Estamos familiarizados con ellos sobre todo desde los años 80, pero entonces llevaban ya décadas dando forma a nuestra economía. Los ordenadores o computadoras han supuesto una revolución sin precedentes: no solo han contribuido a multiplicar la productividad, sino también a catapultar la innovación y el desarrollo de nuevos ámbitos económicos.
El ordenador: la historia del aparato más listo que cambió la historia
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12 Mayo, 2025
¿Cuál fue el primer ordenador?
No resulta sencillo indicar el origen de los ordenadores. En realidad, podríamos llevarlo hasta el ábaco que ayudaba a agilizar cálculos en el siglo V a. C. Sin embargo, lo que hoy consideramos una computadora tardaría aún muchos siglos en aparecer.
En los años 30 del siglo XX Alan Turing ya había sentado las bases de la computación moderna mediante el uso de algoritmos, que básicamente son recetas con las instrucciones y los pasos que hay que seguir para resolver un problema. Es el concepto sobre el que se fundamenta la informática y que ya había utilizado Ada Lovelace casi un siglo antes para una máquina imaginaria ideada por Charles Babbage.
Más o menos al mismo tiempo que Turing definía cómo traducir problemas a unos y ceros para poder resolverlos mediante algoritmos, un joven Konrad Zuse desarrollaba en su propia casa el Z1.
Esta máquina se considera el primer ordenador electromecánico programable del mundo, capaz de realizar tediosos cálculos de manera automática.
Por aquel entonces, las computadoras eran personas que procesaban datos según determinadas reglas y realizaban cálculos a mano. Aseguradoras, entidades financieras, empresas de ingeniería, centros de investigación e incluso ejércitos contaban con la ayuda de estas personas, que solían trabajar de manera coordinada.
De hecho, la primera computadora reprogramable de uso general, ENIAC, fue posible gracias al trabajo de seis mujeres matemáticas que la programaron desde cero en 1945. La sucesión de este tipo de avances contribuyó, a la larga, a aumentar exponencialmente la capacidad de cálculo, a mejorar su fiabilidad y a reducir los costes asociados a un número creciente de tareas que ahora podían abordar estas máquinas.
Revolución en todos los sectores
Con la aparición de los primeros ordenadores personales de uso general en los años 70, la computación dejaría de ser algo exclusivo de grandes organizadores para penetrar en muchos otros ámbitos, del empresarial al doméstico.
También en los deportes: cuando hace 25 años la computadora Deep Blue derrotó al campeón mundial de ajedrez Gary Kasparov, se grabó un nuevo hito en la historia de la tecnología. El gran maestro había cometido un error que la máquina, diseñada para derrotarle, no desaprovechó.
La evolución en el tamaño de los ordenadores, que pasaron de pesar toneladas a unos pocos gramos, ha sido el revulsivo definitivo para su popularización.
Hoy no solo llevamos pequeñas computadoras en nuestros bolsillos con forma de smartphone. Además, los chips —el alma de las computadoras— están presentes en todo tipo de utensilios cotidianos, desde las alarmas de la ropa que compramos a los robots de cocina o las tarjetas de crédito que utilizamos. Incluso hay personas que los llevan dentro de su propio cuerpo.
La influencia del ordenador en la economía
¿Cómo ha sido realmente la influencia del ordenador sobre la economía y sobre nuestras vidas?
Para poder hacerse una idea, tal vez lo mejor sea pensar cómo sería nuestra vida sin él: ni habríamos llegado a la Luna ni habríamos enviado satélites al espacio, determinantes en las cadenas de suministro que sostienen el comercio mundial. Tampoco habríamos tenido disponible rápidamente la vacuna de la COVID-19 y la automatización de las fábricas habría registrado avances muy discretos.
El diagnóstico de enfermedades y el desarrollo de fármacos para tratarlas serían mucho más lentos y también menos fiables sin la ayuda de las computadoras.
La producción de bienes y servicios a gran escala, la construcción de infraestructuras o el desarrollo empresarial, que son pilares básicos de la economía, también serían mucho menos eficientes sin estas máquinas capaces de realizar cálculos complejísimos.
Lo mismo ocurriría con la comercialización de bienes, de valores y de productos financieros: el ordenador ha contribuido no solo a su desarrollo, sino también a hacerlos más accesibles a nuevas capas de población.
Con la ayuda de estas máquinas resulta mucho más sencillo y económico emprender, desarrollar nuevos productos o modelos de negocio y también invertir.
Capítulo aparte merecen internet y la nueva economía del conocimiento que se ha creado en torno a ella: sin ordenadores, simplemente no existirían. También los siguientes paradigmas de computación, como los computadores cuánticos, que prometen ayudarnos a resolver problemas complejos que hasta ahora no hemos podido solucionar.
Todos estos son solo algunos ejemplos de hasta qué punto la invención del ordenador ha cambiado la historia de la humanidad y promete seguir haciéndolo. Pocos inventos han sido tan transversales y han impactado a tantos sectores de actividad como él.
La gran ventaja de la digitalización
La contribución de los ordenadores a la automatización de tareas —y, por tanto, a la productividad— es posiblemente la mayor ventaja que han aportado a la economía. La digitalización ha revolucionado la manera en la que funcionan compañías y mercados, así como la gestión de los recursos públicos.
Esto es así porque los ordenadores facilitan el ahorro de tiempos y costes, además de mejorar la toma de decisiones. Todo esto se traduce, en gran medida, en un crecimiento económico más robusto y diversificado.
¿Hasta qué punto influye todo esto en la marcha de la economía? Un dato: en España, la digitalización aporta ya el 21 % del valor añadido bruto (VAB) a la producción de bienes y servicios —unos 280.000 millones de euros—, según el informe La economía digital en España de Fundación COTEC.
Poco podía sospechar Konrad Zuse el impacto que llegaría a tener aquel invento que empezó a montar en 1935 sobre la mesa del salón de la casa de sus padres. Aunque algo debió intuir este ingeniero alemán: fue él quien fundó en 1941 la primera compañía informática del mundo, que poco después se dedicaría a construir ordenadores programables para usos académicos, científicos y empresariales.
Arrancaba así una nueva era en la innovación y la economía mundiales.