> Economistas con Nobel – El Blog de CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank El Blog de CaixaBank Fri, 21 Apr 2023 13:58:40 +0000 es-ES hourly 1 Economistas con Nobel: Elinor Ostrom y la magia de lo común https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/economistas-con-nobel-elinor-ostrom-y-la-magia-de-lo-comun/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/economistas-con-nobel-elinor-ostrom-y-la-magia-de-lo-comun/#respond Wed, 09 Sep 2020 06:29:41 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=38884

En economía, como en literatura, también hay tragedias. Esta es una lección dolorosa que se suele extraer de situaciones como las recesiones provocadas por burbujas que estallan de manera súbita. Parecen fruto de una fatalidad inevitable, de una regla del destino que nos condena a sufrir las consecuencias de la escasez de manera cíclica porque no somos capaces de administrarnos bien. Parece que somos como termitas que devoran los recursos comunes sin pensar en el futuro. Como consecuencia, la propiedad común necesita ser regulada por la Administración o privatizada para evitar que esto ocurra.

¿Y si no fuera así?, ¿y si fuéramos mejores gestores de lo que pensamos?, ¿y si ese dilema entre gestión pública o privada no fuera tal? Estas fueron las preguntas que, en su día, rondaron la cabeza de la primera mujer en ganar el Premio Nobel de Economía. Elinor Ostrom (1933-2012) decidió desafiar los dogmas de la economía y lo hizo buscando allí donde esta disciplina no llega fácilmente: en hogares, en pastos, en riegos y en bosques. Y resultó que no, no estamos condenados a esquilmar lo común para engordar el beneficio individual. Es más: existen otras maneras mucho más sostenibles de hacer las cosas que llevan siglos en funcionamiento.

Universidad y taquigrafía

Elinor Ostrom nació en un hogar humilde de Los Ángeles (Estados Unidos) en medio de la Gran Depresión. Su historia es la de una mujer que se abrió paso en la universidad en un momento en el que la presencia femenina era prácticamente testimonial.

Hay una anécdota que ilustra a la perfección la actitud de esta pionera: tras graduarse, le recomendaron aprender mecanografía y taquigrafía, ya que los empleos más típicos en la época para las mujeres eran los de secretaria o profesora. “Así que comencé un curso de taquigrafía por correspondencia”, explicaba. “Nunca la utilicé para transcribir un dictado, pero la encontré muy útil para tomar notas de las entrevistas que realizaba en mis proyectos de investigación”.

A base de esfuerzo, consiguió desarrollar una brillante carrera académica y profesional, que comenzó con un estudio sobre la industria del agua en California. Este trabajo le dio la oportunidad de observar cómo se resolvían los problemas relacionados con la gestión de un recurso común. Justo después de defender su tesis doctoral, la revista Science publicaba un artículo del biólogo Garrett Hardin que acabaría por ser muy influyente en la teoría económica. Su título era “La tragedia de los comunes” y abordaba la manera en la que los humanos tendemos a gestionar los recursos.

Desafiando la tragedia de los comunes

El artículo presenta un grupo de ganaderos que comparte un terreno de pastoreo común. Plantea que, como seres racionales que son, cada uno de ellos tratará de mantener el mayor número de cabezas de ganado posible en los terrenos comunes, por lo que cada vez más animales se alimentarán de esos recursos. Mientras las guerras o las epidemias vayan manteniendo a raya la población tanto de pastores como de ganado, los recursos se mantendrán. Sin embargo, cuando entren en escena la estabilidad social y los avances en medicina, surgirá la tragedia: el terreno se agotará y acabará por destruirse.

Esto quiere decir que, cuando muchos individuos actúan de manera independiente y racional para defender su propio interés, con el tiempo acabarán por agotar un recurso común limitado. Esto ocurrirá igualmente aunque sepan que, a largo plazo, nadie obtendrá un beneficio.

Tan influyente fue este artículo, que durante años existió el consenso de que los recursos naturales que se usan de manera colectiva acaban de manera inevitable en sobreexplotación para agotarse a largo plazo. ¿Cómo evitarlo? En este sentido, unos proponían entregar el control de los bienes comunes al Gobierno, mientras que otros defendían la privatización.

