito puramente gremial a la compra colectiva de diversos alimentos y libros.

Ya a mediados del siglo XIX, los Pioneros de Rochdale establecieron el movimiento cooperativo moderno. En 1844, un grupo de 28 artesanos que trabajaban en las fábricas de algodón de esa localidad del norte de Inglaterra fundaron la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale, considerada como la primera empresa cooperativa moderna.

Las condiciones precarias de trabajo de los tejedores les impedían pagar los elevados precios de los alimentos y artículos domésticos. Por eso se les ocurrió unir sus recursos y fuerza de trabajo para acceder a los bienes de consumo básicos a un precio más bajo. Comenzaron a vender harina, avena, azúcar y mantequilla en una tienda.

Estos pioneros decidieron que los consumidores debían ser tratados con honestidad, transparencia y respeto, además de participar de los beneficios según su contribución y disfrutar del derecho democrático a tener algo que decir sobre el negocio. Así, cada cliente de la tienda se convirtió en miembro de una cooperativa, lo cual fue todo un éxito. Al principio, abría solo dos noches por semana. Al cabo de tres meses, funcionaba cinco días a la semana.

Más adelante, en 1862, surgieron las primeras cooperativas de crédito a partir de un modelo desarrollado en Alemania por Friedrich Wilhelm Raiffeisen y Franz Hermann Schulze-Delitzsch. Su evolución ha llevado al desarrollo de cooperativas financieras en todo el mundo.

Qué es una cooperativa moderna

Según define la Alianza Cooperativa Internacional, una cooperativa es una asociación autónoma de personas que se unen de manera voluntaria para satisfacer sus necesidades y aspiraciones comunes, que pueden ser económicas, sociales y culturales. Lo hacen mediante la constitución de una empresa que es de propiedad conjunta y de gestión democrática.

Así, las cooperativas son negocios que sus miembros poseen y gestionan. Todos ellos tienen el mismo voto respecto a la actividad del negocio y el reparto igualitario de los beneficios. Esta condición es independiente de que sus miembros sean clientes, empleados o residentes. Por eso existen tantos tipos de cooperativas que sirven para tantos fines distintos.

Concretamente, la Ley 27/1997 de Cooperativas distingue los siguientes tipos: cooperativas de trabajo asociado, de consumidores y usuarios, de viviendas, agrarias, de explotación comunitaria de la tierra, de servicios, del mar, de transportistas, de seguros, sanitarias, de enseñanza y de crédito.

Qué es el Régimen Fiscal de las Cooperativas

Además de la mencionada Ley 27/1997 de Cooperativas, existe otra sobre el Régimen Fiscal de las Cooperativas (20/1990), que establece algunos beneficios fiscales básicos para incentivar la constitución de este tipo de instituciones. En este marco, se establecen dos niveles de protección fiscal: uno general y otro de cooperativas especialmente protegidas, que abarca las de trabajo asociado, las agrarias, las de explotación comunitaria de la tierra, las del mar y las de consumidores y usuarios. Estas últimas tienen, además, una serie de beneficios adicionales, recogidos en el artículo 34.

Por otro lado, esta norma se refiere de manera particular a las cooperativas de crédito y sus particularidades. También a las sociedades agrarias de transformación, que cuentan con beneficios fiscales propios.

A partir de esta legislación, la Agencia Tributaria aplica un régimen especial a las sociedades cooperativas protegidas y especialmente protegidas que no hayan perdido su condición de acuerdo con la ley.

En todo caso, hay que tener en cuenta que las comunidades autónomas tienen competencias en esta materia y sus propias leyes de cooperativas, por lo que debe consultarse cada caso particular con la normativa en vigor.

Beneficios fiscales

Las cooperativas incluidas dentro del régimen especial que aplica la Agencia Tributaria cuentan con descuentos en algunos impuestos, como el de sociedades. En este caso, la base imponible está compuesta por resultados cooperativos y resultados extracooperativos. El 50% de la parte de unos y otros que se destine al Fondo de Reserva Obligatorio puede deducirse de la base imponible. Además, la parte de la base imponible que corresponde a los resultados cooperativos tributa al 20% (al 25% para las cooperativas de crédito).

Las cooperativas protegidas también disfrutan de libertad de amortización de elementos de activo fijos que se hayan adquirido en el plazo de tres años desde su inscripción y pueden compensar pérdidas con posteriores resultados positivos.

En el caso de las cooperativas especialmente protegidas, además, pueden obtener una bonificación del 50% de la cuota íntegra minorada previamente, en su caso, por las cuotas negativas de ejercicios anteriores pendientes de compensar. Algunas pueden, incluso, bonificarse la cuota íntegra hasta el 90% durante cinco años. En cuanto a las explotaciones agrarias asociativas prioritarias, la bonificación de la cuota íntegra es del 80%.

Otros beneficios fiscales de estas organizaciones tienen que ver con la exención en algunos casos del pago del impuesto de actos jurídicos documentados y el de transmisiones patrimoniales. Además, disfrutan del 95% de bonificación en la cuota del impuesto de actividades económicas.

Las cooperativas son iniciativas muy populares que sirven a diversos propósitos: proteger sus valores éticos de solidaridad, democracia, igualdad y vocación social, junto a su capacidad para generar rentabilidad empresarial, es una de las principales razones por las que disfrutan de legislación y fiscalidad propias.

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Este tipo de empresa tiene diferentes ventajas fiscales y cada socio tiene el mismo derecho a voto y a la repartición de beneficios

Para desarrollar una actividad laboral, para construir un edificio de viviendas, para poner en marcha una escuela, para ahorrar… Detrás de todos estos propósitos, y muchos otros, puede haber una cooperativa. Este tipo de asociaciones es muy común, aunque no demasiado conocido. Cuenta con un régimen fiscal especial y su historia se remonta siglos atrás.

Así empezaron las cooperativas

Las cooperativas siempre aparecen envueltas en un aura solidaria debido a su régimen de propiedad y gestión democráticas. Puede que esta característica lleve a pensar que se trata de un movimiento reciente. No es así: sus orígenes se remontan, al menos, al siglo XVII e involucran a un grupo de hilanderas escocesas con ganas de diversificar su actividad.

Los primeros registros que existen sobre una cooperativa proceden de Fenwick (Escocia), donde las hilanderas empezaron a vender con descuento el contenido de un saco de avena en la habitación delantera de una casa. Fue el 14 de marzo de 1761 cuando se constituyó la Sociedad de las Hilanderas de Fenwick, que evolucionaría desde un propósito puramente gremial a la compra colectiva de diversos alimentos y libros.

Ya a mediados del siglo XIX, los Pioneros de Rochdale establecieron el movimiento cooperativo moderno. En 1844, un grupo de 28 artesanos que trabajaban en las fábricas de algodón de esa localidad del norte de Inglaterra fundaron la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale, considerada como la primera empresa cooperativa moderna.

Las condiciones precarias de trabajo de los tejedores les impedían pagar los elevados precios de los alimentos y artículos domésticos. Por eso se les ocurrió unir sus recursos y fuerza de trabajo para acceder a los bienes de consumo básicos a un precio más bajo. Comenzaron a vender harina, avena, azúcar y mantequilla en una tienda.

Estos pioneros decidieron que los consumidores debían ser tratados con honestidad, transparencia y respeto, además de participar de los beneficios según su contribución y disfrutar del derecho democrático a tener algo que decir sobre el negocio. Así, cada cliente de la tienda se convirtió en miembro de una cooperativa, lo cual fue todo un éxito. Al principio, abría solo dos noches por semana. Al cabo de tres meses, funcionaba cinco días a la semana.

Más adelante, en 1862, surgieron las primeras cooperativas de crédito a partir de un modelo desarrollado en Alemania por Friedrich Wilhelm Raiffeisen y Franz Hermann Schulze-Delitzsch. Su evolución ha llevado al desarrollo de cooperativas financieras en todo el mundo.

Qué es una cooperativa moderna

Según define la Alianza Cooperativa Internacional, una cooperativa es una asociación autónoma de personas que se unen de manera voluntaria para satisfacer sus necesidades y aspiraciones comunes, que pueden ser económicas, sociales y culturales. Lo hacen mediante la constitución de una empresa que es de propiedad conjunta y de gestión democrática.

Así, las cooperativas son negocios que sus miembros poseen y gestionan. Todos ellos tienen el mismo voto respecto a la actividad del negocio y el reparto igualitario de los beneficios. Esta condición es independiente de que sus miembros sean clientes, empleados o residentes. Por eso existen tantos tipos de cooperativas que sirven para tantos fines distintos.

Concretamente, la Ley 27/1997 de Cooperativas distingue los siguientes tipos: cooperativas de trabajo asociado, de consumidores y usuarios, de viviendas, agrarias, de explotación comunitaria de la tierra, de servicios, del mar, de transportistas, de seguros, sanitarias, de enseñanza y de crédito.

Qué es el Régimen Fiscal de las Cooperativas

Además de la mencionada Ley 27/1997 de Cooperativas, existe otra sobre el Régimen Fiscal de las Cooperativas (20/1990), que establece algunos beneficios fiscales básicos para incentivar la constitución de este tipo de instituciones. En este marco, se establecen dos niveles de protección fiscal: uno general y otro de cooperativas especialmente protegidas, que abarca las de trabajo asociado, las agrarias, las de explotación comunitaria de la tierra, las del mar y las de consumidores y usuarios. Estas últimas tienen, además, una serie de beneficios adicionales, recogidos en el artículo 34.

