En 1985, Mikhail Gorbachov llegó al poder en la URSS con su nombramiento como secretario general del PCUS. Heredó una economía con serios problemas y una estructura política ineficiente. Por esa razón, emprendió una serie de reformas para tratar de salvar el sistema. Entre ellas, frenar la escalada armamentística que estaba ahogando la economía y que acabaría por agotar la Guerra Fría.
El plan de reformas de Gorbachov tenía dos vertientes fundamentales: la Perestroika y el Glasnots. La primera se refería a una serie de reformas para que el gobierno relajara el control sobre la economía de la URSS. Por primera vez desde los años 20, los ciudadanos y las cooperativas podían ser propietarios de negocios. Además, se abrió la puerta a las inversiones extranjeras y se reconoció el derecho a la huelga.
El Glasnots tenía una vertiente más social: se permitió a los periódicos publicar artículos críticos con el gobierno, se liberaron presos políticos y se instauraron elecciones legislativas a las que se podían presentar otros partidos aparte del PCUS.
Las reformas económicas tardaron más en florecer que las sociales. Escasez de productos, racionamientos y aumentos de precios provocaron la frustración de los ciudadanos ante el gobierno, la cual ya podían expresar. Por otra parte, las revoluciones de 1989 en distintos países del Pacto de Varsovia y la caída del muro de Berlín, junto a los movimientos separatistas en distintas repúblicas, precipitaron la disolución de la federación.
Además, la línea dura del PCUS planteó una dura oposición a Gorbachov, a quien intentó derrocar en 1991. El 25 de diciembre de ese mismo año, el líder ruso dimitía de la presidencia y un día después se certificaba la disolución de la URSS. Tal y como reconoció en su discurso de despedida, “el antiguo sistema se derrumbó antes de que uno nuevo tuviera tiempo de empezar a funcionar”.
Comentarios