Elinor Ostrom decidió ir más allá y planteó que esa sobreexplotación no era inevitable, sino que se podía prevenir gracias a la cooperación. Si los ganaderos controlan el uso que cada uno hace de la tierra y aplican reglas para su administración, conseguirán acabar con la tragedia descrita por Hardin.

Trabajo sobre el terreno

Para probar sus postulados, Elinor Ostrom condujo junto a su marido Vincent un estudio internacional en el que participaron investigadores de distintos países, especialmente interesados en la materia y con un profundo conocimiento del terreno. Buscaron y analizaron casos empíricos de gestión comunitaria de recursos relacionados con la pesca, el agua, los pastos o los bosques, entre otros.

Durante la investigación, se dieron cuenta de que los usuarios de recursos comunes acababan por desarrollar, con el paso de los años, complejos sistemas para tomar decisiones y reforzaban la regulación para manejar conflictos de interés, sin necesidad de nacionalizar ni privatizar los bienes comunes. Se trata de mecanismos que garantizan equidad en el acceso a los recursos, al tiempo que los protegen.

Entre los ejemplos que Ostrom cita en su libro El gobierno de los bienes comunes se encuentran los sistemas de regadío establecidos en distintas zonas del este de España. En el caso de Murcia y Orihuela, la autora destacaba cómo las comunidades de irrigación asignaban tandas a los agricultores para extraer agua de los canales. Se trata de períodos fijos durante los cuales podrán obtener el recurso. Esto los ayuda a planificar sus actividades agrícolas en función del momento en el que podrán regar y también los motiva a ahorrar agua en sus propios campos, ya que deben decidir cómo distribuir en ellos el tiempo limitado que tienen para regarlos.

En Valencia, el sistema de turnos que menciona Ostrom en su obra establece un orden fijo en el que cada agricultor recibe el agua. Podrá tomar cuanta necesite en su turno, eso sí, sin desperdiciarla. Y, si ocurre una sequía extrema, se da prioridad a los agricultores con los cultivos que requieren más agua.

Elinor Ostrom fue capaz de encontrar la magia detrás de lo común y desafiar la lógica imperante entre gestión gubernamental o privada. Sus investigaciones sobre el terreno permitieron descubrir una tercera vía que ya había probado su eficacia a lo largo de los siglos y que merece la pena contemplar. Solo había que buscarla.

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En economía, como en literatura, también hay tragedias. Esta es una lección dolorosa que se suele extraer de situaciones como las recesiones provocadas por burbujas que estallan de manera súbita. Parecen fruto de una fatalidad inevitable, de una regla del destino que nos condena a sufrir las consecuencias de la escasez de manera cíclica porque no somos capaces de administrarnos bien. Parece que somos como termitas que devoran los recursos comunes sin pensar en el futuro. Como consecuencia, la propiedad común necesita ser regulada por la Administración o privatizada para evitar que esto ocurra.

¿Y si no fuera así?, ¿y si fuéramos mejores gestores de lo que pensamos?, ¿y si ese dilema entre gestión pública o privada no fuera tal? Estas fueron las preguntas que, en su día, rondaron la cabeza de la primera mujer en ganar el Premio Nobel de Economía. Elinor Ostrom (1933-2012) decidió desafiar los dogmas de la economía y lo hizo buscando allí donde esta disciplina no llega fácilmente: en hogares, en pastos, en riegos y en bosques. Y resultó que no, no estamos condenados a esquilmar lo común para engordar el beneficio individual. Es más: existen otras maneras mucho más sostenibles de hacer las cosas que llevan siglos en funcionamiento.

Universidad y taquigrafía

Elinor Ostrom nació en un hogar humilde de Los Ángeles (Estados Unidos) en medio de la Gran Depresión. Su historia es la de una mujer que se abrió paso en la universidad en un momento en el que la presencia femenina era prácticamente testimonial.

Hay una anécdota que ilustra a la perfección la actitud de esta pionera: tras graduarse, le recomendaron aprender mecanografía y taquigrafía, ya que los empleos más típicos en la época para las mujeres eran los de secretaria o profesora. “Así que comencé un curso de taquigrafía por correspondencia”, explicaba. “Nunca la utilicé para transcribir un dictado, pero la encontré muy útil para tomar notas de las entrevistas que realizaba en mis proyectos de investigación”.

