Desde nuestro hogar a nuestro ocio o nuestro entorno laboral, existen muchos ámbitos sobre los que podemos crear hábitos de eficiencia energética. A continuación veremos algunos de ellos, que nos pueden ayudar a incorporar la conciencia energética en nuestro día a día casi sin enterarnos.
– Utilizar regletas es más útil de lo que crees: todos sabemos que apagar los electrodomésticos en lugar de dejarlos en modo espera ahorra electricidad. En concreto, alrededor del 10% anual, según la OCU. Para ello, las regletas resultan especialmente útiles. Además, como nos facilitan la labor al desconectar varios aparatos a la vez, en vez de ir uno por uno, nos ayudarán a crear un hábito eficiente sin casi darnos cuenta. Este principio también se puede aplicar a las soluciones de domótica, que nos permiten controlar el consumo energético de nuestro hogar en cualquier momento y con un sencillo gesto.
– Cocinar y ahorrar energía: también en la cocina podemos encontrar una oportunidad para practicar otro principio de la eficiencia energética e incorporarlo a otros ámbitos de nuestra vida. Gestos tan sencillos como no abrir el horno cada dos por tres para revisar la comida o apagarlo antes de finalizar la cocción para aprovechar el calor residual pueden desencadenar otros hábitos similares. Al tomar consciencia de sus beneficios, nos costará mucho menos empezar a hacer gestos similares, tales como levantar el pie del acelerador de nuestro coche para utilizar la fuerza del motor o programar la calefacción de manera adecuada.
– Usar electrodomésticos puede resultar beneficioso: para aumentar la eficiencia energética no es necesario renunciar a los aparatos del hogar. Por ejemplo, afeitarse con maquinilla eléctrica puede ahorrar energía respecto a hacerlo con cuchilla. La clave está en el tiempo que el grifo esté abierto.
– Desplazamientos sostenibles: son todo un clásico entre los consejos para aumentar la eficiencia energética. Si la queremos incorporar a nuestro entorno, conviene reflexionar sobre cómo son nuestros trayectos cotidianos y si los realizamos de la manera más sostenible posible. De hecho, la Organización Mundial de la Salud subraya que las ciudades compactas que facilitan los desplazamientos a pie o en bicicleta son más eficientes y seguras.
– Conducción eficiente: al volante también se pueden desarrollar hábitos de ahorro de energía. Conducir con marchas largas y sin revolucionar el motor, moderar la velocidad o utilizar el cambio de marchas para frenar cuando sea posible son algunos gestos que disminuyen el consumo de combustible.
– Turismo sostenible y eficiencia energética: la eficiencia energética no es solo cuestión de nuestros actos más cotidianos, ya que también puede incorporarse a la manera que tenemos de viajar. Este es el caso del turismo sostenible, un concepto que engloba principios como considerar los medios de transporte que vamos a utilizar a la hora de elegir destino u optar por proveedores que demuestren su apuesta por la eficiencia energética.
– En la oficina: muchas empresas ya adoptan medidas de eficiencia energética. Este es el caso de CaixaBank, una de las compañías líderes contra el cambio climático. En 2019, Caixabank consiguió reducir el 4,7% su consumo de energía respecto a 2018, siendo la disminución del consumo de papel, por ejemplo, del 14,5%. Para alcanzar estos objetivos, la implicación del personal resulta fundamental: reducir los desplazamientos corporativos y apostar por las videoconferencias o usar herramientas tecnológicas en lugar del papel son algunas medidas que ayudan a ahorrar energía, junto a otras más evidentes como un uso racional de la climatización.
– Inversiones sostenibles: nuestros recursos económicos también pueden trabajar por nosotros para impulsar la eficiencia energética. Para ello, existen varios instrumentos financieros, como los fondos de inversión, que permiten apoyar a empresas y proyectos que cumplan con criterios estrictos en materia medioambiental. Las entidades como CaixaBank también utilizan préstamos y bonos verdes para financiar proyectos relacionados con la sostenibilidad ambiental.
Estos son algunos ejemplos de medidas individuales que, aplicadas a gran escala, pueden acercarnos de manera definitiva a la reducción de emisiones necesaria para frenar el calentamiento global. De este modo, la eficiencia energética puede marcar la diferencia tanto para muchas especies animales y vegetales como para comunidades enteras de personas, gracias a la repercusión favorable que tiene sobre su hábitat.
Convertir la eficiencia energética en un hábito está en nuestras manos. Hacerlo cuesta mucho menos de lo que parece y los resultados pueden ser espectaculares. Solo es cuestión de decidirse.