El uso del hidrógeno como combustible no es algo nuevo, aunque últimamente escuchemos hablar mucho sobre él. De hecho, este elemento estaba presente en el primer motor de combustión interna, que se presentó en 1813. Con el paso de los años, su uso quedó relegado a un segundo plano porque entraron en acción carburantes como la gasolina o el gasóleo. Desde entonces, el hidrógeno se convirtió en una especie de eterno aspirante a llenar los depósitos de nuestros vehículos, incapaz de superar en precio a los derivados del petróleo.
Ahora, el hidrógeno tiene muchas papeletas para ocupar el trono de los combustibles en el futuro. Este combustible se ha convertido en una de las medidas estrella de la Unión Europea (UE) para descarbonizar la energía y alcanzar la neutralidad climática en 2050. Para ello, los fondos europeos Next Generation EU impulsarán la implantación del hidrógeno de origen renovable como fuente de energía, especialmente en el ámbito del transporte.