SOSTENIBILIDAD

Agua para frenar el cambio climático

Tiempo de Lectura: 5 minutos

Agua para frenar el cambio climático
Avatar

CaixaBank

20 Marzo, 2020


Es uno de esos elementos que no solemos valorar como se merecen hasta que los perdemos. El agua es esa compañera que está en todas partes y que es imprescindible para que nuestra vida sea como es. No solo nos hidrata, mantiene ecosistemas, nos ayuda a conseguir alimentos o a preservar nuestra salud. Además, el uso que hagamos del agua nos puede ayudar a frenar el cambio climático y sus consecuencias. Este año, el Día Internacional del Agua promovido por la ONU se dedica precisamente a la relación que existe entre ambos conceptos.

De cómo nos relacionemos con el agua dependerá, en gran medida, la forma en que viviremos en el futuro. Si lo haremos en un entorno amigable o, por el contrario, sufriendo las peores consecuencias de las inundaciones, las sequías, la escasez y la contaminación. Esto se debe a que la correcta gestión del agua es una de las armas más efectivas que tenemos a nuestro alcance para luchar contra el cambio climático. A continuación, veremos algunos ejemplos sobre cómo una gestión inteligente y sostenible del agua nos puede ayudar a frenar este fenómeno, a estar preparados para convivir con sus efectos e incluso a reducir el consumo de otros recursos.

Unos humedales muy eficientes

Proteger los humedales es una estrategia que aporta grandes ventajas. Una de las primeras que se nos suelen ocurrir es la conservación de la biodiversidad, debido al elevado número de especies que los habitan.

Los humedales incluso ayudan a conservar el agua, un recurso cada vez más escaso. Esto es así porque el agua se mueve por el planeta a través de interacciones complejas entre la lluvia, la evaporación, la infiltración, los flujos superficiales y la recarga de acuíferos. Los humedales tienen un papel fundamental en ese delicado equilibrio.

Resulta que, además, los humedales son especialmente buenos en otras tareas. Una de ellas es la retención de carbono. Tal y como explica la ONU, se les da de maravilla absorber gases de efecto invernadero del aire.

Por ejemplo, las turberas cubren apenas el 3% de la superficie terrestre, pero almacenan al menos dos veces más carbono que todos los bosques del planeta juntos. Los manglares, por su parte, retienen unos 60.000 millones de toneladas de dióxido de carbono, hasta tres o cuatro veces más que sus equivalentes terrestres.

Esta es la razón por la que estos entornos se consideran uno de los recursos no explotados más importantes –y baratos– para mitigar el cambio climático. Por eso resulta especialmente conveniente realizar una gestión del agua adecuada que ponga en el centro a los humedales y ayude a preservarlos. Además, se trata de recursos especialmente efectivos como barreras contra las inundaciones y, por tanto, contra la erosión del suelo y los eventos climáticos extremos.

Guardar agua de lluvia (para cuando haga falta)

El cambio climático ya ha comenzado a afectar nuestras vidas, por eso es importante que sepamos cómo adaptarnos a su presencia. Sus efectos son especialmente dramáticos en ciertas zonas del mundo, donde las sequías y la escasez de agua son ya una realidad cotidiana. La ONU cita, en concreto, a los pequeños estados insulares en desarrollo entre las comunidades más vulnerables al cambio climático y la subida del nivel del mar. En ellos, gestionar el agua de manera correcta es ya una cuestión de adaptación y resiliencia ante el cambio climático.

En lugares donde se alternan lluvias extremas con períodos secos, es importante contar con recursos para almacenar el agua cuando hace acto de aparición y tenerla disponible cuando escasee. En este sentido, existen soluciones sostenibles, rentables y escalables que se pueden aplicar. Una de ellas es la llamada gestión conjunta del agua, que incluye la recarga controlada de los acuíferos mediante la recogida del agua de lluvia y el control de crecidas para el riego.

Esta gestión conjunta permite hacer frente a las sequías y la escasez de agua, además de ampliar la capacidad de almacenamiento de este recurso en una región determinada. Un hallazgo que puede resultar muy valioso también para otras partes del mundo de cara al futuro.

El valor oculto de las aguas residuales

El agua reciclada es otro gran ejemplo sobre cómo podemos aprovechar este recurso en todo su ciclo de vida. Debidamente tratadas, las aguas residuales se pueden utilizar para el riego, así como para usos industriales o urbanos.

Junto a estos usos, las aguas residuales presentan otras oportunidades menos evidentes. De hecho, pueden servir como fuente de energía, de nutrientes o de materia orgánica, entre otros recursos. Algo especialmente importante cuando muchos de ellos comienzan a escasear o están sobreexplotados.

En este sentido, la UNESCO cita la recuperación de fósforo en instalaciones de tratamiento de aguas residuales como una oportunidad, ya que se considera que los recursos extraíbles de este elemento serán muy escasos o se habrán agotado en los próximos 50 a 100 años.

Además, la energía química, térmica e hidráulica presente en las aguas residuales puede recuperarse como biogás, para generar electricidad o como fuente de energía para calefacción y refrigeración. Incluso la NASA ha estudiado la posibilidad de producir combustibles para aviación a partir del cultivo de microalgas en cápsulas que flotan en zonas costeras y se alimentan de las aguas residuales de las ciudades.

El agua es vida. En todos los sentidos. Cuidar este recurso tan esencial y gestionarlo de manera inteligente es una de las mejores inversiones que podemos hacer para que la Tierra siga siendo un lugar magnífico donde vivir durante muchos años más.

Acepto las condiciones de uso.