ECONOMÍA

Cuando los accionistas somos todos

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Cuando los accionistas somos todos
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CaixaBank

19 Enero, 2021


¿Cuál es el propósito de una empresa? ¿Cómo se mide el valor que genera? ¿Solamente contamos los dividendos que produce para sus accionistas? ¿O tal vez deberíamos abrir un poco más el campo de visión? Estas son algunas de las preguntas que se plantea la sociedad en nuestros días. En un momento en el que la sostenibilidad se ha hecho un hueco preferente en todas las agendas, el simple beneficio económico suena a algo hueco. Incluso arcaico. Hoy, esa sociedad demanda algo más de las empresas que interactúan con ella que el simple hecho de generar negocio.

Los datos respaldan esta realidad: cada vez compramos más con la conciencia alerta, una tendencia que parece incluso haber aumentado durante la pandemia de la COVID-19. Así lo indica un informe realizado en 2020 por Ipsos: ocho de cada diez consumidores declaraban su intención de buscar productos más sanos y respetuosos con el medio ambiente tras la cuarentena por coronavirus. Además, el 87 % de los españoles cree que puede influir en los cambios que se producirán después de la pandemia, mientras que el 62 % apuesta por una recuperación verde de esta crisis.

El mundo cambia y, con él, la manera que tenemos de hacer negocios. Esta es una de las razones por las que cada vez más empresarios se plantean añadir ingredientes sociales y ambientales a sus compañías. El objetivo: reportar a su entorno una serie de beneficios que se añaden a los derivados del rendimiento económico.

No solo se trata de atraer consumidores concienciados: hoy, los accionistas de la empresa son todas aquellas personas a las que afecta su actividad. Y su opinión cuenta más que nunca.

Una nueva dimensión del valor

Hasta hace pocos años, la mayoría de las empresas se valoraban por la rentabilidad que ofrecían a sus accionistas. Es decir, por la cantidad de dinero que les hacían ganar por sus acciones. Lo que ocurre es que la actividad de una compañía afecta a muchas más personas que los propietarios de esos títulos.

Esa diversidad de interesados conlleva, a su vez, una gran variedad en sus objetivos. No todos ellos buscan exclusivamente un beneficio económico. El talento que necesita una empresa para salir adelante, por ejemplo, busca cada vez más que sus valores se encuentren alineados con los de la compañía para la que trabaja. Hasta tal punto es así, que distintos estudios sitúan la responsabilidad social corporativa (RSC) de una empresa como un factor esencial a la hora de atraer trabajadores.

También las comunidades en las que impacta la actividad de una empresa esperan de ella algo más que dinero: creación de empleo de calidad, cumplimiento de las obligaciones fiscales, respeto por el medio ambiente o apoyo a la cultura local son solo algunos de los intereses más habituales.

Mantener un equilibrio con todos estos objetivos puede ser crucial para la viabilidad de la propia empresa y, por tanto, para los intereses de sus accionistas. De esta manera, las compañías adoptan mecanismos de gobierno corporativo que les ayudan a proteger al conjunto de los interesados (stakeholders) que se relacionan con ellas.

Apostar por el largo plazo

Un modelo que se basa en maximizar únicamente el valor que tienen las acciones conduce al desarrollo de estrategias cortoplacistas que, a su vez, pueden acabar por dañar la competitividad de las empresas. Esta es una de las razones por las que son cada vez más populares otras teorías que plantean una visión más amplia del objetivo que debe tener una empresa. Proponen cambiar de un capitalismo de accionistas a otro capitalismo de interesados o stakeholders.

Según explica un dossier publicado por CaixaBank Research, estas teorías contemplan que los accionistas no son los únicos dueños de las empresas. También se ven involucrados otros interesados, como pueden ser sus empleados, sus proveedores, sus clientes o los tenedores de bonos. Al fin y al cabo, las compañías firman contratos con todos ellos. Exactamente igual que ocurre con los accionistas.

Según estas teorías, la empresa actúa como la armonizadora de los intereses específicos de todos esos interesados o stakeholders, no únicamente como una especie de fábrica dedicada en exclusiva a maximizar el valor de la acción.

