> despoblación rural – El Blog de CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank El Blog de CaixaBank Fri, 21 Apr 2023 13:58:40 +0000 es-ES hourly 1 Tecnología para prevenir los incendios (y acabar con ellos) https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/tecnologia-para-prevenir-los-incendios-y-acabar-con-ellos/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/tecnologia-para-prevenir-los-incendios-y-acabar-con-ellos/#respond Thu, 27 Aug 2020 17:54:02 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=38806

Cada verano asistimos impotentes a la misma escena. Masas de árboles ardiendo, animales heridos y vecinos que tratan desesperadamente de evitar que el fuego acabe con sus hogares. Bomberos arriesgando sus vidas, luchando contra unas llamas que parecen devorarlo todo. Los incendios forestales son una lacra que siempre regresa. Y sus consecuencias son mucho más serias de lo que parece.

Para comprender mejor la magnitud de este problema, podemos echar un vistazo a algunas cifras. Según la organización WWF, los incendios forestales afectan a unas 500.000 hectáreas de media cada año en Europa, de las cuales unas 375.000 se corresponden con países del arco norte del Mediterráneo, en el que se encuentra España. De hecho, nuestro país es el segundo de la región que registra más incendios forestales cada año –unos 12.000. De media, arden unas 100.000 hectáreas solo en territorio español. Además, entre 2017 y 2018 murieron por esta causa 225 personas en Portugal, Grecia y España.

Fuego hasta en el Ártico

La cuestión es que este problema va a más. Cada cinco años, la superficie quemada en el arco norte del Mediterráneo aumenta unas 700.000 hectáreas. Esto se debe, en parte, a que los fuegos son cada vez más virulentos a causa del cambio climático. Tanto es así, que ya se habla de incendios de sexta generación, capaces de hacer arder zonas hasta ahora impensables, como el círculo polar ártico, una zona que se calienta al doble de velocidad que el resto del planeta.

Entre las consecuencias de los incendios que cita WWF se encuentra la quema de áreas protegidas, la destrucción de hábitats de interés, especies de interés afectadas, impactos en los balances hidrológicos y en la calidad del agua o la pérdida irreparable de tierra fértil.

Otra de las derivadas más importantes de los incendios es el aumento en las emisiones de CO2 a la atmósfera, que convierte los fuegos y el cambio climático en un círculo vicioso: a medida que aumentan los incendios, también lo hacen estas emisiones de efecto invernadero, la temperatura global del planeta y la sucesión de eventos climáticos extremos.

¿Cómo plantar cara a un problema que vuelve una y otra vez y que gana cada año mayor magnitud? Si bien es necesario contar con mejores medios para extinguir los incendios que no seamos capaces de evitar, lo cierto es que la prevención es la mejor arma que tenemos a nuestra disposición para acabar con ellos. En ambos aspectos, la tecnología acude a nuestro rescate y al de esa biodiversidad que el fuego pone en jaque año tras año.

Tecnología para cuidar de los bosques

Una de las principales causas de que los incendios sean cada vez más devastadores es la ausencia de mantenimiento de los montes debida, en parte, a la despoblación rural. La maleza se multiplica en las zonas forestales y actúa como acelerador del fuego. Por ese motivo, el mantenimiento de los bosques es una de las principales armas que tenemos a nuestro alcance para evitar que se produzcan los incendios.

En esta tarea, los robots desbrozadores pueden convertirse en el aliado perfecto de los servicios de emergencias. No solo ayudan a mejorar la seguridad y eficacia de los operativos si tienen que intervenir, sino también reducir el combustible que acelera los incendios: la biomasa. Así, existen equipos capaces de recorrer terrenos abruptos y arbolados por control remoto para realizar el mantenimiento de los bosques, pero también para trazar perímetros de incendio y líneas de defensa si el fuego ya se ha desatado.

Detección temprana para evitar grandes incendios

La detección temprana de incendios también resulta esencial a la hora de evitar que un fuego se convierta en un evento extremo. En este sentido, el Centro de Investigación en Tecnologías Software y Sistemas Multimedia para la Sostenibilidad (CITSEM) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) ha desarrollado un algoritmo que permite detectar humo, localizar un foco y determinar las características fundamentales del incendio, como el área o la dirección del viento, en tiempo real.