A base de esfuerzo, consiguió desarrollar una brillante carrera académica y profesional, que comenzó con un estudio sobre la industria del agua en California. Este trabajo le dio la oportunidad de observar cómo se resolvían los problemas relacionados con la gestión de un recurso común. Justo después de defender su tesis doctoral, la revista Science publicaba un artículo del biólogo Garrett Hardin que acabaría por ser muy influyente en la teoría económica. Su título era “La tragedia de los comunes” y abordaba la manera en la que los humanos tendemos a gestionar los recursos.

Desafiando la tragedia de los comunes

El artículo presenta un grupo de ganaderos que comparte un terreno de pastoreo común. Plantea que, como seres racionales que son, cada uno de ellos tratará de mantener el mayor número de cabezas de ganado posible en los terrenos comunes, por lo que cada vez más animales se alimentarán de esos recursos. Mientras las guerras o las epidemias vayan manteniendo a raya la población tanto de pastores como de ganado, los recursos se mantendrán. Sin embargo, cuando entren en escena la estabilidad social y los avances en medicina, surgirá la tragedia: el terreno se agotará y acabará por destruirse.

Esto quiere decir que, cuando muchos individuos actúan de manera independiente y racional para defender su propio interés, con el tiempo acabarán por agotar un recurso común limitado. Esto ocurrirá igualmente aunque sepan que, a largo plazo, nadie obtendrá un beneficio.

Tan influyente fue este artículo, que durante años existió el consenso de que los recursos naturales que se usan de manera colectiva acaban de manera inevitable en sobreexplotación para agotarse a largo plazo. ¿Cómo evitarlo? En este sentido, unos proponían entregar el control de los bienes comunes al Gobierno, mientras que otros defendían la privatización.

Elinor Ostrom decidió ir más allá y planteó que esa sobreexplotación no era inevitable, sino que se podía prevenir gracias a la cooperación. Si los ganaderos controlan el uso que cada uno hace de la tierra y aplican reglas para su administración, conseguirán acabar con la tragedia descrita por Hardin.

Trabajo sobre el terreno

Para probar sus postulados, Elinor Ostrom condujo junto a su marido Vincent un estudio internacional en el que participaron investigadores de distintos países, especialmente interesados en la materia y con un profundo conocimiento del terreno. Buscaron y analizaron casos empíricos de gestión comunitaria de recursos relacionados con la pesca, el agua, los pastos o los bosques, entre otros.

Durante la investigación, se dieron cuenta de que los usuarios de recursos comunes acababan por desarrollar, con el paso de los años, complejos sistemas para tomar decisiones y reforzaban la regulación para manejar conflictos de interés, sin necesidad de nacionalizar ni privatizar los bienes comunes. Se trata de mecanismos que garantizan equidad en el acceso a los recursos, al tiempo que los protegen.

Entre los ejemplos que Ostrom cita en su libro El gobierno de los bienes comunes se encuentran los sistemas de regadío establecidos en distintas zonas del este de España. En el caso de Murcia y Orihuela, la autora destacaba cómo las comunidades de irrigación asignaban tandas a los agricultores para extraer agua de los canales. Se trata de períodos fijos durante los cuales podrán obtener el recurso. Esto los ayuda a planificar sus actividades agrícolas en función del momento en el que podrán regar y también los motiva a ahorrar agua en sus propios campos, ya que deben decidir cómo distribuir en ellos el tiempo limitado que tienen para regarlos.

En Valencia, el sistema de turnos que menciona Ostrom en su obra establece un orden fijo en el que cada agricultor recibe el agua. Podrá tomar cuanta necesite en su turno, eso sí, sin desperdiciarla. Y, si ocurre una sequía extrema, se da prioridad a los agricultores con los cultivos que requieren más agua.

Elinor Ostrom fue capaz de encontrar la magia detrás de lo común y desafiar la lógica imperante entre gestión gubernamental o privada. Sus investigaciones sobre el terreno permitieron descubrir una tercera vía que ya había probado su eficacia a lo largo de los siglos y que merece la pena contemplar. Solo había que buscarla.

