Las cubiertas verdes, también llamadas cubiertas ajardinadas, techos vivos o techos verdes, son una cobertura vegetal en toda o parte de la cubierta de un edificio. Lejos de un descubrimiento reciente, los techos vivos se han usado de forma tradicional durante milenios, debido a sus propiedades térmicas.
Recientemente se añaden, además, beneficios ecosistémicos urbanos y mejoras en la calidad de vida gracias a la salud que aporta el verde.
Existen muchos tipos de techos verdes: mientras que 20 centímetros de profundidad de sustrato —cubiertas extensivas— suelen ser ideales para el césped, un árbol de pequeñas dimensiones necesitará un metro de profundidad —cubiertas intensivas— para poder vivir en una cubierta. Por lo general, se suelen desplegar cubiertas con unos 50 cm de tierra e impermeabilización.
Las cubiertas verdes suelen usarse como complemento, avanzadilla o alternativa de cubiertas blancas y azules.
- Las cubiertas blancas, con alto poder reflectante, hacen que la irradiancia solar rebote y no alcance el interior, como la nieve en las laderas de las montañas.
- Las cubiertas azules incorporan masas de agua de unos centímetros de profundidad, a veces hasta medio metro. En verano, ayudan a liberar el calor del interior del edificio, mientras que en invierno funcionan como un colector de luz.
Los entornos urbanos de todo el planeta padecen problemas similares. Algunos de los más típicos son el exceso de áreas grises, falta de vegetación, una contaminación elevada, falta de biodiversidad, niveles de ruido elevados o las pérdidas energéticas por el contorno del edificio. Cualquiera puede reconocer las consecuencias de una casa mal aislada, como el frío en el invierno o el calor excesivo en verano.
¿Cómo pueden las cubiertas verdes y los jardines verticales paliar estos retos? Son varios los factores sobre los que inciden.
Esto se aplica tanto a la calefacción como al aire acondicionado. En verano, la masa térmica de la cubierta verde ayuda a estabilizar la temperatura y evita que la irradiancia del sol alcance el techo. ¿Quiere esto decir que la cubierta verde aportará frío al edificio en invierno? En absoluto, porque esa misma masa térmica actúa como aislante. Así que podemos decir que, en general, reduce todas las fugas o entradas de calor.
Las cubiertas verdes suponen menos calor en verano y menos frío en invierno, como hemos visto, pero no solo para el interior de los edificios: también para el resto de la ciudad. Esto es así porque la vegetación es un sistema de estabilización climática, que funciona en todos los entornos.
Concretamente en el urbano, ayuda contra las olas de calor y reduce el efecto isla de calor. Algo tan sencillo como pasear junto al jardín vertical de CaixaForum Madrid —o junto al bosque vertical que estrenará en breve CaixaForum Barcelona— permite comprobar este beneficio.
La vegetación, a través de sus procesos biológicos, es capaz de capturar contaminación que flota en el aire. No solo CO₂ por su carbono, sino también partículas PM2.5 o metales pesados, que están detrás de algunas enfermedades crónicas graves.
Además, la vegetación urbana ayuda a mitigar el ruido. Se estima que es capaz de absorber hasta el 50 % de la contaminación acústica, un tipo de contaminación que se lleva tantas vidas como la química.
Debido a la contaminación acústica y química, así como a la falta de espacios verdes, las ciudades sufren importantes carencias de insectos, reptiles como salamandras o aves pequeñas de todo tipo, e incluso micromamíferos como las musarañas no encuentran dónde vivir.
Los jardines en cubierta son un espacio ideal que funciona como isla de biodiversidad urbana. En las ciudades, el efecto lujo se da en los barrios en los que hay un mayor despliegue de biodiversidad y ecología. Ambos son factores que afectan positivamente a la salud de sus habitantes.
Los jardines, ya sea a ras de suelo o en fachadas visibles, tienen enormes beneficios sanitarios para la población. Reducen la probabilidad de tener depresión; disminuyen el estrés del día; ayudan al desarrollo cognitivo, la inteligencia y la creatividad infantil. Incluso mejoran la justicia social, fuente a su vez de enfermedades crónicas. También ayudan a caminar y al comercio local.
Es importante destacar que las cubiertas verdes suponen todo un reto de infraestructura: se añade mucho peso sobre la cubierta o la fachada, y además hay que lidiar con el reto continuo del agua y la humedad. Esto significa que no todos los edificios pueden instalar, a un precio moderado, uno de estos entornos, teniendo que optar por coberturas de fachada o tejados blancos. Con todo, no está de más estudiar la viabilidad de su instalación, ya que sus beneficios son muy numerosos.
En cualquier caso, las ciudades se adaptan a la Agenda 2030 y uno de los pasos que pueden dar es la renaturalización del entorno. Esta es la razón por la que se verán cubiertas verdes y bosques verticales cada vez más a menudo en los tejidos urbanos.