transición energética

Cambio climático, un reto global (con una solución global)
¿Te imaginas que todos los seres humanos nos pusiéramos a remar en la misma dirección? Si fuéramos capaces de ponernos todos de acuerdo, no habría reto que se nos resistiera. Precisamente ahora tenemos por delante un desafío que da la oportunidad a la humanidad de ofrecer una respuesta conjunta. Entre otras razones, porque es la única manera que hay de superarlo. Se llama cambio climático y tiene tal capacidad de transformar el planeta, que no nos quedará más remedio que atajarlo entre todos. Lo cierto es que el potencial disruptivo del cambio climático va mucho más allá de las consecuencias que todos tenemos en mente cuando hablamos del tema. Al hacerlo, normalmente se nos pasan por la cabeza imágenes de desiertos, fenómenos meteorológicos extremos o casquetes polares que se derriten. No solemos pensar en otros efectos, como los económicos y los sociales, que son igualmente importantes. Si no lo frenamos, el cambio climático puede convertir estos costos en algo inasumible. Esta es una de las principales conclusiones del dossier Frenar el cambio climático: ahora o nunca elaborado por CaixaBank Research e incluido en su Informe Mensual de noviembre. Este trabajo analiza las consecuencias de este fenómeno y ofrece algunas pautas para afrontarlo.El cambio climático es a veces motivo de controversia. ¿Hasta qué punto es causado por nuestras acciones y no por condicionantes naturales? Al fin y al cabo, la Tierra lleva 100.000 años calentándose y enfriándose consecutivamente. En este punto, la evidencia científica apunta a que la acción del hombre tiene mucho que ver con este fenómeno. Se estima que tres cuartas partes del cambio climático de los últimos 60 años se debe a la actividad humana que ha incrementado de forma sustancial la emisión y posterior concentración de gases invernadero en la atmósfera. El trabajo técnico del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el equipo de expertos que asesora a la ONU, ha sido clave para que el mundo llegara a compartir este diagnóstico sobre el cambio climático que pone a la acción humana en el centro. Gracias a él, la comunidad internacional se ha comprometido a evitar un aumento de la temperatura media global de más de 2 ºC respecto a los niveles preindustriales. Con ese objetivo, se deben reducir las emisiones globales de GEI alrededor del 30 % en 2030 desde los niveles actuales. ¿Qué pasaría si renunciamos a reducir las emisiones? ¿Y si las reducimos, pero no tanto? Actualmente, se plantean cuatro grandes escenarios en el horizonte del año 2100: - Business as usual: si no tomamos medidas y seguimos con el ritmo de crecimiento de emisiones actual, la temperatura subiría entre 4 ºC y 5 ºC. - Transición energética insuficiente: si seguimos con las políticas actuales de mitigación del crecimiento, el aumento sería de entre 3 ºC y 4 ºC. - Transición energética intermedia: si implementamos íntegramente las medidas del Acuerdo de París, el aumento sería del 2 ºC. - Transición energética ambiciosa: el aumento llegaría al 1,5 ºC. Si tenemos en cuenta que una subida de la temperatura por encima de los 2 ºC provocaría riesgos climáticos graves y frecuentes (sequías, ciclones, huracanes, subida del nivel del mar…), lo cierto es que pequeñas variaciones en la temperatura pueden ser esenciales para la vida en la Tierra. Incluso limitar esa subida a 1,5 ºC en lugar de 2 ºC puede suponer que la cantidad de personas que sufrirían problemas de acceso al agua potable se reduciría a la mitad.Las consecuencias del cambio climático también tienen una importante vertiente económica. De hecho, ya se estudian los impactos que tendrá sobre el PIB global en el año 2100. Así, un artículo publicado en la revista Nature apunta que, en un escenario donde se sigan aplicando las políticas energéticas que tenemos hoy, se producirá una reducción del PIB global de entre el 15 % y el 25 % en 2100, en comparación con un escenario en el que las temperaturas se mantuvieran en los niveles actuales. Y si no hacemos nada (business as usual), la reducción superaría el 25 %. Además, el informe estima que pasar de un escenario con un aumento de 2 ºC a uno de 1,5 ºC