“Dos por uno, dos. Dos por dos, cuatro…”. Esta cantinela nos suena a todos. Quien más, quien menos, la ha recitado a coro en alguna ocasión junto a decenas de compañeros en clase. Es tal vez el retrato más fidedigno que tenemos de lo que ha sido la educación en los últimos siglos: un montón de escolares de la misma o similar edad haciendo lo mismo, al mismo tiempo. Un paradigma, el de la educación colectiva, que va camino de cambiar para siempre.
Lo avisan expertos de todo el mundo: el aprendizaje del futuro será cada vez más individual y personalizado. Diremos adiós a las clases magistrales. El maestro, en lugar de enseñar a un grupo de niños la tabla del 2, se convertirá en el guía de cada uno de ellos. Lo acompañará en su propio itinerario, probablemente confeccionado a base de contenidos a su medida. Los profesores serán menos transmisores de conocimiento y más orientadores de alumnos, quienes harán cada vez más trabajo por su cuenta.
Suena a quimera. ¿Cómo vamos a saber lo que necesita cada niño? ¿Cómo sabremos orientarlo justo como lo necesita? La respuesta, cómo no, está en la tecnología. Y su llave maestra será el big data, esa disciplina que se encarga de almacenar, clasificar y analizar los datos que generamos de manera masiva.