Preparar una boda es toda una prueba. Por un lado, está la ilusión de planificar uno de los días más importantes en la vida de una pareja. Por el otro, los nervios y la incertidumbre de que todo salga bien.
Tanto si es la primera boda como si no lo es, siempre se pueden cometer errores que, en realidad, son fácilmente evitables.
Aunque no siempre seamos conscientes, preparar una boda es una cuestión de plazos, que conviene planificar adecuadamente. Los más importantes son los que conciernen a la ceremonia, sobre todo si se desea que coincida con la celebración.
Muchas parejas cometen el error de cerrar una fecha con el espacio en el que se celebrará el banquete o la fiesta sin tener en cuenta la de la ceremonia porque piensan que esta no será un problema.
Sin embargo, los plazos que manejan algunos juzgados, iglesias o ayuntamientos se pueden alargar considerablemente. Esto se debe a cuestiones como una elevada demanda, que puede retrasar la disponibilidad de fechas, o los trámites previos que se pueden demorar, como la gestión del expediente matrimonial.
Por eso lo mejor es informarse adecuadamente para contar con margen de tiempo suficiente y, entonces sí, reservar las fechas necesarias.
También es importante tener claro en qué régimen económico se desea formalizar el matrimonio: en función del territorio, se aplicará uno u otro por defecto, por lo que puede ser necesario acudir al notario antes del enlace para elegir el régimen matrimonial deseado.
Este es un error que cometen muchas más parejas de lo que parece. Es fácil idealizar el lugar en el que se quiere celebrar una boda.
El problema viene cuando el recinto no está preparado para recibir a cierto número de invitados porque no cuenta con la infraestructura o el personal necesario. También puede darse el caso contrario: el tamaño del evento no es suficiente y la gerencia rechaza acogerlo.
Siempre es recomendable que la pareja realice una lista previa de las personas que desean que los acompañen ese día. Aunque no sea la lista definitiva de invitados, permitirá hacerse una idea del tamaño del evento y buscar localizaciones acordes a él.
Fotógrafos, floristas, músicos, peluquería… Los proveedores que se pueden llegar a contratar para una boda son numerosos y muy variados. Con todos ellos es necesario formalizar una fecha y, para eso, suelen requerir el pago de una señal por adelantado.
En este sentido, es importante que quede constancia de que se ha realizado un pago a cuenta. Por esa razón, lo más recomendable es realizar el pago a través de transferencia bancaria u otro método similar que sirva como justificante de que, efectivamente, se ha efectuado.
Reflejar las condiciones negociadas y los servicios que se van a recibir en un contrato también es más que aconsejable. Es la mejor manera de protegerse frente a cualquier incumplimiento.
Un presupuesto es, tal vez, el documento más importante para una boda, especialmente si el evento tendrá un cierto tamaño. No contar con él puede convertirse en un serio problema, ya que en una boda los gastos pueden llegar a dispararse fácilmente si no se controlan.
Otro despiste habitual tiene que ver con los impuestos asociados a los regalos de boda. Efectivamente, estos obsequios se ven sometidos a impuestos, tanto si se trata de transferencias de dinero como de entregas en metálico o regalos en especie. Todos están sujetos al impuesto de sucesiones y donaciones y, en función del tipo de obsequio, pueden verse sometidos también a otros tributos como la plusvalía municipal.
De hecho, es posible que, si la Agencia Tributaria considera que se trata de un incremento del patrimonio injustificado, requiera que los regalos se incluyan en la declaración de la renta.
Por esa razón es conveniente guardar todos los justificantes de los regalos recibidos y las facturas relacionadas con la boda, ya que pueden ser útiles en esta tesitura.
Ya sabemos que un presupuesto es imprescindible para organizar una boda sin sobresaltos. ¿Cómo hacerlo bien?
Es importante cuadrar correctamente los gastos en que se va a incurrir con el capital disponible y el ahorro que se puede llegar a generar hasta que haya que realizar los pagos.
En este sentido, es mejor ser realistas: se debe destinar a la boda una cantidad que no suponga un desembolso desmesurado ni lastre la economía familiar excesivamente.
Tampoco se debe pecar de optimismo al tener en cuenta los regalos que se recibirán, ya que pueden no alcanzar las cantidades que se esperan.
A la hora de reflejar las partidas de gasto en el presupuesto, hay que ser lo más exhaustivos posible. Son muchos los detalles que se deben tener en cuenta a la hora de preparar una boda y conviene dejarlos reflejados desde un principio. Para identificarlos, es importante informarse bien: consultar a otras parejas que se hayan casado recientemente puede servir de guía.
Es muy útil establecer categorías que distingan entre gastos imprescindibles, necesarios y opcionales. Así, si es necesario ajustar alguna o incluso eliminarla, siempre resultará más sencillo establecer prioridades. También es recomendable comparar precios para encontrar el que mejor se ajuste al presupuesto y buscar referencias que respalden el trabajo de cada proveedor.
¿Y la luna de miel? Nunca se debe dejar al margen, aunque es probable que merezca su propio presupuesto de viaje aparte para controlar los gastos relacionados.
En una boda siempre pueden surgir imprevistos. Por ejemplo, un proveedor puede fallar por causa de fuerza mayor y es necesario contratar a otro que no maneje los mismos precios.
Incluso es fácil que surjan gastos que no estaban contemplados en un principio.
Contar con una pequeña partida de gastos dedicada a imprevistos en el presupuesto es una seguridad añadida que puede resultar muy tranquilizadora llegado el momento.