El objetivo en este nuevo paradigma consiste en reconocer que todas las personas afectadas por la actividad de la empresa tienen aspiraciones diversas más allá de la rentabilidad económica como, por ejemplo, responder a los retos sociales y ambientales generando un impacto positivo.

Este enfoque económico se esbozó por primera vez en los años 70 del siglo pasado, pero ha cobrado una especial relevancia en los últimos años. De hecho, el concepto de capitalismo de stakeholders fue el gran protagonista de la última reunión del Foro Económico Mundial en Davos (Suiza).

Así cambia el concepto de éxito empresarial

La tendencia a diversificar el objetivo que debe tener una empresa afecta, lógicamente, al propio concepto de éxito empresarial. En este sentido, se han desarrollado mecanismos que distinguen a las empresas con buenas prácticas bajo criterios sociales, medioambientales y económicos.

Un ejemplo de ello es el Dow Jones Sustainability Index (DJSI), que lleva nueve años destacando a CaixaBank entre los mejores bancos cotizados del mundo en materia de sostenibilidad.

Este índice va ligado al famoso selectivo de Wall Street y pone en valor las buenas prácticas de las empresas bajo criterios sociales, medioambientales y económicos. La compañía RobecoSAM analiza alrededor de mil factores para ofrecer una puntuación a cada empresa. Sobre la base de la calificación obtenida, se elabora el DJSI, que utilizan inversores de todo el mundo como guía para analizar sus inversiones socialmente responsables.

En cuanto a los factores que se tienen en cuenta, son muy diversos. Por ejemplo, en la última edición CaixaBank obtuvo la máxima puntuación en materias como la inclusión financiera e información social y medioambiental.

Se trata de valores importantes para el futuro de la entidad y que cobran una especial relevancia después de su fusión con Bankia. De hecho, el propio presidente de CaixaBank, Jordi Gual, destacó en la junta de accionistas que dio luz verde a esta operación el hecho de que ambas entidades hunden sus raíces en el mundo de las cajas de ahorros. “De esas raíces emanan precisamente unos valores compartidos que auguran una integración armónica de ambas instituciones”, destacó.

B Corps, más que empresas

Cada vez más empresarios se plantean añadir ingredientes sociales y ambientales a sus compañías para reportar a su entorno una serie de beneficios. En este contexto nació B Lab, el organismo encargado de evaluar y conceder la Certificación B Corporation, es decir, de señalar qué compañías son B Corps y cuáles no. Fue en el año 2006 y lo hizo con el objetivo de apoyar a aquellos negocios con un compromiso social y medioambiental que quisieran generar un impacto positivo, sostenible y duradero sobre el entorno.

El proceso de certificación de una empresa como B Corp va más allá de lo relacionado con los productos o el nivel de servicio que ofrece. En concreto, evalúa cómo las operaciones de la empresa e incluso su modelo de negocio impactan sobre todas las personas implicadas y el entorno. Desde la cadena de suministro a las donaciones, pasando por los beneficios de los empleados, todo se mide para asegurar que una compañía cumple los máximos estándares de desempeño.

Unas 2.500 empresas de más de 50 países han obtenido ya su certificación como B Corps. Entre ellas se encuentra imagin, la plataforma de servicios digitales y estilo de vida para millenials promovida por CaixaBank. Se trata de la primera plataforma de servicios financieros mobile only en obtener la distinción como B Corp.

A través de imaginPlanet, la plataforma genera contenidos de interés sobre sostenibilidad y activa tanto iniciativas como proyectos de apoyo a causas sociales y medioambientales, propios o impulsados por personas u organizaciones a quienes imagin presta su apoyo. En concreto, se centra en impulsar cinco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) promovidos por la ONU en su Agenda 2030: ciudades y comunidades sostenibles (objetivo 11); producción y consumo responsables (objetivo 12); acción por el clima (objetivo 13); vida submarina (objetivo 14), y vida de ecosistemas terrestres (objetivo 15).

El concepto de creación de valor ha adquirido un nuevo y más rico significado en los últimos años. La sociedad cambia y la economía evoluciona junto a ella. El DJSI o las B Corps son solo una muestra más de este proceso, en el que también participan otras iniciativas como la inversión de impacto, la financiación sostenible o herramientas como los bonos sociales.

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