El verano es un momento ideal para que los niños se familiaricen con conceptos financieros. ¿Significa esto que hay que apuntarlos a un curso y tener un drama asegurado? En absoluto. La vida diaria ofrece muchas lecciones de educación financiera si sabemos dónde buscarlas.
Se trata de incluir a los niños en distintas actividades cotidianas en las que no suelan participar, desde decisiones de consumo responsable a pequeñas transacciones para que se familiaricen con el uso del dinero en efectivo.
Aquí van seis ideas para poner en práctica este mismo verano.
Transmitir a los niños fundamentos de la economía circular y ayudarles a valorar las cosas es tan sencillo como involucrarlos en el ritual de hacer las maletas.
Se trata de hacer montones con cosas que podríamos llevarnos de vacaciones. En un lado ponemos los objetos más usados y en el otro, los más nuevos.
Ahora toca reflexionar sobre las cosas usadas: ¿nos gusta jugar con ellas o seguir poniéndonoslas?, ¿están todavía en buen uso? Se trata de ayudarles a decidir qué se llevan, qué se debe reemplazar y a qué se puede renunciar.
Si se decide reemplazar o renunciar a algún objeto, podemos pensar si se le puede dar otro uso o si se puede donar. Por ejemplo, la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ) tiene el programa Comparte y Recicla, que permite entregar juguetes que, en función de su estado, se donan a otros niños o se gestionan para su reciclado.
El verano es un momento excelente para flexibilizar un poco la vida de unos pequeños que suelen tener la agenda muy marcada en invierno.
Sin embargo, esto no significa que se deban abandonar hábitos beneficiosos para su educación financiera como darles la paga.
Durante las vacaciones, los niños tienen la oportunidad de seguir aprendiendo a gestionar su dinero, esta vez en un contexto distinto al habitual. Las alternativas de consumo cambian en verano.
¿Voy al parque de aventuras o prefiero una guerra de globos de agua en el jardín?, ¿me compro un helado o ahorro para un cómic nuevo? Son decisiones que pueden tomar y que les ayudarán a ejercitar sus habilidades financieras de ahorro y gasto.
Los hábitos de ahorro tampoco deben suspenderse en verano. Como es muy probable que las tentaciones aumenten, es muy importante que los adultos sean los primeros en dar ejemplo controlando los gastos impulsivos.
Puede ayudar mucho en esta labor fijar un objetivo de ahorro para toda la familia que motive a los niños. Por ejemplo, ir al parque acuático puede convertirse en un reto al que todos deben contribuir.
Cada día o cada semana, se reservará una pequeña parte del presupuesto familiar para aportar a una hucha que permitirá comprar las entradas y pasar el día en el parque acuático.
Es importante que los niños estén presentes cuando se meta el dinero en la hucha e incluso que contribuyan con una pequeña parte de su paga, aunque sea simbólica.
Aunque no lo parezca, ir a la compra es un momento excelente para enseñar a los niños a convertirse en consumidores responsables. Esta es una actividad que se puede hacer de manera más relajada durante las vacaciones, por lo que resulta más sencillo hacerlos partícipes de ella.
Son muchos los puntos de aprendizaje en torno a la compra que se pueden adaptar a la edad de cada niño. Se les puede enseñar a analizar la publicidad y elegir el producto que quieran comprar, a comparar precios de un mismo producto para poder ahorrar y a valorar conceptos como la calidad o la necesidad de adquirir un producto.
Elaborar una lista de la compra con ellos también puede ayudarles a distinguir las compras necesarias de las más superfluas, así como a priorizar productos.
Cuando los niños tienen la edad suficiente, pueden encargarse de hacer recados y pequeñas compras planificadas.
Algunos ejemplos son ir a comprar el pan, el periódico o la fruta, lo que les ayudará a adquirir soltura en el manejo del dinero, a comprobar el cambio o a comprender los distintos elementos que influyen en el precio de los productos, como su calidad, su peso o su abundancia en una época determinada.
Aprender a priorizar y a controlar los impulsos de gasto es básico en educación financiera. La planificación ayuda mucho en este sentido. Hacer a los niños partícipes de las decisiones de ocio durante las vacaciones es una buena idea para ayudarles a comprender que una tarde en el cine, en la piscina o ir a comer a un restaurante requiere realizar un gasto que habrá que priorizar.
Planificar las actividades de ocio semanales con ellos con base en un presupuesto es una idea que se puede poner en práctica. Para ello, se puede hacer una lista de ideas y ordenarlas según su coste aproximado, desde las gratuitas a las más caras.
A partir de ahí, se trata de valorar las actividades y cuadrarlas con el presupuesto. Si no encajan, siempre se pueden elegir alternativas más económicas o compensar las más caras con otras gratuitas.
También es una oportunidad magnífica para que aprendan a identificar y cuantificar los gastos ocultos tras cada actividad, como las palomitas del cine o los desplazamientos a los distintos lugares.