La tecnología también busca la manera de predecir los incendios y ya se emplean modelos que ayudan a adivinar cómo será la evolución de un fuego. Para ello, analizan entre otros factores cómo evolucionarán las condiciones atmosféricas incluso en terrenos complejos. Así, en la actualidad se desarrollan sistemas que combinan el uso de imágenes por satélite, geoposicionamiento, cámaras infrarrojas, predicción y protocolos de actuación para llegar a controlar los incendios en estadios iniciales.

Todos estos avances en detección se pueden completar con el uso de drones, tanto para intensificar la vigilancia como para sofocar las llamas si ya se han desatado. Este es el caso del proyecto Wild Hopper, financiado por la Unión Europea para el desarrollo de un dron con una plataforma multirrotor que le permite liberar hasta 600 litros de agua con una precisión excepcional. De esta manera, las labores de extinción temprana e incluso las nocturnas pueden aumentar exponencialmente su efectividad.

Acabar con los incendios incluso antes de que se produzcan es una batalla que puede evitar grandes pérdidas cada año, tanto personales como económicas y medioambientales. Se trata de una inversión esencial para el futuro del planeta que habitamos.

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Cada verano asistimos impotentes a la misma escena. Masas de árboles ardiendo, animales heridos y vecinos que tratan desesperadamente de evitar que el fuego acabe con sus hogares. Bomberos arriesgando sus vidas, luchando contra unas llamas que parecen devorarlo todo. Los incendios forestales son una lacra que siempre regresa. Y sus consecuencias son mucho más serias de lo que parece.

Para comprender mejor la magnitud de este problema, podemos echar un vistazo a algunas cifras. Según la organización WWF, los incendios forestales afectan a unas 500.000 hectáreas de media cada año en Europa, de las cuales unas 375.000 se corresponden con países del arco norte del Mediterráneo, en el que se encuentra España. De hecho, nuestro país es el segundo de la región que registra más incendios forestales cada año –unos 12.000. De media, arden unas 100.000 hectáreas solo en territorio español. Además, entre 2017 y 2018 murieron por esta causa 225 personas en Portugal, Grecia y España.

Fuego hasta en el Ártico

La cuestión es que este problema va a más. Cada cinco años, la superficie quemada en el arco norte del Mediterráneo aumenta unas 700.000 hectáreas. Esto se debe, en parte, a que los fuegos son cada vez más virulentos a causa del cambio climático. Tanto es así, que ya se habla de incendios de sexta generación, capaces de hacer arder zonas hasta ahora impensables, como el círculo polar ártico, una zona que se calienta al doble de velocidad que el resto del planeta.

Entre las consecuencias de los incendios que cita WWF se encuentra la quema de áreas protegidas, la destrucción de hábitats de interés, especies de interés afectadas, impactos en los balances hidrológicos y en la calidad del agua o la pérdida irreparable de tierra fértil.

Otra de las derivadas más importantes de los incendios es el aumento en las emisiones de CO2 a la atmósfera, que convierte los fuegos y el cambio climático en un círculo vicioso: a medida que aumentan los incendios, también lo hacen estas emisiones de efecto invernadero, la temperatura global del planeta y la sucesión de eventos climáticos extremos.

¿Cómo plantar cara a un problema que vuelve una y otra vez y que gana cada año mayor magnitud? Si bien es necesario contar con mejores medios para extinguir los incendios que no seamos capaces de evitar, lo cierto es que la prevención es la mejor arma que tenemos a nuestra disposición para acabar con ellos. En ambos aspectos, la tecnología acude a nuestro rescate y al de esa biodiversidad que el fuego pone en jaque año tras año.

Tecnología para cuidar de los bosques

Una de las principales causas de que los incendios sean cada vez más devastadores es la ausencia de mantenimiento de los montes debida, en parte, a la despoblación rural. La maleza se multiplica en las zonas forestales y actúa como acelerador del fuego. Por ese motivo, el mantenimiento de los bosques es una de las principales armas que tenemos a nuestro alcance para evitar que se produzcan los incendios.