beneficiaría al 90 % de la población global en 2100, y permitiría ahorrar más de 18 billones de euros, el equivalente de una cuarta parte del PIB global actual.Hacer frente a este gran desafío no es una tarea fácil. Tiene sus propios retos, como la contestación social que pueden despertar las distintas medidas, tal y como ocurrió en el caso de los chalecos amarillos en Francia. Por eso es importante que los planes que pongan en marcha los Gobiernos tengan el mayor consenso político posible, la implicación de colectivos que puedan verse afectados o el apoyo a los sectores más vulnerables. También es necesaria la transparencia a la hora de utilizar los ingresos obtenidos por el aumento de impuestos al carbono, así como la inversión de parte de esa recaudación en tecnologías para luchar contra el cambio climático. La inversión pública puede tener un papel determinante en este sentido. En cuanto a la inversión que pueden realizar empresas y familias contra el cambio climático, junto a la captación de financiación necesaria para llevarla a cabo, su promoción será mucho más sencilla si existen unas reglas claras y estables. Como muchas de estas inversiones tienen periodos de amortización largos, la certidumbre y la garantía de estabilidad en la norma son imprescindibles. Además, es importante que el sector financiero disponga de las herramientas necesarias para poder valorar y gestionar los riesgos financieros que van asociados al cambio climático. Por ejemplo, actualmente no existen unos estándares comunes de divulgación de información financiera relacionada con el clima. Si existieran, podríamos saber más fácilmente qué compañías pueden aprovechar mejor las oportunidades de la economía descarbonizada o qué empresas están más preparadas para afrontar los riesgos climáticos. Sector público, empresas y sociedad civil tenemos que responder al unísono ante el gran reto del cambio climático. Una respuesta coordinada puede traer tantos beneficios que merece la pena hacer el esfuerzo. Dejar un mundo mejor a quienes lo habitarán en el futuro es una cuestión de justicia.
SOCIAL
Autoconsumo energético para impulsar el medio rural
La despoblación de las zonas rurales es un auténtico problema. De hecho, prácticamente se podría calificar de epidemia mundial. La ONU calcula que, para 2050, el 68 % de la población global vivirá en áreas urbanas. En España, el Banco Mundial calcula que ese porcentaje es del 80 % ya en la actualidad. Esto significa que en el 90 % del territorio solo vive el 20 % de la población del país. El medio rural guarda muchos tesoros que se perderán si esta situación no cambia. Por ejemplo, un inmenso patrimonio histórico, cultural y gastronómico. Además, es en estas áreas en las que se desarrolla una importante actividad económica, la relacionada con el sector agropecuario, que se ve amenazada por el éxodo a las ciudades. Esta tendencia supone la pérdida de puestos de trabajo, la destrucción de tejido social y también el agravamiento de los desequilibrios territoriales. Conlleva un círculo vicioso en el que se deterioran la economía, las infraestructuras y las condiciones de vida, que causan a su vez un mayor despoblamiento, según advierte el Consejo Económico y Social en su informe El Medio Rural y su Vertebración Social y Territorial. Convertir la España vaciada en una España próspera es esencial y prioritario. Hacerlo de manera sostenible es, además, imprescindible. No se debe olvidar que uno de los principales retos que afronta el planeta es combatir el cambio climático, una meta que forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) enunciados por la ONU. Para conjugar desarrollo rural y sostenibilidad, el apoyo a sus habitantes es fundamental. Hay que estar a su lado a la hora de poner en marcha sus proyectos y ayudarles a convertirlos en actividades rentables y sostenibles. En esta tarea, en la que CaixaBank está implicada a través de AgroBank, ha surgido un aliado inesperado: el autoconsumo energético es una de las claves que ayudarán a desarrollar una economía agraria próspera y sostenible.Los empresarios del medio rural, especialmente aquellos relacionados con explotaciones agropecuarias, tienen ante sí una interesante oportunidad en el