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La integración del cambio climático en el análisis económico logra el Nobel de Economía https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/la-integracion-del-cambio-climatico-en-el-analisis-economico-logra-el-nobel-de-economia/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/la-integracion-del-cambio-climatico-en-el-analisis-economico-logra-el-nobel-de-economia/#respond Mon, 08 Oct 2018 17:19:38 +0000 CaixaBank CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=27714

William Nordhaus y Paul Romer han sido galardonados con el Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel, conocido popularmente como Nobel de Economía. Los académicos destacan la contribución de William Nordhaus a la integración del cambio climático al análisis económico, mientras que en el caso de Paul Romer se ha subrayado su papel en la integración de las innovaciones tecnológicas en el análisis de la economía.

Nordhaus comenzó a dar sus primeros pasos en la investigación del impacto económico del cambio climático en 1975, un momento en el que apenas se atisbaba el verdadero problema al que se enfrenta el mundo. Es el padre de la economía del clima, y ha abogado por gravar con impuestos la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera.

El Nobel de Economía no forma parte del legado de Alfred Nobel, ya que fue establecido en 1968 por el Riksbanken, el banco central sueco, coincidiendo con el 300 aniversario de la entidad y fue concedido por primera vez en 1969, cuando distinguió al noruego Ragnar Frisch y al holandés Jan Tinbergen.

Un español entre los favoritos

El economista nacido en Elda (Alicante) Manuel Arellano estaba en todas las quinielas para hacerse con el Premio Nobel de Economía. Lo hubiese hecho junto a su colega Stephen Bond de la Universidad de Oxford, que también aparecía entre los aspirantes, según Clarivate Analytics. Arellano, profesor del CEMFI (Centro de Estudios Monetarios y Financieros), publicó en 1991 el artículo “Some Tests of Specification for Panel Data: Monte Carlo Evidence and an Application to Employment Equations”, junto a Bond, en Review of Economic Studies.

El CEMFI afirmaba en un reciente comunicado que “el estimador Arellano-Bond se ha convertido en una herramienta estándar en la econometría aplicada. Este método fue desarrollado en colaboración con Stephen Bond de la Universidad de Oxford, quien también ha sido elegido este año como potencial ganador del Premio Nobel. El artículo que presentó este método ha recibido más de 24.000 citas en Google Académico, lo que lo convierte en uno de los artículos en economía más citados de todos los tiempos”, concluía.

Existen muchos más economistas destacados que han sido reconocidos por este premio y que han dejado huella en su sector. Descubre nuestra serie de artículos sobre economistas con Nobel.

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William Nordhaus y Paul Romer han sido galardonados con el Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel, conocido popularmente como Nobel de Economía. Los académicos destacan la contribución de William Nordhaus a la integración del cambio climático al análisis económico, mientras que en el caso de Paul Romer se ha subrayado su papel en la integración de las innovaciones tecnológicas en el análisis de la economía.

Nordhaus comenzó a dar sus primeros pasos en la investigación del impacto económico del cambio climático en 1975, un momento en el que apenas se atisbaba el verdadero problema al que se enfrenta el mundo. Es el padre de la economía del clima, y ha abogado por gravar con impuestos la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera.

El Nobel de Economía no forma parte del legado de Alfred Nobel, ya que fue establecido en 1968 por el Riksbanken, el banco central sueco, coincidiendo con el 300 aniversario de la entidad y fue concedido por primera vez en 1969, cuando distinguió al noruego Ragnar Frisch y al holandés Jan Tinbergen.

Un español entre los favoritos

El economista nacido en Elda (Alicante) Manuel Arellano estaba en todas las quinielas para hacerse con el Premio Nobel de Economía. Lo hubiese hecho junto a su colega Stephen Bond de la Universidad de Oxford, que también aparecía entre los aspirantes, según Clarivate Analytics. Arellano, profesor del CEMFI (Centro de Estudios Monetarios y Financieros), publicó en 1991 el artículo “Some Tests of Specification for Panel Data: Monte Carlo Evidence and an Application to Employment Equations”, junto a Bond, en Review of Economic Studies.