En esta tarea, los robots desbrozadores pueden convertirse en el aliado perfecto de los servicios de emergencias. No solo ayudan a mejorar la seguridad y eficacia de los operativos si tienen que intervenir, sino también reducir el combustible que acelera los incendios: la biomasa. Así, existen equipos capaces de recorrer terrenos abruptos y arbolados por control remoto para realizar el mantenimiento de los bosques, pero también para trazar perímetros de incendio y líneas de defensa si el fuego ya se ha desatado.

Detección temprana para evitar grandes incendios

La detección temprana de incendios también resulta esencial a la hora de evitar que un fuego se convierta en un evento extremo. En este sentido, el Centro de Investigación en Tecnologías Software y Sistemas Multimedia para la Sostenibilidad (CITSEM) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) ha desarrollado un algoritmo que permite detectar humo, localizar un foco y determinar las características fundamentales del incendio, como el área o la dirección del viento, en tiempo real.

La tecnología también busca la manera de predecir los incendios y ya se emplean modelos que ayudan a adivinar cómo será la evolución de un fuego. Para ello, analizan entre otros factores cómo evolucionarán las condiciones atmosféricas incluso en terrenos complejos. Así, en la actualidad se desarrollan sistemas que combinan el uso de imágenes por satélite, geoposicionamiento, cámaras infrarrojas, predicción y protocolos de actuación para llegar a controlar los incendios en estadios iniciales.

Todos estos avances en detección se pueden completar con el uso de drones, tanto para intensificar la vigilancia como para sofocar las llamas si ya se han desatado. Este es el caso del proyecto Wild Hopper, financiado por la Unión Europea para el desarrollo de un dron con una plataforma multirrotor que le permite liberar hasta 600 litros de agua con una precisión excepcional. De esta manera, las labores de extinción temprana e incluso las nocturnas pueden aumentar exponencialmente su efectividad.

Acabar con los incendios incluso antes de que se produzcan es una batalla que puede evitar grandes pérdidas cada año, tanto personales como económicas y medioambientales. Se trata de una inversión esencial para el futuro del planeta que habitamos.

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¿La despoblación rural nos afecta a todos? https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/la-despoblacion-rural-nos-afecta-todos/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/la-despoblacion-rural-nos-afecta-todos/#respond Fri, 10 Jan 2020 08:24:15 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=36010

Muchos habitantes de las grandes ciudades se pasan el año esperando. Cuentan los días que les faltan para huir del estrés cotidiano e irse a pasar una temporada al pueblo. A disfrutar de ese tiempo que allí parece transcurrir más despacio, de la calma, del aire libre, del ocio y de sus raíces. ¿Qué pasaría si, un día, se encontraran con que no hay un pueblo al que volver?

Esta es una realidad que no está tan lejos como parece. La despoblación rural es un hecho en España. Los habitantes de los pueblos se marchan a las ciudades más grandes en un goteo constante. Así lo muestran las estadísticas: en las últimas dos décadas, la población de los municipios de mil habitantes o menos ha perdido 142.000 habitantes. Es el equivalente a más de 140 pueblos que se han quedado desiertos. Este tipo de localidades ha pasado de concentrar el 4% de la población en el año 2000 al 3,1% en 2018. Mientras, la población de ciudades como Madrid o Barcelona ha crecido vertiginosamente al incorporar inmigrantes de zonas rurales de España.

Lo que ocurre es que no solo son los pueblos más pequeños los que han perdido habitantes. En realidad, todo esto supone un efecto dominó también para las ciudades medianas y pequeñas que hacen las veces de cabeceras de comarca. Sin habitantes en los pueblos vecinos, su oferta de servicios de comercio, ocio o sanidad pierde sentido y, con ello, los empleos se esfuman. Por tanto, también sus habitantes buscan refugio en las grandes ciudades.

