Como el personaje de la obra de Molière que hablaba en prosa sin saberlo, hoy en día es probable que mucha gente esté usando tokens sin que sepa exactamente qué son y sin ser consciente de lo que probablemente nos espera con lo que ya ha empezado a llamarse la tokenización de la economía.
En realidad, el concepto de token es muy fácil de entender. Se trata de una unidad de valor emitida de forma privada. Real o virtual, es un elemento que representa a otro elemento y que normalmente se puede canjear. Ejemplos de tokens serían la ficha de un casino, que puede canjearse por dinero, o unos puntos de fidelidad de un comercio, que pueden hacer que nuestra factura se vea reducida en futuras compras.
Pero sus efectos se multiplican cuando los tokens se digitalizan y cuando se les aplica la tecnología blockchain, la misma en la que se basan el bitcoin y todas las criptomonedas. En efecto, puede haber tokens sin blockchain, pero no habrá token-economía sin blockchain, porque las características de esta tecnología, la cadena de bloques, hacen que las transacciones de tokens sean inmutables, transparentes y descentralizadas.
Además, tienen una liquidez inmediata y pueden cambiarse muy fácilmente por criptomonedas, con lo que todo quedaría en el mismo entorno del blockchain. O pueden cambiarse por cualquier cosa, porque en la token-economía, al ser los tokens unidades que representan otras unidades, pueden utilizarse para prácticamente todo lo que se desee: comprar, canjear, intercambiar, acceder a servicios exclusivos para VIP…
Actualmente, una de sus aplicaciones más habituales se da en la protección de los datos personales en el proceso de pagos digitales. Su funcionamiento, en tres pasos, es el siguiente:
1. En primer lugar, el usuario debe vincular el número de tarjeta de crédito a un sistema token. Es lo que, en lenguaje técnico, se denomina aprovisionar un token vinculado al PAN (Primary Account Number).
2. A continuación debe validarse el token, que, ya configurado, tiene que enviarse a la red de tarjetas de crédito para procesar la transacción. Esta red es la que se encarga de “destokenizar” el token para acceder al número de tarjeta (PAN). Se envía también un aviso del uso al banco al que pertenezca la tarjeta, para que la entidad financiera valide la herramienta.
3. Por último, una vez se ha emitido la validación de la entidad financiera, el vendedor recibe una autorización. En este proceso, la red vuelve a tokenizar el número de tarjeta para que este quede nuevamente protegido al enviar los datos al terminal del comercio.
Este ejemplo de tokenización de los pagos tiene innumerables ventajas: elimina duplicaciones de los datos de los consumidores; las transacciones son más seguras (si un hacker accede a los tokens, no podrá hacer nada con ellos), más cómodas y más rápidas, y se reducen los requisitos de protección de datos (cuando se almacenan tokens no se está guardando información sensible). Es decir, aumentan los estándares de seguridad, tanto para el usuario como para los comercios y las empresas en general.
En definitiva, lo que hacen la tokenización y, de hecho, todos los sistemas basados en la tecnología blockchain es reducir intermediarios en las transacciones y descentralizar la gestión, con lo cual es el usuario el que controla todo el proceso.
¿Es usted de los que aún tienen reparos en comprar por Internet? Tal vez la tokenización sea la respuesta a sus temores. O tal vez, como El burgués gentilhombre de Molière, ya la esté utilizando sin saberlo.