Por otro lado, esta norma se refiere de manera particular a las cooperativas de crédito y sus particularidades. También a las sociedades agrarias de transformación, que cuentan con beneficios fiscales propios.

A partir de esta legislación, la Agencia Tributaria aplica un régimen especial a las sociedades cooperativas protegidas y especialmente protegidas que no hayan perdido su condición de acuerdo con la ley.

En todo caso, hay que tener en cuenta que las comunidades autónomas tienen competencias en esta materia y sus propias leyes de cooperativas, por lo que debe consultarse cada caso particular con la normativa en vigor.

Beneficios fiscales

Las cooperativas incluidas dentro del régimen especial que aplica la Agencia Tributaria cuentan con descuentos en algunos impuestos, como el de sociedades. En este caso, la base imponible está compuesta por resultados cooperativos y resultados extracooperativos. El 50% de la parte de unos y otros que se destine al Fondo de Reserva Obligatorio puede deducirse de la base imponible. Además, la parte de la base imponible que corresponde a los resultados cooperativos tributa al 20% (al 25% para las cooperativas de crédito).

Las cooperativas protegidas también disfrutan de libertad de amortización de elementos de activo fijos que se hayan adquirido en el plazo de tres años desde su inscripción y pueden compensar pérdidas con posteriores resultados positivos.

En el caso de las cooperativas especialmente protegidas, además, pueden obtener una bonificación del 50% de la cuota íntegra minorada previamente, en su caso, por las cuotas negativas de ejercicios anteriores pendientes de compensar. Algunas pueden, incluso, bonificarse la cuota íntegra hasta el 90% durante cinco años. En cuanto a las explotaciones agrarias asociativas prioritarias, la bonificación de la cuota íntegra es del 80%.

Otros beneficios fiscales de estas organizaciones tienen que ver con la exención en algunos casos del pago del impuesto de actos jurídicos documentados y el de transmisiones patrimoniales. Además, disfrutan del 95% de bonificación en la cuota del impuesto de actividades económicas.

Las cooperativas son iniciativas muy populares que sirven a diversos propósitos: proteger sus valores éticos de solidaridad, democracia, igualdad y vocación social, junto a su capacidad para generar rentabilidad empresarial, es una de las principales razones por las que disfrutan de legislación y fiscalidad propias.

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Cuando pagar con sal estaba a la orden del día https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/cuando-pagar-con-sal-estaba-la-orden-del-dia/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/cuando-pagar-con-sal-estaba-la-orden-del-dia/#respond Mon, 06 May 2019 13:57:56 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=30106

La sal. Ese humilde condimento capaz de animar las recetas más insípidas, presente en casi todos los hogares y mesas. Parece increíble que un día marcara la economía mundial e incluso fuera empleada como instrumento para pagar por bienes y servicios. Y, sin embargo, así fue.

A lo largo de la Edad Antigua y la Edad Media, la sal se consideró un recurso valioso. Sus múltiples usos tienen mucho que ver con ello. Servía para dar sabor a los platos, para aportar sodio a la dieta, para honrar a los muertos y también para transformar alimentos con el fin de añadirles valor como mercancía. La sal trazó rutas, protagonizó impuestos e incluso sirve como fundamento para alguna controversia relacionada con las actuales nóminas.

Un mineral muy valioso

La sal se ha considerado un bien muy valioso a lo largo de la historia. Un ejemplo de ello es el papel que desempeñaba en el Antiguo Egipto. Entonces ya se extraía, intercambiaba y utilizaba para múltiples propósitos.

Los egipcios utilizaban la sal para conservar alimentos como el pescado, que abundaba en el Nilo. Gracias a este método, las cuantiosas capturas a orillas de este río veían extendida su fecha de consumo y, por tanto, su utilidad para el comercio tanto interior como exterior.

De hecho, aunque tenían amplios recursos para extraer la sal y exportarla, los egipcios la utilizaban principalmente para salar pescado y comerciar con él. Por ejemplo, vendían esta mercancía a los fenicios para obtener a cambio madera de cedro, vidrio y pigmento púrpura, muy escaso y apreciado por los egipcios.

Además de su uso para conservar alimentos, los egipcios empleaban la sal para condimentar y enriquecer sus platos, elaborar medicinas e incluso para honrar a sus muertos. El uso de la sal era muy habitual a la hora de momificar los cadáveres e incluso se realizaban ofrendas de este mineral a los fallecidos.

Las múltiples posibilidades que ofrecía la sal no eran algo exclusivo de los egipcios. En la antigua China este mineral también cobró un gran protagonismo. Tanto es así, que una de las primeras referencias tributarias que encontramos tiene que ver con un impuesto a la sal que estableció el emperador chino Hsia Yu en el año 2200 a.C.

Rutas de la sal y… ¿salarios?

Tal vez un buen ejemplo de la importancia que ha llegado a tener la sal en la economía sean las rutas que se establecieron en torno a ella. Este tipo de vías florecieron por todo el mundo conocido en la antigüedad. Una de las más transitadas transcurría entre Marruecos y Tombuctú (Malí) a través del Sahara. Otra ruta marítima conectaba las salinas egipcias con la Antigua Grecia, atravesando el Mar Mediterráneo y el Egeo. Heródoto también describió una ruta comercial que unía los oasis de sal en el desierto libio.

Precisamente una de estas rutas se cita frecuentemente como el origen del término salario. Esta palabra la empleamos hoy en día para referirnos a la cantidad de dinero con la que se retribuye a los trabajadores por cuenta ajena.

La Vía Salaria, una de las más transitadas que conducía a la Antigua Roma, era utilizada por comerciantes que llevaban carros tirados por bueyes llenos de sal que subían el río Tíber procedentes de las salinas de Ostia. Se dice que los soldados romanos que vigilaban esta ruta cobraban parte de su retribución en sal, un concepto conocido como salarium argentum.

Eso sí, conviene tomar esta afirmación, muy extendida, con cautela: algunos expertos como Peter Gainsford, de la Universidad Victoria  de Wellington (Nueva Zelanda) consideran que la vinculación entre el pago con sal a los soldados y la palabra salario es pura fantasía inventada por los autores de diccionarios de latín de los siglos XVIII y XIX. De hecho, este profesor asegura que no existe evidencia alguna que sugiera que esto fuera así. Sin embargo, reconoce que el adjetivo salarius (en latín, relativo a la sal) y el nombre salarium, del cual emana el actual término salario, parecen estar conectados etimológicamente.

La sal como dinero

A lo largo de la historia existen varios ejemplos del uso de la sal como dinero. Es el caso de la Antigua Grecia, donde se intercambiaba este mineral por esclavos. Concretamente, se trataba de una práctica habitual en Tracia.

También en la Edad Media se empleaba la sal como moneda. Hans Ulrich Vogel, catedrático de Historia China en la Universidad de Tubinga (Alemania), apunta que Marco Polo registró este uso del mineral en la provincia de Yunnan. No solo eso: la sal se llegó a intercambiar por oro en el Tíbet y en la provincia de Caindu. De hecho, el experto ha encontrado evidencias de que la sal se empleó como moneda en Yunnan y sus regiones adyacentes desde finales del siglo VIII y hasta mediados del siglo XX.

Otro ejemplo reciente del uso de la sal como moneda aparece en Etiopía en la Era Moderna. Un famoso libro de viajes del siglo XVII escrito por John Ray describe cómo los etíopes no utilizaban moneda acuñada como los europeos para pagar por las mercancías. En cambio, empleaban sal reducida a pequeñas piezas cuadradas que se parecían a pastillas de jabón.

Pagar con sal fue una costumbre que se mantuvo durante siglos en Etiopía, ya que otros autores mencionan que la moneda básica en el país consistió en barras de sal de medio kilo denominadas amoleh  y cuyo uso se extendió hasta principios del siglo XX.

El papel de la sal en la economía ha sido muy importante y también desconocido en la actualidad. Sin duda, contemplar un humilde salero encima de una mesa tiene muchas más connotaciones de las que sospechamos.

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La sal. Ese humilde condimento capaz de animar las recetas más insípidas, presente en casi todos los hogares y mesas. Parece increíble que un día marcara la economía mundial e incluso fuera empleada como instrumento para pagar por bienes y servicios. Y, sin embargo, así fue.

A lo largo de la Edad Antigua y la Edad Media, la sal se consideró un recurso valioso. Sus múltiples usos tienen mucho que ver con ello. Servía para dar sabor a los platos, para aportar sodio a la dieta, para honrar a los muertos y también para transformar alimentos con el fin de añadirles valor como mercancía. La sal trazó rutas, protagonizó impuestos e incluso sirve como fundamento para alguna controversia relacionada con las actuales nóminas.

Un mineral muy valioso

La sal se ha considerado un bien muy valioso a lo largo de la historia. Un ejemplo de ello es el papel que desempeñaba en el Antiguo Egipto. Entonces ya se extraía, intercambiaba y utilizaba para múltiples propósitos.

Los egipcios utilizaban la sal para conservar alimentos como el pescado, que abundaba en el Nilo. Gracias a este método, las cuantiosas capturas a orillas de este río veían extendida su fecha de consumo y, por tanto, su utilidad para el comercio tanto interior como exterior.