autoconsumo energético. Se trata de invertir en la instalación de sistemas de energías renovables, que les permitirán hacer evolucionar sus negocios hacia modelos más responsables, sostenibles y eficientes. Los ejemplos más conocidos son las granjas de paneles solares, los parques eólicos o el desarrollo de sistemas de generación de energía a partir de biomasa. Entre las ventajas que representa el autoconsumo para el sector agrario destaca la reducción de los costes energéticos. Este tipo de soluciones puede llevar a ahorros del 30 % en dichos costes o incluso a la autosuficiencia energética de las explotaciones. Además, evitan la dependencia de estos negocios de la volatilidad de los precios de la luz y la incertidumbre asociada. Por otro lado, la apuesta por energías renovables en el sector agrario reduce la dependencia de las importaciones de combustibles como el petróleo o el gas. Sus ventajas medioambientales son indudables, así como su contribución a la construcción de sistemas de producción sostenibles. Incluso el propio desarrollo de este sector puede dinamizar el mercado de trabajo en las áreas rurales, vinculado a la producción, instalación y mantenimiento de los sistemas de autoconsumo.Si este modelo de producción energética tiene tantas ventajas, ¿por qué despega ahora? La respuesta se encuentra en una legislación aprobada el pasado mes de noviembre. El Real Decreto Ley 15/2018, relativo al autoconsumo, llegó para eliminar, entre otras trabas, el conocido como «impuesto al sol». Esta disposición obligaba a los usuarios de soluciones de autoconsumo a pagar peajes incluso si no consumían electricidad de la red general. Además, la anterior legislación impedía el uso colectivo de instalaciones de autoconsumo. Estas circunstancias desincentivaban su implantación. Con la llegada de la nueva norma, el número de solicitudes para instalar soluciones de autoconsumo en el campo se multiplicó por diez. A la seguridad jurídica que aporta el nuevo real decreto ley hay que sumar otra circunstancia: la apuesta decidida de la Unión Europea por la producción de energías renovables. De hecho, un acuerdo entre el Consejo de Ministros y el Parlamento Europeo alcanzado en junio de 2018 fija que la cuota mínima de energías renovables en el territorio debe ser del 32 % para 2030. En paralelo a la legislación, el precio de los paneles solares también ha ido evolucionando en los últimos años y lo ha hecho a la baja. Esto supone que instalar hoy estas soluciones puede resultar un 80 % más barato que hace diez años. Una circunstancia que aumenta la rentabilidad de estas inversiones.El aprovechamiento por parte de los empresarios rurales de las ventajas del autoconsumo energético supone reducir en parte los desequilibrios territoriales que se observan en diversos ámbitos. Mientras que los negocios instalados en las ciudades pueden acceder en condiciones ventajosas a una amplia y variada oferta de energía, no ocurre lo mismo en el mundo rural. En estas circunstancias, es fundamental que los empresarios y emprendedores agrarios puedan contar con los fondos necesarios para poner en marcha sus soluciones de autoconsumo. Con este objetivo, CaixaBank, a través de AgroBank, su área de negocio dirigida al sector agrario, ha lanzado recientemente una línea de financiación de 100 millones de euros para inversiones en sistemas de energías renovables para el autoconsumo. Esta herramienta ha sido diseñada para satisfacer las necesidades específicas de aquellos que se encuentran con dificultades para el abastecimiento de energía y para quienes deseen mejorar su eficiencia energética. Esta es una más de las acciones que lleva a cabo la entidad para colaborar con el desarrollo del medio rural. Con cerca de 1000 oficinas rurales, CaixaBank ofrece a los habitantes de estas zonas productos a su medida, además de promover actividades y acuerdos con distintas organizaciones. Créditos, seguros o planes de pensiones son algunos de los instrumentos que la entidad ofrece a la población rural. Desarrollar la economía en estas áreas es fundamental para romper el círculo vicioso del éxodo a las ciudades. También para defender modos de vida y valores que tienen mucho que ofrecer a toda la sociedad.
