1.- Rechazar: esta erre consiste, básicamente, en renunciar a ciertos productos o partes de ellos que no sean ya necesarios, o bien redefinirlos de tal manera que ya no haya que producirlos. Un ejemplo sencillo es la factura electrónica, que hace innecesario utilizar papel para su consulta o archivo.
2.- Repensar: esta estrategia potencia que las empresas transfieran servicios a los consumidores en lugar de la propiedad sobre un producto. Se trata de una actitud fundamental en la economía colaborativa o sharing economy.
El informe de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE cita un ejemplo muy ilustrativo del Foro Económico Mundial: las lavadoras de alta gama. Resulta que, si reemplazamos durante veinte años la compra de cinco lavadoras de 2.000 ciclos por el alquiler de una de 10.000, nos ahorraríamos 180 kg de acero y 2,5 toneladas de dióxido de carbono.
3.- Reducir: en este caso, se trata de disminuir en lo posible el consumo de recursos tanto en la fabricación como en el uso de un producto. Esto es algo que solo se logra a través de la eficiencia, que debe estar presente desde el momento del diseño y hasta su utilización.
En el caso de la eficiencia energética, esto no solo es responsabilidad del fabricante del producto, que debe apostar por ella tanto en su proceso de fabricación como a la hora de definir su uso. También los consumidores deben tenerla en mente tanto al elegir productos energéticamente eficientes como al emplearlos. Por ejemplo, no basta con elegir el hervidor de agua más eficiente de la tienda y que mejor se adecúa a nuestra cocina, sino que, además, cada vez que lo utilicemos debemos hervir solo el agua que realmente necesitamos.
4.- Reutilizar: si un producto se encuentra en buenas condiciones y cumple su función original, debe seguir utilizándose.
Este es uno de los principios más potentes de la economía circular, que subyace en los tradicionales mercadillos de segunda mano, que ahora cuentan incluso con versiones que caben en nuestro smartphone. También en iniciativas como Loop, un proyecto piloto en Francia, el Reino Unido y los Estados Unidos que fabrica envases reutilizables para empresas de gran consumo, los recoge en casa del usuario una vez consumido su contenido, los limpia y los rellena de nuevo, tal y como explica el informe de la Cátedra CaixaBank de Responsabilidad Social Corporativa del IESE.
5.- Reparar: arreglar un producto defectuoso para seguir dándole su uso original es otra de las grandes claves de la economía circular.
En este sentido, el informe destaca que una mayor estandarización de las piezas y componentes en sectores como la electrónica, baterías y automoción ayudaría a hacer realidad el derecho a reparar de los ciudadanos europeos. Si hay una mayor disponibilidad de piezas, no resultará necesario, por ejemplo, descartar todo un electrodoméstico simplemente porque se ha averiado un componente y no hay recambios disponibles.
6.- Restaurar: la diferencia entre esta estrategia y la anterior consiste en que la reparación se destina a productos que están dentro de su primer ciclo de vida. Por su parte, la restauración consiste en poner al día un producto que ya ha cruzado ese umbral.
En este contexto, el informe cita el caso de una empresa francesa que recoge materiales sanitarios dañados, como camas de hospitales o sillas de ruedas, los evalúa y decide si son aptos para restaurar o si conviene desmantelarlos para reciclar sus componentes en otros productos. Una vez restaurados o reciclados, se ponen de nuevo a la venta al 30% o al 50% del precio del producto original, con una garantía de un año.
7.- Refabricar: se trata de recoger un producto, analizar su estado, desmontarlo, reacondicionar y reemplazar componentes, volver a ensamblarlo, comprobar su nivel de calidad y revenderlo con una etiqueta de cercano a nuevo.
8.- Redefinir: esta es una de las estrategias que dan una nueva vida a los productos cuando están desgastados o cumplen una función que ya ha quedado obsoleta. Existe un ejemplo muy claro e intuitivo de redefinición, que se dio al principio de la pandemia de la COVID-19: el ingenio que llevó a muchos ciudadanos a utilizar ropa vieja o trapos de cocina como mascarillas ante la escasez de estos productos durante la primera oleada.
9.- Reciclar: básicamente, consiste en recuperar material de residuos que pueda procesarse de nuevo en la fabricación de nuevos productos, materiales o sustancias. Aunque esta es una de las erres más conocidas, no es tan sostenible ni rentable como las anteriores, tal y como subraya el informe, así que debe considerarse, en términos generales, como la última opción.