De hecho, aunque tenían amplios recursos para extraer la sal y exportarla, los egipcios la utilizaban principalmente para salar pescado y comerciar con él. Por ejemplo, vendían esta mercancía a los fenicios para obtener a cambio madera de cedro, vidrio y pigmento púrpura, muy escaso y apreciado por los egipcios.

Además de su uso para conservar alimentos, los egipcios empleaban la sal para condimentar y enriquecer sus platos, elaborar medicinas e incluso para honrar a sus muertos. El uso de la sal era muy habitual a la hora de momificar los cadáveres e incluso se realizaban ofrendas de este mineral a los fallecidos.

Las múltiples posibilidades que ofrecía la sal no eran algo exclusivo de los egipcios. En la antigua China este mineral también cobró un gran protagonismo. Tanto es así, que una de las primeras referencias tributarias que encontramos tiene que ver con un impuesto a la sal que estableció el emperador chino Hsia Yu en el año 2200 a.C.

Rutas de la sal y… ¿salarios?

Tal vez un buen ejemplo de la importancia que ha llegado a tener la sal en la economía sean las rutas que se establecieron en torno a ella. Este tipo de vías florecieron por todo el mundo conocido en la antigüedad. Una de las más transitadas transcurría entre Marruecos y Tombuctú (Malí) a través del Sahara. Otra ruta marítima conectaba las salinas egipcias con la Antigua Grecia, atravesando el Mar Mediterráneo y el Egeo. Heródoto también describió una ruta comercial que unía los oasis de sal en el desierto libio.

Precisamente una de estas rutas se cita frecuentemente como el origen del término salario. Esta palabra la empleamos hoy en día para referirnos a la cantidad de dinero con la que se retribuye a los trabajadores por cuenta ajena.

La Vía Salaria, una de las más transitadas que conducía a la Antigua Roma, era utilizada por comerciantes que llevaban carros tirados por bueyes llenos de sal que subían el río Tíber procedentes de las salinas de Ostia. Se dice que los soldados romanos que vigilaban esta ruta cobraban parte de su retribución en sal, un concepto conocido como salarium argentum.

Eso sí, conviene tomar esta afirmación, muy extendida, con cautela: algunos expertos como Peter Gainsford, de la Universidad Victoria  de Wellington (Nueva Zelanda) consideran que la vinculación entre el pago con sal a los soldados y la palabra salario es pura fantasía inventada por los autores de diccionarios de latín de los siglos XVIII y XIX. De hecho, este profesor asegura que no existe evidencia alguna que sugiera que esto fuera así. Sin embargo, reconoce que el adjetivo salarius (en latín, relativo a la sal) y el nombre salarium, del cual emana el actual término salario, parecen estar conectados etimológicamente.

La sal como dinero

A lo largo de la historia existen varios ejemplos del uso de la sal como dinero. Es el caso de la Antigua Grecia, donde se intercambiaba este mineral por esclavos. Concretamente, se trataba de una práctica habitual en Tracia.

También en la Edad Media se empleaba la sal como moneda. Hans Ulrich Vogel, catedrático de Historia China en la Universidad de Tubinga (Alemania), apunta que Marco Polo registró este uso del mineral en la provincia de Yunnan. No solo eso: la sal se llegó a intercambiar por oro en el Tíbet y en la provincia de Caindu. De hecho, el experto ha encontrado evidencias de que la sal se empleó como moneda en Yunnan y sus regiones adyacentes desde finales del siglo VIII y hasta mediados del siglo XX.

Otro ejemplo reciente del uso de la sal como moneda aparece en Etiopía en la Era Moderna. Un famoso libro de viajes del siglo XVII escrito por John Ray describe cómo los etíopes no utilizaban moneda acuñada como los europeos para pagar por las mercancías. En cambio, empleaban sal reducida a pequeñas piezas cuadradas que se parecían a pastillas de jabón.

Pagar con sal fue una costumbre que se mantuvo durante siglos en Etiopía, ya que otros autores mencionan que la moneda básica en el país consistió en barras de sal de medio kilo denominadas amoleh  y cuyo uso se extendió hasta principios del siglo XX.

El papel de la sal en la economía ha sido muy importante y también desconocido en la actualidad. Sin duda, contemplar un humilde salero encima de una mesa tiene muchas más connotaciones de las que sospechamos.

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Gerard Debreu: el matemático que ganó el Nobel de Economía https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/gerard-debreu-el-matematico-que-gano-el-nobel-de-economia/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/gerard-debreu-el-matematico-que-gano-el-nobel-de-economia/#respond Fri, 05 Apr 2019 08:15:28 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=30838

Al francés se le debe la comprensión de buena parte de la economía de mercado actual.

Explicar cómo funciona algo tan complejo como la economía. Esta es una misión a la que muchos académicos e investigadores han dedicado horas y horas de reflexiones, razonamientos y análisis. Requiere un esfuerzo tan grande que los grandes hallazgos, en este sentido, merecen una distinción. Gerard Debreu consiguió ambos y, además, al máximo nivel. Su obra Teoría del valor es un clásico en el pensamiento económico contemporáneo. El reconocimiento que obtuvo por ello fue, ni más ni menos, que el Premio Nobel de Economía de 1983.

Gerard Debreu es un economista atípico. Llegó al estudio de esta disciplina de manera indirecta, porque él era matemático de formación. Precisamente esto explica por qué fue capaz de aportar el rigor necesario para elaborar un modelo capaz de conectar todos los factores que intervienen en un mercado libre y encontrar así su equilibrio. Aunque se trata de un enfoque muy abstracto que ha tenido sus detractores, lo cierto es que ha influido en varias generaciones de economistas.

Un genio que la guerra no pudo parar

Gerard Debreu nació en Calais (Francia) en el año 1921. La II Guerra Mundial interfirió en sus estudios ya que el conflicto estalló en 1939, cuando cursaba bachillerato. Ello le afectó de tal modo que en lugar de preparar sus exámenes para entrar a estudiar en una de las grandes escuelas científicas del país en un liceo de París, tuvo que hacerlo en una improvisada escuela preparatoria de Matemáticas de Ambert. En el verano de 1940, Francia fue dividida en varias partes por las fuerzas de ocupación alemanas, por lo que Debreu se trasladó a Grenoble, en la zona libre, donde comenzó sus estudios de Matemáticas Especiales.

Ya en 1941, Debreu fue admitido en la Escuela Normal Superior, donde vivió y estudió hasta el verano de 1944. Esos tres años fueron una experiencia extraordinaria para él en muchos sentidos. Según el matemático, el pequeño aforo de las aulas, con unos veinte alumnos en la rama de Ciencias, así como los estrictos procedimientos de admisión, ayudaron a crear una intensa atmósfera intelectual.

Estaba previsto que Debreu finalizara sus estudios en la primavera de 1944, pero el 6 de junio llegó el Día D. Fue entonces cuando se enroló en la Armada Francesa y acudió a la Escuela de Oficiales de Cherchell (Argelia). Permaneció en el ejército hasta julio de 1945. Después, retomó su proyecto de preparar la Agrégation de Mathématiques, un examen que le permitiría acceder a la docencia y que superó en 1946. Durante ese tiempo, Debreu comenzó a interesarse por la economía, una disciplina que ya no abandonaría. En ello fue fundamental su encuentro con una teoría que, además, acabaría por marcar el resto de su trabajo.

Un punto de inflexión

Debreu se tropezó con la obra de Léon Walras, que esbozaba la teoría matemática del equilibrio. En concreto, fue una de sus formulaciones, a cargo de Maurice Allais, la que lo fascinó. El título de la obra de Allais era premonitorio de lo que serían los siguientes años de vida de Gerard Debreu: En busca de una disciplina económica.

Los dos años y medio que siguieron a su examen de admisión a la docencia, Debreu los dedicó a aumentar sus conocimientos sobre economía. Posteriormente lograría una beca Rockefeller que le permitió acudir como visitante a grandes universidades estadounidenses como Harvard, Columbia o Chicago, entre otras. Allí conoció todos los avances en ciencias económicas que se habían producido durante años y de los que Francia no había participado a causa de la guerra.

En 1949 comenzó a trabajar para la Cowles Comission for Research in Economics, donde empezó a estudiar la existencia de un equilibrio económico, entre otros trabajos. En 1959, pidió una excedencia de seis meses para visitar la sede de una compañía eléctrica en París. Allí pudo analizar en la práctica los problemas que causa una cantidad de agua incierta en los reservorios de las plantas hidroeléctricas. Este hecho, junto a un artículo publicado sobre bienes contingentes aquel mismo año por otro premio Nobel, Kenneth Arrow, llevó a Debreu a estudiar la incertidumbre económica, que formó parte de su monográfico Teoría del valor.

Los hallazgos

Debreu ya había publicado previamente, junto a Arrow, un artículo sobre el equilibrio de mercado. En él probaban que en un mercado con condiciones libres y justas existían unos precios que podían aportarle un equilibrio. También un monográfico cuyo propósito era un análisis axiomático de la teoría general del equilibrio económico. Teoría del valor llegó después para introducir herramientas analíticas complejas procedentes de las matemáticas en la teoría del equilibrio.