SOCIAL
3 formas en las que la educación ambiental está cambiando el mundo (para mejor)
Cada 26 de enero se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental, una fecha impulsada por las Naciones Unidas para concienciar a las futuras generaciones sobre la importancia de cuidar del planeta. La concienciación medioambiental que hoy impregna prácticamente cada parcela de nuestra vida ―desde cómo nos movemos por la ciudad hasta qué comemos o vestimos― es un movimiento relativamente nuevo. Fue en la década de los sesenta del pasado siglo cuando comenzaron a surgir algunas organizaciones que se preocupaban por la conservación de la naturaleza, como la conocida World Wildlife Fund (WWF). Sin embargo, uno de los hitos fundamentales lo encontramos en 1975, año en el que la Organización de las Naciones Unidas proclamó el 26 de enero como el Día Mundial de la Educación Ambiental. Y no solo como fecha simbólica. En la década de los 70 la conciencia medioambiental casi no existía; de hecho, conceptos como el cambio climático o el desarrollo sostenible apenas comenzaban a ver la luz en un momento en el que ya era evidente cómo la actividad humana repercutía de manera negativa en el medioambiente de todo el planeta. Es en ese contexto cuando surge el Día Mundial de la Educación Ambiental, cuyo objetivo último es crear una concienciación global, de sociedad y gobiernos, sobre los problemas ambientales que ponen en riesgo los ecosistemas del planeta y, en última instancia, la propia supervivencia de la humanidad. ¿Muy ambicioso, no? Aunque este tipo de declaraciones y «Días Mundiales» a veces están vacíos de contenidos, no es el caso que nos ocupa, ya que la educación ambiental de las últimas cuatro décadas está dando resultados de maneras muy concretas, de las que hoy nos vamos a quedar con cinco.El reciclaje de los desechos es uno de los ejemplos más evidentes de cómo la educación ambiental ha transformado tanto la forma en la que consumimos como la propia fisonomía de las ciudades. Contenedores naranjas, amarillos, azules e incluso rojos son ya habituales en la mayoría de barrios de España. De hecho, y según Ecoembes, alrededor del 99 % de los españoles tienen acceso a un contenedor de reciclaje cerca de su casa ―a unos 100 metros de media―. Esto era impensable hace apenas unos años. Campañas desde las administraciones públicas a todos los niveles, talleres especiales en el sistema educativo, e incluso series, cómics y videojuegos han logrado cambiar la percepción de la sociedad sobre los desechos que se generan y cómo evitar que terminen contaminando el medioambiente. Sin embargo, a este respecto España todavía tiene un largo camino que recorrer, ya que en total de desechos, el país solo recicla el 30 % del total, muy lejos de países como Alemania, que recicla el 65 % de toda su basura.La nueva estructura de la producción energética en España es otro de los ejemplos que muestran cómo la sociedad evoluciona en su concienciación sobre las fuentes de energía que se consumen. Según Red Eléctrica de España, las energías renovables generaron el 32,1 % de la energía consumida en España en 2017, menos que el 38,4 % del año anterior pero muy por encima del escaso 20 % de hace una década. Hay una responsabilidad estatal, espoleada sin duda por una preocupación cada vez mayor por el calentamiento global, pero también desde la sociedad civil se han venido desarrollando todo tipo de iniciativas para impulsar un sistema energético completamente renovable. Uno de los proyectos más interesantes tiene que ver con un mapa de participación ciudadana en energías renovables, una web que informa sobre los diferentes proyectos colectivos para acceder a energía renovable en el propio domicilio. Otra iniciativa especialmente relevante es la que llevan a cabo entidades bancarias como CaixaBank, que con sus «ecoPréstamos» y «ecoMicrocréditos» financian la compra de vehículos más respetuosos con el entorno y electrodomésticos de clase A+ o superior, por poner solo un ejemplo. Todo parece poco para alcanzar la denominada «transición