Este es un círculo vicioso que tiene consecuencias para todos. Para los habitantes que quedan en los pueblos, para los de las ciudades intermedias, pero también para los de las grandes urbes. Los efectos de la despoblación rural van mucho más allá de un pueblo sin niños para llenar su escuela o una provincia interior con una densidad de población similar a la de Laponia. Son tan intensos, que revertir esta tendencia puede ser clave incluso en la lucha contra el cambio climático.

¿Quién cuida de la naturaleza?

La historia del hombre en el medio agrícola se remonta a más de veinte mil años atrás. Durante este tiempo, la agricultura y la ganadería han pasado a ser nuestra manera de llenar la despensa. Con su ejercicio, hemos establecido nuestra relación con la tierra: a cambio de trabajarla, ella nos entrega recursos suficientes para alimentarnos.

¿Qué ocurre cuando abandonamos el medio rural? Que el equilibrio que hemos establecido durante miles de años con su ecosistema se rompe.

Un ejemplo de la reacción en cadena que supone esta ruptura lo encontramos en los incendios. Sin ganado en los pueblos que ayude a limpiar los bosques, el matorral prolifera y se convierte en combustible para los incendios. Como consecuencia de estos, disminuye la cubierta forestal y el ecosistema se resiente. Además, aumenta la desertificación, la cual, a su vez, disminuye la diversidad biológica, cuyo papel es decisivo en la conservación del suelo, la regulación del agua y la mitigación del cambio climático.

Que vivan y trabajen personas en el medio rural significa sufrir menos incendios, contener la desertificación de la península, proteger los recursos hídricos y luchar contra el aumento de las temperaturas, entre otros muchos y valiosos beneficios. Además del papel del ganado para limpiar los bosques, la agricultura tradicional también contribuye a conservar la biodiversidad. Los cultivos ayudan a evitar la erosión del suelo, una de las causas de la desertificación. Además, los sistemas agrarios tradicionales retienen más carbono y contribuyen a purificar el agua, así como a mantener especies animales y vegetales autóctonas, adaptadas a las condiciones de la zona.

El potencial de la economía rural

La vida en las zonas rurales tiene una gran influencia también en la economía. Según la Organización Internacional del Trabajo, la economía rural tiene un gran potencial para crear empleos decentes y productivos, así como para contribuir al desarrollo sostenible y el crecimiento económico.

De hecho, el organismo considera que promover el trabajo decente en la economía rural es fundamental para erradicar la pobreza y garantizar recursos nutricionales para una población mundial que no deja de crecer. Este es un principio que se reconoce en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU, que propugna una mayor atención al desarrollo rural, en particular a la agricultura y la seguridad alimentaria. Una economía rural próspera ayuda a diversificar las fuentes de riqueza de los países y reduce su dependencia del exterior a la hora de adquirir recursos agroalimentarios.

Otro recurso valioso que solo se podrá mantener mientras haya personas que vivan en los pueblos es el patrimonio rural, en el sentido más amplio de la expresión. Esto abarca la gastronomía, los edificios y construcciones históricas, los valores, las tradiciones, la cultura e incluso los paisajes. Toda esta riqueza está en peligro si nadie se queda para conservarla y cuidarla.

Las consecuencias en las grandes ciudades

Los efectos de la despoblación rural también se dejan notar en las ciudades. No solo por la nostalgia que puedan sentir algunos de esos habitantes que desean volver a un pueblo que ya no existe. Al concentrarse cada vez más personas en las áreas urbanas, estas se vuelven más insostenibles.

Que el 90% de la población viva en el 30% del territorio, como ocurre en España, es un problema de organización para las administraciones públicas. Entre las consecuencias del éxodo rural a las ciudades se encuentra la saturación de los servicios públicos, la presión sobre los precios de la vivienda y una mayor tendencia al urbanismo descontrolado.

La propia Federación Española de Municipios y Provincias advierte en este sentido de que las grandes concentraciones urbanas no son viables ni podrán ser sostenibles si continúan creciendo. Por eso apuesta por un pacto entre el mundo rural y el urbano que ayude a garantizar el futuro del planeta.