El CEMFI afirmaba en un reciente comunicado que “el estimador Arellano-Bond se ha convertido en una herramienta estándar en la econometría aplicada. Este método fue desarrollado en colaboración con Stephen Bond de la Universidad de Oxford, quien también ha sido elegido este año como potencial ganador del Premio Nobel. El artículo que presentó este método ha recibido más de 24.000 citas en Google Académico, lo que lo convierte en uno de los artículos en economía más citados de todos los tiempos”, concluía.

Existen muchos más economistas destacados que han sido reconocidos por este premio y que han dejado huella en su sector. Descubre nuestra serie de artículos sobre economistas con Nobel.

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Economistas con Nobel: James Tobin https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/economistas-con-nobel-james-tobin/ https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/economistas-con-nobel-james-tobin/#respond Mon, 10 Jul 2017 06:04:48 +0000 CaixaBank https://ptbcbasp02.lacaixa.es/wordpress_multisite/blogcaixabank/?p=24815

Año 1981: la Real Academia de las Ciencias de Suecia anuncia su decisión final: “Se puede decir hoy de pocos economistas que hayan conseguido tantos seguidores y ejercido tal influencia”. Hablaban del keynesiano estadounidense James Tobin, que recibió el Premio Nobel de Economía por su “creativo y extenso trabajo en el análisis de los mercados financieros y sus relaciones con las decisiones de gastos, empleo, producción y precios”. “Hay tanta gente destacada que debería ganar el premio que yo no contaba con ello. Fue una sorpresa”, afirmaba Tobin tras recibir este reconocimiento.

Fue el décimo norteamericano en recibir el premio y su nominación fue para algunos círculos económicos, un mensaje de advertencia a la política monetarista del gobierno de Ronald Reagan. Hijo de una familia de clase media e influido por las ideas que surgieron a raíz de la Gran Depresión, siempre lo tuvo muy claro: “Era muy fácil interesarte por la economía porque estaba claro que las cosas que estaban mal en el mundo tenían mucho que ver con la economía”, confesó hace años al The New York Times.

“No jugárselo todo a una sola carta”

La Academia destacó su teoría de la selección de cartera, que analiza cómo los cambios en los mercados financieros influyen en el gasto y en el ahorro de los consumidores e inversionistas. Tobin quería sentar las bases microeconómicas de la demanda de dinero que Keynes ya había introducido años atrás. Su teoría explica cómo los individuos e instituciones intentan obtener el máximo partido en la combinación de riesgo, rendimiento y liquidez en sus inversiones de cartera.

Es decir, distribuyen su riqueza entre diferentes activos financieros para maximizar su utilidad, ya que todos ellos tienen diferentes riesgos y rendimientos. “La gente diversifica sus inversiones porque no quiere correr demasiados riesgos al manejar sus bienes”. Según explicaciones del propio Tobin, esta teoría es la de “no jugárselo todo a una sola carta” o la de “no poner todos los huevos en la misma cesta”.

La Tasa Tobin, a examen

Tobin fue profesor de las universidades de Yale y de Harvard, y miembro del Consejo de Gobierno de la Reserva Federal de EE. UU. Sin embargo, durante los últimos años de su vida y aunque él estaba en desacuerdo, se convirtió en una referencia para el movimiento antiglobalización. Todo surgió en 1972, cuando Tobin planteó establecer una tasa sobre los movimientos especulativos de divisas para gestionar la volatilidad del tipo de cambio, estimular la inversión productiva y frenar la especulación. La tasa surgió como respuesta al Gobierno de Richard Nixon, que anunció el fin de la convertibilidad del oro/dólar y dio lugar a un sistema de libre flotación. Es decir, Tobin quería eliminar movimientos destinados a ganar dinero con las fluctuaciones de los tipos de cambio, pero su propuesta no encajó.

Aun así, 20 años más tarde movimientos antiglobalización recuperaron su idea porque consideraban que la libre circulación de capitales era un punto desestabilizador de la democracia. Llamaron tasa Tobin a la propuesta de un gravamen sobre las transacciones financieras internacionales, es decir, una comisión añadida sobre todo movimiento –no solo divisas como proponía la tasa original. Fue en ese momento cuando Tobin decretó que “abusaban de su nombre”, señalando el uso erróneo de su idea inicial.