Debreu y Arrow elaboraron un modelo matemático de economía de mercado. Según este modelo, los diferentes productores proyectaban su producción de mercancías y de servicios y, por tanto, su demanda de factores de producción para maximizar su beneficio. De esta manera se crearon enlaces entre la oferta de mercancías, por una parte, y de todos los precios, por otra.

El objetivo consistía en prever el comportamiento del mercado. De hecho, los autores establecieron unas relaciones que denominaron «de demanda», que no eran otra cosa que las conexiones entre los precios de todas las mercancías y todos los factores de producción, junto con la demanda de estas mercancías y la oferta de esos factores. Lo que ambos autores pretendían con este modelo era introducir axiomas en la ciencia económica para obtener resultados generales.

Teoría del valor abordó posteriormente ese método para explicar los precios de las mercancías en una economía de mercado con propiedad privada, así como el papel de estos precios en un estado óptimo de la economía. Todos estos hallazgos pretendían ser una caja de herramientas para pensar y analizar los mercados desde una teoría general.

Otra de las grandes contribuciones de Debreu y Arrow consistió en la generalización de términos como bien contingente o incertidumbre, que hasta entonces apenas se contemplaban. El francés también trató de establecer un mapa de conexiones preferentes entre los distintos elementos que intervienen en la economía.

Gerard Debreu recibió el Premio Nobel de Economía en 1983 precisamente por alumbrar una nueva manera de plantear los problemas de la economía de mercado y el uso de técnicas matemáticas para ello, algo muy poco frecuente cuando estableció junto a Arrow su modelo, que posteriormente pulió con su Teoría del valor.

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Al francés se le debe la comprensión de buena parte de la economía de mercado actual.

Explicar cómo funciona algo tan complejo como la economía. Esta es una misión a la que muchos académicos e investigadores han dedicado horas y horas de reflexiones, razonamientos y análisis. Requiere un esfuerzo tan grande que los grandes hallazgos, en este sentido, merecen una distinción. Gerard Debreu consiguió ambos y, además, al máximo nivel. Su obra Teoría del valor es un clásico en el pensamiento económico contemporáneo. El reconocimiento que obtuvo por ello fue, ni más ni menos, que el Premio Nobel de Economía de 1983.

Gerard Debreu es un economista atípico. Llegó al estudio de esta disciplina de manera indirecta, porque él era matemático de formación. Precisamente esto explica por qué fue capaz de aportar el rigor necesario para elaborar un modelo capaz de conectar todos los factores que intervienen en un mercado libre y encontrar así su equilibrio. Aunque se trata de un enfoque muy abstracto que ha tenido sus detractores, lo cierto es que ha influido en varias generaciones de economistas.

Un genio que la guerra no pudo parar

Gerard Debreu nació en Calais (Francia) en el año 1921. La II Guerra Mundial interfirió en sus estudios ya que el conflicto estalló en 1939, cuando cursaba bachillerato. Ello le afectó de tal modo que en lugar de preparar sus exámenes para entrar a estudiar en una de las grandes escuelas científicas del país en un liceo de París, tuvo que hacerlo en una improvisada escuela preparatoria de Matemáticas de Ambert. En el verano de 1940, Francia fue dividida en varias partes por las fuerzas de ocupación alemanas, por lo que Debreu se trasladó a Grenoble, en la zona libre, donde comenzó sus estudios de Matemáticas Especiales.

Ya en 1941, Debreu fue admitido en la Escuela Normal Superior, donde vivió y estudió hasta el verano de 1944. Esos tres años fueron una experiencia extraordinaria para él en muchos sentidos. Según el matemático, el pequeño aforo de las aulas, con unos veinte alumnos en la rama de Ciencias, así como los estrictos procedimientos de admisión, ayudaron a crear una intensa atmósfera intelectual.

Estaba previsto que Debreu finalizara sus estudios en la primavera de 1944, pero el 6 de junio llegó el Día D. Fue entonces cuando se enroló en la Armada Francesa y acudió a la Escuela de Oficiales de Cherchell (Argelia). Permaneció en el ejército hasta julio de 1945. Después, retomó su proyecto de preparar la Agrégation de Mathématiques, un examen que le permitiría acceder a la docencia y que superó en 1946. Durante ese tiempo, Debreu comenzó a interesarse por la economía, una disciplina que ya no abandonaría. En ello fue fundamental su encuentro con una teoría que, además, acabaría por marcar el resto de su trabajo.

Un punto de inflexión

Debreu se tropezó con la obra de Léon Walras, que esbozaba la teoría matemática del equilibrio. En concreto, fue una de sus formulaciones, a cargo de Maurice Allais, la que lo fascinó. El título de la obra de Allais era premonitorio de lo que serían los siguientes años de vida de Gerard Debreu: En busca de una disciplina económica.

Los dos años y medio que siguieron a su examen de admisión a la docencia, Debreu los dedicó a aumentar sus conocimientos sobre economía. Posteriormente lograría una beca Rockefeller que le permitió acudir como visitante a grandes universidades estadounidenses como Harvard, Columbia o Chicago, entre otras. Allí conoció todos los avances en ciencias económicas que se habían producido durante años y de los que Francia no había participado a causa de la guerra.

En 1949 comenzó a trabajar para la Cowles Comission for Research in Economics, donde empezó a estudiar la existencia de un equilibrio económico, entre otros trabajos. En 1959, pidió una excedencia de seis meses para visitar la sede de una compañía eléctrica en París. Allí pudo analizar en la práctica los problemas que causa una cantidad de agua incierta en los reservorios de las plantas hidroeléctricas. Este hecho, junto a un artículo publicado sobre bienes contingentes aquel mismo año por otro premio Nobel, Kenneth Arrow, llevó a Debreu a estudiar la incertidumbre económica, que formó parte de su monográfico Teoría del valor.

Los hallazgos

Debreu ya había publicado previamente, junto a Arrow, un artículo sobre el equilibrio de mercado. En él probaban que en un mercado con condiciones libres y justas existían unos precios que podían aportarle un equilibrio. También un monográfico cuyo propósito era un análisis axiomático de la teoría general del equilibrio económico. Teoría del valor llegó después para introducir herramientas analíticas complejas procedentes de las matemáticas en la teoría del equilibrio.

Debreu y Arrow elaboraron un modelo matemático de economía de mercado. Según este modelo, los diferentes productores proyectaban su producción de mercancías y de servicios y, por tanto, su demanda de factores de producción para maximizar su beneficio. De esta manera se crearon enlaces entre la oferta de mercancías, por una parte, y de todos los precios, por otra.

El objetivo consistía en prever el comportamiento del mercado. De hecho, los autores establecieron unas relaciones que denominaron «de demanda», que no eran otra cosa que las conexiones entre los precios de todas las mercancías y todos los factores de producción, junto con la demanda de estas mercancías y la oferta de esos factores. Lo que ambos autores pretendían con este modelo era introducir axiomas en la ciencia económica para obtener resultados generales.

Teoría del valor abordó posteriormente ese método para explicar los precios de las mercancías en una economía de mercado con propiedad privada, así como el papel de estos precios en un estado óptimo de la economía. Todos estos hallazgos pretendían ser una caja de herramientas para pensar y analizar los mercados desde una teoría general.

Otra de las grandes contribuciones de Debreu y Arrow consistió en la generalización de términos como bien contingente o incertidumbre, que hasta entonces apenas se contemplaban. El francés también trató de establecer un mapa de conexiones preferentes entre los distintos elementos que intervienen en la economía.

Gerard Debreu recibió el Premio Nobel de Economía en 1983 precisamente por alumbrar una nueva manera de plantear los problemas de la economía de mercado y el uso de técnicas matemáticas para ello, algo muy poco frecuente cuando estableció junto a Arrow su modelo, que posteriormente pulió con su Teoría del valor.

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Francesc Moragas y CaixaBank, un ejercicio centenario de RSC https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/francesc-moragas-y-caixabank-un-ejercicio-centenario-de-rsc/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/francesc-moragas-y-caixabank-un-ejercicio-centenario-de-rsc/#respond Thu, 07 Feb 2019 11:13:57 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=28998

La responsabilidad social corporativa no es un añadido a la marca, forma parte del propio ADN de la identidad desde su nacimiento

Un enviado especial a la Exposición Universal de París de 1889, un contexto histórico convulso y una visión fuera de lo común. Tras estos elementos hay una historia que ayudó a moldear el desarrollo social de España. Es la historia de CaixaBank, una entidad centenaria que ya nació con fuertes rasgos distintivos. La responsabilidad social corporativa era uno de ellos y lo sigue siendo. La personalidad de su fundador, Francesc Moragas i Barret, y el momento en el que surgió su proyecto, tuvieron mucho que ver con ello.

Para poner esta historia en perspectiva, la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE ha editado un cuaderno titulado “Francesc Moragas y la fundación de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros: un ejercicio de responsabilidad social corporativa”.

Esta obra lleva a cabo un recorrido por la historia de la entidad, la de su fundador y la de la sociedad que los rodeaba. Un retrato preciso sobre cómo las ideas de una persona y su entorno pueden plasmarse en una organización con un gran impacto social y económico. Un proyecto que podía ponerse como ejemplo de responsabilidad social corporativa (RSC), cuando ese concepto ni siquiera había sido inventado.