El abandono del medio rural es un problema que nos afecta a todos. Sus consecuencias terminarán por alcanzar a cualquier ciudadano, sin importar dónde viva. Cuidar de él significa cuidar de todo el país. Por eso merece la pena protegerlo y promover que los ciudadanos vuelvan a encontrar en él un hogar.

Qué se puede hacer para frenar la despoblación

De hecho, existen ya algunas personas que han decidido tomar las riendas y apostar por el medio rural como un lugar en el que poder vivir, trabajar y desarrollarse. Y lo hacen a golpe de creatividad. Destacan, por ejemplo, iniciativas de logística social que persiguen que ningún habitante de estas áreas se vea obligado a abandonarlas por no poder acceder a servicios básicos. Incluso hay pueblos como Pescueza (Cáceres) que se habilitan para que sus mayores no tengan que dejar sus casas al volverse más dependientes. La localidad se ha convertido en una residencia de mayores al aire libre a base de mejorar la accesibilidad e incorporar nuevas tecnologías y soluciones asistenciales. Como resultado, la localidad no solo no se vacía, sino que incluso se han creado nuevos puestos de trabajo que atraen a familias jóvenes.

También existen plataformas de impulso al autoempleo de mujeres rurales, que ya han apoyado proyectos como forjas artesanales, apicultura que cuida del medio ambiente o explotaciones ganaderas de diversos tipos. Para conseguirlo, aportan a las emprendedoras asesoramiento, formación y acompañamiento durante el desarrollo de su negocio.

Si se apuesta por él, el campo tiene mucho futuro. Su potencial de desarrollo sostenible es enorme. Y esto es una buena noticia para todos.

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Muchos habitantes de las grandes ciudades se pasan el año esperando. Cuentan los días que les faltan para huir del estrés cotidiano e irse a pasar una temporada al pueblo. A disfrutar de ese tiempo que allí parece transcurrir más despacio, de la calma, del aire libre, del ocio y de sus raíces. ¿Qué pasaría si, un día, se encontraran con que no hay un pueblo al que volver?

Esta es una realidad que no está tan lejos como parece. La despoblación rural es un hecho en España. Los habitantes de los pueblos se marchan a las ciudades más grandes en un goteo constante. Así lo muestran las estadísticas: en las últimas dos décadas, la población de los municipios de mil habitantes o menos ha perdido 142.000 habitantes. Es el equivalente a más de 140 pueblos que se han quedado desiertos. Este tipo de localidades ha pasado de concentrar el 4% de la población en el año 2000 al 3,1% en 2018. Mientras, la población de ciudades como Madrid o Barcelona ha crecido vertiginosamente al incorporar inmigrantes de zonas rurales de España.

Lo que ocurre es que no solo son los pueblos más pequeños los que han perdido habitantes. En realidad, todo esto supone un efecto dominó también para las ciudades medianas y pequeñas que hacen las veces de cabeceras de comarca. Sin habitantes en los pueblos vecinos, su oferta de servicios de comercio, ocio o sanidad pierde sentido y, con ello, los empleos se esfuman. Por tanto, también sus habitantes buscan refugio en las grandes ciudades.

Este es un círculo vicioso que tiene consecuencias para todos. Para los habitantes que quedan en los pueblos, para los de las ciudades intermedias, pero también para los de las grandes urbes. Los efectos de la despoblación rural van mucho más allá de un pueblo sin niños para llenar su escuela o una provincia interior con una densidad de población similar a la de Laponia. Son tan intensos, que revertir esta tendencia puede ser clave incluso en la lucha contra el cambio climático.

¿Quién cuida de la naturaleza?

La historia del hombre en el medio agrícola se remonta a más de veinte mil años atrás. Durante este tiempo, la agricultura y la ganadería han pasado a ser nuestra manera de llenar la despensa. Con su ejercicio, hemos establecido nuestra relación con la tierra: a cambio de trabajarla, ella nos entrega recursos suficientes para alimentarnos.

¿Qué ocurre cuando abandonamos el medio rural? Que el equilibrio que hemos establecido durante miles de años con su ecosistema se rompe.

