Dejar el mejor mundo posible a nuestros hijos es una preocupación que no conoce fronteras. Tanto es así, que la propia ONU se ha fijado como meta poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad para 2030. Esto quiere decir que faltan poco más de diez años para conseguirlo. ¿Y cómo vamos a lograr semejante hazaña en tan poco tiempo? Todas las esperanzas están puestas en la sostenibilidad. Es decir: si somos capaces de vivir de manera sostenible, podremos permitir a las próximas generaciones disfrutar en paz de este planeta y de todo lo que tiene para ofrecerles.
La sostenibilidad es tan prioritaria que la propia ONU puso en marcha 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible en el año 2016 para cumplir con su Agenda 2030. Echar un vistazo a la lista da cierto vértigo. Estamos hablando de proezas como acabar con la pobreza, con el cambio climático, luchar contra la desigualdad, conseguir la igualdad de género o un trabajo decente para todos. Por eso es necesario que gobiernos, empresas y ciudadanos nos pongamos manos a la obra para cumplirlos. Por supuesto, también es indispensable contar con los recursos necesarios.
Es aquí donde entra en juego la financiación sostenible, que es aquella cuyos recursos se destinan a apoyar proyectos verdes y/o socialmente responsables. De esta forma, permite dotar de recursos a proyectos que ayudan a cumplir los ODS. Los bonos sociales son una de las herramientas de financiación sostenible existentes que, además, cuentan cada vez con una mayor aceptación entre los inversores.