energética», que debería llevar a España a que el 70 % de su consumo eléctrico provenga de energías renovables en 2030.Hasta ahora hemos hablado sobre el rol que tanto los Estados como las sociedades civiles están jugando en cuanto a sostenibilidad, pero el tercer gran actor no se queda atrás: la empresa privada. Existen numerosos informes y fuentes de información a los que se puede acudir para ver cómo la política medioambiental de las grandes empresas ha ido cambiando en el transcurso de los últimos años, pero posiblemente la inclusión de planes de Responsabilidad Social Corporativa sea una de las señas de que en el mundo empresarial también ha hecho mella la educación ambiental. La Responsabilidad Social Corporativa (RSC), que era una rareza hace unos años en España, es hoy una de las principales preocupaciones para las grandes empresas que operan en el país, pero también, y cada vez de manera más evidente, para las propias pymes. Políticas y medidas de conciliación familiar, ayudas en el transporte, cuidado de la salud… Todo ello se enmarca en la RSC, también el impacto de la actividad empresarial en el medioambiente. De hecho, que una empresa sea sostenible respecto al medioambiente ya no es siquiera una cuestión de buena o mala publicidad; más allá de las posibles sanciones que pueda recibir si no cumple con la legislación vigente, una empresa cuyo impacto ambiental en su entorno sea negativo tendrá mucho más complicado el acceso a fuentes de financiación externas. Por ejemplo, entidades como CaixaBank requieren, según los Principios de Ecuador, un análisis de los riesgos e impactos ambientales y sociales potenciales de los proyectos que financiarán, efectuado según los estándares establecidos por la Corporación Financiera Internacional. Sin lugar a dudas, en materia de sostenibilidad y medioambiente queda mucho por hacer, pero echando la vista atrás… ¿tendríamos todas estas medidas sin una concienciación y educación ambientales?
SOCIAL
COP24, así afrontarán las empresas el cambio climático
El cambio climático lleva años ofreciendo señales alarmantes. Está en juego el futuro del planeta, por eso 195 países se conjuraron para frenarlo. Era diciembre de 2015 y, el escenario, la 21ª Conferencia del Clima de la ONU, que se celebraba en París. Tres años más tarde, en la Conferencia del Clima número 24 (COP24), celebrada en Katowice (Polonia), se fijaron las reglas para comprobar si los países cumplen o no los compromisos adquiridos en el Acuerdo de París. Aunque pueda sonar a jerga burocrática, el acuerdo alcanzado en Katowice tendrá una gran trascendencia. Fija las reglas en áreas como el establecimiento y seguimiento de los planes nacionales de reducción de emisiones contaminantes, o cómo saber si la acción global por el clima es realmente efectiva.El acuerdo alcanzado en Katowice comprende unas reglas del juego que los países deberán cumplir. La cuestión es que no podrán hacerlo solos. La colaboración de ciudadanos, sociedad civil y empresas es primordial en este sentido. Tanto es así que cientos de compañías, inversores y ciudades reclamaron a los gobiernos, a través de una declaración conjunta, que establezcan objetivos y plazos que sean ambiciosos y claros para tomar medidas que ayuden a actuar frente al calentamiento global. Pero la COP24 de Katowice también ha revelado algunas claves que marcarán la manera de hacer negocios en el futuro y que tienen mucho que ver con la actitud de las compañías ante el cambio climático. Una muestra del compromiso de CaixaBank en esta cuestión es la reciente adhesión de VidaCaixa y CaixaBank Asset Management a Climate Action +100, una iniciativa liderada por inversores que impulsa el diálogo con las compañías del mundo con mayores niveles de emisiones de gases de efecto invernadero.Tal como destaca la consultora KPMG, aunque los cambios en el panorama político internacional hayan llevado a algunos países a mostrar sus reticencias a la hora de frenar las emisiones globales de carbono, la gran mayoría de los firmantes siguen a bordo del Acuerdo de París. Estas naciones tendrán