Terminamos esta ruta en Castro del Río, un pueblo construido en una antigua fortaleza almohade y abrazado por olivos.
El término está rodeado por campos de cultivos, principalmente de cereal y olivo. Sus zonas de regadío son atravesadas por el río Guadajoz. Su situación geográfica explica el origen etimológico del pueblo.
Urbanísticamente, Castro es un pueblo-fortaleza. Está en la cima de una colina, rodeado por una muralla de la que hoy en día aún se conservan restos. A su vez, el río supone una barrera defensiva más.
Dentro del término, destacan algunos ejemplares de casas solariegas y el Museo de Usos y Costumbres Agrícolas, perfecto para conocer de primera mano la tradicional vida económica de la población.
Por último, y relacionado con su entorno, cabe destacar el sector artesanal de la madera de olivo, una seña de identidad para la región y para el país. Se dice que Castro del Río es uno de los pocos lugares donde se trabaja con este tipo de madera y, probablemente, el único con tradición en la fabricación de muebles.