Pero la historia sigue. La teoría volvió a coger fuerza en 2011, cuando el ejecutivo europeo la propuso para paliar la recesión de los mercados financieros. A día de hoy se está debatiendo la aplicación de este proyecto y la llamada “tasa Tobin del siglo XXI” todavía está por llegar.

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Año 1981: la Real Academia de las Ciencias de Suecia anuncia su decisión final: “Se puede decir hoy de pocos economistas que hayan conseguido tantos seguidores y ejercido tal influencia”. Hablaban del keynesiano estadounidense James Tobin, que recibió el Premio Nobel de Economía por su “creativo y extenso trabajo en el análisis de los mercados financieros y sus relaciones con las decisiones de gastos, empleo, producción y precios”. “Hay tanta gente destacada que debería ganar el premio que yo no contaba con ello. Fue una sorpresa”, afirmaba Tobin tras recibir este reconocimiento.

Fue el décimo norteamericano en recibir el premio y su nominación fue para algunos círculos económicos, un mensaje de advertencia a la política monetarista del gobierno de Ronald Reagan. Hijo de una familia de clase media e influido por las ideas que surgieron a raíz de la Gran Depresión, siempre lo tuvo muy claro: “Era muy fácil interesarte por la economía porque estaba claro que las cosas que estaban mal en el mundo tenían mucho que ver con la economía”, confesó hace años al The New York Times.

“No jugárselo todo a una sola carta”

La Academia destacó su teoría de la selección de cartera, que analiza cómo los cambios en los mercados financieros influyen en el gasto y en el ahorro de los consumidores e inversionistas. Tobin quería sentar las bases microeconómicas de la demanda de dinero que Keynes ya había introducido años atrás. Su teoría explica cómo los individuos e instituciones intentan obtener el máximo partido en la combinación de riesgo, rendimiento y liquidez en sus inversiones de cartera.

Es decir, distribuyen su riqueza entre diferentes activos financieros para maximizar su utilidad, ya que todos ellos tienen diferentes riesgos y rendimientos. “La gente diversifica sus inversiones porque no quiere correr demasiados riesgos al manejar sus bienes”. Según explicaciones del propio Tobin, esta teoría es la de “no jugárselo todo a una sola carta” o la de “no poner todos los huevos en la misma cesta”.

La Tasa Tobin, a examen

Tobin fue profesor de las universidades de Yale y de Harvard, y miembro del Consejo de Gobierno de la Reserva Federal de EE. UU. Sin embargo, durante los últimos años de su vida y aunque él estaba en desacuerdo, se convirtió en una referencia para el movimiento antiglobalización. Todo surgió en 1972, cuando Tobin planteó establecer una tasa sobre los movimientos especulativos de divisas para gestionar la volatilidad del tipo de cambio, estimular la inversión productiva y frenar la especulación. La tasa surgió como respuesta al Gobierno de Richard Nixon, que anunció el fin de la convertibilidad del oro/dólar y dio lugar a un sistema de libre flotación. Es decir, Tobin quería eliminar movimientos destinados a ganar dinero con las fluctuaciones de los tipos de cambio, pero su propuesta no encajó.

Aun así, 20 años más tarde movimientos antiglobalización recuperaron su idea porque consideraban que la libre circulación de capitales era un punto desestabilizador de la democracia. Llamaron tasa Tobin a la propuesta de un gravamen sobre las transacciones financieras internacionales, es decir, una comisión añadida sobre todo movimiento –no solo divisas como proponía la tasa original. Fue en ese momento cuando Tobin decretó que “abusaban de su nombre”, señalando el uso erróneo de su idea inicial.

Pero la historia sigue. La teoría volvió a coger fuerza en 2011, cuando el ejecutivo europeo la propuso para paliar la recesión de los mercados financieros. A día de hoy se está debatiendo la aplicación de este proyecto y la llamada “tasa Tobin del siglo XXI” todavía está por llegar.

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