Un ejemplo de la reacción en cadena que supone esta ruptura lo encontramos en los incendios. Sin ganado en los pueblos que ayude a limpiar los bosques, el matorral prolifera y se convierte en combustible para los incendios. Como consecuencia de estos, disminuye la cubierta forestal y el ecosistema se resiente. Además, aumenta la desertificación, la cual, a su vez, disminuye la diversidad biológica, cuyo papel es decisivo en la conservación del suelo, la regulación del agua y la mitigación del cambio climático.

Que vivan y trabajen personas en el medio rural significa sufrir menos incendios, contener la desertificación de la península, proteger los recursos hídricos y luchar contra el aumento de las temperaturas, entre otros muchos y valiosos beneficios. Además del papel del ganado para limpiar los bosques, la agricultura tradicional también contribuye a conservar la biodiversidad. Los cultivos ayudan a evitar la erosión del suelo, una de las causas de la desertificación. Además, los sistemas agrarios tradicionales retienen más carbono y contribuyen a purificar el agua, así como a mantener especies animales y vegetales autóctonas, adaptadas a las condiciones de la zona.

El potencial de la economía rural

La vida en las zonas rurales tiene una gran influencia también en la economía. Según la Organización Internacional del Trabajo, la economía rural tiene un gran potencial para crear empleos decentes y productivos, así como para contribuir al desarrollo sostenible y el crecimiento económico.

De hecho, el organismo considera que promover el trabajo decente en la economía rural es fundamental para erradicar la pobreza y garantizar recursos nutricionales para una población mundial que no deja de crecer. Este es un principio que se reconoce en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU, que propugna una mayor atención al desarrollo rural, en particular a la agricultura y la seguridad alimentaria. Una economía rural próspera ayuda a diversificar las fuentes de riqueza de los países y reduce su dependencia del exterior a la hora de adquirir recursos agroalimentarios.

Otro recurso valioso que solo se podrá mantener mientras haya personas que vivan en los pueblos es el patrimonio rural, en el sentido más amplio de la expresión. Esto abarca la gastronomía, los edificios y construcciones históricas, los valores, las tradiciones, la cultura e incluso los paisajes. Toda esta riqueza está en peligro si nadie se queda para conservarla y cuidarla.

Las consecuencias en las grandes ciudades

Los efectos de la despoblación rural también se dejan notar en las ciudades. No solo por la nostalgia que puedan sentir algunos de esos habitantes que desean volver a un pueblo que ya no existe. Al concentrarse cada vez más personas en las áreas urbanas, estas se vuelven más insostenibles.

Que el 90% de la población viva en el 30% del territorio, como ocurre en España, es un problema de organización para las administraciones públicas. Entre las consecuencias del éxodo rural a las ciudades se encuentra la saturación de los servicios públicos, la presión sobre los precios de la vivienda y una mayor tendencia al urbanismo descontrolado.

La propia Federación Española de Municipios y Provincias advierte en este sentido de que las grandes concentraciones urbanas no son viables ni podrán ser sostenibles si continúan creciendo. Por eso apuesta por un pacto entre el mundo rural y el urbano que ayude a garantizar el futuro del planeta.

El abandono del medio rural es un problema que nos afecta a todos. Sus consecuencias terminarán por alcanzar a cualquier ciudadano, sin importar dónde viva. Cuidar de él significa cuidar de todo el país. Por eso merece la pena protegerlo y promover que los ciudadanos vuelvan a encontrar en él un hogar.

Qué se puede hacer para frenar la despoblación

De hecho, existen ya algunas personas que han decidido tomar las riendas y apostar por el medio rural como un lugar en el que poder vivir, trabajar y desarrollarse. Y lo hacen a golpe de creatividad. Destacan, por ejemplo, iniciativas de logística social que persiguen que ningún habitante de estas áreas se vea obligado a abandonarlas por no poder acceder a servicios básicos. Incluso hay pueblos como Pescueza (Cáceres) que se habilitan para que sus mayores no tengan que dejar sus casas al volverse más dependientes. La localidad se ha convertido en una residencia de mayores al aire libre a base de mejorar la accesibilidad e incorporar nuevas tecnologías y soluciones asistenciales. Como resultado, la localidad no solo no se vacía, sino que incluso se han creado nuevos puestos de trabajo que atraen a familias jóvenes.

