Ya lo decía Aristóteles: el hombre es un animal político. El filósofo griego recogió esta sentencia en su obra La política y no se refería exactamente a que todos llevemos un parlamentario dentro. Aludía, más bien, a la capacidad que tenemos los humanos para relacionarnos y vivir en sociedad. Somos gregarios y necesitamos a los demás para realizarnos. Por eso, la amistad es uno de los principales cimientos sobre los cuales construimos nuestra felicidad.
Tener —y mantener— amigos es tan importante para la humanidad que la ONU ha decidido celebrar el 30 de julio el Día Internacional de la Amistad. El organismo la considera como una de las manifestaciones fundamentales de la solidaridad, que es la que ayuda a los pueblos a hacer frente a enemigos comunes. Por ejemplo, el cambio climático, la pobreza o la enfermedad, cuya solución global buscan los países a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) formulados por la propia ONU.
A escala individual, la amistad ofrece beneficios similares: los amigos nos ayudan a afrontar y superar problemas, celebran con nosotros las alegrías y nos ofrecen consuelo cuando vienen mal dadas. Es tan beneficiosa su influencia que, sin saberlo, incluso nos ayudan a estar más sanos.