Una personalidad y un momento únicos

El fundador de CaixaBank, entonces Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros, nació en 1868 en el seno de una familia acomodada de la burguesía de Barcelona, en un ambiente cristiano y liberal. Tras el fallecimiento de su padre, un prestigioso abogado, su madre contrajo segundas nupcias con el también abogado Juan Antonio Sorribas i Zaydín, un firme defensor de que el ahorro y el seguro eran beneficiosos para la sociedad, especialmente para las clases más populares.

¿Por qué este entusiasmo por las figuras del ahorro y el seguro? El ahorro permitiría guardar y, sobre todo, incrementar la riqueza del trabajador para afrontar la pérdida de ingresos que suponía la jubilación. El seguro, por su parte, ayudaría a hacer frente a contingencias que redujesen los ingresos de la familia,mediante la aplicación de las leyes de la estadística y la matemática.

Juan Antonio Sorribas fundó la revista Los Seguros, en la que colaboró su hijastro Francesc Moragas cuando todavía estudiaba Derecho. Precisamente a él le encargó que acudiera a la Exposición Universal de París de 1889. Moragas conocería allí el papel de entidades como la Caisse d’épargne et de prévoyance des Bouches-du-Rhône et de la Corse, fundada en 1821, y en cuyo modelo se inspiraría para la creación de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros. Moragas fue perfilandoasí su pensamiento social, que desembocó en la creación de “la Caixa” en 1904. En ese año se puso al frente de su dirección general.

En aquella época, el contexto social era muy distinto del actual. España era un país en busca de su desarrollo industrial, que apenas había llegado a Cataluña y País Vasco. La pérdida de Filipinas, Cuba y Puerto Rico a finales del siglo XIX dejó al país sumido en una recesión económica que aumentó la tasa de desempleo, redujo los salarios y acentuó la inestabilidad financiera. Además, las familias trabajadoras corrían un riesgo real de verse abocadas a la miseria si su capacidad de trabajo se veía comprometida por una enfermedad o por la vejez del cabeza de familia. En este ambiente convulso tuvo lugar la huelga general de febrero de 1902 en Barcelona, que dejó 13 muertos. La agitación obrera se multiplicó en los años siguientes.

Este fue el caldo de cultivo en el que algunos intelectuales, políticos y empresarios se conjuraron para acometer la regeneración del país. La fundación de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros, germen de CaixaBank, fue una de las respuestas de esas personalidades, entre las cuales se encontraba Moragas, ante los problemas que acuciaban a la clase obrera. Una entidad que se abrió a todo tipo de público y que pretendía que los obreros, con el fruto de su trabajo, contaran con la capacidad de ahorro necesaria para prever su futuro y el de su familia, así como protegerse ante cualquier contingencia.

Innovación responsable

El director general de “la Caixa” la concibió como una entidad benéfica que ofrece sus servicios a los trabajadores gratuitamente, pero no como una institución caritativa. “Esta institución será en su esencia moral, entidad humanitaria, pero, por los medios de que se valdrá para lograr sus fines, será organismo eminentemente económico”, afirmaba.

Moragas imprimió a “la Caixa” un fuerte ritmo en los años de su despegue. “la Caixa”, que surgió con ínfimos recursos, fue un modelo extraordinario de cómo unos profesionales y directivos motivados y capaces, la cultura que desarrollaron y la tecnología que emplearon fueron más determinantes que su músculo financiero.

Entre las innovaciones que desarrolló Moragas destaca  un conjunto de operaciones de pasivo que rompían con la tradicional y única libreta de ahorro que poseían todas las cajas de la época. Desde 1905 se crearon pensiones de vejez e invalidez con aportaciones individuales o conjuntas de patronos y obreros. En los años siguientes, se presentaron nuevos productos, como las libretas sociales de ahorro, las libretas de ahorro al portador o las imposiciones de ahorro a dos años fecha.

En 1917 se lanzó su operación estrella: las cuentas de ahorro, que no eran otra cosa que las archiconocidas cuentas corrientes, con las que la entidad entró en plena competencia con los bancos. Así llegaba a personas con recursos relativamente elevados. Además de una acelerada captación de clientes, “la Caixa” logró diversificarlos: el obrero industrial de las ciudades, pero también el pequeño propietario, el aparcero, el comerciante modesto o el artesano de las comarcas no industrializadas.

En cuanto a las operaciones activas, a partir de 1912 entró en el crédito personal y, en 1916, en el crédito hipotecario social (para casas baratas, escuelas, obras públicas, cooperación agrícola y actividades culturales). Su objetivo era utilizar el crédito para potenciar la actividad económica y el bienestar de sus clientes que, en general, pertenecían a los estratos inferiores de la sociedad.

Incluso la apertura de nuevas oficinas, parte esencial de la expansión de la entidad, se concibió como un servicio a la sociedad. Moragas estableció que “estas oficinas no solo sirven a la Caja de Pensiones para la realización de sus operaciones, sino que también constituyen para ella un medio eficacísimo de actuación pública, y le permite prestar auxilio a personas, entidades y corporaciones”. Hoy, la entidad mantiene intacto este principio. Una muestra de ello es la apuesta por potenciar su red de oficinas rurales, que le permiten promover la inclusión financiera y extender su Acción Social a poblaciones dispersas.

Moragas también consideraba que las cajas de ahorro debían tener una función educadora. Para él, impulsar la concienciación de los obreros en la previsión, el ahorro y los seguros era el modo de hacer una sociedad más justa, una sociedad mejor. Una filosofía que todavía hoy perdura en la entidad y que ha evolucionado en un Plan de Cultura Financiera específico con diversas iniciativas de difusión entre la población.

La apuesta por la responsabilidad social de CaixaBank desde sus orígenes es una de las principales razones por las que la entidad ha perdurado en el tiempo. La visión a largo plazo que tenían sus valores fundacionales, moldeados por Moragas, lo hizo posible.

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La responsabilidad social corporativa no es un añadido a la marca, forma parte del propio ADN de la identidad desde su nacimiento

Un enviado especial a la Exposición Universal de París de 1889, un contexto histórico convulso y una visión fuera de lo común. Tras estos elementos hay una historia que ayudó a moldear el desarrollo social de España. Es la historia de CaixaBank, una entidad centenaria que ya nació con fuertes rasgos distintivos. La responsabilidad social corporativa era uno de ellos y lo sigue siendo. La personalidad de su fundador, Francesc Moragas i Barret, y el momento en el que surgió su proyecto, tuvieron mucho que ver con ello.

Para poner esta historia en perspectiva, la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE ha editado un cuaderno titulado “Francesc Moragas y la fundación de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros: un ejercicio de responsabilidad social corporativa”.

Esta obra lleva a cabo un recorrido por la historia de la entidad, la de su fundador y la de la sociedad que los rodeaba. Un retrato preciso sobre cómo las ideas de una persona y su entorno pueden plasmarse en una organización con un gran impacto social y económico. Un proyecto que podía ponerse como ejemplo de responsabilidad social corporativa (RSC), cuando ese concepto ni siquiera había sido inventado.

Una personalidad y un momento únicos

El fundador de CaixaBank, entonces Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros, nació en 1868 en el seno de una familia acomodada de la burguesía de Barcelona, en un ambiente cristiano y liberal. Tras el fallecimiento de su padre, un prestigioso abogado, su madre contrajo segundas nupcias con el también abogado Juan Antonio Sorribas i Zaydín, un firme defensor de que el ahorro y el seguro eran beneficiosos para la sociedad, especialmente para las clases más populares.

¿Por qué este entusiasmo por las figuras del ahorro y el seguro? El ahorro permitiría guardar y, sobre todo, incrementar la riqueza del trabajador para afrontar la pérdida de ingresos que suponía la jubilación. El seguro, por su parte, ayudaría a hacer frente a contingencias que redujesen los ingresos de la familia,mediante la aplicación de las leyes de la estadística y la matemática.

Juan Antonio Sorribas fundó la revista Los Seguros, en la que colaboró su hijastro Francesc Moragas cuando todavía estudiaba Derecho. Precisamente a él le encargó que acudiera a la Exposición Universal de París de 1889. Moragas conocería allí el papel de entidades como la Caisse d’épargne et de prévoyance des Bouches-du-Rhône et de la Corse, fundada en 1821, y en cuyo modelo se inspiraría para la creación de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros. Moragas fue perfilandoasí su pensamiento social, que desembocó en la creación de “la Caixa” en 1904. En ese año se puso al frente de su dirección general.

En aquella época, el contexto social era muy distinto del actual. España era un país en busca de su desarrollo industrial, que apenas había llegado a Cataluña y País Vasco. La pérdida de Filipinas, Cuba y Puerto Rico a finales del siglo XIX dejó al país sumido en una recesión económica que aumentó la tasa de desempleo, redujo los salarios y acentuó la inestabilidad financiera. Además, las familias trabajadoras corrían un riesgo real de verse abocadas a la miseria si su capacidad de trabajo se veía comprometida por una enfermedad o por la vejez del cabeza de familia. En este ambiente convulso tuvo lugar la huelga general de febrero de 1902 en Barcelona, que dejó 13 muertos. La agitación obrera se multiplicó en los años siguientes.