que encontrar una manera de financiar y cumplir con sus compromisos de reducción de carbono. Para conseguirlo, deberán establecer políticas que aceleren la transición energética y estimulen la inversión. Esto significa, a su vez, que las empresas deberán seguir teniendo en cuenta la transición energética como factor clave de sus estrategias para poder cumplir con esas políticas.Otra de las cuestiones que han quedado claras en la COP24 de Katowice es que los estudios científicos sobre el cambio climático sirven a países y sociedad como guía para tomar las decisiones más adecuadas. En este sentido, a lo largo del último año ha salido a la luz una gran cantidad de evidencia científica sobre el impacto del cambio climático en el planeta. Además, los informes apuntaban que los objetivos y políticas de los gobiernos deben ser más ambiciosos para conseguir evitar los efectos adversos del cambio climático. En los próximos años se espera que vean la luz estudios científicos cada vez más sólidos e impactantes que orientarán a gobiernos y empresas a la hora de adaptar sus políticas energéticas.Tal vez una de las conclusiones de Katowice más importantes para las empresas la sintetizó una estudiante sueca, Greta Thunberg, que tomó la palabra en nombre de un movimiento de escolares por el clima. Greta se dirigió a los líderes presentes en Katowice para lanzarles una advertencia: si no toman medidas, los votantes y consumidores del futuro lo harán por ellos: “Decís que amáis a vuestros hijos, pero les estáis robando su futuro delante de sus ojos. Hasta que no os centréis en lo que hay que hacer y sigáis haciéndolo en lo que es políticamente posible, no habrá esperanza. No hemos venido aquí a rogar a los líderes mundiales que nos escuchen. Hemos venido a haceros saber que el cambio está en camino, os guste o no”. Se trata de una afirmación que los inversores ya tienen muy presente. Tal como asegura KPMG, estos actores tienen cada vez más en cuenta que el valor futuro de sus inversiones puede verse afectado por un clima extremo y las dinámicas cambiantes de una economía global en proceso de descarbonización. Por eso, pedirán a las empresas cada vez más información sobre las medidas que están adoptando para adaptarse a estas realidades. Como es de esperar, las generaciones más jóvenes también son cada vez más exigentes en todo lo que se refiere al futuro del planeta. Por esta razón, las empresas, sobre todo las que se dirigen a los consumidores, sentirán cada vez más presión por parte de sus propios clientes. No solo les pedirán un posicionamiento claro respecto al cambio climático, sino también que prueben que, efectivamente, están tomando medidas para reducir o eliminar sus emisiones de carbono.Todas estas circunstancias subrayan la importancia que tendrán las políticas ecológicas dentro de las empresas en los próximos años. Su compromiso con este cometido quedó patente en sus reivindicaciones de objetivos y fechas claras para adaptar sus políticas de responsabilidad medioambiental a los acuerdos que suscriban los países. Sin embargo, las reclamaciones del mundo empresarial no se quedaron ahí: también solicitaron una regulación sólida que mejore la fiabilidad de los datos sobre reducción de emisiones que ofrecen los gobiernos. Asimismo, se pidió que el funcionamiento de los mercados de derechos de emisiones de carbono y la financiación climática sean más transparentes. Entretanto, la Unión Europea ya se comprometió en Katowice a endurecer sus objetivos de eficiencia energética de cara a 2030 (un aumento de al menos el 32,5%), de uso de energías renovables (hasta el 32%) y del empleo de combustibles renovables para el transporte (14%). Para conseguir estas metas, será necesario que las empresas apuesten de manera decidida por estrategias que ayuden a frenar el cambio climático. Una línea de acción que, tal como ha quedado patente, será determinante tanto para el rendimiento futuro de estos negocios como para el del planeta. Fuentes: KPMG, El País, RTVE, Unión Europea
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