ECONOMÍA

¿Podemos salvar el planeta con la economía circular?

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¿Podemos salvar el planeta con la economía circular?
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23 Junio, 2020


¡Qué sabios son los abuelos! Siempre tienen una respuesta que ofrecer cuando estamos desorientados. Una explicación simple cuando nos complicamos demasiado. Nuestros mayores son lecciones de vida andantes. Conviene prestarles atención y tomar nota. De hecho, incluso pueden tener la receta para salvar el planeta. No hay más que fijarse en cómo se hacían las cosas en su tiempo.

Cuando los recursos son escasos, valoramos mucho más lo que tenemos. Por eso, en tiempos de nuestros abuelos apenas se desperdiciaba nada. Los hogares empleaban los restos de comida para alimentar a los animales y abonar la tierra. Los electrodomésticos antiguos se fabricaban para durar muchos años y, cuando fallaban, muchos de sus componentes se reutilizaban. Los niños heredaban la ropa de sus hermanos mayores, que se actualizaba si era necesario.

Esta es, básicamente, la filosofía que hay detrás del concepto de economía circular. Se trata de un nuevo paradigma que espera ocupar el puesto del actual modelo lineal de consumo.

Este cambio puede ser determinante en la lucha contra el cambio climático. Si se pusiera en marcha la economía circular, se podría reducir entre el 80% y el 99% de los desechos industriales en algunos sectores económicos. Además, desaparecerían entre el 79% y el 99% de sus emisiones.

De una economía lineal a otra circular

Para comprender qué es la economía circular, conviene pararse un momento a contemplar cómo hemos vivido en las últimas décadas, cómo nos relacionamos con productos, recursos y deshechos. Si lo hacemos, observaremos que tenemos un modelo lineal, basado en el siguiente esquema: extracción, fabricación, utilización y eliminación.

El sistema lineal, que se convirtió en paradigma de la economía a lo largo del siglo XX, ha llegado a su límite y se lo ha marcado el propio planeta. De hecho, algunos recursos naturales y los combustibles fósiles empiezan a escasear a causa de un modelo que se basa precisamente en la disponibilidad de grandes cantidades de energía y materiales baratos de fácil acceso. Además, ya no nos podemos permitir la cantidad de residuos que produce esta manera de consumir, que incluso ha dado luz a conceptos como la obsolescencia programada.

El problema es que la extracción y el uso de materias primas tienen importantes consecuencias medioambientales, ya que aumentan el consumo de energía y las emisiones de CO2. Sin embargo, si utilizáramos las materias primas de manera más inteligente, se podrían reducir las emisiones contaminantes. De hecho, la Unión Europea calcula que simplemente con algunas medidas como la prevención de residuos, el diseño ecológico y la reutilización, las emisiones totales anuales de gases de efecto invernadero se reducirían entre el 2 y el 4%.

Para alcanzar estas metas, es necesario reducir la cantidad de recursos que se utilizan y de residuos que se producen. Esto se puede lograr si se cierra el ciclo de vida de los productos. Es decir, hay que pasar de un modelo económico lineal a otro circular.

Preservar el valor de los recursos

La economía circular contrapone al modelo actual el esquema reparar, reciclar, reutilizar y refabricar. En ella entran ejemplos como el de los envases de vidrio retornables, que antiguamente se devolvían a la tienda a cambio de un reembolso. También la reparación de un producto antes que la compra de otro nuevo, o incluso el empleo de aceites de motor usados para fabricar cemento. De esta manera, se empiezan a cerrar los ciclos de vida de los productos.

Se trata de un ciclo continuo de desarrollo positivo que conserva y mejora los recursos naturales, optimiza su uso y minimiza los riesgos del sistema, ya que gestiona una cantidad determinada de existencias a través de flujos renovables. Además, es eficaz a cualquier escala.

Todo esto implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido. De esta manera, el ciclo de vida de los productos se extiende. En la práctica, supone reducir los residuos al mínimo. Cuando un producto llega al final de su vida, sus materiales se mantienen dentro de la economía siempre que sea posible. Estos pueden ser utilizados productivamente una y otra vez. Así, se crea un valor adicional y se preserva el medio ambiente. Con la economía circular, disminuye el uso de recursos, se reduce la producción de residuos y se limita el consumo de energía.

La Unión Europea ya se ha puesto seria con esta cuestión y ha impulsado un paquete de medidas para que su economía se mueva hacia un modelo más circular. Sus objetivos, además, son muy concretos: pretende conseguir ahorros de 600.000 millones de euros para las empresas europeas, crear hasta 580.000 empleos y reducir las emisiones de carbono totales en 450 millones de toneladas para 2030.

De consumidores a ciudadanos

Los actores que intervienen en una economía circular son los actores públicos encargados del desarrollo sostenible y del territorio, así como las empresas que buscan resultados económicos, sociales y medioambientales. Pero también lo es el resto de la sociedad, que debe preguntarse cuáles son sus necesidades reales, tal y como destaca la Fundación para la Economía Circular.

Por este motivo, conviene reflexionar acerca de los patrones de consumo para modificar hábitos y cambiar a modos de vida más sostenibles. Esto incluye plantearnos si necesitamos comprar algo antes de reparar lo que ya tenemos. También si podemos hacer cosas por nosotros mismos o reutilizar productos antes de adquirir otros.

En definitiva, se trata de tomar conciencia de la propia responsabilidad en la sostenibilidad de los modelos económicos y del planeta. Un cambio de comportamiento que supone pasar de ser consumidores a ciudadanos responsables y que la economía circular puede facilitar.

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