Este fue el caldo de cultivo en el que algunos intelectuales, políticos y empresarios se conjuraron para acometer la regeneración del país. La fundación de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros, germen de CaixaBank, fue una de las respuestas de esas personalidades, entre las cuales se encontraba Moragas, ante los problemas que acuciaban a la clase obrera. Una entidad que se abrió a todo tipo de público y que pretendía que los obreros, con el fruto de su trabajo, contaran con la capacidad de ahorro necesaria para prever su futuro y el de su familia, así como protegerse ante cualquier contingencia.

Innovación responsable

El director general de “la Caixa” la concibió como una entidad benéfica que ofrece sus servicios a los trabajadores gratuitamente, pero no como una institución caritativa. “Esta institución será en su esencia moral, entidad humanitaria, pero, por los medios de que se valdrá para lograr sus fines, será organismo eminentemente económico”, afirmaba.

Moragas imprimió a “la Caixa” un fuerte ritmo en los años de su despegue. “la Caixa”, que surgió con ínfimos recursos, fue un modelo extraordinario de cómo unos profesionales y directivos motivados y capaces, la cultura que desarrollaron y la tecnología que emplearon fueron más determinantes que su músculo financiero.

Entre las innovaciones que desarrolló Moragas destaca  un conjunto de operaciones de pasivo que rompían con la tradicional y única libreta de ahorro que poseían todas las cajas de la época. Desde 1905 se crearon pensiones de vejez e invalidez con aportaciones individuales o conjuntas de patronos y obreros. En los años siguientes, se presentaron nuevos productos, como las libretas sociales de ahorro, las libretas de ahorro al portador o las imposiciones de ahorro a dos años fecha.

En 1917 se lanzó su operación estrella: las cuentas de ahorro, que no eran otra cosa que las archiconocidas cuentas corrientes, con las que la entidad entró en plena competencia con los bancos. Así llegaba a personas con recursos relativamente elevados. Además de una acelerada captación de clientes, “la Caixa” logró diversificarlos: el obrero industrial de las ciudades, pero también el pequeño propietario, el aparcero, el comerciante modesto o el artesano de las comarcas no industrializadas.

En cuanto a las operaciones activas, a partir de 1912 entró en el crédito personal y, en 1916, en el crédito hipotecario social (para casas baratas, escuelas, obras públicas, cooperación agrícola y actividades culturales). Su objetivo era utilizar el crédito para potenciar la actividad económica y el bienestar de sus clientes que, en general, pertenecían a los estratos inferiores de la sociedad.

Incluso la apertura de nuevas oficinas, parte esencial de la expansión de la entidad, se concibió como un servicio a la sociedad. Moragas estableció que “estas oficinas no solo sirven a la Caja de Pensiones para la realización de sus operaciones, sino que también constituyen para ella un medio eficacísimo de actuación pública, y le permite prestar auxilio a personas, entidades y corporaciones”. Hoy, la entidad mantiene intacto este principio. Una muestra de ello es la apuesta por potenciar su red de oficinas rurales, que le permiten promover la inclusión financiera y extender su Acción Social a poblaciones dispersas.

Moragas también consideraba que las cajas de ahorro debían tener una función educadora. Para él, impulsar la concienciación de los obreros en la previsión, el ahorro y los seguros era el modo de hacer una sociedad más justa, una sociedad mejor. Una filosofía que todavía hoy perdura en la entidad y que ha evolucionado en un Plan de Cultura Financiera específico con diversas iniciativas de difusión entre la población.

La apuesta por la responsabilidad social de CaixaBank desde sus orígenes es una de las principales razones por las que la entidad ha perdurado en el tiempo. La visión a largo plazo que tenían sus valores fundacionales, moldeados por Moragas, lo hizo posible.

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URSS, así fue la caída del último gran coloso https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/urss-asi-fue-la-caida-del-ultimo-gran-coloso/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/urss-asi-fue-la-caida-del-ultimo-gran-coloso/#respond Mon, 07 Jan 2019 16:31:48 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=28539

Un bloque que nació en 1917, abarcó unas 100 nacionalidades y se disolvió en apenas un par de años. La antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS) ha sido el último gran imperio en desmoronarse. Lo hizo oficialmente en la Navidad de 1991, cuando el Soviet Supremo reconoció que la URSS ya no existía.

Detrás de esta caída se encontraba una profunda crisis económica que evidenció el fracaso de un sistema y acabó con la Guerra Fría que mantuvo en vilo al mundo entero durante décadas. Precisamente fue el último intento por hacer funcionar la economía de la URSS el que precipitó su disolución.

El principio de la URSS

El germen de la URSS se encuentra en la Revolución bolchevique de 1917. El zar Nicolás II había abdicado en febrero y los bolcheviques, un grupo radical dentro del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, tomaron el control del gobierno en octubre. Establecieron entonces un estado socialista en los territorios del antiguo Imperio ruso. Fue en 1922 cuando se constituyó de manera oficial la URSS, una vez que se habían sumado las repúblicas más alejadas de Rusia. Vladímir Ilich Uliánov, más conocido como Lenin, estaba al frente de la nueva gran potencia.

El Imperio ruso no experimentó una revolución burguesa, como tantas otras naciones. En realidad, pasó del Antiguo Régimen encarnado por el zarismo a un régimen autoritario comunista que se consolidó con la llegada de Iósiv Stalin al poder tras la muerte de Lenin en 1924. De esta manera, se pasó de una pretendida dictadura del proletariado a la dictadura personal del secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).

La industria era la prioridad

Con la llegada de Stalin tras la muerte de Lenin en 1924, el Estado comenzó a controlar todos los aspectos de la vida política, económica y social de la URSS. Se fijó la producción industrial como la principal prioridad y se establecieron planes quinquenales que establecían metas para cada actividad productiva.

Los principales sectores de la economía eran el petróleo, la siderurgia, la química, la madera, la minería, el procesado de alimentos, la automoción, el aeroespacial, la electrónica, las telecomunicaciones y la defensa. La producción agropecuaria, por su parte, se hundió tras la colectivización forzosa de las tierras, un colapso que provocó una importante hambruna.

La intervención estatal en todos los procesos y la excesiva centralización conllevaron además un problema de burocratización. Se necesitaban todo tipo de permisos para cualquier actividad en cualquier parte de la inmensa URSS. Esto se tradujo en una importante ineficiencia del Estado, que sería clave en su disolución final.

El estancamiento de la economía experimentado desde finales de los años 50 también conllevó un descenso en la esperanza de vida y un aumento de la mortalidad infantil. Todas estas son circunstancias que ayudarían a explicar años después por qué la URSS colapsó en un corto periodo de tiempo.

El bloque del Este y la Guerra Fría

Después de la II Guerra Mundial, el comunismo se implantó en los países que quedaron bajo la influencia de la URSS al este de Europa, así como en otros como China, Corea del Norte y Cuba. Para la cohesión del llamado bloque del Este, se crearon organismos de integración como el CAME y el Pacto de Varsovia.

Es en estos momentos cuando se sitúa el inicio de la Guerra Fría. Después del lanzamiento de las bombas nucleares estadounidenses al final de la II Guerra Mundial, en 1949 la URSS probó su primera bomba atómica. El bloque occidental, liderado por Estados Unidos, y el bloque del Este se enfrentaron así durante décadas en una escalada armamentística que acabó por desgastar sus economías, especialmente la soviética.

La URSS estaba perdiendo la batalla económica frente a Estados Unidos. En 1961, Khruschev aseguró que la URSS sobrepasaría la capacidad productiva de Estados Unidos en 1970 y que su calidad de vida superaría a la de cualquier país occidental en 1981. Sin embargo, la realidad era muy distinta: entre 1960 y 1975, su producto nacional bruto solamente llegó a alcanzar el 58% del total estadounidense. En 1981 ya había caído al 55%, debido entre otros factores al elevado esfuerzo que los soviéticos realizaban en defensa y al bajo consumo per cápita, que apenas superaba un tercio del que se daba en Estados Unidos.

Esta circunstancia, unida a los problemas estructurales de la URSS, llevó a un último intento de reflotar el sistema. A mediados de los años 80 había llegado el momento de relajar el control del Estado sobre la economía y sobre las vidas de los ciudadanos. Había llegado el momento de la Perestroika.

El final de la URSS

En 1985, Mikhail Gorbachov llegó al poder en la URSS con su nombramiento como secretario general del PCUS. Heredó una economía con serios problemas y una estructura política ineficiente. Por esa razón, emprendió una serie de reformas para tratar de salvar el sistema. Entre ellas, frenar la escalada armamentística que estaba ahogando la economía y que acabaría por agotar la Guerra Fría.

El plan de reformas de Gorbachov tenía dos vertientes fundamentales: la Perestroika y el Glasnots. La primera se refería a una serie de reformas para que el gobierno relajara el control sobre la economía de la URSS. Por primera vez desde los años 20, los ciudadanos y las cooperativas podían ser propietarios de negocios. Además, se abrió la puerta a las inversiones extranjeras y se reconoció el derecho a la huelga.

El Glasnots tenía una vertiente más social: se permitió a los periódicos publicar artículos críticos con el gobierno, se liberaron presos políticos y se instauraron elecciones legislativas a las que se podían presentar otros partidos aparte del PCUS.

Las reformas económicas tardaron más en florecer que las sociales. Escasez de productos, racionamientos y aumentos de precios provocaron la frustración de los ciudadanos ante el gobierno, la cual ya podían expresar. Por otra parte, las revoluciones de 1989 en distintos países del Pacto de Varsovia y la caída del muro de Berlín, junto a los movimientos separatistas en distintas repúblicas, precipitaron la disolución de la federación.