También existen plataformas de impulso al autoempleo de mujeres rurales, que ya han apoyado proyectos como forjas artesanales, apicultura que cuida del medio ambiente o explotaciones ganaderas de diversos tipos. Para conseguirlo, aportan a las emprendedoras asesoramiento, formación y acompañamiento durante el desarrollo de su negocio.

Si se apuesta por él, el campo tiene mucho futuro. Su potencial de desarrollo sostenible es enorme. Y esto es una buena noticia para todos.

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Contra la despoblación rural: agricultura biológica https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/contra-la-despoblacion-rural-agricultura-biologica/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/contra-la-despoblacion-rural-agricultura-biologica/#respond Wed, 02 Dec 2015 17:47:48 +0000 CaixaBank https://porblo.appcloudprobe.lacaixa.es/?p=18742

¿Puede la agricultura biológica frenar la despoblación de las zonas rurales? Con el paso del tiempo, decenas de investigadores se han hecho esta misma pregunta, si bien ha sido el científico Jean-Claude Rodet quien ha encontrado recientemente la respuesta. Según un estudio que ha publicado, la agricultura biológica genera riqueza y servirá para ayudar a las zonas de campo que se encuentran despobladas a que mantengan un número mínimo de habitantes.

El experto señala que este tipo de agricultura abre nuevas vías de negocio para aquellos profesionales del sector que quieran desarrollar su actividad en la zona rural donde siempre han residido.

La agricultura biológica se basa en prácticas relacionadas con la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente. En concreto, consiste en cultivar un espacio de terreno sin necesidad de emplear productos químicos para mejorar los cultivos ni para combatir las plagas. Jean-Claude Rodet ofrece un manual para iniciarse en este trabajo y lograr sacar rendimiento al campo tanto a nivel personal como profesional.

El objetivo principal de este tipo de agricultura es cultivar alimentos 100% saludables. Dado que los procesos que se emplean para ello son sostenibles, se consigue proteger al campo y al ecosistema, pues no se daña la tierra ni se emplean sustancias nocivas para el terreno o para el cultivo.

Prácticas como esta entrañan múltiples ventajas para los cultivos. Una de ellas es que el agricultor respeta el ciclo natural del producto, por lo que no se sobreexplota el terreno. El agricultor ofrece al campo el tiempo que necesita para reponerse a fin de mantener la sostenibilidad de la producción.

Por este motivo, está considerado como uno de los sistemas de producción más viables en las zonas rurales. La agricultura ecológica es uno de los puntos de salvación de las zonas rurales, ya que, al darse en zonas prácticamente despobladas, las subvenciones son mayores y, de no ser por ella, sería muy posible que estos agricultores abandonaran el campo.

Los productos que se cosechan mediante esta práctica son los conocidos como ecológicos. Son más saludables, ya que, según publican varias webs especializadas en lo “eco”, están libres de residuos tóxicos procedentes de los pesticidas u otros productos empleados para mejorar la calidad de los cultivos y evitar las plagas.

Además de eso, están considerados como más sanos, ya que, al no echarles el agricultor ningún producto sintético, se evita que los frutos que den contengan sustancias que puedan provocar enfermedades y problemas para la salud, como infartos, Parkinson o insuficiencias respiratorias.

Los pesticidas o plaguicidas son los causantes de enfermedades graves, como el cáncer o las alergias. No solo lo estaría consumiendo el usuario final, sino también el agricultor durante el cuidado diario de la planta.

En definitiva, este tipo de agricultura es positiva en muchos sentidos. Precisamente por esta razón, los prestigiosos Premios Verdes de la Fundación José Navarro han escogido como lema en su quinta edición “Lo ecológico como estilo de vida”, unos galardones que reconocen la labor de entidades y personas el ámbito de la alimentación, lo ecológico y la sostenibilidad. Los ganadores se dieron a conocer la semana pasada en un acto especial que tuvo lugar en el CaixaForum de Madrid.