Además, la línea dura del PCUS planteó una dura oposición a Gorbachov, a quien intentó derrocar en 1991. El 25 de diciembre de ese mismo año, el líder ruso dimitía de la presidencia y un día después se certificaba la disolución de la URSS. Tal y como reconoció en su discurso de despedida, “el antiguo sistema se derrumbó antes de que uno nuevo tuviera tiempo de empezar a funcionar”.

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Un bloque que nació en 1917, abarcó unas 100 nacionalidades y se disolvió en apenas un par de años. La antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS) ha sido el último gran imperio en desmoronarse. Lo hizo oficialmente en la Navidad de 1991, cuando el Soviet Supremo reconoció que la URSS ya no existía.

Detrás de esta caída se encontraba una profunda crisis económica que evidenció el fracaso de un sistema y acabó con la Guerra Fría que mantuvo en vilo al mundo entero durante décadas. Precisamente fue el último intento por hacer funcionar la economía de la URSS el que precipitó su disolución.

El principio de la URSS

El germen de la URSS se encuentra en la Revolución bolchevique de 1917. El zar Nicolás II había abdicado en febrero y los bolcheviques, un grupo radical dentro del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, tomaron el control del gobierno en octubre. Establecieron entonces un estado socialista en los territorios del antiguo Imperio ruso. Fue en 1922 cuando se constituyó de manera oficial la URSS, una vez que se habían sumado las repúblicas más alejadas de Rusia. Vladímir Ilich Uliánov, más conocido como Lenin, estaba al frente de la nueva gran potencia.

El Imperio ruso no experimentó una revolución burguesa, como tantas otras naciones. En realidad, pasó del Antiguo Régimen encarnado por el zarismo a un régimen autoritario comunista que se consolidó con la llegada de Iósiv Stalin al poder tras la muerte de Lenin en 1924. De esta manera, se pasó de una pretendida dictadura del proletariado a la dictadura personal del secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).

La industria era la prioridad

Con la llegada de Stalin tras la muerte de Lenin en 1924, el Estado comenzó a controlar todos los aspectos de la vida política, económica y social de la URSS. Se fijó la producción industrial como la principal prioridad y se establecieron planes quinquenales que establecían metas para cada actividad productiva.

Los principales sectores de la economía eran el petróleo, la siderurgia, la química, la madera, la minería, el procesado de alimentos, la automoción, el aeroespacial, la electrónica, las telecomunicaciones y la defensa. La producción agropecuaria, por su parte, se hundió tras la colectivización forzosa de las tierras, un colapso que provocó una importante hambruna.

La intervención estatal en todos los procesos y la excesiva centralización conllevaron además un problema de burocratización. Se necesitaban todo tipo de permisos para cualquier actividad en cualquier parte de la inmensa URSS. Esto se tradujo en una importante ineficiencia del Estado, que sería clave en su disolución final.

El estancamiento de la economía experimentado desde finales de los años 50 también conllevó un descenso en la esperanza de vida y un aumento de la mortalidad infantil. Todas estas son circunstancias que ayudarían a explicar años después por qué la URSS colapsó en un corto periodo de tiempo.

El bloque del Este y la Guerra Fría

Después de la II Guerra Mundial, el comunismo se implantó en los países que quedaron bajo la influencia de la URSS al este de Europa, así como en otros como China, Corea del Norte y Cuba. Para la cohesión del llamado bloque del Este, se crearon organismos de integración como el CAME y el Pacto de Varsovia.

Es en estos momentos cuando se sitúa el inicio de la Guerra Fría. Después del lanzamiento de las bombas nucleares estadounidenses al final de la II Guerra Mundial, en 1949 la URSS probó su primera bomba atómica. El bloque occidental, liderado por Estados Unidos, y el bloque del Este se enfrentaron así durante décadas en una escalada armamentística que acabó por desgastar sus economías, especialmente la soviética.

La URSS estaba perdiendo la batalla económica frente a Estados Unidos. En 1961, Khruschev aseguró que la URSS sobrepasaría la capacidad productiva de Estados Unidos en 1970 y que su calidad de vida superaría a la de cualquier país occidental en 1981. Sin embargo, la realidad era muy distinta: entre 1960 y 1975, su producto nacional bruto solamente llegó a alcanzar el 58% del total estadounidense. En 1981 ya había caído al 55%, debido entre otros factores al elevado esfuerzo que los soviéticos realizaban en defensa y al bajo consumo per cápita, que apenas superaba un tercio del que se daba en Estados Unidos.

Esta circunstancia, unida a los problemas estructurales de la URSS, llevó a un último intento de reflotar el sistema. A mediados de los años 80 había llegado el momento de relajar el control del Estado sobre la economía y sobre las vidas de los ciudadanos. Había llegado el momento de la Perestroika.

El final de la URSS

En 1985, Mikhail Gorbachov llegó al poder en la URSS con su nombramiento como secretario general del PCUS. Heredó una economía con serios problemas y una estructura política ineficiente. Por esa razón, emprendió una serie de reformas para tratar de salvar el sistema. Entre ellas, frenar la escalada armamentística que estaba ahogando la economía y que acabaría por agotar la Guerra Fría.

El plan de reformas de Gorbachov tenía dos vertientes fundamentales: la Perestroika y el Glasnots. La primera se refería a una serie de reformas para que el gobierno relajara el control sobre la economía de la URSS. Por primera vez desde los años 20, los ciudadanos y las cooperativas podían ser propietarios de negocios. Además, se abrió la puerta a las inversiones extranjeras y se reconoció el derecho a la huelga.

El Glasnots tenía una vertiente más social: se permitió a los periódicos publicar artículos críticos con el gobierno, se liberaron presos políticos y se instauraron elecciones legislativas a las que se podían presentar otros partidos aparte del PCUS.

Las reformas económicas tardaron más en florecer que las sociales. Escasez de productos, racionamientos y aumentos de precios provocaron la frustración de los ciudadanos ante el gobierno, la cual ya podían expresar. Por otra parte, las revoluciones de 1989 en distintos países del Pacto de Varsovia y la caída del muro de Berlín, junto a los movimientos separatistas en distintas repúblicas, precipitaron la disolución de la federación.

Además, la línea dura del PCUS planteó una dura oposición a Gorbachov, a quien intentó derrocar en 1991. El 25 de diciembre de ese mismo año, el líder ruso dimitía de la presidencia y un día después se certificaba la disolución de la URSS. Tal y como reconoció en su discurso de despedida, “el antiguo sistema se derrumbó antes de que uno nuevo tuviera tiempo de empezar a funcionar”.

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El primer banco de la historia https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/el-primer-banco-de-la-historia/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/el-primer-banco-de-la-historia/#respond Wed, 02 Jan 2019 09:58:40 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=28429

Un banco desarrolla muchas actividades. Los bancos centrales, por ejemplo, emiten moneda y promueven la estabilidad del sistema financiero. Los bancos comerciales financian a sus clientes, guardan sus depósitos y les ayudan a gestionar su patrimonio. También existen bancos de inversión, corporativos o de tesorería, entre otros. Son tantos los servicios que ofrecen estas entidades, que no resulta sencillo establecer cuál fue el primer banco de la historia.

¿Podemos considerar los préstamos sumerios de grano (3000 a. C. a 1900 a. C.) como las primeras operaciones bancarias? ¿O tal vez debemos hacerlo con los depósitos y préstamos que realizaban los templos babilonios? ¿Establecemos su inicio en el trueque o en la aparición de la primera moneda?

En cualquier caso, todos estos ejemplos se pueden considerar los ancestros de los bancos actuales. Todos ellos son los fundamentos del actual sistema económico y financiero mundial. Por eso merece la pena conocer algunos de ellos un poco más de cerca.

Una historia ligada a la seguridad

La posesión de bienes siempre ha traído un problema asociado: la seguridad. Mantener las posesiones a salvo es una tarea que se comenzó a delegar muy pronto. Los egipcios ya tenían algo parecido a casas del tesoro e incluso sus pirámides se consideran las primeras cajas fuertes de la historia. Pero parece ser que fueron los babilonios los primeros que dejaron sus depósitos en manos de hombres de confianza para que los custodiaran. A cambio, les pagaban hasta una decimosexta parte de sus tesoros.

El propio código de Hammurabi (1792-1750 a. C.), uno de los primeros conjuntos de leyes de la historia, establecía que “si un hombre da a otro plata, oro o cualquier otra cosa para guardar, deberá mostrárselo a un testigo y establecer el contrato antes de realizar el depósito”. Esta legislación también establecía límites a los tipos de interés de los préstamos que se efectuaban en aquella época, así como las consecuencias de sus impagos.

También los templos babilonios actuaban como instituciones fiscales y financieras. En concreto, algunos autores consideran el templo del Dios Sol como el primer banco del mundo. Los griegos también hicieron de sus templos depósitos seguros. Los fuertes principios religiosos de las clases nobles y las supersticiones de los no creyentes contribuyeron a crear una atmósfera de inviolabilidad alrededor de estos santuarios. Con el tiempo, empezaron a cobrar de manera regular por sus servicios y a prestar sus propios fondos a cambio de un interés.

El origen de la banca moderna

Las cruzadas estuvieron detrás de la creación de la banca moderna. Tras la toma de Jerusalén en 1099, los peregrinos cristianos viajaban miles de kilómetros a través de Europa para llegar a Tierra Santa. Los templarios, una orden de monjes guerreros, eran los encargados de velar por su seguridad.

Para hacer frente a un viaje tan largo, los peregrinos necesitaban acceder a sus bienes en distintos lugares sin llevarlos consigo, ya que podrían despertar el interés de los ladrones. Los templarios se convirtieron en la solución a sus problemas: un peregrino podía realizar un depósito en la iglesia templaria de Londres y retirarlo en la de Jerusalén.

Más tarde, los templarios pasaron a administrar los depósitos de sus clientes, realizando una gestión completa de los fondos. También efectuaban actividades de préstamo. No solo eso: llegaron a actuar como agentes inmobiliarios, realizando operaciones de intermediación entre vendedores y compradores.

También las cruzadas estaban en el origen de la actividad bancaria que floreció en Italia con la llegada del Renacimiento. Venecia, Florencia y Génova habían acumulado una gran cantidad de riqueza gracias al envío de tropas rumbo a estas misiones y al comercio marítimo.

Las casas de préstamos de la época estaban ligadas a grandes familias como los Bardi y los Peruzzi de Florencia, que llegaron a establecer agencias en Inglaterra, Alemania o Rodas (Grecia). Estas entidades prestaban fondos incluso a reyes y gobiernos. Precisamente fueron los impagos por parte del Parlamento británico y el rey de Sicilia los que llevaron a ambas casas a la bancarrota.

La famosa saga de los Medici también se dedicó durante generaciones a la actividad bancaria, que le permitió realizar una importante labor de mecenazgo durante el Renacimiento. La reputación de su negocio era reconocida en toda Europa.

Compra de deuda en las ferias

A mediados del siglo xvi, un fenómeno curioso se podía observar en la feria de Lyon (Francia), que era la más importante de Europa. Un mercader italiano sentado en un escritorio recibía a otros mercaderes, a los que entregaba piezas de papel firmadas. Lo que estaba haciendo este hombre era comprar y vender deuda, una actividad que le reportaba grandes beneficios.

Este sistema permitía que un mercader lionés interesado en comprar lana de Florencia acudiera a este agente para pedir una letra de cambio, que era un registro escrito de su balance de crédito. El valor de este documento se expresaba en una moneda privada, el ecu de marc, que no era ni la libra francesa ni la lira italiana.

La ventaja de este sistema consistía en que la divisa era reconocida por una red internacional de banqueros. De esta manera, el comerciante lionés o sus agentes podían viajar a Florencia y obtener moneda local para comprar la lana si lo deseaban: solo tenían que acudir a un banco local a intercambiar su letra de cambio por liras. La cantidad acordada se cargaba en su cuenta. También se podía enviar este documento directamente al vendedor de lana, que podría redimirla en un banco florentino.

Gracias a este sistema, el comerciante no solo podía cambiar divisas, sino que podía trasladar su solvencia, reconocida en Lyon, a Florencia, donde nadie le conocía. Este sistema tan ingenioso fue uno de los primeros instrumentos financieros internacionales.

Todos estos ejemplos muestran parte del recorrido que han realizado los bancos a lo largo de la historia. Estas entidades forman parte de un sistema que surgió para dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos. Una labor que ha venido desarrollando al menos durante los últimos 4.000 años.

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Un banco desarrolla muchas actividades. Los bancos centrales, por ejemplo, emiten moneda y promueven la estabilidad del sistema financiero. Los bancos comerciales financian a sus clientes, guardan sus depósitos y les ayudan a gestionar su patrimonio. También existen bancos de inversión, corporativos o de tesorería, entre otros. Son tantos los servicios que ofrecen estas entidades, que no resulta sencillo establecer cuál fue el primer banco de la historia.

¿Podemos considerar los préstamos sumerios de grano (3000 a. C. a 1900 a. C.) como las primeras operaciones bancarias? ¿O tal vez debemos hacerlo con los depósitos y préstamos que realizaban los templos babilonios? ¿Establecemos su inicio en el trueque o en la aparición de la primera moneda?

En cualquier caso, todos estos ejemplos se pueden considerar los ancestros de los bancos actuales. Todos ellos son los fundamentos del actual sistema económico y financiero mundial. Por eso merece la pena conocer algunos de ellos un poco más de cerca.

Una historia ligada a la seguridad

La posesión de bienes siempre ha traído un problema asociado: la seguridad. Mantener las posesiones a salvo es una tarea que se comenzó a delegar muy pronto. Los egipcios ya tenían algo parecido a casas del tesoro e incluso sus pirámides se consideran las primeras cajas fuertes de la historia. Pero parece ser que fueron los babilonios los primeros que dejaron sus depósitos en manos de hombres de confianza para que los custodiaran. A cambio, les pagaban hasta una decimosexta parte de sus tesoros.

El propio código de Hammurabi (1792-1750 a. C.), uno de los primeros conjuntos de leyes de la historia, establecía que “si un hombre da a otro plata, oro o cualquier otra cosa para guardar, deberá mostrárselo a un testigo y establecer el contrato antes de realizar el depósito”. Esta legislación también establecía límites a los tipos de interés de los préstamos que se efectuaban en aquella época, así como las consecuencias de sus impagos.

También los templos babilonios actuaban como instituciones fiscales y financieras. En concreto, algunos autores consideran el templo del Dios Sol como el primer banco del mundo. Los griegos también hicieron de sus templos depósitos seguros. Los fuertes principios religiosos de las clases nobles y las supersticiones de los no creyentes contribuyeron a crear una atmósfera de inviolabilidad alrededor de estos santuarios. Con el tiempo, empezaron a cobrar de manera regular por sus servicios y a prestar sus propios fondos a cambio de un interés.

El origen de la banca moderna

Las cruzadas estuvieron detrás de la creación de la banca moderna. Tras la toma de Jerusalén en 1099, los peregrinos cristianos viajaban miles de kilómetros a través de Europa para llegar a Tierra Santa. Los templarios, una orden de monjes guerreros, eran los encargados de velar por su seguridad.

Para hacer frente a un viaje tan largo, los peregrinos necesitaban acceder a sus bienes en distintos lugares sin llevarlos consigo, ya que podrían despertar el interés de los ladrones. Los templarios se convirtieron en la solución a sus problemas: un peregrino podía realizar un depósito en la iglesia templaria de Londres y retirarlo en la de Jerusalén.

Más tarde, los templarios pasaron a administrar los depósitos de sus clientes, realizando una gestión completa de los fondos. También efectuaban actividades de préstamo. No solo eso: llegaron a actuar como agentes inmobiliarios, realizando operaciones de intermediación entre vendedores y compradores.

También las cruzadas estaban en el origen de la actividad bancaria que floreció en Italia con la llegada del Renacimiento. Venecia, Florencia y Génova habían acumulado una gran cantidad de riqueza gracias al envío de tropas rumbo a estas misiones y al comercio marítimo.

Las casas de préstamos de la época estaban ligadas a grandes familias como los Bardi y los Peruzzi de Florencia, que llegaron a establecer agencias en Inglaterra, Alemania o Rodas (Grecia). Estas entidades prestaban fondos incluso a reyes y gobiernos. Precisamente fueron los impagos por parte del Parlamento británico y el rey de Sicilia los que llevaron a ambas casas a la bancarrota.

La famosa saga de los Medici también se dedicó durante generaciones a la actividad bancaria, que le permitió realizar una importante labor de mecenazgo durante el Renacimiento. La reputación de su negocio era reconocida en toda Europa.

Compra de deuda en las ferias

A mediados del siglo xvi, un fenómeno curioso se podía observar en la feria de Lyon (Francia), que era la más importante de Europa. Un mercader italiano sentado en un escritorio recibía a otros mercaderes, a los que entregaba piezas de papel firmadas. Lo que estaba haciendo este hombre era comprar y vender deuda, una actividad que le reportaba grandes beneficios.

Este sistema permitía que un mercader lionés interesado en comprar lana de Florencia acudiera a este agente para pedir una letra de cambio, que era un registro escrito de su balance de crédito. El valor de este documento se expresaba en una moneda privada, el ecu de marc, que no era ni la libra francesa ni la lira italiana.

La ventaja de este sistema consistía en que la divisa era reconocida por una red internacional de banqueros. De esta manera, el comerciante lionés o sus agentes podían viajar a Florencia y obtener moneda local para comprar la lana si lo deseaban: solo tenían que acudir a un banco local a intercambiar su letra de cambio por liras. La cantidad acordada se cargaba en su cuenta. También se podía enviar este documento directamente al vendedor de lana, que podría redimirla en un banco florentino.

Gracias a este sistema, el comerciante no solo podía cambiar divisas, sino que podía trasladar su solvencia, reconocida en Lyon, a Florencia, donde nadie le conocía. Este sistema tan ingenioso fue uno de los primeros instrumentos financieros internacionales.

Todos estos ejemplos muestran parte del recorrido que han realizado los bancos a lo largo de la historia. Estas entidades forman parte de un sistema que surgió para dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos. Una labor que ha venido desarrollando al menos durante los últimos 4.000 años.

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