AgroBank, el banco especializado en el sector rural

Para todas aquellas personas que se dediquen o quieran dedicarse al mundo rural, CaixaBank creó hace apenas un año una línea de negocio especializada en el sector agrario: AgroBank.

Con ello, la entidad quiere dar respuesta a las necesidades de sus clientes agrarios desarrollando una oferta específica que incluye productos y servicios, financiación, ayudas a emprendedores y jornadas técnicas, entre otras iniciativas.

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¿Puede la agricultura biológica frenar la despoblación de las zonas rurales? Con el paso del tiempo, decenas de investigadores se han hecho esta misma pregunta, si bien ha sido el científico Jean-Claude Rodet quien ha encontrado recientemente la respuesta. Según un estudio que ha publicado, la agricultura biológica genera riqueza y servirá para ayudar a las zonas de campo que se encuentran despobladas a que mantengan un número mínimo de habitantes.

El experto señala que este tipo de agricultura abre nuevas vías de negocio para aquellos profesionales del sector que quieran desarrollar su actividad en la zona rural donde siempre han residido.

La agricultura biológica se basa en prácticas relacionadas con la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente. En concreto, consiste en cultivar un espacio de terreno sin necesidad de emplear productos químicos para mejorar los cultivos ni para combatir las plagas. Jean-Claude Rodet ofrece un manual para iniciarse en este trabajo y lograr sacar rendimiento al campo tanto a nivel personal como profesional.

El objetivo principal de este tipo de agricultura es cultivar alimentos 100% saludables. Dado que los procesos que se emplean para ello son sostenibles, se consigue proteger al campo y al ecosistema, pues no se daña la tierra ni se emplean sustancias nocivas para el terreno o para el cultivo.

Prácticas como esta entrañan múltiples ventajas para los cultivos. Una de ellas es que el agricultor respeta el ciclo natural del producto, por lo que no se sobreexplota el terreno. El agricultor ofrece al campo el tiempo que necesita para reponerse a fin de mantener la sostenibilidad de la producción.

Por este motivo, está considerado como uno de los sistemas de producción más viables en las zonas rurales. La agricultura ecológica es uno de los puntos de salvación de las zonas rurales, ya que, al darse en zonas prácticamente despobladas, las subvenciones son mayores y, de no ser por ella, sería muy posible que estos agricultores abandonaran el campo.

Los productos que se cosechan mediante esta práctica son los conocidos como ecológicos. Son más saludables, ya que, según publican varias webs especializadas en lo “eco”, están libres de residuos tóxicos procedentes de los pesticidas u otros productos empleados para mejorar la calidad de los cultivos y evitar las plagas.

Además de eso, están considerados como más sanos, ya que, al no echarles el agricultor ningún producto sintético, se evita que los frutos que den contengan sustancias que puedan provocar enfermedades y problemas para la salud, como infartos, Parkinson o insuficiencias respiratorias.

Los pesticidas o plaguicidas son los causantes de enfermedades graves, como el cáncer o las alergias. No solo lo estaría consumiendo el usuario final, sino también el agricultor durante el cuidado diario de la planta.

En definitiva, este tipo de agricultura es positiva en muchos sentidos. Precisamente por esta razón, los prestigiosos Premios Verdes de la Fundación José Navarro han escogido como lema en su quinta edición “Lo ecológico como estilo de vida”, unos galardones que reconocen la labor de entidades y personas el ámbito de la alimentación, lo ecológico y la sostenibilidad. Los ganadores se dieron a conocer la semana pasada en un acto especial que tuvo lugar en el CaixaForum de Madrid.

AgroBank, el banco especializado en el sector rural

Para todas aquellas personas que se dediquen o quieran dedicarse al mundo rural, CaixaBank creó hace apenas un año una línea de negocio especializada en el sector agrario: AgroBank.

Con ello, la entidad quiere dar respuesta a las necesidades de sus clientes agrarios desarrollando una oferta específica que incluye productos y servicios, financiación, ayudas a emprendedores y jornadas técnicas, entre otras iniciativas.

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